Francisco Tomás Hermenegildo Garcés, OFM, fue el cuarto hijo de Juan Garcés y Antonia Maestro, agricultores en Morata (Zaragoza, España); a los 15 años entró en el convento franciscano de San Cristóbal de Alpartir, estudió teología en Catalayud y con 24 fue ordenado sacerdote. Solicitó pasar a las misiones americanas, y junto a otros 23 franciscanos embarcó en Cádiz (1763). Entró en el más antiguo de los Colegios Apostólicos de Propaganda fide de América, el de la Santa Cruz de Querétaro (1682), destinado a formar misioneros para la frontera norte de la América española.
Nueva España
La expulsión de los jesuitas, ejecutada en Nueva España en junio de 1767, dio a los franciscanos la oportunidad de hacerse cargo de sus misiones en la Pimería Alta (hoy Sonora y Arizona). Tras casi un año de camino y 2.500 kilómetros, Garcés llegó (junio, 1768) a la misión de San Xavier del Bac (hoy cerca de Tucson, Arizona), la más septentrional. Fundada en 1692 por el jesuita Padre Kino, para cristianizar a la nación tohono o´odham (pápagos). La modesta iglesia de adobe construida por el jesuita canario Alonso Espinosa (1763) estaba semi abandonada, pero cuatro años después cobijaba a 270 personas, y en 1783 un franciscano vasco, Juan Bautista Velderrain, con el préstamo de un empresario sonorense, la dirección de Ignacio Gaona (probablemente nacido en España) y manos O´odham, levantó el actual templo barroco.
Las misiones eran centros agrícolas y ganaderos, para atraer a las naciones indias e incorporarlas pacíficamente a la Monarquía, lidiando con el empuje de los colonos y los ataques de pueblos hostiles. Garcés, al poco de llegar, sobrevivió a dos asaltos apaches (octubre y febrero), que además de matar a varios pápagos, esquilmaron las 25 vacas y 24 caballos de la misión. La población de la misión fluctuaba, y así, durante los primeros meses de 1769 “vivió casi solo, únicamente acompañado por dos soldados, el gobernador indígena y el caporal del ganado” (DBE). No había llegado ahí para quedarse quieto, y empezó a hacer viajes en busca de nuevas gentes, a través de territorios desconocidos, que le darían fama, por ser el primer occidental en poner el pie en lugares como el territorio del hoy estado de Nevada.
En 1771 inició el viaje más temerario de su vida, solo “con un par de caballos (…) su “aguja del norte”, su breviario, una imagen de Cristo y otra de la Dolorosa y un cuchillo grande” (DBE) en busca de la junta de los ríos Colorado y Gila. Como era habitual entre los misioneros, lo plasmó en un diario, que describe tierras y habitantes. Fue un viaje crucial, pues Garcés localizó los aguajes y vados necesarios para unir Sonora y Alta California, y estableció relaciones con las naciones indias, para que los españoles no fueran atacados.
Alta California
Atraídos por las pieles de nutria, la presencia rusa en Alta California (hoy, el Golden State) espoleó la colonización española. La “Santa expedición” comandada por el leridano Gaspar de Portolá (1769-1770) y en la que participó Junípero Serra, inició su colonización fundando, entre otras, la misión de San Diego de Alcalá (1769) y el presidio de Monterey (1770); pero la ruta, a través de la costa californiana, era poco práctica. El virreinato necesitaba una ruta a través de Sonora, que permitiera auxiliar a las misiones y asentar colonos. Gracias a Garcés, cuyos descubrimientos eran conocidos en México y en Madrid, el sonorense Juan Bautista de Anza (1736-1788) inauguró la “entrada” que permitió colonizar Alta California.
Garcés estuvo en las dos expediciones del sonorense; la primera (1774), de exploración, alcanzó Monterey; la segunda (1775-1776) llevó dos centenares de colonos, la mayoría de Culiacán, desde Túbac a California (hoy, Anza National Historic Trail), fundando el germen de San Francisco (1776); en las dos, Garcés solo les acompañó hasta el Colorado, siguiendo después, su propia exploración, acompañado de pocas personas, entre los que, en 1775-1776, estaba el cochimí Sebastián Tarabal “El peregrino” -que había participado en las expediciones de Portolá y la primera de Anza-; no sabemos exactamente su ruta, pero fue el primer europeo en recorrer Nevada.
Muestra de la importancia de Garcés para la que fue la última expansión española en América, es la carta del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa, conservada en el Archivo General de Indias:
Yuma
En 1776, el virrey Bucarelli informó al Secretario de Estado y de Despacho Universal de Indias, José de Gálvez y Gallardo (1720-1787), patriarca del clan Gálvez, que el teniente coronel Anza había regresado a Sonora junto al:
Gálvez, que había sido Visitador General de Nueva España (1765), aprobó el proyecto. enviando órdenes al virrey y a la Comandancia General de las Provincias Internas, para que “al Capitán Yuma Salvador Palma se le trate con distinción, conservándole en su cacicazgo; y que no se agravie en su bienes y Terrenos á los Gentiles que quieran hacer paz con nosotros, aunque no admitan el basallage de S.M.” (Chapman, C.E.:445).
Se fundaron dos misiones-pueblos de españoles, en la junta de los ríos Colorado y Gila (hoy, Yuma Crossing), La Concepción (octubre, 1780) y San Pedro y San Pablo de Bicuñer (enero, 1781); con una treintena de familias novohispanas y un puñado de soldados, a los que se sumaron 4 franciscanos, para dar servicio a los españoles y misionar a los gentiles; en total, 162 personas. Garcés fue destinado a La Concepción, junto al navarro fray Juan Antonio Barreneche. La novedad de mezclar misión y pueblo, fracasó. La bienvenida inicial se tornó hostilidad, y los yumas, arrasaron los pueblos españoles, matando a todos los hombres, salvo a 6, y llevándose a las mujeres y niños.
Adioses
La matanza de Yuma Crossing, aunque hoy olvidada, fue una de las fechas más decisivas en la historia de la América española. Se enviaron varias expediciones contra los alzados, pero la ruta permaneció cerrada. Tras 50 años de conflictos, el recién independizado México logró construir un fuerte –Fort Romualdo Pacheco– cerca de los restos de las misiones-pueblos (1825), pero pocos meses después, y tras un ataque indígena (de los diegueños), el único fuerte construido por México en Alta California fue abandonado. La pérdida de la ruta frenó la colonización hispana, facilitando la ocupación estadounidense (1846).
A Garcés le mataron el 18 de julio. Según el leridano Pedro Fagés, al mando de la primera expedición tras la masacre, encontraron los restos de Barreneche y Garcés el 31 de diciembre, gracias a que “una india que los estimaba mucho había hecho la buena obra de enterrarlos, dejando por señal una cruz pequeña de palo por la que se conoció el sitio” (Curiel, J.R: 97). Los 4 franciscanos (Garcés, Barreneche, el soriano José Matías Moreno y el onubense Juan Marcelo Díaz) terminaron reposando en Santa Cruz de Querétaro (1794); El sonorense fray Diego Miguel Bringas de Manzaneda y Encinas, les dedicó un sermón en el que defendió, frente a “los hombres exterminadores que el mundo llama héroes” a los “héroes de la caridad que sacrifican la propia vida para conservar las ajenas” (Curiel, J.R.:99), y defendió las misiones queretanas de Sonora, que “eran seriamente cuestionadas por las autoridades civiles y militares de aquella provincia, por ser vistas como elementos que ralentizaban la incorporación de los indígenas al servicio de rancheros, hacendados, mineros y militares locales” (Curiel, J.R.: 101).
Pero el sistema misional, nacido para preparar y defender a los indios del inevitable choque con Occidente, se apagaba. El último franciscano de la misión de San Xavier del Bac, el jerezano nacionalizado mexicano Rafael Díaz, tuvo que dejarla en 1828. Fue también el último franciscano de la frontera nacido en España.
Memoria
La memoria de Garcés se mantiene viva, especialmente en California y Colorado. En California, una estación (El Garces Intermodal Transportation Facility, en Needles) y varias placas recuerdan sus rutas, como el Garces-Smith Monument (1931) en San Bernardino National Forest; y tiene varias estatuas. La Saint Thomas Indian Mission (1923), reconstrucción de la Misión Puerto de Purísima Concepción, pegada a México, está presidida por una estatua donde al fraile le acompañan un indio y un ángel, y en Bakersfield tiene dos estatuas, una del escultor finés-estadounidense John (Uno) Palo-Kangas (1904-1958) que adorna el Garcés Circle, y otra a la entrada del Garces Memorial High School, preparatoria fundada en 1947. En Nevada, la catedral de su capital, Reno, le dedica una de sus una de sus vidrieras, y en Las Vegas, tiene un monolito en Lorenzi Park (1954), da nombre a una de sus primeras calles: Garces Avenue y una placa en su catedral, del Ángel de la guarda, sufragada por una organización católica, de curioso nombre, fundada en Nueva York por William Harper Bennett en 1904: The Order of the Alhambra.
Bibliografía
Chapman, C.E. (1919) Catalogue of Materials in Archivo General de Indias; University of California Press.
De la Torre Curiel, J.R. (2016) Santidad y martirio en testimonios jesuitas y franciscanos sobre la cristianización del noroeste novohispano. Siglos XVII y XVIII; Relac. Estud. hist. soc. vol.37 no.145.
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-39292016000100063
Santiago, M. (2010) Massacre at the Yuma Crossing: Spanish Relations with the Quechans, 1779-1782; The University of Arizona Press.
Morales Valerio, F. Francisco Garcés; DBE de la RAH:
https://dbe.rah.es/biografias/14098/francisco-garces
PARES (Portal de Archivos Españoles)
https://pares.culturaydeporte.gob.es/inicio.html