“Cuando la caballería de Aretas, que había acudido al auxilio del flanco derecho, rompió la primera línea de la falange de los bárbaros; Alejandro enfiló hacia donde se produjo la ruptura de líneas enemigas, lanzando en cuña el escuadrón de los Compañeros y la sección de la falange allí situada con gran griterío contra Darío. Durante algún tiempo se combatió mano a mano, mas como la caballería de Alejandro, y él mimo, presionaban cada vez más y empujaban con sus picas valientemente en un ataque cara a cara, y la compacta falange macedonia, de terrible aspecto por sus largas lanzas, golpeaban a los persas lanzándose sobre ellos. Darío, lleno de miedo y no viendo a su alrededor más que desgracias, emprendió él mismo el primero la huida. Total fue la desbandada persa en este punto, mientras los macedonios se dedicaban a perseguir y dar muerte a los fugitivos.”
Batalla de Gaugamela, 331 a. C. Libro III Anábasis de Alejandro Magno, Arriano.
Esto es solo un pequeño fragmento de la apasionante vida da uno de los personajes que más se ha intentado emular a lo largo de la historia de la humanidad. Un joven príncipe macedonio que a la edad de 32 años había recorrido más de 30.000 kilómetros en solo ocho años y había aniquilado para siempre al imperio más colosal del mundo conocido: el Imperio Persa Aqueménida.
Pero para llegar a este punto y valorar la dimensión de los acontecimientos, debemos retrotraernos en el tiempo. A su más tierna infancia. Veremos cómo el talento, la audacia y la pasión de este joven harán que llegue a convertirse en el señor del mundo. Esta es su historia: la historia de Alejandro Magno.
Corría el año 356 a. C. cuando en la capital de Macedonia, Pela, la reina Olimpíade —originaria de la región de Molosia, en el Epiro—, esperaba el regreso de su marido, el rey Filipo II de Macedonia, de la dinastía de los Argéadas —descendientes de Heracles— que se encontraba ausente haciendo la guerra en una ciudad de las costas de Tracia. Olimpia estaba preocupada por su futuro, ya que se rumoreaba que, al regresar el rey, se desposaría con una nueva mujer y ella vería relegada su posición en el reino. Hizo llamar entonces a un adivino de origen egipcio que había adquirido una gran fama recientemente. Su nombre era Nectanebo[1]. Ella le comunicó sus preocupaciones acerca de su marido y, tras meditarlo, Nectanebo le aseguró que esos rumores eran ciertos y que solo podría cambiar su futuro concibiendo un hijo que fuese engendrado por una divinidad. Ante la desesperación de Olimpia, él la tranquilizó diciéndole que conocía el procedimiento necesario para invocar al dios Amón y así poder yacer con él por la noche. Satisfecha Olimpia, se despidieron. Al llegar la noche, Nectanebo, que realidad era un faraón egipcio fugado tras la invasión persa de Egipto en el año 350 a.C., se disfrazó del dios Amón, coronando su cabeza con unos cuernos de carnero dorados y portando un cetro de ébano en la mano. Junto a esto, se vistió con una túnica blanca y un mato de color verde serpiente. Fue así como Nectanebo se presentó en los aposentos de la reina macedonia y consiguió encamarse con ella. Al día siguiente, estando ya Olimpíade en cinta, el adivino envió un halcón amaestrado al lugar donde se encontraba Filipo II y, cuando éste conciliaba el sueño, repetía la frase de que el dios Amón se había unido a su mujer, haciéndole creer que se trataba de una aparición onírica.
Esta es una de las tantas versiones que existen sobre el nacimiento de Alejandro Magno. Esta concretamente nos ha llegado a través de los escritos de Pseudo Calístenes, un nombre que la historiografía ha dado a la recopilación de textos antiguos anónimos que se atribuyen a Calístenes, un cronista griego que Alejandro Magno llevó a su expedición para que narrase las gestas del héroe en Asia. Existen otras versiones en las que Olimpíade queda embarazada a causa de “un rayo de Zeus” o que Filipo ve en sueños la figura de un león adornando el vientre de su esposa, estando éste todavía fuera. Sea cual fuere la versión real, es muy probable que la reina cometiera adulterio y por tanto el rey Filipo II no fuera el padre biológico de Alejandro.
Su nacimiento en el verano del 356 a.C. coincidió con tres grandes éxitos para Macedonia: el triunfo de los ejércitos macedónicos liderados por su Filipo II en las campañas de Tracia, el sometimiento de los ilirios por el general Parmenión y la victoria en los Juegos Olímpicos de los caballos del rey. Esto sería interpretado por los adivinos de la Corte como una señal de que el recién nacido cosecharía grandes éxitos.
El niño era de gran belleza, con cabello castaño claro, la tez blanca y ojos heterocromáticos —de distintos colores—, siendo el derecho gris y el izquierdo marrón. Pese a su gran belleza, el muchacho no alcanzaría una gran estatura, no superando el metro sesenta de altura. Esto será muy importante en un mundo en el que una de las cualidades que daban prestigio a un rey era su altura.
Cuando alcanzó los 13 años, en el 343 a. C., fue mandado por su padre al ninfeo de la ciudad de Mieza, a 30 km de la capital, donde recibió una exquisita educación de la mano de uno de los pensadores más importantes de la Antigüedad: Aristóteles. A cambio de que le enseñara sus conocimientos, Filipo II reconstruyó su ciudad natal Estagira, destruida años antes por el rey macedonio. Durante cinco años Aristóteles fue su mentor y Alejandro aprendió de él filosofía, lógica, metafísica, ética o política, entre otras. Tal fue su ambición intelectual que llegó incluso a dejar de lado su interés sexual, haciendo que Olimpia y Filipo le indujeran a tener relaciones con una cortesana de nombre Calixina.
Gustaba de leer los relatos de historiadores griegos que trataban sobre los enfrentamientos entre griegos y persas, como los libros de las Guerras Médicas, de Heródoto o la Expedición de los Diez Mil, de Jenofonte. Pero lo que a Alejandro más le apasionaba era leer sobre las grandes gestas de los héroes que aparecían en la Ilíada, en concreto, de las de su favorito: Aquiles. Alejandro estaba emparentado con Aquiles —de la dinastía de los Eácidas— por parte de madre, ya que Olimpia era hija de Neoptólemo I de Epiro, el cual era fruto de la relación de Aquiles con Deidamía, y este era hijo a su vez de Peleo, el primer Eácida. Por tanto, Alejandro descendía por parte de padre de Heracles (Argéadas) y por parte de madre de Aquiles (Eácidas). Esto hará que le arda el deseo de emular e incluso superar a sus antepasados, en especial, a Aquiles.
Cuenta la leyenda que Filipo II compró por trece talentos a un mercader tesalio un vigoroso caballo negro de nombre Bucéfalo que poseía una mancha en forma de estrella en la cabeza[2]. Pero al poco tiempo se dio cuenta de que poseía un carácter tan hercúleo como indómito. Tal era su agresividad llegó a decirse incluso que se alimentaba de carne humana[3]. Filipo se lo entregó a Alejandro sin esperanzas de que le fuera a ser útil. Pero el joven príncipe se propuso lograr montarlo para impresionar a su padre. Alejandro se dio cuenta de que el caballo temía a su propia sombra y por eso se encontraba tan alterado. Fue entonces cuando posicionó su cabeza de cara al sol para que no la viera y así consiguió montarlo. Su padre quedó tan impresionado que sentenció una frase que ha quedado grabada para la Historia: «Hijo mío, búscate un reino a tu medida, pues Macedonia no es lo bastante grande para ti».[4]
[1] Leyenda recogida por PSEUDO CALÍSTENES en Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Ed. Biblioteca Clásica Gredos.
[2] PLUTARCO, Vidas Paralelas, Libro VI, Vida de Alejandro Magno, Ed. Biblioteca Clásica Gredos.
[3] Este dato pertenece a PSEUDO CALÍSTENES, Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Ed. Biblioteca Clásica Gredos.
[4] PLUTARCO, Vidas Paralelas, Libro VI, Vida de Alejandro Magno, Ed. Biblioteca Clásica Gredos.
Bibliografía
- PLUTARCO, Vidas Paralelas, Libro VI, Vida de Alejandro Magno, Ed. Gredos.
- ARRIANO, Anábasis de Alejandro Magno, Ed. Gredos.
- PSEUDO CALÍSTENES, Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Ed. Gredos.
- Q. CURCIO RUFO, Historia de Alejandro Magno de Macedonia, Ed. Gredos.
- DIODORO SÍCULO, Biblioteca Histórica, Libro XVI, Ed. Gredos.
- LANE FOX, Alejandro Magno, conquistador del mundo, Ed. Acantilado.