Mujeres, reinas y poder. Difícil combinación en la Historia de España. Hombres, reyes y poder. Combinación perfecta, ríos de tinta sobre sus legados y hazañas.
La sociedad patriarcal en la que hemos estado inmersos en España durante toda nuestra historia nos ha privado conocer más y mejor a esas mujeres cuyo destino era ser reinas y cuyo deber era engendrar ‘historia’. Reinas fueron muy pocas si las comparamos con los millones de mujeres que vivieron a lo largo de los siglos en los que hubo, como forma de gobierno en España, una Monarquía ya fuera autoritaria absoluta o parlamentaria. Algunas, pocas, poquísimas, fueron reinas por sí mismas, por derecho propio, las llamadas reinas propietarias. Otras lo fueron porque reyes fueron sus maridos, las reinas consortes. Y otras llegaron a reinar porque sus hijos no tenían la edad suficiente para ostentar el poder regio, las reinas regentes. Todas ellas desempeñaron “un papel trascendental, como fuente de poder si era la reina propietaria y como medianera entre el rey y todos los demás cortesanos y vasallos si se trataba de una reina consorte. La reina recibía, reflejaba, transmitía y distribuía ese poder, en forma de influencias, cargos, mercedes y gracias de todas clases. El poder corría por las venas de la reina y flotaba en el aire que respiraba” (María Pérez Samper. Las reinas en la Monarquía española de la Edad Moderna)
Podemos pensar que si no ostentas el poder no sales en la foto. Y eso es lo que les pasó a tantas de ellas. Pero si calificamos el poder como influencia, ejemplo a seguir, respeto de tus súbditos…, atesoraron a manos llenas. Ninguna de ellas fueron un mero objeto decorativo. No solo dejaron para la Historia hijos convertidos después en reyes. Su papel era fundamental en la sociedad que les tocó vivir. ¿Y qué conocemos de ellas? Poco. Sus nombres, los conventos que fundaron, los partos que tuvieron, sus locuras, sus pecados capitales.
Reinas por derecho propio
En España ser reina nunca fue fácil. Por derecho de nacimiento menos aún. En las Partidas de Alfonso X (cuerpo normativo redactado en Castilla en el siglo XIII para conseguir una uniformidad jurídica del Reino) se recoge la posibilidad de las mujeres para gobernar como reinas siempre que no tuvieran hermanos varones. Su derecho de ser reinas se les reconocía cuando faltaban los hombres que eran quienes tenían el derecho prioritario de recibir la Corona. En Castilla, la sucesión al trono de una mujer en la Edad Media fue más favorable que en la Corona de Aragón. Las mujeres tenían posibilidad de heredar con plenos derechos y ejercer también el gobierno y el poder sin ningún tipo de restricción, sin ninguna diferencia con los hombres. En cambio, en la Corona de Aragón, las mujeres podían ostentar el título de reinas pero no gobernar, necesitaban un varón para hacerlo. Ellas eran transmisoras de la sangre real a sus hijos. A pesar de la ventaja en este sentido de Castilla frente a Aragón, siempre se prefería en la sucesión a la Corona al varón. En un mundo de hombres, las reinas propietarias de este derecho tuvieron que pelear y hacerse valer. La primera mujer en la historia de España en reinar por derecho propio fue Doña Urraca (1081-1126), reina de Castilla y León. Otra, Berenguela de Castilla, que en 1217 heredó la corona de su padre Alfonso VIII pero la transmitió inmediatamente a su hijo Fernando III.
Sangre real
Eres reina, sí, por derecho propio, pero no puedes gobernar sin un varón a tu lado. Ocurrió en nuestra Edad Media en Navarra y Aragón. Y le ocurrió a una de las reinas cuya transmisión de sangre real ha tenido más trascendencia en nuestra historia. Petronila de Aragón (1137-1164), hija del rey de Aragón Ramiro II y de Inés de Poitiers. Según el derecho aragonés, por su condición de mujer podía ser reina pero no gobernar. Era transmisora de la potestad real heredada de su progenitor al carecer el reino de descendiente varón. Había entonces que buscarle un marido para que éste pudiese ejercer el gobierno. El elegido fue el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. La reina era Petronila. Quien gobernaba, su marido. Quien transmitía la sangre real, ella. Tras la muerte del conde de Barcelona, Petronila cedió todos sus derechos al hijo de ambos, Alfonso, quien se intituló rey de Aragón y conde de Barcelona, creándose así la Corona de Aragón.
Tanto monta monta tanto …
Aragón y Castilla. Dos reinos unidos en matrimonio. Dos reyes. Hombre y mujer. Fernando e Isabel. Primos. Su condición de mujer no hizo vacilar a Isabel la Católica. No cedió ante los derechos de Fernando de Aragón como heredero varón más próximo en la línea dinástica de sucesión al trono. Isabel de Castilla lo tenía claro, ella era la única heredera de la Corona castellana. Ella sería reina y gobernaría en su reino. El 15 de enero de 1475 nació un nuevo concepto de monarquía. La llamada ‘Concordia de Segovia’ fue un tratado firmado por los dos reyes en el que se fijó el papel que asumirían ambos en la administración del reino del otro, sobre todo Fernando en Castilla. Era importante para Isabel que le quedara claro a Fernando que quien gobernaba en Castilla era ella. En aquel tratado, Isabel defiende la igualdad de hombres y mujeres en el ejercicio del poder Real, pero se muestra flexible y acepta una delegación de funciones. Fernando hará lo mismo. Isabel era la única propietaria del reino de Castilla, la única con derecho a ejercer el gobierno. A su muerte, sus títulos pasarían a sus descendientes directos. Isabel defendió además los derechos de las mujeres al trono. Fernando recibió el título de rey y no quedó relegado a consorte. Se le otorgó poder en igualdad de condiciones con respecto a Isabel. En caso de estar separados, ambos monarcas podían actuar en la administración por cuenta propia.
Si Isabel la Católica abrió la puerta a la esperanza, Felipe V la volvió a cerrar. El primer rey de la dinastía de los Borbones quiso emular a su patria natal tratando de implantar en España la Ley Sálica que dejaba fuera de juego a las mujeres en la línea de sucesión a la Corona. Las Cortes de Castilla, que por aquel entonces llevaban siglos dejando la puerta semi abierta en ese sentido, no lo consintieron y aprobaron la denominada Ley de Sucesión Fundamental. Así el Borbón solo pudo dificultar el acceso a las mujeres al Trono: podían heredarlo siempre que no hubiera herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos). El hombre otra vez por delante de la mujer. Habrá que esperar hasta 1830 con Fernando VII para volver a los tiempos de Isabel la Católica que en ausencia de hermanos varones, una infanta pudiese gobernar como reina (Pragmática Sanción). Otra Isabel, la segunda, hija de Fernando VII ocupó el trono de España gracias a la Pragmática Sanción, dejando con la miel en los labios a su tío Carlos María Isidro, heredero a la Corona hasta ese momento. Isabel II ha sido la última reina propietaria de la Monarquía Española.
La Edad Moderna, ¿moderna?
En trescientos años, toda la Edad Moderna, hubo diecisiete reinas por once reyes. Quince de ellas consortes y dos por derecho propio. Isabel la Católica (a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna), Juana I, Isabel de Portugal, María de Portugal, Isabel de Valois, Ana de Austria, Margarita de Austria, Isabel de Borbón, Mariana de Austria, María Luisa de Orleans, Mariana de Neoburgo, María Luisa Gabriela de Saboya, Isabel de Farnesio, Luisa Isabel de Orleans, Bárbara de Braganza, María Amalia de Sajonia y María Luisa de Parma. Salvo Juana I (1479-1555), reina por derecho propio aunque no pudo gobernar porque no la dejaron o porque no pudo, el resto fueron reinas consortes, esposas de Rey. Solo en determinadas ocasiones y por delegación del Rey podían las reinas consortes ejercer el gobierno, bien como reinas gobernadoras, por ausencia del monarca, o como regentes, por ser menor de edad el heredero al trono. Isabel de Portugal gobernó España en varias ocasiones durante los viajes de Carlos V. Mariana de Austria, al morir Felipe IV, asumió la regencia debido a que el futuro Carlos II era aún muy niño.
El deber de todas ellas era asegurar la sucesión, dar continuidad a la Corona, cuantos más hijos tuvieran mejor. Cumplir con ese deber estaba por encima de su vida, como bien lo supieron la emperatriz Isabel, Margarita de Austria e Isabel de Valois. Las tres fallecieron en el parto. Si no engendraban se las culpaba. María Luisa de Orleans y Mariana de Neoburgo sufrieron fuertes críticas por ello.
Su conducta debía ser intachable, fiel a su esposo. Tenían que garantizar que el rey fuera el padre de sus hijos. Debían casarse por razón de estado. El amor, si llegaba, sería después de unirse en matrimonio. Así ocurrió con los Reyes Católicos, Carlos I e Isabel de Portugal, Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya, Fernando VI y Bárbara de Braganza o Carlos III y María Amalia de Sajonia. Las reinas consortes eran un modelo a seguir por todas las mujeres del reino. Debían ser buenas cristianas, tener una imagen maternal, protectora y educadora de sus hijos. Aunque muchas veces esta imagen fuera siniestra y manipuladora.
Nacieron para ser reinas, muchas sin querer serlo. Fueron ídolos para sus súbditos, sobre todo, súbditas. Debían aguantarlo todo, a veces sin poder. ¿Lucharon por lo que creyeron que eran sus derechos? Cada una a su manera. Vidas de cuento, vidas reales. “Las reinas de los libros de historia no pueden confundirse con las de los cuentos de hadas”. (Chantal Thomas. Autor de la novela L’echange des princesses, adaptada al cine: Cambio de Reinas. 2019).
Referencias
- Cristina Segura Graiño. Las mujeres y la sucesión a la Corona en Castilla en la Baja Edad Media
- María de los Ángeles Pérez Samper. Las reinas en la Monarquía española de la Edad Moderna.
- César Martínez Ballesteros. Reinas titulares de España: pocas pero destacables