Remontémonos al funesto período comprendido entre abril y mayo de 1940. Lugar: Katyn. Como es sabido, los polacos vieron cómo su país fue brutalmente invadido por nazis (el 1 de septiembre de 1939) y soviéticos (el 17 de septiembre de 1939). No sólo el territorio sufrió, sino que desmesuradas cantidades de personas fueron aniquiladas. Pero centrémonos en uno de los episodios más infames de la historia de la guerra: la masacre del bosque de Katyn.
Katyn es un pueblo ruso ubicado aproximadamente a 18 kilómetros de la ciudad de Smolensk, cerca de la actual frontera con Bielorrusia. Su bosque es un lugar apartado que los soviéticos consideraron trágicamente idóneo para perpetrar con sangrienta discreción la mencionada atrocidad contra los polacos. El número de víctimas de la matanza ronda la friolera de 22.000 personas fríamente ejecutadas y enterradas en fosas comunes. También se ejecutaron a prisioneros de otros sitios como Minsk o Kharkov que se incluyen en este incidente, pero las fosas de Katyn fueron las primeras en descubrirse o, al menos, en reportarse a la sociedad internacional. Organizaciones como el Instituto de la Memoria Nacional de Polonia lo califican de genocidio.
El rótulo de “masacre de Katyn” (o fusilamiento de Katyn) sirve para aludir a los asesinatos en masa cometidos por el NKVD (el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) principalmente de oficiales del ejército polaco, pero también se incluyeron a miembros de la policía y muchos civiles. Este departamento gubernamental soviético, que se ocupaba de la seguridad del Estado y realizó funciones policiales y de inteligencia, decidió también ejecutar a intelectuales que pudieran armar ideológica y moralmente a la sociedad polaca en una línea nacionalista y contrarrevolucionaria.
Fue en el momento de la posterior invasión alemana a la URSS cuando el oficial del ejército nazi Rudolf Christoph Freiherr von Gersdorff dio con las terribles fosas comunes. La Operación Barbarroja rompió el pacto Molotov–Ribbentrop y la guerra, como es evidente, tuvo efectos propagandísticos. Tiempo después, en 1943, cuando el gobierno nazi lo consideró oportuno, anunció el descubrimiento a nivel internacional. Muchos consideran que los nazis estaban bien informados de la masacre y al invadir territorio soviético se dispusieron a buscar las fosas, para usarlas en su contra, pero esto no es más que una hipótesis.
Al enterarse, el gobierno polaco en su exilio en Londres exigió una investigación del Comité Internacional de la Cruz Roja y las relaciones con la URSS se cortaron. La Cruz Roja acudió y las evidencias de la terrorífica masacre fueron fotografiadas. La reacción soviética fue la esperada: la URSS declaró que la masacre la realizaron los nazis y negó su responsabilidad durante décadas hasta el año 1990. El misterio sobre los prisioneros polacos desaparecidos quedó despejado tras el hallazgo. Pero los soviéticos aseguraron que los destinaron a trabajos forzados de construcción en zonas cercanas a Smolensk y que fueron los nazis en su invasión quienes los capturaron y asesinaron.
En aquel entonces, el NKVD estaba dirigido por Lavrenti Beria. Fue él quien propuso la cruenta “solución”, la cual fue aprobada por el Politburó. La Unión Soviética tenía que dar alguna salida a los presos de la rendición polaca en la invasión y a los supuestos contrarrevolucionarios detenidos en la ocupación. Tras deliberar, optaron por ejecutarlos, pero de un modo discreto.
Los soviéticos habían confinado a los prisioneros polacos en distintos campos. Los rusos no tenían la racionalidad del aparato organizativo nazi en el exterminio, por lo que simplemente les dispararon en la nuca uno a uno. Así de sencillo. Cerca de la carretera de Moscú fueron asesinados miles de soldados y civiles. Los prisioneros llegaban en trenes y les iban dando muerte extrajudicialmente. Este fue el estremecedor y escalofriante suceso.
Goebbels llegó a apuntar en su diario “ahora estamos utilizando el descubrimiento de 12.000 oficiales polacos, asesinados por la GPU, para la propaganda antibolchevique con un gran estilo. Enviamos periodistas neutrales e intelectuales polacos al lugar donde fueron encontrados. Sus informes que ahora nos llegan son espantosos. El Führer también nos ha dado permiso para entregar una noticia drástica a la prensa alemana. Di instrucciones para hacer el uso más amplio posible del material de propaganda. Podremos vivir de él durante un par de semanas”.
No obstante, el uso con objetivos estratégicos y la propaganda nazi no anulan la reconocida responsabilidad soviética de la masacre de Katyn. En 1990 Mikhail Gorbachev admitió la responsabilidad del NKVD en la ejecución de los polacos al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Bibliografía
Cienciala, A. M., Lebedeva, N. y Materski, W. (2012). Katyn: A Crime Without Punishment. Yale University Press.
Díaz Villanueva, F. (2011). Historias con vida propia. Barcelona: Chronica Editorial.
Paul, A. (2010). Katyn: Stalin’s Massacre and the Triumph of Truth. Illinois: Northern Illinois University Press.