Breve historia de Cartago

Hacemos un repaso por la historia de Cartago, una potencia del norte de África que desafió a Roma y condujo a sus ejércitos hasta las puertas de la Ciudad Eterna.

Para entender la historia de Cartago es necesario retroceder un poco en el tiempo. En el curso de los siglos que siguieron al final de Edad del Bronce, surgieron varios estados en la costa levantina. Entre estos habitantes estaban los fenicios, quienes aprovecharon un nicho importante en el sector de transporte de productos de lujo y materias primas. Entre las ciudades destacadas de esta civilización estaban Biblos, Sidón, Tiro y Arvad.

Al no tener interferencia o competencia de estados más poderosos alrededor, los fenicios crearon una amplia red de comercio. También, al comerciar con todos estos productos, comenzaron a darles acabados exquisitos en sus talleres. Por ejemplo, el marfil de Siria, África e India se tallaba hasta conseguir acabados muy preciados en Medio Oriente y la cuenca mediterránea. Al vidrio se le daban acabados de colores y en muchos objetos se insertaban piedras preciosas que acrecentaban el valor de los productos comerciados.

Expansión por el Mediterráneo

Importantes avances en navegación tuvieron lugar en estos siglos. Ejemplos son la quilla y el recubrimiento de las embarcaciones con bitumen para hacerlas más impermeables a los elementos. Estos avances permitieron que las ciudades fenicias tomaran el liderazgo del comercio en zonas de Asia Menor, Chipre, Armenia, las Islas Jónicas, Rodas, Siria, Judea, Israel y Arabia. Incluso el comercio con Egipto comenzó a reavivarse. Esta independencia terminó con el resurgimiento de sucesivas potencias en la zona como los asirios o neobabilonios.

La relación de los fenicios con las potencias del momento siempre fue conflictiva y en muchos casos dependió de un delicado equilibrio. No fueron pocas las ocasiones en que los fenicios proporcionaron naves y tripulaciones para las flotas reales. También aportaron con materiales y bienes de lujo para los palacios que diversos reyes levantaron en ciudades como Nínive. A medida que se atizaban los conflictos con las potencias emergentes de Medio Oriente, las ciudades fenicias se vieron obligadas a buscar nuevos horizontes para su comercio. Su vista se enfocó en el Mediterráneo Occidental.

En el Mediterráneo Occidental

Los circuitos comerciales del Mediterráneo Occidental ya existían desde la Edad del Bronce. Lo que los fenicios hicieron fue darles más impulso e involucrarlos de forma más activa en los otros circuitos que habían creado en el resto de la cuenca Mediterránea. Por ejemplo, uno de estos circuitos iba de Cerdeña al centro de Italia a través del mar Tirreno. Así conectaban los reinos etruscos y la península ibérica por occidente con Creta y Chipre por oriente.

Sus rutas también conectaban con la isla de Eubea, lo que significó la reincorporación de gentes de habla griega a los mercados mediterráneos después de un par de siglos de oscuridad. De hecho, sería en estos intercambios cuando los griegos empezarían a adaptar el alfabeto fenicio para su propio uso. Esto se nota en palabras prestadas de los fenicios como biblos, deltos, sakkos o gaulos.

Entre los sitios que se convirtieron en puestos de avanzada para las empresas fenicias estaban asentamientos en Cerdeña, Sicilia, colonias en África del Norte y la península ibérica. De esta época vienen los intercambios comerciales con la cultura de Tartessos en la región de Andalucía. El interés de estas empresas comerciales estaba en la plata, hierro y otros metales que se obtenían en el interior. A cambio, los fenicios llevaban artículos de lujo como joyas, marfil, estatuillas de bronce, vidrio, jarras adornadas y perfumes empacados en vasos de alabastro.

En las costas del norte de África

A medida que Tiro enfrentaba a varias potencias que invadían la costa levantina, varias de sus colonias alcanzaban una mayor independencia. Entre éstas estaba un centro comercial de la costa de África del Norte ubicaba en lo que ahora es Túnez, Cartago. Los orígenes de la gran metrópoli datan del siglo VII a.C. de acuerdo a los yacimientos arqueológicos, aunque el mito siempre la ha dado un aura de más antigüedad. A Cartago se asocian los nombres de Melkart-Heracles, de Dido y de otros personajes de varias culturas mediterráneas.

Su nombre original fue Qart-Hadash, la ciudad nueva, y su origen como colonia y puesto comercial estaba ligado a las rutas comerciales fenicias. Por un lado, estaban los circuitos que iban desde las ciudades fenicias de oriente hasta la península ibérica en occidente. Además, estaba una ruta conocida como del mar Tirreno, y que iba de norte a sur entre el norte de África, Sicilia, Cerdeña e Italia. A esta ruta también se agregaron líneas comerciales con diversas ciudades griegas.

Crecimiento de la ciudad

Para el siglo V a.C. Cartago comienza una expansión que la hace un gran productor agrícola. Tal es así que de estas épocas data el trabajo en lenguaje púnico de Magón acerca de las labores del campo. Su tratado lo muestra como un experto en árboles, frutos y viticultura. Aparte de la agricultura y el comercio, estos siglos muestran a este pueblo como explorador de nuevas tierras. Por ejemplo, Hannón visitó tierras del actual Senegal, Guinea, el delta del río Níger y probablemente vió chimpancés en Gabón. En estas épocas también aumentó la influencia religiosa de este pueblo.

Melkart-Heracles es un sincretismo entre tradiciones fenicias y griegas. Si se recuerda, algunos de los trabajos del semidios lo llevaron a tierras occidentales, donde terminó apoderándose de un rebaño que luego debió conducir de vuelta a territorios helenos. A medida que pasaba el tiempo, nuevos periplos se añadieron a este viaje. Bajo la excusa de un animal perdido, el héroe llega a Sicilia. Muchos ven en estas historias la situación política entre cartagineses y griegos a medida que ambos se expandían por la cuenca mediterránea.

Conflictos con los griegos

A medida que los intereses griegos y cartagineses se expandían, el conflicto se fue haciendo más y más inevitable. En especial en Sicilia, donde había asentamientos de ambas culturas, los roces llevaron a guerras y a tratados de paz en al menos un par de ocasiones. Se conocen tratados de paz con Siracusa, su principal contrincante, de los años 373 a.C. y 338 a.C., lo que demuestra lo dilatado y complejo de la situación. Para colmo de males, en 332 a.C. se conocieron las noticias de la caída de la ciudad madre, Tiro, bajo Alejandro Magno.

Más cerca de casa las cosas tampoco eran sencillas. Otro general, Agatocles, causó grandes penalidades a los púnicos. Su estrategia consistió en llevar la guerra al norte de África. Se cuenta que entonces quemó sus naves para demostrar su resolución a sus soldados. Logró tomar varias ciudades, pero problemas en Sicilia lo obligaron a abandonar la campaña. Los conflictos con las ciudades griegas terminaron en una especie de empate. Sin embargo, en el horizonte asomaba otra potencia emergente que marcaría un cambio de época para todos, Roma.

Roma y Cartago

Mucho se ha escrito acerca del conflicto entre ambos. De si pudieron evitarse o eran inevitables en el contexto de la expansión romana. Las relaciones entre cartagineses y romanos son de larga data. Se pueden apreciar en gestos como la embajada del 351 a.C. Entonces Cartago regaló a Roma una corona de oro de 11 kilogramos como felicitación por su victoria contra los Samnitas.

Muchos estudiosos ven en el conflicto lo que se conoce como trampa de Tucídides, por el historiador griego que narró las guerras entre atenienses y espartanos uno siglo antes. De acuerdo a esta teoría, cuando una nueva potencia amenaza la hegemonía del poder dominante, hay una alta probabilidad de conflicto armado. El también historiador Dión Casio señalaba que había una suspicacia en el modo en que se veían los dos poderes a medida que chocaban sus intereses.

Primera Guerra Púnica

El centro del conflicto fue Sicilia. El incidente que empezó todo fue una llamada de auxilio de los mamertinos al verse asediados por Hierón II de Siracusa. Al comienzo de la guerra el dominio del mar estaba en manos cartaginesas, con sus cuadrirremes y quinquerremes. Sin embargo, los romanos pronto supieron aprovechar la captura de un buque enemigo. Roma decidió tener su propia flota.

Hasta entonces las batallas navales consistían en embestir a los barcos enemigos y abordarlos para una batalla sobre cubierta. A este escenario Roma añadió una invención que decantó la balanza naval en su favor, el Corvus, el cuervo. Este artilugio consistía en un puente de abordaje que se enganchaba en el barco enemigo. Pronto los cartagineses comenzaron a perder la ventaja marítima, y si bien aún ganaron algunas batallas, de ahí en adelante el mar sería romano. Fue en esta guerra donde se dio el enfrentamiento de Mylae, donde Roma obtuvo un gran triunfo, mismo que se conmemoró con las columnas rostrales de Cayo Dulio.

Por su parte, Cartago no supo sacar ventaja de los desastres que también sufrieron los romanos, como la pérdida de 284 barcos y un estimado de 100000 hombres después de una tormenta en el 255 a.C. Además, cuando Cartago pudo recuperar alguna ciudad, como en el caso de Akragas, no supo mantener su tenencia, abandonándola después de quemarla y arrasarla. Otro punto en contra fue su dependencia en tropas mercenarias. Roma en cambio, ponía el hincapié en su sistema legal que le permitía crear una reserva de soldados para pelear en sus guerras. Poco a poco, las ciudades sicilianas fueron cayendo en manos itálicas.

Después de la guerra

Para el 241 a.C., Cartago pidió términos de paz al verse exhausta por los esfuerzos de la guerra. Los términos incluyeron su salida de Sicilia, la liberación de prisioneros de guerra y el pago de 2200 talentos en un plazo de 20 años. Cartago pudo conservar Cerdeña por el momento, aunque no mucho después Roma también se apoderaría de esa colonia.

Además de la guerra contra Roma, Cartago enfrentaba problemas más cerca de casa. Primero contra los Númidas y luego una revuelta de las tropas mercenarias que esperaban sus pagos. Finalmente, después de enfrentamientos cruentos y una guerra sin cuartel por ambas partes, la ciudad púnica logró sofocar la rebelión. A todo esto, en la ciudad se notaba la creciente influencia de una familia que daría mucho que hablar en los tiempos venideros, el clan de los Bárcidas.

Amílcar Barca (el rayo) salió con una fuerza expedicionaria al sur de España. El objetivo era la plata de la península ibérica. Desde el principio, Amílcar pagó sus propias tropas, lo que mantuvo su independencia de Cartago. A pesar de los inevitables conflictos con iberos y celtíberos, Amílcar fue haciéndose con territorios. Cuando cayó asesinado en una emboscada, su yerno Asdrúbal lo sustituyó en el mando. Asdrúbal fundó Qart-Hadash (Cartagena) en el 227 a.C. Los cartagineses justificaron su presencia en la península como parte de su plan para seguir con los pagos a Roma. Asdrúbal pronto también cayó asesinado. Esto propició el ascenso del hijo de Amílcar al mando de las fuerzas púnicas, aquel que llegaría a ser el más famoso general de su tiempo, Aníbal Barca.

Segunda guerra púnica

Aníbal cruzando los Alpes es de aquellas imágenes icónicas de la historia que siempre vuelven a la mente de las personas. Como parte de su plan, Aníbal atacó a Sagunto, lo que encendió la guerra con Roma. El púnico también retaría a los itálicos en el ámbito religioso, apropiándose de la imagen sincrética de Melkart-Heracles para hacer creer que Roma había perdido el favor de los dioses. Para ello tuvo el apoyo de Sosylus de Lacedemonia y Sileno Calactino, quienes dieron una lectura mitológica a la campaña militar de Aníbal en Italia. Los romanos se vieron obligados a contestar con sus propias versiones religiosas. Aún varias generaciones después, Virgilio y su Eneida hacían relación a este conflicto por medio del encuentro entre el héroe Eneas y Dido, precursores de Roma y Cartago respectivamente.

La empresa militar en Italia pronto se decantó a favor del cartaginés, con sucesivas victorias en Tesino, junto al río Trebia, el lago Trasimeno y la espectacular batalla de Cannas. Sin embargo, igual que la guerra pasada, los púnicos no supieron sacarles partido a tan grandiosos triunfos. En otros frentes de la guerra, Roma comenzó a darle la vuelta al conflicto.

Roma le da la vuelta a la guerra

Marco Claudio Marcelo capturó Siracusa (aunque no pudo evitar que uno de sus soldados matara al gran Arquímedes). En la península ibérica, un joven Publio Cornelio Escipión comenzó a ganar terreno a costa de los cartagineses. Luego, aprovechando las condiciones del pantano que rodeaba la ciudad por uno de sus lados, tomó Qart-Hadash. No olvidó agradecer a Neptuno por la ayuda por supuesto.

Aníbal pasó años en la península itálica, pero nunca dio el golpe de gracia de tomar Roma. Mucho se especula al respecto, que la falta de implementos de asedio o la falta de apoyo de los líderes cartagineses. El caso es que Roma tomó la iniciativa y, bajo el mando consular de Escipión, llevó la guerra al norte de África. Cartago se vio obligada a llamar a Aníbal de vuelta y el enfrentamiento definitivo tuvo lugar en Zama. La victoria fue para los itálicos y Escipión ganó el título de Africanus, con el que pasaría a la historia.

Tercera guerra púnica

Los términos de rendición fueron más duros en esta ocasión. Aun así, Cartago supo recuperarse e incluso prosperar. Tal fue su recuperación que cuando el senador Marco Porcio Catón (el que concluía sus discursos con la frase ‘y creo que Cartago debe ser destruida’) fue enviado en una embajada a la ciudad norteafricana, quedó impresionado por el dinamismo que observó. A pesar de su prosperidad, Cartago debió enfrentar a un vecino hostil en los Númidas. A pesar de las injusticias provocadas por su vecino, los romanos siempre fallaban en contra de Cartago. La situación se hizo insostenible y Cartago enfrentó a los Númidas. Esto les dio la excusa a los romanos (causus beli) para una tercera guerra.

El asedio fue largo y los cartagineses lograron resistir admirablemente. Tanto así que Roma terminó por enviar a Escipión Emiliano, nieto adoptivo de Africanus, para tomar la ciudad. La batalla fue cruenta. Cuando ya se estaba en los momentos finales, Escipión hizo una evocatio, un ritual para pedir a los dioses de Cartago que abandonaran la ciudad y tomaran a Roma como su nuevo hogar. La guerra religiosa aparecía una última vez. Las lágrimas llenaron el rostro del general romano al tiempo que citaba líneas de la Ilíada y veía arder la ciudad.

Conclusiones

Roma heredó el Mediterráneo, pero el legado cartaginés sigue vivo. Roma tuvo en gran valía las técnicas agrícolas que permitieron a Cartago mantener una ciudad próspera entre el desierto y el mar. Pasó algún tiempo antes que los itálicos se decidieran a reconstruir el sitio de la antigua metrópoli. Actualmente el nombre de Cartago sigue resonando en ciudades como Cartagena en España o en las Américas. Su herencia se recuerda cada vez que una nueva generación aprende de los viajes por el Mediterráneo o más allá, o del cruce de los Alpes por Aníbal, o que un militar estudia sus estrategias. Así, Cartago vuelve a vivir un poco. Utilizando una expresión antigua, Cartago debe ser recordada.

Bibliografía

Miles, R. (2011). Carthage must be destroyed: The rise and fall of an ancient civilization.

National Geographic. (2013). Historia. Roma conquista el Mediterráneo

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