En 1922 Diego Rivera recibió su primer encargo para un mural en la Escuela Nacional Preparatoria y en septiembre del mismo año comenzó los frescos de la Secretaría de Educación Pública. En el año de 1925, a la par de su trabajo en la SEP, Rivera comenzó los murales de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. En 1929 pintó los murales de la escalera de Palacio Nacional y finalizó los de la Secretaría de Salud. Ese mismo año le fue encargado un mural en el Palacio de Cortés en Cuernavaca.
Cuando Diego Rivera regresó a México luego de varios años de vivir en Europa, se encontró con un país que salía de una cruenta y larga revolución todavía lejos de conseguir la anhelada estabilidad. Junto con otros artistas como David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco fue entonces invitado por el Secretario de Educación, José Vasconcelos, a vestir los muros de los edificios públicos relatando la historia del país con la convicción de que el hombre es capaz de transformar la sociedad por medio de la creatividad.
En el primer año de su presidencia, Álvaro Obregón creó la Secretaría de Educación Pública, y nombró a José Vasconcelos (1882-1959) –quien había sido Rector de la Universidad durante el interinato de Adolfo de la Huerta– Secretario de Educación. Vasconcelos, exiliado por la revolución en 1915 había viajado por Europa, Sudamérica y Estados Unidos y regresó a México tras la muerte de Venustiano Carranza. Como Secretario de Educación realizó la primera gran reforma educativa, creó una fuerte campaña contra el analfabetismo por medio de escuelas rurales, técnicas elementales e indígenas e introdujo los desayunos gratuitos a niños de escasos recursos.
La alfabetización fue vista como una herramienta primordial para la modernización de México, teniendo en cuenta que, más del 85% del pueblo mexicano no sabía leer ni escribir finalizada la revolución. Otorgó un apoyo quizá nunca antes visto a los maestros rurales, a quienes veía como una versión moderna de los misioneros coloniales, además impulsó la creación y distribución de obras de la literatura universal en lo que él calificó como las Misiones Culturales.
La promoción del arte y la cultura también jugó un papel trascendental en el ambicioso programa vasconcelista. Para el Secretario, la integración del México posrevolucionario en el plano internacional era de gran importancia. La educación era la palanca que levantaría al país y una buena forma de educar a un pueblo iletrado era por medio del arte mural en edificios públicos de significación nacional.
Los artistas empezaron a incluir en su obra elementos de las artes plásticas populares. Siguiendo la propuesta de Vasconcelos se buscó reforzar la conciencia nacional otorgando al pueblo conocimiento de su pasado y confianza en su futuro. Se llevó a los muros de lo edificios públicos una historia de México que exaltaba a los fundadores, a los libertadores y a los defensores de la nación y por el contrario difamaba a conquistadores y opresores.
“El personaje central es el mismo pueblo de México en todas las fases de su existencia”
Diego Rivera comenzó a trabajar en los murales de la Secretaría de Educación Pública en septiembre de 1922. El edificio, ubicado en la calle de República de Argentina No. 28 en lo que fue el Convento de la Encarnación durante la época virreinal, está dividido en dos patios de tres niveles cada uno, el Patio Principal y el Patio Juárez nombrados también Patio del Trabajo y Patio de Las Fiestas, respectivamente, por los temas en los muros de la planta baja de ambos.
Se sabe que a Rivera no le gustaba el edificio, en una entrevista realizada cuando trabajaba los murales de la Secretaría se quejó de la distribución arquitectónica que no permitía más puntos de vista que el frontal, lo que dificultaba el punto de fuga al estilo renacentista que el artista quería usar. Eligió entonces una historia no lineal, narrando el proceso de transformación del país y al mismo tiempo elementos constitutivos del pueblo mexicano. Supo además, integrar las formas a la pintura, de manera que pueden observarse personajes recargados o sentados sobre dinteles de puertas y cornisas.
Mientras que en los muros del segundo piso, por lo reducido del espacio, Rivera pintó escudos y grisallas, en planta baja y tercer piso creó una serie de murales que muestran a México como nación y como pueblo con sus festividades, sus costumbres, sus héroes, sus mártires, sus luchas y sus anhelos: un crisol de identidad nacional. Completar este trabajo le tomó cuatro años pintando jornadas de entre ocho y diez horas que era el tiempo que le permitía la técnica usada, el buon fresco, consistente en pintar directo sobre el muro con colores minerales diluidos en agua de cal sobre un aplanado de cal y arena todavía húmedo (de ahí su nombre).
En el Patio del Trabajo Rivera representa a campesinos y obreros trabajando, escenas de mineros y trapicheros, incluye también a las mujeres trabajadoras como la maestra rural. Destacan en la planta baja de este patio La Liberación del Peón, la mencionada Maestra Rural y El Abrazo donde minero y campesino se funden en una figura que recuerda a las figuras de Giotto. En el Patio de las Fiestas el pintor plasmó las más representativas festividades populares religiosas y cívicas de México, para este momento Rivera había sido invitado, junto con otros intelectuales, por Vasconcelos a un viaje por diferentes zonas del país y que sirvió al pintor para reencontrarse con la esencia del pueblo mexicano. Destacan en la planta baja el Baile del Venado, el Día de Muertos y la Quema de los Judas.
En el tercer nivel del Patio de las Fiestas Rivera plasmó en 26 paneles las estrofas de tres corridos: La Balada de Zapata, La Revolución Agraria de 1910 y Así será la Revolución Proletaria, cuya letra pinta sobre listones rojos que enmarcan las escenas. El motivo central es un enaltecimiento al movimiento revolucionario pero al mismo tiempo hay fuerte crítica a sus oponentes como el propio José Vasconcelos, a quien sitúa de espaldas y sobre un elefante blanco; al capitalismo representado por medio de banqueros y figuras prominentes de Wall Street. Por el contrario, destaca la presencia de personajes como Emiliano Zapata, al igual que sus seguidores. Frida Kahlo, Tina Modotti, David Alfaro Siqueiros repartiendo armas con el objetivo de lograr la liberación del proletariado. Puede apreciarse la inclinación de Rivera hacia el comunismo, que en ese entonces era una opción viable en el país y que como muchos de sus colegas artistas, Diego pertenecía al Partido Comunista Mexicano. Sin embargo el personaje principal es, una vez más, el pueblo mexicano: los obreros, los campesinos, las mujeres, incluso los niños. El pueblo partícipe del proceso revolucionario y de la reconstrucción del país.
Bibliografía
Acevedo, Esther (1984). Guía de Murales del Centro Histórico de la Ciudad de México. México: UIA.
Kettenmann, Andrea (1997). Diego Rivera: Un espíritu revolucionario en el arte. México: Taschen.
Rodriguez, Antonio (1999). Diego Rivera. Pintura Mural. México: Fondo Editorial de la Plástica Mexicana.
Wolfe, Bertram David (1972). La Fabulosa Vida de Diego Rivera. México: Diana.