“Los de Igueriben mueren, pero no se rinden” El preludio de Annual: II

“Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros”. (Comandante Julio Benítez).

Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_) en XL Semanal

¿Que cómo es el infierno? Que se lo pregunten a los de Igueriben. Nadie ha vuelto de las profundidades del Hades para dar testimonio del eterno castigo que depara Lucifer a los pecadores, pero si el inframundo es como lo pintan, en las jornadas previas a Annual hubo algunos españoles que tuvieron tiempo de mirar al Diablo a la cara antes de redimir sus almas.

Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_)

Es difícil calcular qué fue lo peor para los defensores de Igueriben después del desastre de la aguada del 17 de julio, ¿las patatas machacadas, el líquido y aceite de las conservas, la tinta, la colonia, o los orines que debieron beber para sofocar la sed? ¿Acaso fue peor el sentimiento de abandono? ¿O lo más devastador fue lo que vieron hacer a los moros con los cadáveres de sus compañeros? Es imposible cuantificar el miedo, el horror y la desesperación por la que pasaron aquellos héroes escogidos por la fatalidad del azar.

Y es que a esas alturas los de Igueriben ya eran héroes, y lo eran porque pese a todo aquel infierno, decidieron sobreponerse y resistir. Resistieron por pundonor, por camaradería, porque sabían perfectamente lo que supondría para los de Annual que los rifeños tomaran su posición.

La madrugada del 17 al 18 de julio los rifeños reanudaron las hostilidades por la noche y se lanzaron contra los españoles, llegando a alcanzar la alambrada y dando lugar a los primeros combates cuerpo a cuerpo. En este lance los mulos destinados a convoy quedaron mutilados y hubieron de ser rematados. El calor de aquel día, que ciertas fuentes cifran en 55º, terminó por hinchar y reventar los cadáveres de los animales, sembrando un hedor insoportable por toda la posición y atrayendo a todo tipo de insectos. Por si esto fuera poco, los moros lograron hacerse con el control de un cañón, que si bien disparaban con poco acierto, servía para causar cierto desconcierto entre los defensores.

Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_)

A las 4:00 del 19 de julio el Comandante Benítez, tan estoico como sus hombres, volvió a ponerse en contacto con Annual solicitando refuerzos desesperadamente. Hasta 4 columnas se formaron para probar suerte con el rescate, pero ante el enconado fuego de fusilería de los rifeños todas optaron irremediablemente por la retirada. Ese mismo día por la tarde, un proyectil de artillería golpeó duramente el parapeto norte de la posición e hizo saltar por los aires cuatro cajas de municiones.

Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_)

A falta de agua, refuerzos y provisiones, el Comandante Benítez recibió un telegrama que rezaba: El Mando felicita a los heroicos defensores, alentándoles a seguir manteniendo la resistencia con ese admirable espíritu de sacrificio, que es la admiración y orgullo de sus hermanos de armas. Ya se hallan concentradas en Annual numerosas fuerzas que han de convoyar los socorros de que tan necesitados está esa posición. Y tropas frescas para relevar a los heroicos defensores de Igueriben, que tan ganado tienen el descanso. La Patria, atenta a vuestro gallardo gesto, sabrá recompensar vuestros sacrificios.

Mermados, sedientos, heridos y exhaustos, pero sin despegar el fusil de la cara, los españoles de Igueriben continuaron resistiendo de madrugada, sufriendo los continuos asaltos, la explosión de las granadas moras y el fuego indiscriminado. Desde la posición se pidió a los artilleros de Annual bombardear los alrededores de Igueriben, con lo que los defensores al menos pudieron respirar aliviados durante unas horas. El tiempo suficiente como para que el General Navarro, recién llegado a Annual con refuerzos de la policía indígena, decidiera rehusar el envío de refuerzos a Igueriben por considerar inútil cualquier intento. La noticia no se comunicó a los defensores.

Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_)

20 de julio, desde Igueriben el Comandante Julio Benítez continuaba insuflando ánimos desesperados a su tropa mientras observa impotente como aquellos pobres muchachos lentamente quedaban a merced de la rabia mora. El desgaste, el calor y la falta de municiones pronto inutilizaron las ametralladoras, y por si aquello fuera poco en medio del hastío un proyectil voló por los aires la enfermería, llevándose consigo 30 heridos por delante. Apenas quedaban 100 defensores en la posición que no alcanzaban ni a cubrir el parapeto. Benítez, desesperado telegrafió a Navarro: Se ahogan con el hedor de los cadáveres; la pestilencia y carencia de agua hace mortales las heridas y conclúyense las municiones. La respuesta no pasó de: Héroes que tan alto ponéis el nombre de España … resistir unas horas más, pues lo exige el buen nombre de España.

Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_)

Resistid esta noche, y mañana os juramos que seréis salvados, o todos quedaremos en el campo del honor. Con este telegrama de Navarro pasaron la madrugada los defensores de Igueriben batiéndose entre disparos y bayonetas. Al despuntar el alba del día 21 de julio de 1921, el General Navarro puso en marcha el cumplimiento de su promesa enviando 3.000 hombres en dos columnas. Sin embargo, nuevamente, aquello no pasó del intento. Los hombres enviados por Navarro apenas demostraron capacidad combativa y, tan pronto como los oficiales tomaron cuenta, decidieron tocar a retirada.

Benítez, que observaba atónito tal despropósito telegrafió a Annual diciendo: Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros. El General Fernández Silvestre, recién llegado a Annual con refuerzos y testigo del mensaje de Benítez, recomendó al Comandante parlamentar con el enemigo, a lo que Benítez respondió con mucha braveza: Los oficiales de Igueriben mueren pero no se rinden.

Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_)

Hacia las 16:00 la situación se había vuelto insostenible, las avanzadillas españolas más próximas a Igueriben comenzaban a replegarse dirección Annual y desde dicha posición se exigió a Benítez abandonar la defensa. El Comandante aceptando con crudeza lo inevitable, decidió asumir toda la responsabilidad y respondió: Nunca esperé recibir de V.E. orden de evacuar esta posición, pero cumpliendo lo que en ella me ordena, en este momento, y como la tropa nada tiene que ver con los errores cometidos por el Mando, dispongo que empiece la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente, pues la oficialidad que integra esta posición, conscientes de su deber, sabremos morir como mueren los oficiales españoles. Acto seguido Benítez formó 5 columnas, repartió las municiones que quedaban, inutilizó la posición y, bajo el fuego de fusilería de los moros, despachó a sus hombres camino de Annual. Su última consigna al mando fue:

Sólo quedan doce cargas de cañón, que empezaremos a disparar para rechazar el asalto. Contadlos, y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros, pues moros y españoles estaremos revueltos en la posición.

Comandante Julio Benítez. Jefe de la posición de Igueriben
Imagen coloreada por «Coloreando Historia» (@Eugenio_R_)

Mientras la tropa caló bayoneta y se lanzó ladera abajo ante el ataque de los rifeños, Benítez y el resto de la oficialidad aguantaron en la posición cubriendo la retirada de sus hombres. Allí dejaron la vida todos salvo el Teniente Casado, que fue apresado. Del resto de la tropa tan sólo sobrevivieron 14 soldados, aunque otras fuentes cifran en 36 los supervivientes. 4 de ellos fenecerán en Annual antes del desastre intoxicados por un atracón de agua. Se calcula que en total murieron 320 hombres de los 354 defensores.

Pese al encono y braveza de su defensa, el esfuerzo de los héroes de Igueriben tan solo sirvió para que las futuras víctimas del Desastre de Annual retrasaran unos días más la fecha de su óbito. El Alto Mando reaccionó mal y demasiado tarde, haciendo imposible su rescate y desaprovechando el tiempo que aquellos mártires fueron capaces de rascar al Diablo para poner a salvo la vida de los miles de soldados acantonados en Annual.

Fotografía:

Bibliografía:

  • María Gájate Bajo. “El Desastre de Annual. El pleito de las responsabilidades en la gran prensa (1921-1923)”. (2013).
  • Servicio Histórico Militar. Historia de las Campañas de Marruecos. Tomo III. Madrid, (1981).
  • Javier Tusell, Manual de historia de España, s.XX. Historia 16 (1990).
  • Juan Picasso González, El Expediente Picasso. Las sombras de Annual. Almena (2018).

Scroll al inicio