La obra El gaucho Martín Fierro, escrita por el poeta argentino José Hernández, se trata de un poema narrativo perteneciente a la literatura gauchesca, en el que se cuentan las dificultades y penalidades por las que pasa el gaucho argentino Martín Fierro desde que es separado de su mujer e hijos para luchar en la frontera contra los indígenas hasta convertirse en un gaucho fuera de la ley. El cambio de pensamiento y comportamiento que desarrolla a lo largo de la obra Martín Fierro, gaucho que trabajaba incansable en su rancho familiar, se ve justificado por la injusticia social que se cierne sobre su vida, cosa que lo lleva a ser un forajido.
El vate argentino y el texto fueron alabados y admirados profundamente por Miguel de Unamuno, quien ya en su juventud, en una carta a su amigo Juan Arzadun en 1892, declaraba de José Hernández: «Es el primer poeta en lengua castellana (o parecida) que viva hoy, a mi gusto». Además, en el prólogo de la obra de Luis Maldonado Querellas del ciego de Robliza, Unamuno expresa: «Andaba fuera de mí con el Martín Fierro, poema popular gauchesco, enamorado perdidamente de su frescura y su pujanza, del alma cándida y briosa que en él se refleja. Ejercía en pro una especie de apostolado, empeñándome en que lo leyeran mis amigos y hasta en obligarles a que les gustara». Incluso dedicó su tiempo a realizar un artículo titulado «El gaucho Martín Fierro», donde expone lo siguiente: «Es una hermosura, una soberana hermosura, lo más fresco y aun hondamente poético que conozco de la América española». Y es que el amor que sentía Unamuno por José Hernández y, en concreto, por el Martín Fierro no era una sinrazón. Es considerada una obra literaria capital de la literatura argentina, donde el gaucho es elevado como símbolo y representante para todo un país.
Solo nos basta un pequeño fragmento para admirar la hermosura y la frescura que clamaba tan abiertamente Unamuno:
Sosegao vivía en mi rancho, como el pájaro en su nido. Allí mis hijos queridos iban creciendo a mi lao… Sólo queda al desgraciao Lamentar el bien perdido. Cantando estaba una vez en una gran diversión, y aprovechó la ocasión como quiso el juez de paz: se presentó y ay no más hizo una arriada en montón. Juyeron los más matreros y lograron escapar. Yo no quise disparar: soy manso y no había por qué. Muy tranquilo me quedé y ansí me dejé agarrar. Allí un gringo con un órgano y una mona que bailaba haciéndonos rair estaba cuando le tocó el arreo. ¡Tan grande el gringo y tan feo! ¡Lo viera cómo lloraba! Hasta un inglés sangiador que decía en la última guerra que él era de Inca-la-perra y que no quería servir, tuvo también que juir a guarecerse en la sierra.
Como vemos, se nos describe el momento en el que Martín Fierro es apresado y reclutado por el gobierno para ir a luchar contra los indios a la frontera. Observamos que en la primera estrofa se expone la tranquilidad que siente el protagonista al vivir en su rancho con su familia, cosa que se va a truncar a partir de las siguientes estrofas, donde se muestra cómo fue reclutado: en mitad de una especie de francachela, se presenta el juez de paz, quien con su presencia y sus intenciones de reclutar para la frontera provoca el alboroto y la huida de varios de los presentes e, incluso, el llanto de otros; y, de esta forma, alista al gaucho Martín Fierro, el cual se mantuvo tranquilo y manso. Se trata de un episodio clave en el desarrollo del argumento, ya que es el punto de inflexión en la trama que desencadena el cambio de ser feliz en su rancho al lado de su familia a pasar por todas las penurias que se describen a lo largo de la obra.
Por otro lado, atendiendo a una cuestión capital, destacar un aspecto que llama mucho la atención a la hora de realizar la lectura de este fragmento y, en general, del Martín Fierro: su lenguaje. Es curioso ver el uso que hace José Hernández del lenguaje para escribir esta obra, cuyo objetivo es reflejar el modo de hablar que tenían los gauchos argentinos, lo cual le llevó a ser criticado por muchos de sus contemporáneos por emplear un lenguaje procedente del registro vulgar e inculto.
Analicemos algunos casos que ejemplifican lo que decimos:
- Elisión: nada más comenzar el fragmento que nos ocupa, leemos «sosegao», en el que observamos la supresión de la letra d en sosegado. Así, también encontramos «lao» y «desgraciao», por ejemplo.
- Cambio de la letra j en el lugar de la h: esta escritura responde al modo de pronunciar que tendrían los gauchos, quienes aspiraban la letra h al realizarla, produciendo un sonido similar al correspondiente a la letra j. Así, leemos en el fragmento «juyeron» en vez de huyeron y «juir» en lugar de huir.
- Incorrecciones léxicas: a lo largo de la obra nos encontramos con numerosos casos en el que se usan términos mal escritos, los cuales pertenecen al registro vulgar e inculto que refleja la común baja formación educativa que poseían los gauchos. Un ejemplo que está presente en nuestro fragmento es el uso de «rair» en lugar de reír.
El gaucho Martín Fierro es un clásico de la literatura hispanoamericana y, como ya hemos dicho, un símbolo nacional para Argentina. Y para entender la actitud y la personalidad que componen a la figura del gaucho, se recurre a una historia mítica sin fundamentación histórica en la que un tal Alejo Godoy, ciudadano porteño de origen andaluz, gritó «¡Muera Felipe II!» al no llegarle respuesta por parte de este de una carta que le envió para informarle sobre las injusticias que reinaban en la ciudad. Seguidamente, emigró con su caballo al campo.
Historia legendaria que nos ayuda a ver cómo era el gaucho: hombre de campo trabajador que, acompañado de su caballo y llevado por su alma inconformista y crítica con la legislación social, atiende a la sencilla vida rural y a la libertad por encima de todo. Así, resaltar también el origen criollo de estos, quienes, en contacto con tribus nativas, fueron creando su propia idiosincrasia.
Y es que no es baladí su relación con España, de la cual Unamuno ya expresó que el poema de José Hernández está plagado de «modismos, fonetismos, y formas dialectales tan poco indígenas de la pampa, que aún se usan en no pocos lugares de España» y que, también, asoció a la historia de la literatura española y, por ende, a la cultura peninsular que heredó Hispanoamérica y que todos nosotros compartimos: «Aquellos gauchos son nuestros aventureros y el soplo que anima a ese poema hermosísimo en su misma monotonía es el soplo de nuestro viejo Cantar de Mio Cid, de nuestros primitivos romanceros».
Bibliografía
- ALIFANO, Roberto (2017). El gaucho, la literatura gauchesca y Borges. En El Imparcial. [En línea].
- GARCÍA BLANCO, Manuel (1964). América y Unamuno. Madrid: Gredos.
- LORENTE MEDINA, Antonio (2018). Letras hispanoamericanas coloniales. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.