La batalla del Somme, la más sangrienta de la Gran Guerra

Desde 1 de julio hasta el 18 de noviembre de 1916, tuvo lugar la batalla del Somme, la más sangrienta de toda la Primera Guerra Mundial. Este enfrentamiento se concibió para aliviar el esfuerzo bélico de Verdún y fue considerada ‘la tumba de barro del ejército alemán’. A pesar de ello, los aliados también pagaron un precio muy alto en vidas por ganar tan solo unos pocos kilómetros de territorio.

Antecedentes: la Gran Guerra

El Imperio alemán había arrebatado a Francia las regiones de Alsacia y Lorena después de su victoria en la guerra franco-prusiana (1870-1871). Este acontecimiento generó un sentimiento de revancha entre los franceses que ansiaban por encima de todo recuperar su territorio nacional usurpado a manos de los alemanes. Para contrarrestar el poderío alemán, Francia buscó la alianza de Rusia en 1892. Posteriormente, los franceses firmaron la Entente Cordial con Reino Unido en 1904 poniendo fin a la eterna rivalidad entre los dos países. Tres años después, Rusia suscribió el acuerdo ruso-británico. Estas alianzas dieron lugar a la Triple Entente. Pero el poderoso Imperio alemán ya había pactado con el Imperio austrohúngaro e Italia en 1882 para conformar la Triple Alianza, en caso de ser atacados por Francia o Rusia. Sin embargo, Italia cambiaría de bando mucho más tarde por las promesas territoriales que le ofrecieron.

Tras un largo período de paz, a principios del siglo XX las grandes potencias europeas se habían agrupado en torno a dos grandes bloques: la Triple Alianza (Imperio alemán, Imperio austrohúngaro e Italia) y la Triple Entente (Francia, Reino Unido y el Imperio ruso). El recelo entre las dos partes era patente debido a las aspiraciones colonialistas frustradas de alemanes e italianos y al dominio de los conflictivos Balcanes, punto de fricción entre los imperios ruso, austrohúngaro y otomano (éste último apoyará a las Potencias Centrales). El asesinato de Francisco Fernando, heredero del Imperio austrohúngaro junto a su esposa Sofía Chotek en Sarajevo el 28 de junio de 1914 por un nacionalista bosnio, generó una reacción en cadena que arrastró al abismo a casi todo el continente europeo. La esplendorosa ‘Belle Époque‘ se acercaba a su trágico final.

El 28 de julio de 1914, el Imperio austrohúngaro declaró la guerra a la vecina Serbia por negarse a iniciar una investigación en su territorio por el doble asesinato. Entonces el Imperio ruso intervino para proteger a su aliado eslavo. Como respuesta, el Imperio alemán respondió contra Rusia el 31 de agosto. A su vez, el 2 de agosto los alemanes invadieron el pequeño estado de Luxemburgo y al día siguiente declararon la guerra a Francia. Para llevar a cabo la conquista del territorio francés, se había ideado el llamado ‘Plan Schlieffen‘, a través del cual se contemplaba primero una invasión de Bélgica. El 4 de agosto, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda inició sus hostilidades contra Alemania por su agresión a los belgas. El cruel conflicto que acababa de estallar se llamó la ‘Gran Guerra‘, más tarde rebautizada como la Primera Guerra Mundial.

Frente occidental

Al empezar la Gran Guerra, todos los países implicados apostaban por una corta campaña de semanas o tal vez meses. No obstante, la contienda se alargaría durante cuatro largos y sangrientos años en los que el sufrimiento humano alcanzó cotas inimaginables hasta entonces. A principios de agosto de 1914, se abrió el frente occidental en el que intervinieron por un lado el ejército alemán junto con la ayuda del austro-húngaro y por el otro, los ejércitos combinados de británicos, franceses y belgas (más tarde se les añadirían italianos, portugueses y estadounidenses). En la primera fase tuvo lugar la llamada guerra de movimientos, en la que los alemanes esperaban derrotar a Francia rápidamente a través de Bélgica para después concentrar toda su fuerza en Rusia. Sin embargo, todo se complicaría para el ‘invencible’ Imperio alemán.

Bélgica cayó frente al imparable empuje alemán, pero su enconada resistencia ayudó a los aliados a ganar algo de tiempo. En la primera batalla del Marne en septiembre de 1914, el esfuerzo conjunto de franceses y británicos frenó al ejército alemán cuando se encontraba a tan sólo 30 km de París. Fue entonces cuando empezó la ‘carrera al mar’ con el fin de bloquear los puertos atlánticos a los aliados. Pero de nuevo los alemanes no cumplieron sus objetivos tras la primera batalla de Ypres. Tras esta batalla, se instaló una larga línea de trincheras fortificadas con alambre de espino extendida desde el mar del Norte hasta la frontera suiza. El frente occidental empezaba a mostrar su verdadero rostro. Las esperanzas de acabar pronto con el enemigo y volver a casa de una pieza se habían desvanecido. El infierno se había desatado.

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Frente occidental

En abril de 1915, los alemanes emplearon por primera vez el gas venenoso durante la segunda batalla de Ypres. Tras un nuevo intento fallido por su parte, el ejército alemán pasó entonces a una posición defensiva. Para salir de esta situación, en la víspera de Navidad de 1915 el jefe del Estado Mayor alemán Erich von Falkenhayn presentó al káiser Guillermo II una brillante ofensiva en el oeste. Este plan apodado como ‘Operación Gericht‘ contemplaba una gran operación de desgaste en torno a Verdún, una plaza de alto contenido simbólico para los franceses. Falkenhayn esperaba causar un gran efecto psicológico que influyera en el gobierno de Francia y en su ejército si caía dicha plaza.

Por el lado aliado, en la conferencia de Chantilly celebrada en diciembre de 1915, el comandante en jefe del Ejército Francés Joseph Joffre abrió la posibilidad de iniciar una ofensiva franco-británica en la zona del río Somme. Este ataque estaba previsto para el verano del año siguiente. El objetivo de dicha ofensiva era hacer retroceder al ejército alemán de sus posiciones. No obstante, el 21 de febrero de 1916 el feroz ataque alemán concentrado en la ciudad-fortaleza de Verdún con el objetivo de desangrar al ejército francés, ocasionó un cambio de planes. Al absorber Verdún gran cantidad de tropas francesas, el peso de la operación del Somme quedó a cargo del ejército británico.

Desarrollo

El 1 de julio de 1916, dio comienzo la terrible batalla. Este día además fue recordado como el más negro de la historia del ejército británico: unos 20.000 muertos y otros 40.000 heridos en total. A pesar de estas cifras tan dramáticas, el general Douglas Haig no vaciló en enviar a la muerte batallón tras batallón en un interminable combate de desgaste. El campo de batalla se estaba convirtiendo en una auténtica pesadilla para sus soldados, aunque a Haig parecía no importarle demasiado. Ante la ferocidad de los combates, cada vez entraban en juego más tropas de los dominios británicos. Las ruinas de Pozières cayeron el 23 de julio gracias a un arriesgado ataque australiano.

En agosto, los aliados reforzados con tropas australianas y canadienses trataron de tomar la granja Mouquet sin demasiado éxito. A finales de verano, tuvo lugar un cambio de mando en la cúpula militar alemana. El fracaso de la operación de Verdún ocasionó que el orgulloso Falkenhayn fuese sustituido por Paul L. von Hindenburg, mucho más valorado a causa de sus triunfos en el frente oriental. El ejército alemán desarrolló un eficaz sistema de defensa mediante la construcción de una sólida línea fortificada en la retaguardia. A pesar de estas medidas, un nuevo arma de los aliados haría su aparición de manera totalmente inesperada. Su impacto cambió la forma de hacer la guerra hasta entonces.

El 15 de septiembre de 1916, los británicos iniciaron un ataque en la región de Flers Courcelette, donde utilizaron por primera vez los temibles carros de combate. En concreto, 50 unidades del modelo Mark-1. Esta innovación en el castigado campo de batalla provocó la inmediata sorpresa del ejército alemán. Estos primeros tanques se abrieron paso tras las alambradas logrando alcanzar las líneas enemigas. Los británicos habían jugado sus cartas astutamente, ya que habían divulgado que se trataban de tanques de agua para las tropas destinadas a Mesopotamia con el objetivo de confundir al enemigo. No obstante, estos primeros carros estaban escasamente acorazados y eran lentos y torpes, por lo que su avance fue bastante limitado. De hecho, muchos de ellos se averiaron o atascaron por el camino.

En el aire, se enfrentaron los aviones de ambos bandos con el objetivo de apoyar a sus respectivas infanterías. Durante el otoño, fuertes aguaceros transformaron la zona de combate en un inmenso lodazal nauseabundo. Las condiciones de los combatientes eran cada vez más espantosas, quienes no solamente se debían enfrentar al fuego enemigo, sino también a la humedad, el frío, las ratas, los piojos y las mortíferas epidemias. Un auténtico cóctel de muerte y desolación. La batalla final era aplazada día tras día hasta darse por concluida el 18 de noviembre. Las consecuencias de este fatídico enfrentamiento fueron demoledoras y quedaron grabadas para siempre en las crónicas de la guerra. Nunca antes se había visto una batalla de semejante calibre.

Modelo británico Mark-1

Consecuencias

El coste humano de la batalla del Somme fue catastrófico para ambos bandos: unas 620.000 bajas anglo-francesas por otras 450.000 alemanas aproximadamente, superando incluso a la de Verdún. Desde el punto de vista táctico, este enfrentamiento es considerado como una derrota alemana. Sin embargo, el avance territorial de los aliados fue mínimo: solamente se ganaron 10 kilómetros, una cifra ridícula teniendo en cuenta la altísima cantidad de muertos y heridos generada. Además el campo de batalla del frente occidental se convirtió en un terreno inmundo lleno de metralla junto con restos humanos y equinos en descomposición. Como consecuencia de las acciones militares llevadas a cabo, las cicatrices de esta colosal carnicería son todavía visibles a día de hoy. La aparición de los primeros tanques, aunque precaria, sería clave para el posterior devenir de la industria militar.

Las dos batallas de Verdún y Somme en su conjunto supusieron un grave contratiempo para el Imperio alemán, el cual además estaba combatiendo al mismo tiempo en el frente oriental contra la Rusia de Nicolás II. El ingente goteo de hombres para ambos frentes unido al férreo bloqueo británico que dificultaba su abastecimiento, estaba dejando al poderoso Imperio alemán exhausto y hambriento. Hasta la llegada de la primavera de 1918, los alemanes no fueron capaces de llevar a cabo otra ofensiva de gran envergadura en el frente occidental. Por otro lado, los horrores de la guerra quedaron reflejados en el documental propagandístico ‘La batalla del Somme‘, grabado en 1916 y considerado como el primer documental de guerra de la historia. El británico Douglas Haig fue ascendido a mariscal de campo en 1917, aunque su papel durante la contienda ha sido ampliamente cuestionado debido a la exagerada cantidad de hombres sacrificados para su causa particular.

Bibliografía

Buckingham, W. F. (2016). Verdun 1916. Amberley Publishing, The Hill, Stroud Gloucestershire.

Galán, E. J. (2014). La Primera Guerra Mundial contada para escépticos. Editorial Planeta, Barcelona.

Grant, G. R. (2012). 1001 Battles That Changed The Course Of History. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U. Barcelona.

Militaria. Primera Guerra Mundial. Susaeta Ediciones, S.A. Tikal, Madrid.

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