El «polémico» e interesado Pacto Ribbentrop-Molotov fue suscrito entre Alemania nazi y la Unión Soviética en agosto de 1939.
La presunta alianza entre opuestos
El mito, o la falacia, de mayor difusión es que el Ribbentrop-Molotov fue firmado por simpatías ideológicas derivadas del totalitarismo, aunque el comunismo estuviere enfrentado con el nacionalsocialismo públicamente. Por supuesto que es impensable admitir que hubo simpatías ideológicas, o similitudes notables, entre ambos regímenes.
Hannah Arendt, por su parte, les daba un papel análogo a la URSS y al III Reich, en razón de totalitarismos, mientras que Trotsky denominaba a Stalin y a Hitler respectivamente los «astrosgemelos» porque si bien creía que se había afianzado una «alianza» entre ambos, también creía que el propósito de Alemania era la destrucción de la URSS (es cierto) y que la actitud de Stalin era una «capitulación ante el imperialismo fascista con el fin de resguardar a la oligarquía soviética» (sic)
Obviando el apartado ideológico, en cuanto a las diferencias sustanciales entre el sistematizado marxismo-leninismo y el nacionalsocialismo alemán, nos centraremos en los enfrentamientos políticos, e incluso internacionales, entre ambos bloques.
Para hacer referencia a «alianzas» o «aliados» habría que definir el significado de cada palabra. Un aliado, según Ossorio y Florit, es quien está «unido o coligado con otro para la defensa y el ataque» y la alianza, también definida por el mismo autor, es un «pacto o convención» pero esta última definición no serviría dentro de la complejidad del plano político. Por ejemplo, ¿podría la neutralidad soviético-japonesa de 1941 considerarse una alianza? ¿El armisticio de noviembre de 1918 sería una alianza entre las Potencias centrales y el Entente? Los límites de esta definición hacen que se deba acudir a otras definiciones como dos de las que propone el DRAE:
2. f. Conjunto de naciones, Gobiernos o personas que se han aliado.
3. f. Pacto, convenio o tratado en que se recogen los términos en que se alían dos o más partes.
De acuerdo a estas definiciones, mucho más precisas, podríamos exponer como ejemplos de alianza la Santa Liga (1571), la Primera Coalición (1792), la Segunda Coalición (1798), Pacto de Acero (1939), Pacto Tripartito (1940), la Organización del Atlántico Norte (1949), Pacto de Varsovia (1955) y por antonomasia, los Aliados de la Primera Guerra Mundial (derivados del Entente Cordiale) y Segunda Guerra Mundial que entraron por las circunstancias de la guerra en los mismos bandos. Hay múltiples ejemplos de alianzas, de manera que exponemos varios de los más representativos para definir lo que implicaría una alianza militar.
Si nos rigiéramos por el mismo criterio del Ribbentrop-Molotov, ¿las naciones firmantes de los acuerdos de Múnich de 1938 podrían considerarse cómplices o aliadas de Alemania nazi? Ciertamente el resultado fue favorable para los nazis pero no por ello el Reino Unido estaba aliada con Alemania pese a que sea, hasta el día de hoy, discutible su actitud respecto a las pretensiones alemanas. Estaba claro que uno de los propósitos, más que pacificar a una nación que no se podía pacificar ya, era aislar a la Unión Soviética por medio del avance alemán hacia el este.
Es posible descartar la situación de «aliados» que incluso hoy día suelen conferirle al breve período que supone el Ribbentrop-Mólotov. Salvo que una nación sea autárquica, o que tenga una ruptura en todo tipo de relaciones, es imposible que dos naciones no colaboren económicamente como fue el caso del mercado entre los soviéticos y los alemanes; el aporte de materias primas y petróleo a Alemania. Los Estados Unidos de América, por su parte, tenían relaciones económicas sin ningún tipo de problema con Alemania nazi —al menos hasta el recrudecimiento de la guerra y la intervención americana— y ejemplos enfáticos pueden ser la compañía Opel, subsidiaria de General Motors desde 1929 —los opel blitz que usaba el ejército alemán eran también producto del capital de General Motors— y la compañía Ford que colaboraba también con camiones como los V3000S, sin incluir el gran grupo de camiones y vehículos aportados.
Tratados análogos, ¿fue el Ribbentrop-Molotov el único en su especie?
Se puede hacer analogías entre diversos tratados con fines analíticos, ya sea para estudiar la política exterior de una nación, de varias naciones o de toda una era. El problema surge cuando los tratados son utilizados con fines partidistas, utópicos o ideológicos para atacar a determinadas formas de Estado o naciones. Es el caso del Ribbentrop-Molotov, un pacto que es visto de un modo «controvertido» y «polémico» por los protocolos secretos y las esferas de influencia fijadas entre ambas naciones. Ahora bien, pensar que el Ribbentropp-Mólotov fue único en su especie, o más controvertido, que otros pactos es una desfachatez total. Hay toda una cátedra de Derecho internacional en materia de tratados de no agresión, de repartición y fijación de esferas de influencia —por ejemplo, el Entente Cordiale franco-británico de 1904 desembocó en varios acuerdos coloniales y de colaboración también con miras en Asia y África— lo cual resume la naturaleza imperial de muchos Estados.
En ese sentido, ha de hablarse de dialéctica de Estados/Imperios desde la perspectiva del materialismo filosófico. Esto implica las determinaciones sobre otras sociedades políticas, así como la formación de bloques, esferas de influencia y las contradicciones entre los Imperios ya existentes. España en 1936 estaba sujeta el juego de acciones y reacciones entre dos de las fuerzas políticas imperiales en ascenso; la Unión Soviética y Alemania nazi. Tal dialéctica se vino a ver también en la fragmentación de Checoslovaquia que tuvo el consenso de otras naciones y es de suponer, que haya sucedido lo mismo en las naciones bálticas y luego en Polonia para 1939.
El Pacto de las Cuatro Potencias, o Pacto Cuatripartito, es firmado en el año 1933 por el Reino Unido, Italia, Francia y Alemania. Entra dentro de los intentos de pacificación y de la fijación de una política de vecindad, pese a que a la larga no tiene ninguna consecuencia ni efecto a considerar sobre la política europea. Francia, a diferencia del Reino Unido, sentía gran preocupación por el previsible rearme alemán —preocupación que luego sería compartida por la URSS—, y buscaría armar alianzas.
Al de las Cuatro Potencias le seguiría el Pacto de No Agresión Germano-Polaco entre la Segunda República Polaca, presidida por Pilsudski, y el III Reich para el año 1934. Polonia todavía tenía en cuenta la amenaza alemana, sobre todo en razón de la alianza franco-polaca de 1921 (que, por supuesto, duró hasta la caída de Polonia). Es por esto que decidió probar suerte con una convención de no agresión y luego con un acuerdo económico pero esto, sin embargo, no impediría la ofensiva en 1939.
Ante el inevitable rearme del Reich, soviéticos y franceses firmaron un tratado defensivo denominado Tratado Franco-Soviético de Asistencia Mutua con su primer intento en 1934 pero frustrado por el magnicidio de Louis Barthou. No volvería a tomarse en cuenta hasta 1935 cuando Pierre Laval, viendo las flagrantes violaciones al Tratado de Versalles, se dispone a llevarlo adelante el 2 de mayo de 1935 y a ratificarlo en 1936. El tratado quedaría sin efecto en los años venideros, considerándose letra muerta desde la perspectiva jurídica y muriendo definitivamente en 1938. Francia, sin embargo, sería también signatario del Frente de Stresa en abril de 1935 como una manera de ratificar los acuerdos de paz de Locarno de 1925 y que terminaría en fracaso con el acuerdo naval anglo-alemán de 1935 y la ocupación italiana de Abisinia. Esto es probablemente lo que lleva a Francia a ratificar su acuerdo con los soviéticos, viendo el guerrerismo germano-italiano.
El acuerdo naval anglo-alemán permite a Alemania crear su propia flota, pese a las limitaciones del Tratado de Versalles, pero únicamente en un 35% (lo cual, por supuesto, Alemania termina violando) y que le da vía libre a Hitler para operar los submarinos que previamente estaban construyéndose en secreto, incluso mucho antes de su ascenso. En 1936, por ejemplo, con la intervención alemana en la Guerra Civil española varios submarinos de la Kriegsmarine operarían en apoyo a los sublevados. Este hecho marca las divergencias franco-británicas y otro leve acercamiento de los franceses a los soviéticos.
Pero más terrible, y escandaloso, es la concesión de Los Sudetes a Alemania nazi en los acuerdos de Múnich de 1938. Un año después, en marzo de 1939, Alemania volvería a causar furor con el paso de sus tropas al resto de Checoslovaquia y a su adhesión al Reich como Protectorado. Hácha, que aparentemente no tiene más opciones, decide ceder ante las presiones de Hitler y colaborar en los próximos años con el nuevo régimen. El riesgo del nacionalsocialismo manifestado en el Estado alemán estaba en su punto más álgido. Hungría y Polonia terminarían beneficiándose territorialmente de este reparto.1
Entreguerras, las relaciones entre Alemania nazi y la Unión Soviética
Conviene apegarse a la obra German-Soviet Relations Between the Two World Wars, 1919-1939 de Edward Hallet Carr para hacer un análisis concreto de las relaciones germano-soviéticas desde el ascenso de Hitler y el establecimiento del III Reich. Carr es uno de los clásicos dentro del estudio de las relaciones internacionales y uno de los denominados autores del realismo. Como se trata de una traducción personal, y no de un autor en particular, no se entrecomillará (constituiría paráfrasis) pero en las referencias podrá apreciarse la fuente original.
La primera respuesta soviética a los crecientes temores de movimientos cautelosos de acercamiento con Occidente, especialmente en Ginebra, que había estado en progreso antes del ascenso de Hitler al poder. Pocos días después de que Hitler se convirtiera en Canciller, Litvinov pronunció un discurso expresando simpatía por las demandas francesas de seguridad, y presentó un proyecto de convención para la definición de agresión que recibió más aprobación de Francia que de Alemania o Gran Bretaña. La firma en Roma en marzo de 1933 del Pacto de las Cuatro Potencias entre Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia, en el que la posibilidad de invocar el artículo 19 del Pacto de la Liga de las Naciones para revisar los tratados de paz fue delicadamente insinuada, provocando desconfianza en Moscú (…) Se sabía que Francia era un socio poco dispuesto y vacilante en el pacto, y los portavoces soviéticos aplaudieron las objeciones francesas, que una vez más fueron perseguidas por la visión de una combinación de Europa occidental potencialmente directa contra la Rusia soviética. (…) El 30 de marzo de 1933, Izvestiya escribió con simpatía de un discurso del Sr. Churchill en la Cámara de los Comunes británica contra la revisión del tratado (…) El 25 de diciembre de 1933, Stalin causó sensación al admitir en una entrevista dada a un corresponsal estadounidense, que la Liga podría en algunos casos frenar la deriva a la guerra, y que las reacciones soviéticas no fueron incondicionalmente hostiles en todas las circunstancias. Esta fue la situación cuando Hitler, en enero de 1934, apuntó a la amistad germano-soviética con el golpe final y fatal del acuerdo germano-polaco. A partir este punto, las relaciones germano-soviéticas se volvieron abiertamente hostiles en ambos lados (Carr, 1951, p. 114)
Es decir, que el último antecedente de relaciones cordiales, o al menos normales, se dieron con la República de Weimar y en un contexto bastante claro; ambas naciones estaban excluidas de la nueva comunidad internacional y por las dos potencias de turno, el Reino Unido y Francia. Es el ascenso de Hitler, y el rearme alemán, lo que causa la ruptura de las relaciones germano-soviéticas.
Entre los años 1936 y 1937 se vieron tensiones entre Alemania y la Rusia soviética en su máximo punto. Las relaciones normales entre los dos países apenas existieron, y los discursos de Hitler y Goebbels en particular alcanzaron nuevas alturas de frenesí. La denuncia alemana de Locarno y la remilitarización de Renania fue justificada sobre la base del pacto franco-soviético que «introduce el poder militar de un poderoso imperio en el centro de Europa por el camino indirecto de Checoslovaquia». Habiendo explicado que «la Rusia soviética es el exponente de un sistema político y filosófico revolucionario organizado en la forma de un Estado». (Carr, 1951, p. 115)
Esto también explicaría la firma del del Pacto Anticomintern en noviembre de 1936 entre Alemania nazi, el Reino de Italia y el Imperio del Japón. Alemania nazi arrastraba en su belicismo a Italia y a Japón, instándoles a una lucha contra el comunismo que, por supuesto, representaba la URSS. Japón se abstendría tras su derrota en Jaljin Gol en 1939, luego lo haría de forma definitiva con la guerra contra EE.UU, y con la posterior firma de una neutralidad con los soviéticos.
En julio de 1936, el estallido de la Guerra Civil española ofreció nuevas posibilidades para la enemistad mutua de las dos potencias. En septiembre, en la Asamblea de la Sociedad de Naciones, Litvinov calificó al «nacionalsocialismo y el racismo» como «enemigos mortales de todos los trabajadores y de la civilización misma». En noviembre, Alemania y Japón firmaron el llamado «Pacto Anti-Comintern» en virtud del cual acordaron concertar medidas juntas para contrarrestar la amenaza del Comintern. La esencia del pacto residía en una adición secreta que equiparaba a la Rusia soviética con el Comintern. Un año después, Hitler, en la dirección confidencial de sus principales lugartenientes, registrada en el llamado memorándum de Hossbach, que figuraba en gran parte en el juicio de Nuremberg, contó con Japón para disuadir a los rusos soviéticos de acudir en ayuda de Austria o Checoslovaquia. (Carr, 1951, p. 117-118)
Aunque aún no se habían enfrentado cara a cara a Japón, lo harían apenas en 1938 en una batalla fronteriza que disuadiría a Japón temporalmente, pero la amenaza nipona seguía siendo bastante seria. Las pretensiones territoriales de Japón no habían cesado tan siquiera con la guerra ruso-japonesa de 1904. Cualquier movimiento acelerado en Europa central, y en el este de Europa, crearía inmediatamente hostilidades con Alemania nazi y desembocaría en una guerra; lo que la Unión Soviética deseaba evitar a toda costa, en el supuesto de que tuviera que enfrentar la amenaza sola, —motivo por el cual propiciaba la creación de un acuerdo defensivo común— y que incluiría un cerco por parte de Japón, con quien también compartía frontera desde que China fue ocupada a raíz de la guerra sino-japonesa de 1937. Era una situación bastante compleja para la Unión Soviética y los países de Europa occidental no daban opciones sino que más bien apoyaban con cautela que se creara un cerco a la Rusia soviética.
Es fundamental para la comprensión de la política soviética en este momento que los líderes soviéticos pensaran que una guerra agresiva por parte de Hitler era posible, y se determinaron a toda costa evitar tener que enfrentar a Hitler solo. Con el fracaso de la alianza con Occidente, la neutralidad en una guerra entre Alemania y Occidente, o en el peor escenario una alianza con Hitler, fueron las únicas salidas. (Carr, 1951, p. 123)
Ningún tratado que asegure la supervivencia de un pueblo, aunque sea temporalmente, tiene que ser reprochable. Y de serlo, se estaría entrando en un debate de coordenadas morales (lo cual se desvía de las coordenadas políticas). Si, por ejemplo, la perspectiva británica en el gobierno de Chamberlain fue la pasividad respecto al belicismo alemán y por años, la negativa a colaborar con los soviéticos, ¿los soviéticos tendrían que haberse cruzado de brazos? La salida más inmediata fue un pacto con Alemania nazi, aún con las discrepancias y el obvio advenimiento de una guerra. Una «guerra de exterminio» como lo llamaba Stalin. Dentro de la RealPolitik, la política exterior de la URSS fue coherente porque pese a que estuvo sometida a una guerra, pudo garantizar su supervivencia y una situación geopolítica más favorable en el futuro pero no del todo, puesto que los EE.UU definieron en el futuro aspectos elementales en contra de la voluntad soviética. La división de Alemania por poner un ejemplo.
Hitler ocupó Praga; y el 18 de marzo de 1939, alentado sin duda por la reacción más vigorosa de la opinión británica y (después de dos días de vacilación) del gobierno británico a este golpe, el gobierno soviético entregó al embajador alemán en Moscú y una nota extremadamente fuerte, que fue publicado, protestando contra la acción alemana y negándose a reconocer la incorporación de las tierras checas en el Reich, ahora se produjeron intercambios tentativos entre los gobiernos soviético y británico. Pero Gran Bretaña rechazó una propuesta soviética para una conferencia inmediata de las potencias antifascistas en Bucarest para concertar medidas militares y una propuesta británica de un pacto entre Gran Bretaña, Francia, Rusia soviética y Polonia para consultas mutuas en caso de un acto de agresión, aunque aceptado por Moscú, fue rechazado por Polonia (Carr, 1951, p. 128)
Chamberlain modificaría, aunque en parte es discutible, su política de apaciguamiento respecto a Alemania tras el estrepitoso resultado de los acuerdos de Múnich y la crisis de Los Sudetes. Sin embargo, no se lograría todavía ningún consenso contra Alemania y la negativa de los países occidentales llevaría a la URSS a suscribir el pacto con los alemanes poco antes de la invasión alemana a Polonia en 1939. Los soviéticos antes habían suscrito un acuerdo de crédito con el III Reich para tratar de ganar tiempo persuadiéndolos, esto estaba siendo acompañado de la movilización de la industria desde el occidente del país hacia Los Urales —lo cual supuso una excelente jugada a largo plazo porque los alemanes no podían penetrar en el interior— y las próximas intervenciones en Europa Oriental para crear un cerco seguro; esto sería la toma de un poco más del 50% (habiéndolo concertado en los protocolos secretos del pacto) de la parte más oriental y que servirían como colchón contra los alemanes años después. Estas movilizaciones también seguirían, de 1939 a 1940, contra los países bálticos al tener vía libre sin intervenciones alemanas; por un lado sería la recuperación de territorios del antiguo Imperio ruso, lo cual demuestra que la diplomacia es cosa de coerción, y la creación de una línea defensiva que se complementaría con la ocupación del istmo de Carelia terminada la guerra contra Finlandia de noviembre de 1939 y y marzo de 1940.
La URSS sería expulsada de la Sociedad de Naciones por la invasión a Finlandia, a diferencia de sus acciones contra Polonia. Desde el punto de vista del Derecho internacional, y de acuerdo al criterio de la Sociedad de Naciones, mientras Finlandia sí existía como un Estado; Polonia no lo era ya ante el abandono de su gobierno y la falta de uno de los elementos que constituyen el Estado, esto es el poder. Dieciséis días después la Unión Soviética avanzaría a Polonia, recuperando parte de lo que alguna vez fue territorio ruso. No hubo protestas de las potencias en la Sociedad de Naciones con la intervención en Polonia pero sí los hubo en el caso finés.
Había una relación tensa todavía entre Alemania y la Unión Soviética, lo cual sería tácito con el inicio de la Operación Barbarroja en 1941. La URSS, en contra de su voluntad, entraría oficialmente en la Segunda Guerra Mundial entendiéndose ahora con los británicos y luego con los estadounidenses. Firman el Acuerdo anglo-soviético el 12 de julio de 1941 constituyéndose en alianza militar. La primera colaboración militar a gran escala se daría en la operación conjunta anglo-soviética sobre Irán que hubo entre agosto y septiembre de 1941.
Conclusiones finales
El sistema de alianzas de las entreguerras resultó complejo y ambivalente, Francia y el Reino Unido con divergencias por el asunto alemán; la enemistad occidental contra la Unión Soviética pero el intento soviético de acercarse a Occidente por la amenaza alemana y las intrigas italianas, tras su acercamiento a Alemania nazi, sobre países el bloque franco-británico.
En unos pocos años, con el ascenso de Hitler, cambiaría la diplomacia alemana respecto a la soviética; primero el Imperio alemán que ocupó territorio soviético pero que pactó con él, luego la apestada República de Weimar que reconoció a la Unión Soviética y finalmente la Alemania nazi que vio a la Unión Soviética como el más importante enemigo pero, no obstante, pactó con él para poder seguir extendiéndose con impunidad.
Los tratados de no agresión proliferarían en la época ante el riesgo de otra guerra pero la mayoría se suscribirían en vano, de utilidad temporal y escaso efecto. El sistema de alianzas de la Segunda Guerra Mundial, a diferencia del de las entreguerras, resultó ser contextual y ante la imposición de un fuerte enemigo. Un sistema de alianzas que, no obstante, se pudo establecer en las entreguerras si el interés occidental no hubiera sido la caída de la URSS. De hecho, la tesis del comunismo como enemigo inmediato continuaría con la ocupación conjunta de Berlín, la posterior repartición en esferas de influencia y el inicio de la Guerra Fría. Acciones como el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki —o sin ir muy lejos el bombardeo de Dresde— , motivo a ser un elemento de negociación, también demostraron el carácter circunstancial del sistema de alianzas de la Segunda Guerra Mundial.
Fue un período convulso, que fogueó a los estadistas de la época e hizo sacar el lado más diestro de ellos en la política internacional. Churchill, Roosevelt, Stalin, De Gaulle y Mussolini, o el mismo Hitler, en los años de las entreguerras jugando con facilidad con el resto de los países occidentales. La vía libre que tuvo Alemania nazi, y el Reino de Italia, fue evidente en todos los años treinta. España, durante la guerra civil, es un vivo ejemplo de la impunidad que tuvo el temprano Eje sobre el continente.
Por ello hay que considerar que la naturaleza del Pacto Ribbentrop-Molotov atiende a las necesidades geopolíticas de cada bloque, o más concretamente Imperio. Los alemanes salían de la clara presión soviética, pues sabían de las negociaciones soviéticas por establecer una defensa común en su contra.
El enfrentamiento era evidente y ambas naciones se preparaban para la colisión, uno en su afán de obtener un «lebensraum» y el otro en la necesidad de garantizar su supervivencia. Este viraje, en palabras Roberts, no es una acción «deslumbrantemente audaz» por el hecho de que el cambio diplomático comenzaría apenas a finales de julio de 1939 con el fallo de las negociaciones con Reino Unido y Francia.
Pero el viraje político, con el fracaso diplomático respecto a los Aliados, justamente demuestra que el Ribbentrop-Molotov fue un pacto netamente circunstancial, la opción que tenía en la mano el Estado soviético. Roberts justamente hace hincapié en no verlo como un logro o una victoria soviética, pese a las concesiones logradas y a la línea defensiva porque, aún así, no pudo evitar la Operación Barbarroja.
Bibliografía:
- Carr, H.E. (1951). German-Soviet Relations Between the Two World Wars, 1919-1939. Baltimore: John Hopkins Press.
- Carr, H.E. (1964). The twenty years’ crisis, 1919-1939; An Introduction to the Study of International Relations. New York: Harper & Row.
- Roberts, G. (1994). A Soviet Bid for Coexistence with Nazi Germany, 1935-1937: The Kandelaki Affair. The International History Review, Vol. 16, No. 3, pp. 466-490.
- Roberts, G. (1992). The Soviet Decision for a Pact with Nazi Germany. Soviet Studies, Vol. 44, No. 1., pp. 57-78.
- Rubio Plo, A. (18 de septiembre de 2018). El realismo utópico de Edward Hallet Carr. Recuperado de https://blog.realinstitutoelcano.org/el-realismo-utopico-de-edward-hallet-carr/