Irán y Arabia Saudí… ¿Qué ocurre en Oriente Próximo? (I)

La Guerra Fría Árabe

Mientras todo el mundo presta atención a Corea del Norte y espera con temor las nuevas decisiones de su volátil Líder Supremo, otro problema nuclear continúa quitando el sueño y levantando polvareda, polémica y críticas a la administración republicana de la Casa Blanca. Me estoy refiriendo, obviamente, al programa nuclear iraní.

Irán y Arabia Saudí junto con sus respectivas áreas de influencia

Irán goza de tan mala reputación y fama en occidente que cuando nos referimos a él parece que estamos hablando sobre uno de esos países que aparecen en las películas de James Bond, regidos por viles y malvados personajes que sueñan con destruir el mundo. No nos vamos a engañar, puede que algo de eso haya, pero desde luego no tanto como se cuenta. Aunque razones no faltan para justificar tal reputación.

Irán, es considerado uno de los principales enemigos de EEUU, Europa y prácticamente todas las democracias del mundo. Es una teocracia islámica cuyo máximo dirigente es al mismo tiempo su mayor líder religioso, el ayatolá. Su sistema legal y su organización social están basados en la Sharia, la terrible ley musulmana, por lo que la opresión, las torturas y las ejecuciones forman parte de la tónica general. Su gobierno financia activamente grupos terroristas, como Hezbolá, que se dedican a llevar la palabra y la yihad del profeta por todo el mundo…

Sin embargo, aunque pueda llevarnos a sorpresa, Irán no es el país más practicante, ni el más autoritario, ni el más hostil hacia las mujeres en esta zona del mundo. Sí, como algunos os podéis estar ya imaginando, Arabia Saudí se lleva ese discutible honor. Un país, recordemos, considerado como uno de los principales aliados de EEUU y cuyo gobierno celebra cientos de acuerdos comerciales a lo largo y ancho de nuestro planeta.

La pregunta que más rápido acude a la mente es clara ¿Por qué Arabia sí e Irán no? ¿Qué diferencia hay entre estos dos países radicales? El petróleo, la respuesta más fácil, no es la causa: Irán tiene las cuartas reservas de crudo más grandes del mundo y su materia prima es prácticamente idéntica a la de los saudíes en calidad y extracción. Pero hay diferencias en el rumbo que han tomados ambos regímenes.

Cuando escuchamos algo sobre los países musulmanes es muy fácil pensar en ellos como un todo, juntos de la mano compartiendo su amor a la misma religión y su odio hacia los infieles de occidente. Sin embargo, ¿qué lleva a dos países que se rigen por teocracias basadas en la Sharia, con abundantes reservas de petróleo y que financian a grupos terroristas a odiarse entre sí? La respuesta es sencilla. La misma religión es la causante de esta Guerra Fría en el mundo islámico, ¿cómo es eso posible?

Principales doctrinas del Islam

No todos los mahometanos son iguales. De igual modo que el cristianismo se divide en diferentes corrientes o doctrinas (principalmente católicos, ortodoxos y protestantes), el Islam se divide en dos grandes ideologías, los sunitas (que conforman alrededor del 90%) y los chiitas. Arabia Saudita es sunita. De hecho, como custodio de los lugares sagrados, son los principales referentes morales de esta corriente de fe. Por su parte los chiitas están concentrados en las tierras de la antigua Persia, es decir, en Irán y su área de influencia.

Estas dos maneras de ver el Islam llevan enfrentadas desde la muerte de Mahoma a raíz de las luchas de sucesión de su figura. Mientras que unos defendieron que sus sucesores debían ser elegidos de una forma más o menos democrática entre todos los creyentes (suníes), otros apoyaron que el líder debía descender de la línea familiar del profeta (chiitas), por lo que en Alí, yerno de Mahoma, debía recaer tal honor. Al no conseguir llegar a un acuerdo, ambas ideologías se separaron y su enfrentamiento llega hasta nuestros días.

Por supuesto, esta no es la única diferencia entre ambos, hay rituales y pequeñas doctrinas diferentes entre ambas, pero la principal diferencia es cristalina: el islam suní es una religión horizontal, no existe una jerarquía. Podríamos decir que se parece en ciertos aspectos al cristianismo protestante. Cada Imán tiene su propia línea de pensamiento o se adhiere a la que más le convence y por eso cada uno tiene su propia interpretación del Corán (siempre dentro de unos límites). Por otra parte, los chiitas se rigen por una estricta jerarquía al más puro estilo del catolicismo o los ortodoxos. Aunque en un principio los sumos dirigentes fueron los descendientes de Alí, en nuestros días ya no hay una sola cabeza, sino varias, los denominados ayatolás. Como podréis suponer, los fanáticos de un sitio y de otro no se suelen llevar precisamente demasiado bien entre ellos.

Pero para entender cómo hemos llegado a esta Guerra Fría en Oriente Próximo nos hace falta un poco de Historia.

La sociedad persa en los años 70

Hasta finales de los años 70 Irán estuvo gobernando por el famoso Sah de Persia, una de las Monarquías más glamurosas y antiguas del planeta con abundantes contactos internacionales y respaldados por EEUU, Europa y el resto del mundo libre. En Irán, en comparación con sus vecinos, la vida era bastante aceptable. Existía un nivel educativo relativamente alto, sus prestigiosas universidades fomentaban el diálogo cultural y los derechos de las mujeres eran decentes. Empero, mientras el Sah recorría el mundo, en su nación se fraguaba una revolución. ¿De qué tipo?

Realmente la oposición iraní era bastante heterogénea: estaba conformada por igual tanto por liberales que buscaban la llegada de una democracia plena, marxistas apoyados por la URSS e islamistas radicales. Estos últimos, a pesar de no ser los más numerosos, se distinguían del resto de grupos por una ventaja crucial: contaban con un líder carismático y sumamente respetado que estaba exiliado en París, el ayatolá Jomeini.

Desde la ciudad del Sena exhortaba sin descanso a sus seguidores y al resto de las fuerzas opositoras por igual para que se hicieran con el control del gobierno prometiéndoles un Irán tolerante y democrático donde todos pudieran convivir pacíficamente. La primera primavera árabe estaba a punto de comenzar. La historia, es cíclica.

En 1979 las fuerzas rebeldes consiguen derrocar al gobierno y toman por asalto la embajada de los EEUU. Esto provocaría el exilio del Sah, la filmación de una película tan espléndida como “Argo” y el regreso del ayatolá a Teherán donde se permitió el lujo de disfrutar de un espectacular baño de masas con una ingente cantidad de seguidores. A pesar de sus anteriores promesas, sus primeras declaraciones no dejaron ninguna duda sobre el cariz que iban a tomar los acontecimientos: “No es necesaria una democracia islámica, con el Islam es suficiente”.

Se convierte en el nuevo líder supremo de Irán auspiciando, como primera medida, la purga y eliminación de todas las demás fuerzas que le habían aupado al poder y que no comulgaban completamente con su fanatismo religioso o que fuesen capaces de hacerle sombra. Las relaciones con EEUU se rompen, y estas quedan en un punto… extraño. Jomeini odiaba a los yanquis y todo lo que estos representaban, pero los necesitaba. De igual modo, el 40º presidente de los EEUU, el conservador Ronald Reagan, se dedicaba a vender armas a Irán para que pudiera continuar con su lucha contra Irak. La política hace extraños compañeros de cama y Sadam Hussein era el enemigo común y el objetivo a batir.

Durante los 90 y los primeros 2.000 las relaciones continúan siendo complicadas. En 1997, tras la elección de Mohammad Jatamí, se intentan restablecer la amistad con EEUU, pero la actitud beligerante del nuevo gran líder religioso, Alí Jamenei, con Israel y el apoyo constante a grupos terroristas como Hezbolá impide el buen curso de las negociaciones. De hecho, como buena teocracia, en Irán la última palabra no la tiene el presidente, sino el supremo líder religioso. Esto forzó que Bill Clinton declarase que no consideraría aliarse con Irán hasta que este país dejase de financiar a los terroristas que buscan acabar con los israelíes.

el ayatolá Jomeini

Cuando en 2005 Mahmud Ahmadineyad, proveniente de los sectores más conservadores, llega al poder se acabaron los coqueteos del gobierno con la modernidad. Antes de esa fecha incluso se habían aprobado leyes sobre el divorcio y más de la mitad de los universitarios del país eran mujeres. Cierto era también que las violaciones de los derechos humanos eran constantes, pero hay que considerar el entorno ya que los países de alrededor son mucho peores. En Arabia Saudí las mujeres, hasta este mismo verano, no podían ni siquiera conducir. Sin embargo, con el cambio en la presidencia y el aumento de poder del ala más islamista de la sociedad, se recrudece en Irán la lucha contra las mujeres y los homosexuales.

Y es que, para Alí Jamenei, todo lo que suena a moderno es poco menos que un invento del mismísimo Satanás. Bueno, todo no, la tecnología nuclear no. Desde la llegada al poder de este ayatolá se han intensificado los intentos de construir la terrible arma nuclear. Y permítanme que les diga que un gobierno que odia a muerte a Arabia Saudí, no reconoce el Estado de Israel y niega el Holocausto Nazi da mucho miedo con semejante poder a su disposición. En ese momento, las relaciones con EEUU pasan de ser difíciles a ser inamistosas. Las Naciones Unidas impusieron duras prohibiciones en el comercio a Irán, afectándoles brutalmente. No es difícil de imaginar lo que supuso para una economía basada en el petróleo que la mitad del mundo se niegue a comprárselo.

Sin embargo, al otro lado del Golfo Pérsico, las cosas han sido muy diferentes durante todo ese tiempo. Arabia es un país extremadamente joven. A principios del siglo XX, antes de la Gran Guerra, la zona estaba bajo el control del Imperio Otomano. Sin embargo, tras la derrota, y posterior desaparición de los grandes imperios centrales, la península se sumergió en una cruenta guerra civil de todos contra todos auspiciada por el repentino vacío de poder.

Cada tribu, nómadas del desierto, capitaneadas por pequeños reyezuelos que hacían las veces de caudillos, hacía la guerra por su cuenta mientras intentaba imponerse sobre las demás pero sin llegar nunca a conseguirlo; hasta el comienzo de la década de los 30. Apoyados por los ingleses, la tribu Saud logra derrotar a todas las demás naciendo así la nación conocida como Arabia Saudita. Pero no penséis en una Arabia como la actual, no. Pensad en un país extremadamente pobre, sin luz o electricidad, sin carreteras… siempre dispuesto a mendigar cualquier ayuda extrajera que le pudiera permitir seguir subsistiendo. Pero lo que nadie sabía era que la solución a todos sus problemas se encontraba, precisamente, bajo sus mismos pies. Fue así como una empresa petrolera estadounidense, la todopoderosa Standard Oil, descubrió el precioso oro negro. Un petróleo como nunca antes se había visto, especialmente abundante, de gran calidad y muy fácil de refinar.

La todopoderosa standard oil

Pero la cosa no es tan sencilla. Para extraer petróleo se necesitan maquinaria, tecnología, ingenieros, dinero… precisamente todo lo que faltaba en Arabia, un joven país de nómadas donde el personal cualificado y los recursos necesarios para la extracción del oro negro, evidentemente, brillaban por su ausencia.

Así pues las petroleras estadounidenses eran imprescindibles para convertir el negro líquido en dinero contante y sonante. Pero la casa Saud no era tonta, no iba a permitir que los estadounidenses se llevaran todo el petróleo de buenas a primeras, por lo que formaron una empresa, la ARAMCO: una empresa mixta entre el gobierno saudí y las empresas privadas americanas.

Y es que era una jugada maestra. El petróleo saudita es el más barato de extraer del mundo. Poniendo un ejemplo, si en EEUU se descubre un yacimiento, el concepto de propiedad privada hace que se deba comprar o alquilar la tierra para poder extraerlo, lo que genera unos costes. Mientras tanto, en Arabia Saudí hay miles de hectáreas de desierto que solo pertenecen a un único señor: el soberano saudí. No importa el precio de mercado del petróleo, los márgenes de beneficio saudí siempre serán los más grandes del mundo.

Empieza una bonita amistad, rebozada por fajos de billetes, entre ambos gobiernos. Los americanos extraen y refinan el petróleo y se encarga de defender esos yacimientos situando bases militares, bases que, además, le sirven de asidero y de núcleo de operaciones en una región bastante conflictiva. Mientras tanto, los saudíes cobran en dólares estadounidenses, se pegan vidas de ensueño, compran autos de lujo y marchan a Marbella a disfrutar de las vacaciones.

No nos llevemos a engaño. En aquella época ya eran unos fanáticos religiosos, pero en los años 40, 50 y 60 los malos de la película no son aún los islamistas, sino los comunistas, y los saudíes, con sus mezquitas, sus mansiones de lujo y sus piscinas rebosantes de petrodólares no se llevaban especialmente bien con esos ateos leninistas de la URSS.

Pero como no hay nada perfecto en este mundo, cuando las cosas iban viento en popa se acaban torciendo. En 1973, en pleno conflicto árabe-israelí, los saudíes se dan cuenta de que son los dueños de la mitad de la materia prima que se utiliza para mover el mundo y de que tienen el suficiente dinero ahorrado para imponer su ley en el mercado. Comienza la  crisis del petróleo, que acabaría con la nacionalización total de ARAMCO y con la revisión económica de todo el mundo occidental. Pero eso es otra historia.

 

 

Bibliografía

Míster X

https://www.youtube.com/channel/UCmotoIZb8eE0P0c8oxHwVxg/videos

VisualPolitik

https://www.youtube.com/channel/UCJQQVLyM6wtPleV4wFBK06g

Ejércitos

http://www.ejercitos.org

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