Visigodos, hijos de un dios furioso

Su nebuloso origen nos lleva hasta la fría Escandinavia, en un viaje de siglos. De allí, durante siglos también, fueron dando tumbos por Europa, hasta adentrarse peligrosamente en los limes del Imperio Romano. Lograron lo que parecía imposible: saquear la Ciudad Eterna. Romanos a su manera, estos hijos de un dios furioso, se asentaron en la península ibérica, donde fundaron el reino más poderoso de su momento en el occidente cristiano, el reino de Toledo, con Roma en el recuerdo y la intención. Hasta que les sobrevino la ruina en 711, en buena parte debida a su desmesurada afición por los juegos de tronos. Pero no todo fue pérdida y disensiones, también hubo continuidad y recuperación. La unidad política y religiosa, la unidad territorial peninsular, la igualdad jurídica y el esplendor cultural forjado por ellos durante tres siglos serían núcleo de resistencia, semilla de nuevos reinos e impulso restaurador. Son los visigodos, los grandes protagonistas del tránsito de la Antigüedad a la Edad Media. La suya fue, de principio a fin, una aventura contra todo pronóstico. Sin ellos, la historia de Europa y, sobre todo, la de España sería otra historia.

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José Soto Chica fue militar profesional y estuvo destinado a la Misión de Paz de la ONU (UMPROFOR) en Bosnia Herzegovina. Un accidente con explosivos le costó una pierna y lo dejó ciego, lo que le llevó a reencauzar su vida hacia su verdadera pasión, la historia. Apenas un año después del incidente se matriculó en la Universidad de Granada, y en la actualidad es doctor en historia medieval y profesor contratado doctor de la Universidad de Granada e investigador del Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada.

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