Existe una creencia popular según la cual el cerebro posee un hemisferio derecho más intuitivo, creativo y holístico, mientras que el hemisferio izquierdo facilita un aprendizaje secuencial, es más racional, y lógico. Según esta teoría cada persona tendría un hemisferio dominante que describiría su forma de ser y razonar. ¿Es eso verdad? ¿Cuál es el origen de esta creencia? ¿Tiene nuestro cerebro áreas especializadas para realizar ciertas funciones?
Broca y Wernicke: El hemisferio cerebral izquierdo es especial
Un importante avance dentro de la localización de las funciones psicológicas cerebrales lo produjo Pierre-Paul Broca (1824-1880) un neurólogo francés que dio a conocer el curioso caso de un enfermo de su hospital. El hombre sufría epilepsia, un problema que se había ido agravando pocas semanas antes de que tuviese que ser internado. Su epilepsia se acompañaba de la imposibilidad de hablar, salvo la sílaba “tan”. Por lo que se le conocía como “Monsieur Tan”. Curiosamente, su razonamiento o la comprensión del lenguaje era normal, también podía mover los músculos de la lengua y la boca implicados en el habla. A su muerte, Broca practicó una autopsia de su cerebro observando una importante lesión en la parte frontal del hemisferio izquierdo. Concluyó que esa área era el lugar encargado de producir el lenguaje. El cerebro de Monsieur Tan es conservado en un frasco con formalina en el museo Dupuytren de París.
Broca siguió documentando su teoría con más casos (junto con otros investigadores) y, aunque no fue el primero que hipotetizó sobre la localización del lugar donde producimos el lenguaje, sus informes eran detallados y delimitaba bien su área del habla.
Actualmente este lugar del cerebro se conoce como área de Broca. Se sabe que es el hemisferio dominante en la mayoría de la gente, no solo en temas de producción del lenguaje, sino en cuestiones manuales que implican más fuerza o destreza con la mano derecha, como la escritura. En el caso de los zurdos, el área del lenguaje se mantiene en el hemisferio izquierdo en un 50% al 70% (según el estudio que consultemos).
Otro neurólogo que dio otro paso destacado fue Carl Wernicke (1848-1904), que observó lesiones cerebrales ubicadas algo más atrás, en el lóbulo temporal, también en el hemisferio izquierdo. Los problemas estaban relacionados con el lenguaje, pero eran síntomas muy diferentes, pues el paciente con una lesión en esta zona no era capaz de comprender lo que se le estaba diciendo. Estos pacientes eran capaces de producir un lenguaje fluido y rápido, aunque vacío de contenido.
A través de estos estudios se creyó haber encontrado la localización de las funciones cerebrales encargadas del lenguaje, tanto de la producción (el área de Broca) como de la comprensión (el área de Wernicke).
¿Y qué pasa con el hemisferio derecho?
Fue John Hughlings Jackson (1835-1911) quien estudiando lesiones producidas en el hemisferio derecho observó que los pacientes realizaban mal pruebas de tipo espacial, o relacionadas con la percepción. Describe el caso de un paciente incapaz de percibir las caras, incluyendo la de su propia esposa. También relata el caso de enfermos cuya lesión les hace incapaz de orientarse y regresar a su casa a pesar de haber pasado por las calles adyacentes durante muchos años. Experimentos y lesiones en el hemisferio derecho de animales confirman que también se les crean problemas para orientarse, localizar o identificar objetos, etc.
De esta manera se va forjando la creencia de los dos cerebros (o dos hemisferios que funcionan como dos cerebros). El izquierdo es la parte civilizada, con características propiamente humanas, como el lenguaje, pues maneja un contenido simbólico que los animales no son capaces. Mientras el hemisferio derecho sería la parte menos evolucionada o más animal. Esta visión dicotómica de la mente humana se verá reflejada en la famosa novela de Stevenson: El extraño caso del Dr. Jekill Y Mr. Hyde.
Moviendo cosas: La corteza motora
Las ideas sobre la localización cerebral de algunas funciones de la mente, tuvieron una investigación paralela. Algunos de estos estudios estaban relacionados el origen del movimiento intencionado. Las investigaciones de Eduard Hitzig (1838-1907) y Gustav Theodor Fritsch (1838-1927) ofrecieron unos curiosos resultados.
Hitzig, como médico del ejército prusiano, aplicaba corrientes eléctricas a los soldados que habían sido heridos en la cabeza por una bala, en la parte donde se había producido la lesión. Observó como el herido realizaba movimientos musculares involuntarios cuando se daba la descarga en ciertas zonas, concretamente en la parte superior del cerebro.
A raíz de estos descubrimientos, Hitzig, junto a su colega Fritsch, quisieron realizar estudios de forma más rigurosa y sistematizada. En un experimento con perros vieron que al estimular ciertas zonas de un hemisferio del cerebro se producían movimientos en el lado opuesto del cuerpo. Si destruían esa zona del cerebro el perro no podía mover el área funcional afectada.
Más adelante David Ferrier (1843-1928), un médico escocés, corroboró y continuó los estudios hasta que consiguió elaborar un mapa específico del sistema motor. Con los años, las dudas fueron disipándose y quedó establecida la zona del cerebro encargada de ejecutar los movimientos voluntarios conscientes, es decir que no son reflejos o automáticos. Un área que se encuentra perfectamente localizada en la corteza cerebral.
Sintiendo cosas: La corteza sensorial
Otro paso destacado lo llevó a cabo Wilder Penfield (1891-1976), un neurocirujano canadiense apasionado por encontrar la relación entre el “cerebro y el alma”. Penfield, a partir de 1930, intentó llevar a cabo la compleja tarea de intentar cartografiar la superficie del cerebro humano a través de la estimulación eléctrica del cerebro de pacientes aquejados con epilepsia. Se centró en encontrar aquellas zonas encargadas de procesar y elevar a la consciencia la información que se produce a través del tacto.
Una de las conclusiones más interesantes a las que llegó fue que la diversa información o sensibilidad táctil que recibimos no se encuentra representada en el cerebro de forma proporcional al tamaño real de esa parte, sino que abarca un área que depende de la complejidad del procesamiento que tiene que realizar. Por ejemplo, en cuanto a la sensibilidad de los labios, o los dedos hay un área del cerebro “trabajando” mayor que la que procesa la información de la espalda, a pesar que la espalda tenga una mayor dimensión física que los labios o los dedos. En cambio la localizción de esa parte del cerebro sí presenta paralelismos con la estructura externa del cuerpo. Es decir, el área que procesa la información de los dedos está cerca de la que procesa las manos y ésta cerca de la que procesa los brazos. Aunque se pueden observar excepciones.
El homúnculo de Penfield
“Homúnculo” es un término que procede del latín, podría traducirse como “hombrecillo”. Término que se usaba para representar a seres humanos artificiales en obras de ficción. Esta palabra fue usada para representar a esos pequeños homúnculos que resultaban de dibujar una figura humana con una forma proporcional al tamaño del área del cerebro dedicada a procesar esa parte del cuerpo.
Los homúnculos que salían dibujados, calificados de grotescos por el propio Pendfield, presentaban una morfología desproporcionada de unas partes del cuerpo frente a otras: Destacaba el gran tamaño de las manos, la boca, ojos u orejas frente al resto del cuerpo, de proporción mucho más pequeña.
Por otro lado, es curioso ver cómo el cerebro es un órgano bastante moldeable. El tamaño de algunas zonas del área motora o sensorial pueden abarcar un porcentaje de tamaño superior en personas que se han ido especializando en ciertas tareas. Por ejemplo, un pianista tendrá su homúncolo motor con los dedos de las manos aún más grandes que el que se ve en el dibujo.
Este mapa cerebral es de gran utilidad hoy en día. En operaciones de neurocirugía, por ejemplo, es una guía bastante práctica de dónde intervenir o dónde no.
El miembro fantasma
Los trabajos en la corteza somatosensorial nos permiten acercarnos a explicaciones de fenómenos curiosos como la del miembro fantasma. Se produce en personas que les han amputado algún miembro, como un brazo o una pierna, pero sienten sensaciones o dolores en el brazo o pierna que ya no tienen. Esto se debe que, aunque no existe esta parte del cuerpo, el área sensorial que lo representa aún sigue activa y puede transmitir la sensación de ese miembro. Generalmente con los años esto termina desapareciendo.
Algunas conclusiones
A través del análisis de estos trabajos y estudios, así como de otros que vinieron después con otras técnicas, sabemos que existen zonas del cerebro especializadas en realizar ciertas tareas o, al menos, las desempeñan mejor que otras zonas. Lesiones o daños en estos lugares, a veces, imposibilitan llevar a cabo una acción, lo realizan mal o de forma incompleta.
Sin embargo, el cerebro funciona de manera integrada y coordinada, ambos hemisferios se complementan. Un ejemplo sería imaginar o ver un paisaje que queremos dibujar, con sus formas y colores, donde el hemisferio derecho realiza una labor destacada (un procesamiento visuoespacial). Mientras que cuando estoy dibujando esa idea en un papel la activación del hemisferio izquierdo se incremente al hacer las líneas, usar los colores, etc. Por tanto se necesita tanto de un hemisferio como del otro para llegar a un buen resultado final (así como de una buena coordinación entre ellos).
El cerebro es un órgano bastante plástico, en cierto modo moldeable, sobre todo en las primeras etapas de la vida, aunque hay tendencias a que algunas áreas desarrollen mejor ciertas tareas. Ya se ha visto que para la mayoría de los individuos diestros, y una parte de los zurdos, prestar atención a estímulos relacionados con el lenguaje genera una actividad cerebral mayor en el hemisferio izquierdo.
También se sabe que ciertas tareas aritméticas, como contar o verbalizar las tablas de multiplicar, activan más neuronas en el hemisferio izquierdo que en el derecho. Se trata de una activación extra de ese hemisferio frente al otro, no de una exclusividad. La información fluye entre ambos hemisferios, activándose algunas áreas más según la necesidad de procesamiento.
Un caso curioso que desvela que no está todo tan claro es el de los jugadores de ajedrez. Un jugador novato, a la hora de identificar las piezas y sus movimientos, tiene mayor activación en áreas más ventrales del hemisferio izquierdo. Sin embargo, un jugador experimentado de ajedrez, además de esas zonas, activa otras similares en el hemisferio derecho, estableciendo un procesamiento en paralelo.
Bibliografía para saber más:
Batista-García-Ramó, K. y Fernández-Verdecia, C. I. (2018). What we know about the brain structura-funtion relationship. Behavioral Science, 8(4), 39-41.
Finger S (2000). Minds behind the brain. A history of the pioneers and their discoveries. Oxford University Press, Oxford.
Jarret C (2015) Great Myths of the Brain. Wiley Blackwell, Chichester, Reino Unido.
Kandel Eric R., Schwartz James H., Jessell Thomas M., Siegelbaum Steven A. & Hudspeth A. J. (2012): Principles of Neural Science, Mc Graw Hill, New York.