Si no hubiera sido por las acciones de este hombre – aclamado por algunos como un superhombre – el Imperio Romano se hubiera dividido como consecuencia de las plagas, invasiones y guerras en la conocida como Crisis de Tercer Siglo. El legado que hubiese dejado el Imperio habría sido muy diferente del que actualmente modela nuestras vidas. A pesar de esto, la posteridad permanece ignorante de los logros de Aureliano como el ‘Restaurador del Mundo’ y su aclamación como dios. Fue este emperador el que tuvo que volver a unir el imperio después de las disrupciones causadas por las guerras civiles y las, en apariencia interminables, invasiones bárbaras que buscaban botín.
Nace el 9 de septiembre del año 214, durante el reinado de Caracalla de la dinastía Severa. Su ingreso en el ejército se da en el año 233, poco antes que sea asesinado Alejandro Severo, último miembro de la mencionada dinastía, dando inicio al periodo de anarquía que duraría las cinco décadas siguientes. El predecesor de Aureliano fue Claudio II, hábil general que durante su mandato conseguiría derrotar a los Alamanes y a los Godos, ganándose con ello el título de Gothicus Maximus. Claudio II muere enfermo de plaga en el año 270. Una leyenda cuenta que antes de morir nombra como su sucesor al jefe de caballería y compatriota ilirio, Lucius Domitius Aurelianus. De hecho, el ejército lo aclama como emperador. No obstante, Quintilo, hermano de Claudio II, había sido nombrado emperador por el Senado a su vez. Otro conflicto parecía inminente. Tras evaluar la fuerza de las tropas y para evitar más derramamiento de sangre, Quintilo se suicida. El Senado se ve entonces obligado a ratificar el nombramiento de Aureliano como emperador para septiembre del año 270.
En el mismo año, alrededor de noviembre, el nuevo emperador derrota a los Jutungos a orillas del Danubio. El año 271 obtiene su primer consulado. Al mismo tiempo tiene lugar una invasión en el norte de Italia. Se trata de los Alamanes. Aureliano, infatigable toda su vida, parte para hacerles frente y cae derrotado en un primer enfrentamiento en Placencia. Sin embargo, en lugar de lamentarse vuelve a hacerles frente rápidamente y retoma la ruta de la victoria en las batallas de Fano y Pavía. Por estas victorias se le concede el título de Germanicus Maximus. Varios títulos más llegarán con el tiempo. En marzo del mismo año hace la paz con los Vándalos, lo que le gana el título de Sarmaticus Maximus.
Mientras tanto, en mayo habían iniciado una serie de revueltas en Roma. Aureliano, a su vuelta a la ciudad después de sus campañas suprime estos desórdenes. Por estas mismas épocas inicia la construcción de las murallas en torno a la ciudad de Roma, la llamada Muralla Aureliana. Esto demostró el grado de desorden en que había caído el Imperio. En una nota más positiva, la plaga, que había iniciado hacía veinte años y que se había llevado incluso al emperador Claudio II, comenzó a retroceder en el Imperio.
Para otoño del 271 el emperador debe volver a campaña, esta vez hacia el este, donde derrota a los Godos en los Balcanes. El título que se le concede por este triunfo es el de Gothicus Maximus. Uno de los hechos más destacables de este periodo es la evacuación de la provincia danubiana de la Dacia, que había estado bajo control romano desde la época de Trajano, siglo y medio antes. Fue una pérdida importante para el Imperio, pero le brindó una frontera más sólida y más fácilmente defendible de las incursiones bárbaras.
Entonces llegó el momento de que Aureliano regresara a ver las provincias orientales y al reino de Palmira. Por aquel entonces la gran Zenobia gobernaba este reino junto a su hijo Vabalato. Lo hacía desde el asesinato de su esposo Septimio Odenato en el 267. Años atrás, en el 261, Odenato había sido nombrado por el emperador Galieno como el defensor de todo el oriente romano. Odenato cumplió un muy buen papel, llegando a derrotar a los persas y a recapturar Mesopotamia. Bajo Zenobia se acentuó la independencia de este reino. En el 267/8, Zenobia capturó Antioquía. En el 270 hizo lo propio con Egipto y Arabia. Para el 272 se declaró, junto a su hijo Vabalato, como Augusta. Aureliano no pierde el tiempo e inicia su ataque contra la poderosa reina.
Para llevar a cabo su ataque, encarga a su general Probus – futuro emperador romano a su vez – la toma de la provincia de Egipto, cosa que su lugarteniente hace entre mayo y junio del 272. Mientras tanto Aureliano planta batalla a Zenobia en Immae, cerca de Antioquía y la derrota por primera vez. El enfrentamiento se reanuda en Emesa, donde Aureliano vuelve a vencer. Ese mismo verano el emperador asedia la ciudad de Palmira y ésta cae. La corta vida de Palmira como capital de un gran imperio llega a su fin. Por su parte, Aureliano realiza una expedición punitiva a Persia. Como reconocimiento de estas campañas, se le conceden nuevos títulos: Restitutor Orientis, Arabicus Maximus, Palmyrenicus Maximus, Parthicus Maximus y Persicus Maximus.
A comienzos del año 273 derrota a los Carpos a orillas del Danubio. Por este triunfo se gana los nombramientos de Carpicus Maximus y Dacicus Maximus. No tiene mucho tiempo para saborear la victoria sin embargo. En el oriente Palmira se ha levantado en una revuelta de grandes proporciones. Para marzo del 273 logra controlar la rebelión. Esta vez no hay piedad. La ciudad es arrasada por las tropas imperiales. Hoy quedan ruinas que marcan el emplazamiento de la otrora grandiosa metrópoli. En junio del mismo año también hay rebeliones en Egipto. Con su habitual eficiencia, el emperador controla también esta revuelta.
En el año 274 Aureliano recibe un segundo consulado y vuelve su mirada a occidente. Una serie de emperadores independientes habían gobernado los territorios de Galia, Hispania y Britania desde el 260 en el llamado Imperio Galo-Romano. Si bien Hispania volvió a someterse a control imperial en el 269, el resto de territorios seguían bajo control del emperador Tétrico I y su hijo Tétrico II. Aureliano avanza sobre sus territorios y aplasta a su ejército en la batalla de Châlons-sur-Marne. Britania se somete pacíficamente. Por estas victorias Aureliano recibe el título de Britannicus Maximus. Con el sometimiento de Britania y Galia el incansable emperador consigue lo que parecía imposible, reunificar las provincias del imperio bajo un solo gobierno.
A su retorno a Roma en la segunda mitad del 274 Aureliano festeja un más que merecido triunfo por las calles de la gran ciudad. En este triunfo muestra a Tétrico y a Zenobia encadenados. Las fuentes respecto a Tétrico muestran que obtuvo el perdón imperial y que incluso fue rehabilitado. Respecto a Zenobia no hay certeza absoluta, aunque una versión dice que Aureliano quedó tan impresionado con la antigua reina que la liberó y ella vivió como una matrona romana más hasta el final de sus días.
Aureliano fortaleció la posición del dios Sol, Sol Invictus, como máxima divinidad del panteón romano. Un templo construido en estos años, y financiado con el botín de sus campañas, se erige en el Campus Agrippae en Roma. En este año se casa con Ulpia Severina, con quien se sabe que tuvo una hija. Es en esta época cuando emprende una serie de reformas legales y monetarias en Roma, lo que le ganará no pocos enemigos y revueltas – como la de Felicísimo – que Aureliano suprime con ayuda militar. Con sus reformas mejora la acuñación de monedas, lo que recupera la confianza de los ciudadanos en el sistema monetario y aumenta el suministro de alimentos a Roma. Es también en esta época cuando se le concede el título por el que pasará a la posteridad: Restitutor Orbis, el “Restaurador del Mundo”. Es el momento cúspide de su vida y de su carrera como emperador.
Sin embargo, poco después estalla una rebelión en Lugdunum, Galia. El emperador, siempre incansable, suprime la revuelta. En el año 275 se le concede un tercer consulado. A principios de ese mismo año derrota a un grupo de bárbaros que había invadido Recia. A mediados de año parte con un ejército hacia Persia. En el camino se encarga de propinar otra derrota a los bárbaros a la altura de los Balcanes. Entonces su suerte se acaba.
Al parecer, no era posible cambiar los hábitos de la época de Crisis del Tercer Siglo, e igual que la mayoría de sus predecesores, cae asesinado por sus soldados en Tracia. Esta costumbre continuaría todavía algunos años, sin importar que el portador de la púrpura imperial fuese digno o no de la misma. Después de varias maniobras en el Senado entre enemigos y gente que lo favorecía, se le concedió el rango de divinidad como Divus Aurelianus.
El ciclo de asesinato de emperadores finalmente se rompería con Diocleciano, otro emperador de origen ilirio que inició su gobierno en el año 284. Este emperador inauguró la última etapa de esplendor del imperio unificado. Sin embargo, sus logros y reformas – fue quien implantó la Tetrarquía – no habrían sido posibles sin el infatigable trabajo que unos años antes había realizado Aureliano, Restitutor Orbis, para entregar un imperio unificado a sus sucesores a pesar de plagas, invasiones e intentos de división.
#RetoEmperador
BIBLIOGRAFÍA:
White, J. F. (2015). The Roman Emperor Aurelian: Restorer of the World. Pen and Sword.
Asimov, I. (2007). El Imperio Romano. Sexta Edición. Alianza Editorial. Pags: 159-162
BIBLIOGRAFÍA EN LÍNEA:
https://es.wikipedia.org/wiki/Aureliano (Accedido el 26/12/2019)
https://es.wikipedia.org/wiki/Ulpia_Severina (Accedido el 26/12/2019)
https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%A9trico_I (Accedido el 26/12/2019)
https://es.wikipedia.org/wiki/Zenobia (Accedido el 26/12/2019)
https://es.wikipedia.org/wiki/Septimio_Odenato (Accedido el 26/12/2019)