Inés Suárez conquistó hace casi quinientos años el corazón de Pedro de Valdivia, conquistador de Chile. Ahora, Inés Suárez conquista los corazones de quienes se asoman a la pequeña pantalla con la serie de ficción Inés del alma mía, adaptación televisiva de la novela de Isabel Allende (2006).
Inés Suárez ha vuelto a cruzar todo un océano para contar su historia, una historia de amor y armas fraguada en medio de la conquista de América por los españoles. Inés Suárez vuelve a hacer historia, medio siglo después de haber sido la primera europea, la primera española, en pisar un mundo desconocido hasta entonces al otro lado del Atlántico: Chile.
Inés Suárez formó parte de las cerca de diez mil mujeres que viajaron a América en el siglo XVI. Esposas e hijas de soldados y cargos públicos, religiosas, maestras, empresarias, enfermeras, prostitutas, marineras, conquistadoras… miles de mujeres comenzaron en aquel nuevo mundo una nueva vida en nada semejante a la dejada atrás en sus patrias chicas, Andalucía, Extremadura y Castilla.
Destino incierto
Poco se sabe del destino de la inmensa mayoría de estas intrépidas mujeres en una época donde se consideraba imprudente que una dama viajara, y mucho menos sin compañía. La explicación puede ser la ausencia de sus nombres en los registros oficiales de la época, o que las crónicas se centraran en relatar para la posteridad las hazañas de ellos más que las de ellas, o que se considerara que las contribuciones de aquellas españolas no fueron lo suficientemente trascendentales para ocupar un lugar destacado en los libros de Historia. No fue el caso de la extremeña Inés Suárez. Gracias a las crónicas de sus compañeros de viaje por aquel mundo, Pedro Mariño de Lobera y Jerónimo de Bibar, conocemos su nombre y su hombrada. Participar en la conquista de Chile y en la fundación de la ciudad de Santiago de la mano de Pedro de Valdivia, la situó en el mapa histórico. Su valiente, crucial y cruenta defensa de Santiago ante los aguerridos mapuches, la retrató en el cuadro de la Historia.
De analfabeta a culta
Inés Suárez no anhelaba fama y oro. Tan solo recuperar al marido que diez años antes había partido rumbo a América, en busca, él sí, de riquezas. Inés Suárez cruzó el océano Atlántico en una época, 1537, en la que no se permitía a las mujeres viajar solas. Su primera conquista fue conseguir licencia real para seguir el rastro de su esposo Juan de Málaga en el Perú de Francisco Pizarro. Juró ante Dios y ante el Rey ser una cristiana devota e ir acompañada.
Pobre y analfabeta, pasó su infancia en su Plasencia natal atenta a las enseñanzas de su madre en el oficio de la costura. Como costurera se ganó la vida al llegar a Cuzco y descubrir que su marido había muerto en la batalla de Las Salinas que enfrentó a los conquistadores Francisco Pizarro y Diego de Almagro por la ciudad. Como viuda de un soldado caído en el frente de batalla, los Pizarro la recompensaron con tierras y una encomienda. Sin motivo ni recursos para volver a España, Inés decide quedarse en América. Aprende a leer, a escribir y a comunicarse en quechua con las indias que estaban a su servicio. Junto a ellas sobrevive cosiendo y cocinando, y entre hilos y agujas conoce al amor de su vida, el conquistador Pedro de Valdivia.
‘Nos vamos para Chile, Inés del alma mía’
Inés Suárez y Pedro de Valdivia fueron amantes sin poder serlo. Su relación era inmoral ante los ojos de Dios y ante la sociedad, cuyas miradas intentaba esquivar la pareja, pues era sabido que en España aguardaba Marina Ortiz de Gaete el retorno de su esposo, don Pedro.
Aquel esposo adúltero no regresaría jamás a las Españas. Pedro de Valdivia, sin apenas apoyos humanos ni materiales, puso tierra de por medio camino a su nuevo hogar, una gesta que le llevaría a conquistar la lejana y desconocida Chile.
Vestida de soldado por decisión propia, disfrazada de criada de Valdivia para guardar las apariencias, Inés Suárez se enroló en aquella expedición que partió en 1540 rumbo a unas tierras carentes de oro, pero provistas de un fértil futuro para quien consiguiera, tras atravesar la dura cordillera de los Andes y el árido desierto de Atacama, fundar allí un nuevo mundo. Chile significaba para Pedro la fama. Para Inés, echar raíces en un lugar mejor, más pacífico, y más libre.
La decisión que tomó aquella mujer extremeña a mediados del siglo XVI de formar parte en una conquista en América fue algo excepcional. Dicen sus contemporáneos que Inés fue un personaje extraordinario por méritos propios. Halló agua en medio del desierto, salvó a los soldados de morir de sed, les dio de comer, curó heridas físicas y del alma con la medicina de su Dios cristiano, y consiguió que aquella expedición llegara sana y a salvo desbaratando incluso conspiraciones contra Pedro de Valdivia.
Santiago de Chile, la capital de un nuevo mundo
En febrero de 1541 Inés Suárez volvió a enamorase al llegar al fértil y extenso valle del Mapocho, ¡quién no! Aquella tierra bautizada como Santiago de Nueva Extremadura, conquistó su corazón y desde entonces defendió la ciudad con valentía y arrojo ante la resistencia de la población indígena al avance de los conquistadores. Siete meses después de que Pedro de Valdivia e Inés Suárez fundaran la actual Santiago de Chile, el asentamiento español sufrió el ataque de los indios mapuches poniendo en peligro el proceso de conquista.
El papel que jugó Inés durante aquellas jornadas fue crucial. En ausencia de Pedro de Valdivia y viéndose asediada por los indios liderados por el jefe Machimalongo, sin comida, con el poblado completamente destruido y al borde de la derrota, Inés decidió blandir su espada y degollar a siete caciques indios rehenes de los españoles. Sus cabezas fueron lanzadas por encima de las murallas con el objetivo de intimidar al resto y alejarles de la ciudad. Aquel cruento acto logró su fin y la hazaña de Inés Suárez pasó a ser relatada, ahora sí, en las crónicas.
La conquista de América tuvo sus luces y sus sombras, las mismas que la vida de Inés Suárez. Llegó a Chile buscando vivir en paz y en libertad y suponemos que era sabedora de que aquel sueño tendría un alto coste.
En tierras americanas se convirtió en una mujer culta, rica y con gran poder político y social. En Chile se volcó en obras de caridad ayudando a quienes más lo necesitaban y cuidando de los indios bajo su cargo en las encomiendas que Pedro de Valdivia le otorgó. Administró sus tierras con determinación y buen hacer.
Inés Suárez fue para la escritora Isabel Allende una feminista en una época en que no existía un término apropiado para definir a unas mujeres que, como ella, usaban más la cabeza que la espada: “mientras los conquistadores iban perdiendo la salud y la vida en las batallas, con gran sentido común y práctico ella contaba gallinas y adquiría territorios” (El País. 19/6/2019)
Último capítulo
Lo sé. Están esperando conocer cómo terminó su historia de amor con Pedro de Valdivia. Pues sepan que no cumplieron las bodas de plata, más que nada porque nunca hubo boda. Convivieron toda una década juntos en pecado mortal porque lo que Dios había unido en España no lo podía separar el hombre. El ya Gobernador de Chile, Pedro de Valdivia, fue acusado en 1548 ante la Audiencia Real de Perú de inmoral por su relación con Inés, de desobediencia a la autoridad real, de tiranía con sus subalternos y de codicia.
De todas aquellas acusaciones lanzadas por un puñado de españoles, contrarios a cómo se habían repartido aquellas tierras chilenas, nada se pudo probar salvo la de adulterio. Si Valdivia quería seguir siendo Gobernador y conseguir la absolución de todos los delitos a los que se enfrentaba en aquel proceso, debía abandonar a Inés. No volvería a “… conversar con ella inhonestamente (…), ni viva con ella en una casa, ni entre ni esté con ella en un lugar sospechoso… “ Y aún peor, en seis meses debía casarla o enviarla fuera de Chile.
El alma de Inés Suárez debió desquebrajarse. Sus ansias de libertad quedaron truncadas, merced a la justicia terrenal y divina. Debió Inés desojar la margarita. Me quedo, me caso. Y se casó. Lo hizo con Rodrigo de Quiroga, compañero de armas y amigo personal de Pedro de Valdivia. Rodrigo e Inés sí llegaron a celebrar las bodas de plata, pues permanecieron casados durante treinta años. Dicen que fueron felices, que se hicieron ricos, que emplearon su fortuna en fundaciones piadosas y que no tuvieron hijos.
Tampoco los tuvo Pedro de Valdivia. Falleció antes de que su mujer, Marina Ortiz de Gaete, llegase a América para reencontrarse con su esposo más de veinte años después de verse por última vez.
El alma de Inés Suárez se encuentra en numerosos rincones de Santiago de Chile. En el Santuario de la Virgen de Montserrat, en la basílica de la Merced, en estaciones de metro, parques, calles que llevan su nombre. Su alma ha quedado impresa en libros, novelas y pinturas. Y ahora, la televisión, le da la oportunidad de que su nombre y apellido aparezcan de nuevo en la Historia.
Referencias:
Bibiloteca Nacional de Chile. www.memoriachilena.gob
Real Academia de la Historia. www.dbe.rah.es/biografias
La metamorfosis de Inés Suárez en la mirada de Isabel Allende: viaje y modus vivendi en una época de desafíos. Ensayo. Gloria Gálvez-Carlisle www.cvc.cervantes.es
Inés del alma mía, de Isabel Allende, será una miniserie de televisión www.elpais.com/cultural (19/6/2020)