Paths of Glory fue un film bélico ambientado en la Primera Guerra Mundial dirigido por Stanley Kubrick y protagonizado por Kirk Douglas.
Paths of Glory (1957)
Paths of Glory, o Senderos de gloria, es naturalmente una película que entra en las que siendo bélicas, son encasilladas como antibélicas. Es filmada por el genial Stanley Kubrick y representa su ingreso al estrellato, luego encargándose de otro gran filme, junto a Kirk Douglas, de nombre Spartacus. Pero la crítica de Paths of Glory está lejos de mostrar de un modo simple la crudeza de la guerra, y más concretamente la Primera Guerra Mundial, sino mostrar el peso de la injusticia. Es decir, en este sentido dista de la novela homónima de Humphrey Cobb donde no hay heroísmo, ni personajes nobles. Sólo se muestra la crudeza de la guerra y el nacionalismo tan característico de la Primera Guerra Mundial. Kubrick, por su parte, no tenía como objetivo filmar una película contraria a la guerra como en ocasiones lo dejó claro; lo cual deja una clara diferencia con la novela de Cobb que es un duro ataque a la guerra —Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque es otro ejemplo de novela antibélica—, a diferencia de otras obras como Tempestades de acero de Ernst Jünger o el poema, por marcar una pauta, de Ernest Hemingway de nombre Riparto d’Assalto, que más allá de la crudeza de la guerra profundiza en la camaradería, los vínculos entre soldados, el heroísmo y la inercia de la guerra.
El filme va mostrando espectaculares planos de la guerra de trincheras, del carácter de desechables que tenían los valientes soldados franceses, las dificultades del estancamiento en el frente y oficiales testarudos dirigiendo la guerra desde la comodidad de sus cuarteles generales sin pericias de ningún tipo. Pero lo interesante, en realidad, es ver que el coronel Dax era un abogado penalista francés antes de la Gran Guerra. Esta película, sin embargo en todo su desarrollo nos hace preguntarnos las consecuencias de la injusticia y ahonda sobre el significado real de la justicia. Se presenta la dicotomía filosófica entre justicia e injusticia. La justicia está encarnada en el coronel Dax, el personaje principal inmortalizado por Kirk Douglas, y la injusticia está encarnada por el general Mireau —interpretado por George Macready—, quien buscaba granjearse una mejor reputación en los círculos militares para su beneficio personal y puede que para sus propios objetivos megalómanos, tan típicos del prototipo de elitesco oficial con ambiciones políticas.
Es tal, pues, la naturaleza de la injusticia, ya se encuentre en un Estado, ya en un ejército o en cualquiera otra sociedad, que, en primer lugar, la hace absolutamente lo impotente para emprender nada a causa de las querellas y sediciones que provoca; y, en segundo lugar, se hace enemiga de sí misma y de todos los que son a ella contrarios, es decir, de los hombres de bien; ¿no es esto verdad? (…) Aún cuando se encuentre más que en un hombre solo, producirá los mismos efectos; le pondrá, por lo pronto, en la imposibilidad de obrar a causa de las sediciones, que excitará en su alma, y por la oposición continua en que se pondrá consigo mismo; y será después su propio enemigo y el de todos los justos; ¿no es así?
Platón. & Azcárate, 1872, pp. 99-100.
Esta injusticia es responsabilizar a un regimiento entero de cobardía, supuestamente sorteando la culpa cuando, en realidad, fueron escogidos varios soldados que, a pesar del infortunio, tenían reputación de haber servido con valentía en otras batallas. Aún cuando Dax se propone ser el defensor de estos jóvenes en la corte marcial, esta corte actúa como un tribunal inquisitivo que termina sentenciándoles en transgresión a todos los principios del derecho y al debido proceso, en alegoría a El Proceso de Franz Kafka. Un abate, en este relato kafkiano, le dice a K «no es necesario aceptar todo como verdadero, solo hay que aceptarlo como sea necesario» y este último le contestaría decepcionado que difiere porque aquello «convierte a la mentira en un principio universal».
Un hombre lo hace todo por llevar a cabo justicia, sin administrarla, y otro mueve sus hilos para que un jurado, compuesto con el fiscal militar, sentencie a los soldados a la muerte. Esta aparente justicia es la viva manifestación de lo que Glaucón, según Platón, sugiere al decir que «el gran mérito de la injusticia consiste en parecer justo sin serlo» (Platón. & Azcárate, 1872, p. 110).
Como comenta Sócrates a Trasímaco, la injusticia instuida representa la propia inestabilidad de ese grupo. Por tanto, y en una modesta analogía, podríamos ver como no hay un resultado en el curso de la guerra diezmando hombres, ni como es posible recuperar la batalla que se ha perdido contra los alemanes. Por otro lado, se evidencia así los catastróficos efectos de la injusticia, en tanto es la ausencia del mismo orden militar y de toda institución. Una injusticia que, además, solo crea zosobra y duda en la brigada. Una injusticia que termina en la caída política del general, pues él se vuelve ya su propio enemigo.
Otra categoría a tomar en cuenta sería la vida y, en consecuencia, la muerte; mayor objeto del existencialismo. Los tres hombres que van a ser ejecutados representan diferentes perspectivas de la muerte al momento de su ejecución. Al estar frente al pelotón de ejecución, que en pocos minutos va a fusilarles, la muerte es afrontada de diversas maneras; por una parte está el soldado Maurice Ferol que se niega a aceptar la muerte y la teme hasta último momento no omitiendo su llanto, ni su gran deseo de vivir.
Ferol pide que lo venden porque no acepta su destino, ni quiere verlo. En cambio el soldado Arnaud ha sufrido una gran contusión en la cabeza horas antes, está en una especie de somnolencia hasta que el sargento trata de estimularlo para que recobre consciencia y afronte la muerte pero su estado ni siquiera le permite expresarse. Arnaud simboliza, quizás, la peor de todas las perspectivas; de cualquier modo iba a cruzar el umbral de la muerte. Su agonía era evidente, su destino estaba sellado. La ausencia de la buena muerte, y el carácter oficioso de esa supuesta justicia convertida en injusticia, ejemplifica un viejo aforismo que Cicerón inmortalizaría en De oficiis: «summum ius summa iniuria» (a extrema justicia, extrema injusticia).
En ese sentido, una persona como Arnaud que no puede mantenerse de pie, ni está consciente, sufre la peor de las deshumanizaciones. Todo el peso de la justicia subvertida sobre él. El cabo Philippe Paris, por su parte, no es escogido para ser ejecutado por algún sorteo o azar; es escogido, aunque nadie lo nota, por el teniente Roget gracias a motivos personales. Paris sabía la verdad sobre Roget, lo había denunciado ante Dax por haber asesinado a un soldado en un patrullaje previo con una granada. A esta práctica, en la historiografía militar, se le conoce como fragging. Implica matar esencialmente a un oficial al mando, aún si es no comisionado, o a un compañero —práctica que tuvo apogeo entre los soldados en la guerra de Vietnam y que fue inmortalizada en la película Platoon de 1986 — con todo tipo de fines; ineficiencia del oficial, venganza así como cualquier otro siempre y cuando parezca un accidente o le pueda ser atribuido al enemigo.
Paris es un personaje interesante porque es víctima de una traición, de un compatriota, aliado y oficial, así como es un gran ejemplo de injusticia; ni siquiera es parte del azar, sino que ha sido premeditada su participación porque su ejecución implicaría que el crimen de Roget quedase impune pero Paris, a pesar de esto y tal como sucedió en El Extranjero de Albert Camus, no luchó contra el curso de las cosas. Sabía que iba a ser enjuiciado, al menos en el más oscuro de los sentidos, y aceptó su destino, su muerte. Es Paris el único que decide no vendarse ante el pelotón de ejecución, resignándose de forma epicúrea ante lo inevitable.
La muerte no tiene nada que ver con nosotros. Pues el ser, una vez disuelto, es insensible, y la condición insensible no tiene nada que ver con nosotros.
(Epicuro & Vara, 2012, p. 93)
Y con un mensaje pesimista, alejado del tradicional cine hollywoodense, la película llega a su fin: por una parte los hombres ejecutados, sin llegar a un resultado ni a su absolución, y por otra Dax cargando contra el oficial al mando, el general Broulard cuando le ofrece el puesto de Mireau, quien sería depuesto por haber ordenado abrir fuego de artillería contra sus propios hombres. Dax en un acto de desafío, rebeldía, arremete contra Broulard y este último le amenaza. Dax es un hombre moralista, quien como Cicerón cree que la justicia es la más grande de las virtudes.
Entre las normas consideradas justas, aquélla que por la práctica de las mutuas relaciones humanas se ve que es confirmada que es útil tiene la garantía de su carácter justo, tanto si este carácter justo resulta el mismo para todos como si no resulta el mismo. En cambio, si uno dictamina una ley pero no desemboca en utilidad para las mutuas relaciones, entonces eso ya no tiene el carácter de la justicia.
(Epicuro & Vara, 2012, p. 97)
Si por el contrario, lejos de la idea platónica y aristotélica de la justicia universal, acudiéramos a la idea de justicia de Epícuro (ver Máximas capitales), un protocontractualismo, estaríamos también ante una injusticia. El criterio epicúreo para determinar lo que es justo, e injusto, es la utilidad de la ley; y la utilidad de diezmar, en tanto el fin es disciplinar (y no se logra), es vacía, oscura y por tanto injusta. De los cien originales que iban a ser diezmados por el fracaso del regimiento se diezman tres en vano: Arnaud, Paris y Ferol. Esta ley ficticia, inspirada en los delitos militares de cobardía y deserción reales, representa la arbitrariedad sin propósito final y sin resultados prácticos, en tanto no hay mayor logro que acabar con tres hombres.
El mensaje moral de Paths of Glory trasciende en la actualidad de sobremanera, dando algunas coordenadas en términos cinematográficos, ya no estrictamente filosóficos, de Stanley Kubrick. La diferencia de conclusiones, entre la novela y la película, supondrían hasta su muerte una de las características del prolífico director. No solo lo logra con la presente película sino que lo llega a repetir con 2001, The Clockwork Orange y The Shining. En resumidas palabras, la subversión cinematográfica de Stanley Kubrick más que ser el ataque a la literatura de la que parte como base viene a ser la umstülpung, o vuelta de revés, de la misma respecto al cine. En todo caso, Paths of Glory no es un mensaje contra la guerra sino es un llamamiento moral sobre una película política, es un recordatorio de lo que representa trastocar o instrumentalizar la justicia. Es una oda a los represaliados, así también como una caricatura de los injustos.
Bibliografía:
- Camus, A. (2017). El extranjero. Madrid: Alianza Editorial.
- Cicerón., & Guillén, J. (2001). Sobre los deberes. Madrid: Alianza Editorial.
- Epicuro., & Vara, J. (2012). Obras completas. Madrid, España: Cátedra.
- Kafka, F. (2017). El proceso. Madrid: Ediciones Akal.
- Platón., & Azcárate, P. (1872). Obras completas de Platón. Madrid: Medina y Navarro.
- von Tunzelmann, A. (2013). Paths of Glory clears a route through world war one’s moral mudbath. The Guardian. Retrieved from https://www.theguardian.com/film/2013/oct/09/paths-of-glory-stanley-kubrick