¿Cómo es posible tener en un solo instrumento infinidad de sonidos, hacer las más complejas y solemnes piezas y ser interpretado por un solo músico? Este es “su majestad, el Órgano Tubular; Rey de todos los instrumentos musicales”.
No es difícil identificar a un rey: No es muy común verlos, ostentan una figura solemne, visten de gala, usan corona, se sientan en un trono y llenan de solemnidad cualquier lugar en que cuente con su presencia; hablaremos de un instrumento musical que, desde la antigua Grecia, daba majestuosidad a las ceremonias civiles y religiosas y cuyo auge llegó en el barroco y el clasicismo. Hablamos del órgano tubular o, simplemente, el órgano.
Este complicado y a veces enorme instrumento ha conseguido ser proclamado a través de los siglos por muchos músicos el “monarca” entre sus compañeros dada su complejidad, belleza y características musicales inigualables (aun por los instrumentos electrónicos actuales).
Historia y evolución
Los órganos que conocemos hoy en día se encuentran principalmente en iglesias, teatros, escuelas y salones; pero el predecesor del órgano, el hydraulis o hidraulo, fue un instrumento inventado en Grecia por el precursor de la hidráulica y padre de la Neumática: Ctesibio de Alejandría. Este instrumento inventado por Ctesibio constaba de varios tubos afinados que tenían respectivas válvulas, y cuyo sistema de compresión era completamente hidráulico; el agua puesta en un compartimento mantenía la presión de aire para que, al accionar una tecla del hidraulo, el aire comprimido hiciera sonar uno de los tubos generando una nota. Este invento revolucionario fue puesto rápidamente en compañía de los instrumentos tradicionales de la época y así se incorporó a la música profana y, con el paso del tiempo, también a la música sacra.
Más tarde, los romanos conocieron el instrumento y comenzaron a usarlo y agrandarlo con el tiempo hasta que, en el S. IV, la invención del fuelle en oriente llevó a reemplazar poco a poco el antiguo sistema hidráulico y finalmente en el S. XIII se adoptó completamente la compresión de aire con fuelles hechos de madera y pieles de animales.
Cuando el Imperio se convirtió, sus templos y basílicas puestos a servicio de la Iglesia y el auge de la Cristiandad, en todas las iglesias la liturgia era acompañada por algún órgano; enormes en las grandes catedrales (Nuestra Señora de Amiens, de Paris, de Reims, etc…) hasta muy modestos organillos en las más pequeñas ermitas.
En la Edad Media se construyeron pequeños órganos portátiles para acompañar procesiones y fiestas. Estos constaban de un solo teclado de unas dos o tres octavas con pequeños tubos y un fuelle en la parte posterior que se accionaba manualmente e insuflaba aire en los tubos del órgano. Con la aparición de los órganos portitivos también llegaron los realejos o regales; instrumentos de aire que, a diferencia de los anteriores, carecían de tubos y, en su lugar, contaban con lengüetas metálicas que vibraban con el aire.
En el siguiente vídeo podemos ver el funcionamiento e interpretación de un órgano portativo de la Edad Media:
Con la ausencia de electricidad, era indispensable que, mientras el organista ejecutaba la pieza escogida, otra persona debía mantener uno o dos fuelles funcionando de manera alternativa para evitar que el sonido se apagara. En algunos casos su usaron también molinos de agua para este fin.
En el barroco el órgano alcanzó su auge con el Bajo Continuo; un tipo de acompañamiento musical en el que el órgano era indispensable. Así, salvo pocas excepciones, el órgano se introdujo en todas las piezas musicales de la época.
Con el tiempo el órgano se fue perfeccionando; surgieron constructores especializados que tenían empresas completas dedicadas a exportar órganos por toda Europa y ya en la edad moderna, también a América y Asia. A los constructores profesionales de órganos se les llama maestros organeros. Entre los más famosos organeros de la historia podemos contar a Aristide Cavaillé-Coll, Johann Friedrich Wender o Joseph William Walker e hijos.
Partes del órgano y su funcionamiento
Para hacer sonar cada uno de los tubos, en primer lugar el órgano debe tener una fuente de aire. Actualmente se usan los motores que pueden insuflar inmensas cantidades de aire a mucha presión para los más grandes órganos.
El motor infla los fuelles, los cuales le dan al aire la presión adecuada. Actualmente los fuelles se fabrican de materiales sintéticos que evitan la perforación de éstos; los antiguos fuelles de piel se deterioraban con el tiempo y había que parcharlos varias veces durante su vida útil. Es común ver sobre los fuelles de un órgano ladrillos o piedras; esto se hace con el fin de darle cierta velocidad de “expiración” a los fuelles para alcanzar el nivel de presión adecuado.
Después, el aire viaja desde el fuelle por una tubería hasta el Secreto; un compartimiento en el que se almacena el aire a la espera de ser liberado por los accionadores de los registros.
Los registros son los diferentes conjuntos de tubos que tiene el órgano. Cada registro hace las veces de “una voz con la que el órgano puede cantar”. Estos registros son accionados por el organista desde la consola principal donde, al accionar cualquiera de los botones, se abren dentro del órgano las válvulas correspondientes para un conjunto de tubos elegido. Si el organista desea, puede accionar varios registros para ser tocados a la vez. El accionamiento de la totalidad de los registros en el órgano y su interpretación se llama Tutti.
Un órgano puede tener infinidad de registros y desde 12 hasta 30.000 tubos, dependiendo del tamaño del órgano. Además, los tubos se clasifican en familias y estas, en tamaños. Actualmente se usa la medida de Pie Americano. Comúnmente, los registros se clasifican de 2’ (dos pies) en adelante siendo el siguiente de 4’, 8’, 16’, 32’ y hasta 64 pies (19 metros y medio).
A continuación explicamos las familias más comunes de tubos del órgano:
Diapasones o principales: Son los tubos que se ven en la fachada del órgano y que le dan su característico sonido. Están hechos en su mayoría de aleaciones de plomo y estaño.
Flautas: Son tubos por lo general internos y pueden ser de metal o madera y suelen ser más grandes que los diapasones. Dependiendo de su forma pueden imitar a la familia de flautas (orquestal, piccolo, dulce o traversa)
Gambas: Son los tubos que imitan a los instrumentos de cuerda como Violón, Viola da gamba, viola de amor, bombarda. Estos tubos son los que producen las frecuencias más bajas del órgano. Es común que un órgano contenga un registro de Contrabajo de 16’ o 32’, encargado de esas profundas notas.
Lengüetas: Esta familia imita instrumentos como clarinetes, trompetas y tuba. Algunos registros de lengüeta imitan la voz humana o voz celeste.
La combinación de estos registros y su adecuación han permitido a los organistas tener más de 300 registros en los órganos más grandes. Existen órganos que también imitan sonidos como campanas o pájaros. Una vez el músico ha elegido los registros que desea usar, tañe las teclas del órgano para liberar el aire encerrado en el secreto que a su vez, pasa por los tubos y produce el sonido.
En el siguiente vídeo podemos escuchar al Organista Jonathan Scott interpretando «El Invierno» de Antonio Vivaldi. Podemos identificar distintos registros del órgano que imitan flautas, trompetas y cuerdas.
El organista cuenta con uno o más teclados llamados Manuales y con un “teclado para los pies” de teclas largas y gruesas llamado pedal o pedalera. También junto a este, es normal encontrar uno o más pedales que al pisarse o desplazarse, permiten al músico “subir el volumen” al instrumento abriendo y cerrando las persianas que cubren los tubos. A esto se le llama en la música Expresión. Las consolas electrónicas actuales permiten memorizar en una computadora interna las distintas combinaciones del órgano que el organista necesite usar en la interpretación.
En el próximo artículo sobre el órgano hablaremos de los grandes compositores que hicieron famoso este instrumento y su influencia en la música.