Francisco Javier Balmis realizó una expedición filantrópica para llevar la vacuna de la viruela recién descubierta a las posesiones españolas de América y Filipinas, un hito sin precedentes en la historia de la medicina y del humanitarismo.
En un momento convulso de la época colonial, tuvo lugar la primera campaña médica internacional de la Historia, que hoy conocemos con el nombre de Expedición Balmis. Una expedición de vacunación contra la viruela, enfermedad infecciosa que azotaba inclemente a medio mundo. Millones de personas lograron salvar su vida gracias a la proeza que nació de la mente inquieta del doctor Francisco Javier Balmis y Berenguer, y que se basó en transportar el virus a través del océano.
«Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia.» Alexander von Humboldt
Pero, antes de entrar en materia, revisemos los antecedentes con el fin de contextualizar correctamente las consecuencias que esta hazaña tuvo y advirtamos sobre la grave situación que vivían los enfermos de la época en la América española.
En el siglo XVI la viruela desembarcaba en América gracias a los barcos españoles que allí llegaron. Para el año 1650 el virus había diezmado considerablemente la población mexicana.
Edward Jenner observó que las mujeres que ordeñaban vacas poseían pústulas provocadas por la viruela vacuna, y que a su vez desarrollaban inmunidad al virus de la viruela humana. En 1796 consigue vacunar con éxito al niño James Phipps tras inocularle el virus de la viruela vacuna. Se puede el lector imaginar de donde viene la palabra «vacuna».
Pronto se administraría la cura por todo el territorio español. Sin embargo, no debemos olvidar que en la época la lentitud, la falta de infraestructura y los altos costes del transporte limitaban notablemente la posibilidad de extender este nuevo hallazgo a través del océano.
En 1803 Lima y Bogotá fueron territorios terriblemente atacados por el virus. Es en ese momento, movido por su inquietud personal y su espíritu crítico siempre al servicio del pueblo, cuando Francisco Javier Balmis y Berenguer logra convencer al monarca Carlos IV, quien vivió de cerca la enfermedad en su unidad familiar, de la importancia manifiesta de financiar la expedición que lograría extender la vacuna de la viruela en Hispanoamérica.
Pero, ¿cómo podría ejecutarse semejante hazaña? Un médico gaditano trató tiempo atrás de llevar a cabo la misma empresa, pero la muestra del virus se malogró en el camino. Hizo falta la colaboración de varios expertos y científicos para dar con una solución a este problema. Finalmente, se concluyó que el mejor método sería también el más elemental: llevar el virus vivo, inoculado en los brazos de varios niños que actuarían de portadores y transmisores.
Una vez zanjado el cómo se iba a ejecutar, quedaba por despejar el quién. ¿Quiénes serían las personalidades que trabajarían y velarían por el correcto desarrollo de la expedición? Como director partió el propio doctor Balmis y Berenguer. José Salvany fue su ayudante, pero acabaría siendo nombrado subdirector en el transcurso de la expedición. Basilio Bolaños, Pedro Ortega y Antonio Pastor fueron enfermeros en la empresa; y como practicantes acudieron Francisco Pastor Balmis y Rafael Lozano Pérez.
Especial hincapié se debe hacer en la Rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña: Isabel Zendal Gómez, cuidadora de los más de 20 niños huérfanos protagonistas de esta historia, considerada la primera enfermera de la historia de la medicina hispana.
Todos ellos, tras un par de meses preparando la expedición, zarparían desde el puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803, a bordo de la corbeta “María Pita”.
El equipo viajó durante dos meses. En este tiempo, los niños debían ser vacunados de dos en dos cada nueve días; de esta forma se aseguraban tener una muestra viva del virus al llegar a su destino. Además, se pertrecharon de algunos materiales de incalculable valor en la época. Llevaron más de 500 ejemplares del Tratado histórico y práctico de la vacuna de J.L. Moreau, traducido por Balmis, que repartirían por las ciudades de América. También varios millares de laminillas de cristal que servirían para conservar el suero entre cera y parafina.
A su llegada, la expedición fue recibida con todo tipo de honores, y fueron muchos los lugares que visitaron sus protagonistas: Desde Venezuela, pasando por Cuba y México, hasta llegar a Filipinas y China.
Una vez allí dio comienzo el verdadero objetivo del equipo, que consistía no solo en la vacunación, sino en la instrucción de los médicos locales para que aprendieran a utilizarla en el futuro. Además de las Juntas de Vacunación, que servirían para llevar control de la población vacunada.
La expedición logra vacunar a decenas de miles de personas, pero pronto el grupo empieza a ser azotado por otras enfermedades. El propio doctor Balmis estuvo a punto de perder la vida tras un fuerte episodio de disentería.
Tiempo después, la expedición se divide. Salvany se integra en algunas poblaciones de América como Bogotá, Quito o Lima. Él se encargaría de registrar numerosísimas vacunaciones posteriores. En este proceso, su vida se complica; llega a perder un ojo, sufre un naufragio y acaba muriendo a edad temprana mientras ejecutaba su cometido.
De la heroina Isabel Zendal Gómez, considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la primera enfermera de la historia en misión internacional, el doctor Balmis dijo:
“Con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”
Se calcula que la expedición vacunó directamente a unas 250 000 personas y que hasta un millón de personas fueron salvadas por la expedición española que cruzó el mar con el virus de la viruela vivo en un barco. Se escribía así la primera página de una historia nueva, la de la ayuda humanitaria.
«No imagino que los anales de la Historia hayan aportado un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como éste»
Edward Jenner
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