Mercado negro en los confines del imperio español

Nunca os creáis las leyendas negras. Pero tampoco deberíais dar pábulo a las leyendas rosas, pues las naciones, entidades compuestas por seres humanos, son capaces, al igual que estos, tanto de alcanzar las mayores cotas de progreso y heroicidad como las más atroces infamias. Y España no se libra de estas últimas. Y la esclavitud es sin duda uno de los capítulos negros más espantosos de la historia mundial y de la española en particular.

La esclavitud en España venía de antiguo. “Las Partidas” de Alfonso X, siguiendo el ejemplo de Aristóteles, ya justificaban la esclavitud, posibilitando convertir siervos en la guerra contra enemigos de la fe, al nacer de otro siervo o al venderse a sí mismo para tal fin. Y con el descubrimiento de América y la posterior implantación de las partidas como código legal en el nuevo continente, esta legislación del siglo XIII se mantuvo en vigor.

Portada de Las Siete Partidas, glosada por Gregorio López.

Sin embargo, pronto nos distanciaríamos del resto de países. Mientras Portugal se convierte en el gran mercado esclavista de Europa merced a los territorios conquistados del África negra, los Reyes Católicos coartan los deseos de Colón, y otros conquistadores, de esclavizar a los indígenas. Gracias a la Fe.

Y es que la conquista de América, y la España de la época, no se pueden entender sin mirarla bajo el prisma de la fe católica y tantos años de Reconquista. Prácticamente podríamos decir que la reconquista no terminó en Granada, sino que cambió de continente. La Corona Hispánica, a diferencia de lo que luego hicieron otras, no entendía los territorios de ultramar como colonias que poblar con sus propios nativos o territorios de donde esquilmar recursos, sino como comarcas tan españolas, o castellanas, como lo podrían ser Toledo, Guipúzcoa o Sevilla. Por tanto los indígenas son legítimos súbditos de la corona a los que hay que cristianizar y a los que, como buenos cristianos, no se les puede esclavizar. Aunque tampoco se siguió a rajatabla. América era muy extensa y demasiado alejada de la Corte y España se convertía en el primer país que consideraba, y trataba, como seres humanos a los indígenas que se iba encontrando en su periplo, en vez de avasallar, masacrar y esclavizar sistemáticamente como hicieron otras potencias. Pero toda cara tiene su cruz. Se necesita una gran cantidad de mano de obra que supla a los pocos españoles de las indias y a unos indígenas a los que no se les puede esclavizar ni están acostumbrados a trabajar a la manera española. Esos eran los negros.

Ya desde antes de 1492 los negros eran mal vistos por los europeos por el color de su piel. Incluso personajes de renombre como Bartolomé de las Casas recomendaba traer negros para evitar la muerte de los indios y poder convertirlos a la fe. Y aunque en España, al menos hasta la Guerra del Asiento, no habría comerciantes de esclavos, el mercado portugués, siempre lleno y dispuesto, estaba bastante cerca.

¿Y dónde queda el humanismo cristiano que acabamos de presenciar hace un momento? Pues bastante inexistente, aunque teólogos como Francisco de Vitoria, del siglo XVI, se preguntarán si es lícito como se estaba llevando a cabo, pero sin cuestionar la misma institución. Parece a nuestros ojos algo horrendo pero lo cierto es que tan solo en los círculos culturales españoles, y en menor medida portugueses, se lo llegaron a plantear.

Justo es reconocer que la Monarquía hispánica se distinguió magnánimamente en el trato a los esclavos, pues estaba fuertemente penado que una persona, incluso el amo, matase a un esclavo, este tenía derecho a un pequeño sueldo que le permitiese comprar su libertad y, nota trascendentalmente diferenciadora, un esclavo podía ampararse en la justicia y denunciar a su amo por abusos o maltrato. De hecho incluso estaba dispuesto que los fiscales continuasen el caso en el supuesto que, por presiones, el esclavo llegara a retirar la denuncia. Al menos esa era la ley. Pero en las grandes ciudades sí se cumplía a rajatabla e incluso se conocen un gran número de casos donde los esclavos ganaron los juicios a sus amos, pudiendo ganar la libertad o cambiar de dueño.

En 1789, para disgusto de los grandes criollos americanos que acabarían rebelándose e independizándose poco después, se dictó un tratado sobre esclavos mucho más magnánimo que los anteriores, obligando a darle la jubilación a los mayores de 70 años y ser mantenidos por el amo, que tampoco podía quitarse de en medio a los enfermos crónicos. Además, los esposos debían permanecer juntos y un amo no podía infligir más de 25 azotes de daño. Si eran atacados por un extraño, este debería responder como si hubiera golpeado a un hombre libre.

Esto provocó que un gran número de esclavos trabajase, además de en las plantaciones al estilo británico, en las ciudades, llegando muchos de ellos a desempeñar oficios (zapatero, músico, hostelero…) y que fuera común que en las zonas inglesas, holandesas y francesas los esclavos huyeran tratando de llegar al territorio de España, pues solo nuestro país se encargó de legislar de manera estatal para protegerlos, al contrario que los ingleses, que delegaban la cuestión en sus asambleas coloniales, u holandeses, donde la legislación corría a cuenta de la Compañía mercantil de las Indias Occidentales. Por si fuera poco, en Inglaterra la libertad del esclavo tan solo comportaba una pequeña libertad de movimiento, por lo que estos permanecían para siempre como ciudadanos de segunda.

“Se hayan como en todas las posesiones españolas más protegidos que en el resto de naciones europeas. Se hayan protegidos por las leyes porque el gobierno desea que aumente el número de negros libres. Que contraste entre la humanidad de las más antiguas leyes españolas relativas a la esclavitud y las muestras de barbarie que se encuentran a cada página del código negro o las leyes de las tierras inglesas”.

Alexander von Humboldt.

En el país de los ciegos el tuerto es el rey. Y en nuestra tuerta península la esclavitud desapareció llegado el siglo XVII salvo en grandes puertos como Cádiz o Barcelona. Sin embargo, lo peor está por llegar. El Marqués de Esquilache, influenciado por Montesquieu, buscó aumentar la presencia de negros en América, llegando incluso a intentar obtener puestos avanzados en las costas africanas para que España no tuviera que depender de ingleses y portugueses a la hora de la trata. Al mismo tiempo que las teorías abolicionistas comienzan a ganar adeptos, España se mantiene al margen dando por truncada toda la dinámica histórica. Los primeros en prohibir la esclavitud sería la monarquía danesa en 1803. Poco después le seguirían el resto de potencias.

Estamos entrando en el paradójico y desastroso siglo XIX, el origen de todos nuestros males, la sociedad que dio vida a todos los problemas que aun hoy arrastramos. Siempre a la inversa del mundo, España fomenta la trata en Cuba de la mano del aumento del valor del azúcar. Nunca España ha tenido más esclavos en América en un mismo momento, justo cuando tan solo restan unas islas y el mundo moderno clama por la abolición. Se dictan nuevos reglamentos más restrictivos que los anteriores y a la sombra de la esclavitud surge una poderosa burguesía con fuerte raigambre en Cataluña, grandes nombres como Güell, Mas, Vidal-Quadras, Gotysolo, Samà, Xifré… que pondrían sus fortunas al servicio de las tesis nacionalistas tras la pérdida de Cuba. Los propios criollos también están en contra de la abolición. Pero no es cosa de unos pocos. En la siempre turbulenta vida política de Madrid, el mantenimiento de la esclavitud es el único asunto en que se ponen de acuerdo conservadores, liberales y republicanos.

En 1880 se acabara aprobando la ley que pondría fin a la esclavitud americana, aunque no sería efectiva hasta 1886, restando tan solo Brasil como último país americano en permitir, legalmente, la esclavitud. Aunque no fuimos los últimos. En algunas colonias de la corona británica o Francia, como Kenia, la esclavitud oficial se mantendría hasta bien entrado el siglo XX y en países como EEUU estuvo prohibido el matrimonio entre razas en buena parte de sus Estados hasta la década de los 60. Mal de muchos, consuelo de tontos.

Para que podamos hacernos una idea, a la América Hispánica fueron llevados 1.500.000 negros en toda la historia, 600.000 de ellos tan solo a Cuba en el detestable siglo XIX. Fue proporcionalmente inferior al resto de potencias: Francia 1.600.000, Inglaterra 2.100.000, Portugal 3.700.000 y Holanda 500.000 en un espacio ínfimo en correspondencia al que España mantenía bajo su dominio.

Sin embargo, con la emancipación la abolición fue teórica, pues la igualdad de derechos de los negros no llegó hasta finales del siglo XX… si es que se ha llegado ya.

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