Las legiones romanas

El poder y la gloria del ejército romano

Las legiones romanas eran todo menos meros conglomerados de personas con armas. Más bien al contrario, eran estructuras militares bien organizadas que constituían ellas mismas instituciones con una historia y una reputación propias. Muchas alcanzaron gran prestigio y otras también perpetraron traiciones y cayeron en la deshonra. Fueron las legiones las que convirtieron a Roma en el extenso imperio que llegó a ser. El «hombre ilustre y afable»[1] Vegecio dijo que “el punto fuerte que hacía únicos a los romanos fue siempre la excelente organización de sus legiones”[2].

igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum

(“así que quien desee la paz, que prepare la guerra”. Epitoma rei militaris, Vegecio)

En la antigua Roma, las legiones eran unidades militares principalmente de infantería que, según cuenta Polibio en Historias, cada una comprendía un cuerpo de 4.200 combatientes a pie. Posteriormente, Tito Livio en Ab Urbe Condita dice que cada legión contaba con un número de soldados de infantería que oscilaba entre 5.200 y 6.000 más 300 jinetes. Los componentes, las estructuras y el número de soldados fueron cambiando conforme al desarrollo militar de Roma y a las sucesivas reformas.

Ilustración de Feig Felipe Pérez.

Cabe recordar que la antigua Roma fue primero una monarquía, luego una república y finalmente se convirtió en un imperio. Durante la Monarquía, la legio abarcaba la totalidad del ejército romano que, en la batalla, usaba la forma clásica de la falange. En la República se fueron adoptando diferentes sistemas de formación, dotando a las legiones de estructuras más eficaces y el ejército se fue dividiendo en diversas legiones: primero, en la República, se escindió en dos formaciones separadas dirigidas por dos cónsules. Al final de la República y en el Imperio, las legiones adquirieron una importancia capital en la política romana y en su desarrollo. La presencia de las legiones fue breve en la República. En cambio, en el Imperio las legiones alcanzaron un mayor nivel de estandarización y profesionalización, además de aumentar en número.

Una legión estaba comandada por un legado (o legatus). Los cargos inmediatamente inferiores eran seis tribunos militares, de los cuales cinco eran oficiales regulares y uno era un noble que representaba al Senado. Con las reformas de Augusto, el tribunus laticlavius era un senador que tenía el rango de subjefe de la legión y sólo respondía ante el legado. Sin embargo, esta figura fue posteriormente suprimida por Aureliano. En el Alto imperio, dependiente directo del legado y, en su caso, del tribuno laticlavio era el praefectus castrorum, el cual comandaba la artillería legionaria y organizaba el campamento. El praefectus castrorum era un soldado que, por merecimiento propio, fue ascendiendo en los cargos de la legión hasta llegar a centurión de la primera centuria (primus pilus), lo cual implicaba el acceso a la selecta clase social conocida como Ordo equester.

La estructura más elemental en la que se organizaban los soldados de una legión era una unidad de infantería llamada centuria. Cada centuria tenía 80 soldados ordenados en diez filas de ocho personas. A su vez, cada fila constituía un contubernio, y los soldados de uno de ellos convivían juntos y guardaban una relación más próxima. Los ocho soldados de un contubernio compartían tienda de campaña en cuyo interior cabían seis de ellos mientras otros dos hacían guardia. El dirigente de la centuria era el centurión. El siguiente por debajo en la cadena de mando era su lugarteniente u optio. A continuación se encontraba el tesserarius, que era el suboficial de seguridad que se encargaba de la tessera (piezas moldeadas con formas que servían como contraseña). Además, otros cargos importantes dentro de la centuria eran el signifer, encargado de portar el estandarte o signum, y el buccinator, cuya función residía en tocar la buccina (instrumento de viento con el que se comunicaban órdenes).

La siguiente estructura administrativa dentro de una legión era el manípulo, el cual consistía en una compañía de infantería que comprendía una pareja de centurias. Teniendo un total de 160 soldados. La subsiguiente unidad táctica en que se dividía la antigua legión romana era la cohorte, la cual abarcaba tres manípulos y, por tanto, se componía de 480 legionarios dirigidos por el centurión pilus prior. También era común un escuadrón de caballería (equites) que fue incrementando hasta 300 jinetes organizados en 10 divisiones de 30 combatientes.

Ilustración de Nico Navarro.

Con las reformas de Mario, la estructura central pasó a ser la cohorte y no el manípulo. El cónsul Cayo Mario profesionalizó el ejército romano con sus reformas iniciadas en 107 a. C., con las que fijó la forma de las legiones más reconocible y estable. Entre otras muchas cuestiones, Mario homogeneizó el cuerpo de infantería y sustituyó la infantería ligera por unidades auxiliares de soldados que no eran ciudadanos romanos (como sí debían ser los legionarios). Asimismo, determinó que una legión se constituye de diez cohortes numeradas para su identificación y su jerarquización. El número de soldados se aproximaba a 5.000, a los cuales se añadía una cantidad considerable de personal no combatiente. Esto hacía que la totalidad de una legión llegara a ser alrededor de 6.000 personas. Para hacer más efectiva la movilidad de la legión, las reformas decretaron que cada soldado cargaría con sus pertenencias. También fue importante la aceptación de reclutas que no tenían tierras ni propiedades, puesto que anteriormente, sólo podían ser soldados del ejército aquellos que eran miembros, al menos, de la quinta clase del censo, tener armamento propio y poseer un caudal valorado en 3.000 sestercios como mínimo.

Es interesante remarcar que con las reformas de Mario se creó la cohorte romana que, en un principio, constituía una táctica organizativa de combate y que, antes del principado, acabó convirtiéndose en la mencionada unidad militar de la que se componían las legiones. La tradicional formación de la falange sólo era eficaz para la defensa en un terreno llano, de modo que al salir del Lacio, los romanos tuvieron que idear nuevas disposiciones tácticas para las batallas. Un importante punto de inflexión fueron las guerras samnitas, por las que los romanos se vieron obligados a planificarse mejor desde un punto de vista estratégico, puesto que luchaban en un espacio montañoso en el que la falange era ineficaz.

Augusto, el primer emperador romano, también transformó las legiones. Una de sus cambios más llamativos fue la “doble fuerza”, que era una primera cohorte con 800 soldados cuyo cometido consistía en proteger al estandarte y al comandante de la legión[3].

Pompei, ilustración de Luciano Neves.

Para el entrenamiento del soldado romano, como sistema básico, el recluta golpeaba a un poste de 1’82 metros de alto. El que entrenaba estaba equipado con una espada de madera y un escudo de mimbre del mismo tamaño que las armas para el combate, pero más pesadas para practicar los movimientos y fortalecer los músculos. El mismo poste también servía de diana para ensayar con otras armas como arcos u hondas. Con las reformas de Mario el entrenamiento incrementó para profesionalizar y endurecer a los soldados, así como para ejercitar las maniobras. Por este motivo, ensayaban marchas y desfiles, y se hacía que los soldados se habituasen a las cargas que iban a transportar llevando mayores pesos que los reales.

Con el tiempo, la instrucción militar fue en aumento, llegando incluso a realizarse batallas simuladas y usando armas reales con una ligera protección de cuero para evitar daños mayores. El entrenamiento inicial solía tener una duración de cuatro meses, pero debía mantenerse de un modo regular en los campamentos durante el servicio.

Los estandartes militares romanos eran elementos de especial importancia en las legiones. En un origen, el ejército tenía como estandarte un mero palo al que se ataba un haz de heno que se empleaba como punto visual para la reunión en el combate. Posteriormente, se empezaron a usar como estandarte las figuras de diversos animales como osos o lobos. Finalmente, Mario estableció al águila como símbolo único de la legión, puesto que dicho animal era el ave sagrada de Júpiter. El valor simbólico del águila era tan grande que su pérdida suponía una de las mayores humillaciones posibles y su recuperación una de las mayores honras. Se conoce que las legiones V Alaudae, XII Fluminata y XXI Rapax perdieron su valioso emblema.

Águila romana

En definitiva, al hablar de las legiones romanas hay que reconocer la efectividad de su estructura organizativa y la superioridad táctica respecto a los ejércitos de su época. El esquema militar romano y su modus operandi han servido de modelos en la historia del arte de la guerra. Además, las distintas legiones cuentan con una historia propia tan apasionante como aventurada.

 

 

Bibliografía

Danco-Collins, S. Legiones de Roma. Kindle.

Goldsworthy, A. El ejército romano. Ed. Akal. 2005: Madrid.

Le Bohec, Y. El ejército romano: instrumento para la conquista de un imperio. Ed. Ariel. 2004: Barcelona.

 

 

[1] Vir illustris et comes, como él mismo se define.

[2] Véase Epitoma rei militaris o De re militari de Vegecio, el cual es un tratado del siglo IV de táctica y estrategia de guerra.

[3] Según explica Stephen Danco-Collins.

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