Leopoldo II de Bélgica y su siniestro papel en el Congo

Leopoldo II de Bélgica (1865-1909) se convirtió en rey de los belgas tras la muerte de su padre Leopoldo I en 1865. Durante su reinado fue el fundador y único propietario del Estado Libre del Congo (1885-1908), hasta su posterior adquisición por el gobierno belga. Según diversos estudios, las crueles prácticas llevadas a cabo durante este período produjeron la muerte de entre 5 y 15 millones de congoleños, siendo motivo de fuerte controversia hasta la actualidad.

Antecedentes

En 1830 se produjo la independencia del reino de Bélgica. Este país se encontraba entre los más avanzados de Europa, aunque carecía de territorios coloniales. Leopoldo II ascendió al trono belga tras la muerte de su padre en 1865. Desde muy joven, el rey Leopoldo II mostró interés en la carrera colonial siendo su ejemplo la posesión holandesa de Java. Sin embargo, al no poder contar con colonias en Asia, Leopoldo II puso sus ojos en el inmenso continente africano a partir de 1873.

En 1875 Leopoldo II asistió al evento organizado por la Asociación Geográfica Francesa. Decidido a proseguir en su proyecto colonial, en 1876 organizó en la capital belga la Conferencia Geográfica de Bruselas, donde asistieron exploradores y geógrafos de todo el mundo. En dicha conferencia, Leopoldo II habló sobre la necesidad de ’civilizar’ al centro de África por medio de rutas que conducían hacia el interior del continente. Ese mismo año, se creó la Asociación Internacional Africana de supuestas intenciones filantrópicas bajo la presidencia de Leopoldo II.

Con el fin de apoderarse del territorio del río Congo, Leopoldo II contactó con el explorador británico Henry Morton Stanley. Stanley era famoso por haber encontrado al médico David Livingstone en 1871, el cual había desaparecido misteriosamente durante sus viajes por África. Más tarde, entre 1874-1877 Stanley organizó una expedición por África central a través del río Congo. Su objetivo era proponer la colonización del territorio al gobierno británico. No obstante, ante la negativa británica Leopoldo II no dudó en contratar a Stanley, pues éste había conseguido importantes descubrimientos en la región.

En noviembre de 1878, se fundó en Bruselas el Comité de Estudios del Alto Congo por iniciativa de Leopoldo II. A pesar de que en sus estatutos se exponía una finalidad filantrópica y científica, sus verdaderas intenciones eran fomentar el comercio y la industria en la zona. Tras algunos problemas financieros con sus acreedores que hicieron peligrar el Comité, Leopoldo II inauguró la Asociación Internacional del Congo. El verdadero fin de esta asociación era ocultar sus oscuros planes con la ya existente filantrópica Asociación Internacional Africana. A partir de 1880, Stanley firmó varios tratados con jefes tribales de la región por mandato de Leopoldo II, con el objetivo de fundamentar su poder político. Desde enero de 1884, empezó a referir a la región como el Estado Libre del Congo, aunque todavía necesitaba del reconocimiento internacional del resto de Europa.

La Conferencia de Berlín (1884-1885)

Antes de 1885 la presencia europea en África había sido muy limitada. Algunos de estos asentamientos europeos se localizaban en Argelia, Túnez, Senegal y Gabón por parte de Francia. El Reino Unido dominaba la costa de Gambia, Sierra Leona, Ghana y una parte de África del sur, donde también se hallaban algunos estados bóeres de antiguos colonizadores holandeses. España controlaba algunos puntos norteafricanos, Canarias, la isla de Fernando Poo y la costa de Guinea Ecuatorial. Por último, Portugal poseía enclaves en Cabo Verde, Guinea-Bissau, Angola y Mozambique.  

África constituía un vasto territorio especialmente rico en materias primas con las que poder abastecer a los mercados europeos. Muy pronto empezaron los roces entre las diferentes potencias europeas por apropiarse de su territorio. Con el fin de resolver el problema del reparto de África, el canciller alemán Otto von Bismarck organizó una conferencia en Berlín, la capital del recién estrenado Segundo Imperio Alemán. Algunas naciones ya disponían de factorías comerciales en la costa africana, por lo que partieron con cierta ventaja en el posterior reparto.

La Conferencia de Berlín dio comienzo el 15 de noviembre de 1884, prolongándose hasta el 26 de febrero de 1885. En ella participaron 12 países europeos, además de los Estados Unidos y el Imperio Otomano. Paradójicamente ningún estado africano fue invitado, a pesar de las trascendentales decisiones que se tomaron en dicha conferencia. Las potencias europeas con intereses directos en África eran Reino Unido, Francia, Portugal, Italia, el Imperio Alemán, Bélgica y España.

Durante la conferencia se acordaron numerosos puntos entre las potencias europeas, como la libre navegación en los ríos Níger y Congo, así como una zona de neutralidad en la zona central de África. También se acordó la ‘prohibición de la esclavitud’ y se estableció el principio de ocupación efectiva. Mediante este principio, para que un estado europeo pudiese reclamar un determinado territorio, debía establecer una ocupación militar efectiva y comunicárselo a las otras potencias. Dicha medida se acordó para evitar que una potencia reclamara sus derechos sobre un territorio donde no tuviese presencia alguna.

Tras la conferencia de Berlín, todo el continente africano se hallaba repartido excepto los estados de Liberia y Etiopía (éste último país acabaría bajo dominio italiano entre 1936-1941). Francia y Reino Unido fueron las potencias más beneficiadas en el reparto, aumentando considerablemente sus respectivas zonas de influencia. Alemania, Italia y Portugal recibieron importantes territorios aunque lejos de sus pretensiones iniciales. Por otro lado, España hubo de conformarse con lo poco que quedaba.

Gracias a sus poderosas influencias, Leopoldo II se aseguró un gran territorio 80 veces del tamaño de Bélgica que se llamó el Estado Libre del Congo. En un principio no estaba incluida la provincia de Katanga, aunque Leopoldo II hizo valer sus pretensiones sobre ella al ceder a Francia la región de ‘Niari-Kwilu’ en el Bajo Congo. Con una inmensa riqueza todavía por descubrir, las restantes potencias europeas aceptaron sin problemas la adquisición del Estado Libre del Congo como propiedad privada de Leopoldo II.

El Estado Libre del Congo (1885-1908)

El Estado Libre del Congo nació oficialmente el 1 de agosto de 1885. Leopoldo II se convirtió en soberano del territorio con la aprobación del Parlamento belga. A pesar de ser un rey constitucional en Bélgica, en el Estado Libre del Congo ostentó atribuciones propias de un monarca absoluto encargándose de su administración directa. Curiosamente durante todo el tiempo que ejerció como monarca belga, Leopoldo II jamás visitaría su posesión más valiosa.

Se estableció un gobierno central del territorio congoleño con sede en Bruselas aunque la capital administrativa quedó fijada en la ciudad portuaria de Boma, desde la que partían las exportaciones. En esta ciudad se encontraba el gobernador general del Congo como representante directo del rey. Bajo la dirección del gobernador dependían todos los comisionados coloniales. La única misión de estos funcionarios era conseguir todo el marfil y caucho que pudiesen con el menor gasto posible.

En 1888, ante la falta de población dispuesta a trasladarse al Congo, Leopoldo II contrató mercenarios europeos para hacer valer sus intereses en la zona. Este ejército privado dio lugar a la ‘Force Publique’, la fuerza militar más importante de África central. Mientras que sus oficiales eran europeos, los soldados rasos eran de origen africano contratados a la fuerza. La ‘Force Publique‘ llegó a integrar hasta 19.000 hombres en sus filas, encargados de aterrorizar a la población nativa.

La zona oriental del Congo había estado bajo el control de comerciantes musulmanes de lengua swahili que abastecían el mercado de esclavos de Zanzíbar. Entre todos ellos el más poderoso era Tippu Tip, soberano de una extensa región junto al río Lualaba. Entre 1891 y 1894, la ‘Force Publique’ se enfrentó a las huestes del comerciante de esclavos Tippu Tip por el control de la zona. En Europa se vendió la victoria de Leopoldo II como una lucha contra la trata y la esclavitud, aunque sus planes para la población congoleña fueron muy diferentes.

Genocidio congoleño

En el tiempo en que estuvo a cargo del territorio congoleño, Leopoldo II llevó a cabo una explotación sistemática de sus recursos naturales (caucho, marfil) por medio de la utilización de mano de obra esclava indígena. Leopoldo II instauró un auténtico régimen de terror donde eran frecuentes las mutilaciones y los asesinatos en masa. En la práctica, el Estado Libre del Congo quedó convertido en un gigantesco campo de trabajos forzados bajo condiciones infrahumanas.

La situación empeoró cuando el caucho se convirtió en el principal objeto de deseo de los administradores coloniales belgas. Esta materia prima servía para abastecer a la incipiente industria automovilística europea. Si no se cumplían las exigencias de caucho estipuladas, la ‘Force Publique’ se encargaba de organizar ejecuciones en masa entre la población. Los pueblos y aldeas que se negaban a colaborar eran cruelmente masacrados. En otras ocasiones se procedía a la amputación de la mano derecha como castigo. También se empleaban castigos físicos contra la población, siendo el instrumento más utilizado el ‘chicotte’, un potente látigo que desgarraba las carnes del reo. Su uso estuvo muy extendido hasta su abolición en 1959, utilizándose también contra mujeres y niños.

Víctimas del genocidio congoleño

La mayoría de expertos sitúan el balance total de víctimas entre los 5 y 15 millones. Otros historiadores discrepan sobre el número total de víctimas como consecuencia de las atrocidades llevadas a cabo por la administración de Leopoldo II, siendo motivo de controversia en la actualidad. Algunos de estos autores ponen como ejemplo la alta mortalidad en la zona como consecuencia de enfermedades tales como la viruela o la enfermedad del sueño. Otro dato manejado frecuentemente, es el escaso número de belgas radicados en el Estado Libre del Congo durante este período.

El término ‘genocidio’ sigue siendo objeto de intenso debate hasta la actualidad. Aunque las prácticas llevadas a cabo en el Estado Libre del Congo provocaron una elevadísima mortalidad, no existía una actitud deliberada de acabar con un determinado grupo étnico. A pesar de ello, numerosos autores no dudan en emplear este término, como consecuencia del fuerte descenso de la población congoleña provocada directamente durante el período comprendido entre 1885-1908.

A partir de 1900, se hicieron públicas por parte de la prensa estadounidense y europea las masacres llevadas a cabo contra la población congoleña. Leopoldo II se defendió alegando que el resto de potencias europeas le atacaban para tratar de tapar sus propias vergüenzas en sus respectivas colonias. A pesar de ello, la creciente presión pública y diplomática en torno a Leopoldo II provocó que éste renunciase a su preciada posesión el 15 de noviembre de 1908. El Estado Libre del Congo pasó entonces a convertirse oficialmente en colonia de Bélgica bajo el nombre del Congo Belga. Leopoldo II murió el 17 de diciembre de 1909. Sin embargo, su sistema represivo no terminó cuando el territorio congoleño quedó a cargo de la administración del gobierno belga. Pronto se descubrieron nuevas materias primas como oro, cobre, estaño, uranio y diamantes, siendo la población congoleña otra vez víctima de la explotación colonial.

Bibliografía:

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Wesseling, H. L. (1999). Divideix i venceràs. El repartiment d’Àfrica (1880-1914). Barcelona: Península.

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