Eyam, el pueblo de la peste

Un pequeño pueblo inglés del condado de Derbyshire llamado Eyam, protagonizó una de las acciones más heroicas durante el brote de peste de 1665. Sus habitantes decidieron guardar una cuarentena durante más de un año para establecer un cordón sanitario y así evitar la propagación de la mortal epidemia, aunque para ello tuvieron que pagar un precio muy alto en vidas.

Pueblo de Eyam

Antecedentes: brote de 1665-1666

Eyam es un pequeño pueblo situado en el condado de Derbyshire, a unos 250 km al norte de Londres. A lo largo de su trayectoria, las vidas de sus apacibles habitantes no tuvieron mayores sobresaltos más que dedicarse a sus labores cotidianas. Sin embargo, un evento de trágicas consecuencias iba a marcar para siempre la historia de este humilde pueblo inglés en plena Edad Moderna. En el siglo XVII, las epidemias estaban a la orden del día debido a la precariedad del sistema sanitario y a las deplorables condiciones higiénicas de la mayoría de la población. De entre todas estas epidemias, había una especialmente temida y letal: la peste bubónica. Esta enfermedad era provocada por la bacteria Yersinia Pestis, que se transmitía a los humanos a través de la picadura de la pulga procedente de ratas infectadas. Por desgracia, en aquella época se desconocía su verdadero origen. Los estudiosos de entonces trataron de buscar explicaciones de la peste basadas en eventos tales como emanaciones pestilentes procedentes de las profundidades, cambios climáticos, enfermedades del ganado o incluso castigos divinos en respuesta por los pecados cometidos.

A principios de 1665, un terrible brote de peste procedente de la ciudad de Ámsterdam llegó a las costas de Inglaterra. La imponente ciudad de Londres fue testigo de la mayor epidemia de toda su historia, llegándose a contabilizar alrededor de 100.000 muertes, equivalente a una cuarta parte de su población en aquel entonces. El hacinamiento de la población londinense así como algunas medidas contraproducentes como la eliminación de perros y gatos, ocasionaron un agravamiento de los efectos de este brote. Para el mes de septiembre de 1665, se alcanzó el momento álgido de la epidemia con unas 7.000 muertes a la semana. Pero el brote no se detuvo en la capital inglesa, sino que avanzó imparable por otras ciudades como Norwich, Ipswich, Colchester, Southampton y Winchester. Parecía que toda la isla de Gran Bretaña estaba condenada a sufrir las devastadores consecuencias de la peste. Sin embargo, un diminuto pueblo del centro de Inglaterra iba a ejercer de ‘muro de contención’ contra la mortífera enfermedad gracias a la determinación y al sacrificio de sus responsables habitantes.

La gran plaga de Londres

Eyam contra la peste

La peste llegó a Eyam en septiembre de 1665 a través de los telares de un comerciante llamado George Viccars. Éste pobre incauto había viajado a Londres en pleno brote por encargo de su sastre, sin darse de que a su regreso las telas que portaba estaban repletas de pulgas. Fue la primera víctima de peste de Eyam. Ante esta muerte, el terror pronto se apoderó de los desventurados pueblerinos. Y no era para menos, pues ello significaba una mortalidad sin precedentes. No obstante, su comportamiento posterior marcó un antes y un después para salvar al resto de Gran Bretaña que no había sido afectada por el brote. Aleccionados por el recién elegido párroco del lugar Thomas Stanley, ayudado por su predecesor en el cargo William Mompesson, todos los habitantes de Eyam decidieron guardar una cuarentena de más de un año con el fin de no propagar la peste a las zonas aledañas. Aunque ello significara quedarse aislados del exterior por completo. Además se estableció una línea de piedras para marcar los límites de Eyam. También se pusieron carteles para advertir a los forasteros de los peligros de aventurarse en el área afectada. Se cerró la iglesia y se trasladaron los sermones al aire libre para evitar el contacto entre los feligreses. Los muertos se enterraron lo más cerca posible de sus casas con el fin de esquivar aglomeraciones en el cementerio. Para el suministro de víveres se ideó un sistema de pago mediante la colocación de monedas empapadas de vinagre en una roca con orificios situada a la salida del pueblo.

Iglesia parroquial de Eyam

Esta cuarentena total autoimpuesta entre todos los vecinos estableció un efectivo cordón sanitario contra la epidemia. Eyam constituía un destacado núcleo de comunicación de la ruta comercial entre Sheffield y Manchester, por lo que de no haber sido realizada esta acción hubiese ocurrido una catástrofe. Pero gracias a las drásticas medidas llevadas a cabo, zonas como el norte de Inglaterra o Escocia quedaran a salvo de la peste. No obstante, los pobladores de Eyam tuvieron que pagar un peaje exageradamente elevado: 260 de sus escasos 350 habitantes perdieron la vida. Las propias palabras de William Mompesson reflejadas en sus cartas fueron sobrecogedoras: ‘Mis oídos nunca han escuchado lamentos tan lamentables. Mi nariz nunca ha olido olores tan penetrantes y mis ojos nunca han visto espectáculos tan dantescos’. A pesar de la elevada mortalidad, hubo casos extraordinarios de inmunidad como el caso del enterrador de Eyam, que a pesar de dar sepultura a los fallecidos por la peste, no se contagió de la enfermedad. Otro caso llamativo fue el de Elizabeth Hancock, que sobrevivió a su marido y a seis de sus hijos. El brote se dio por terminado en noviembre de 1666. Como consecuencia de este nefasto acontecimiento, la población total de Inglaterra descendió de 5’25 millones de habitantes en 1650 a 4’9 en 1680.

Eyam en la actualidad

Por su heroica acción durante el brote de 1665-1666, Eyam fue posteriormente conocido como ‘el pueblo de la peste‘. Este apelativo tan simbólico resultó bien merecido dados sus resultados. El sacrificio llevado a cabo por sus habitantes, aunque sólo sobreviviese una cuarta parte de todos ellos, quedó grabado para siempre en la historia de Inglaterra. Las medidas preventivas que se practicaron entre su población en el siglo XVII fueron analizadas concienzudamente para combatir otros brotes de epidemias. El doctor especialista en enfermedades de la Universidad de Derby, Michael Sweet, destacó la singular actitud de los habitantes de Eyam para minimizar el contacto humano-humano y así disminuir la capacidad de propagación del patógeno sobre todo a las regiones circundantes. En la actualidad, este pintoresco pueblo constituye un reclamo turístico de la zona, con unos 30.000 visitantes al año. La poderosa lección que nos legaron sus desdichados habitantes bien podría aplicarse a nuestros tiempos más actuales. La inscripción existente a la entrada de Eyam siempre servirá de recordatorio a las generaciones venideras: “Cualquier medida que se tome antes de una pandemia parecerá exagerada. Sin embargo, cualquier medida que se tome después parecerá insuficiente”.

Bibliografía

Menéndez, A. (2020). ‘Eyam, el pueblo inglés que venció a la Peste en el siglo XVII: lecciones del pasado’. Cuencanews. https://www.cuencanews.es/noticia/73538/cuenca/eyam-el-pueblo-ingles-que-vencio-a-la-peste-en-el-siglo-xvii:-lecciones-del-pasado.htm

National Geographic. (2020). ¿Cómo un pueblo de Inglaterra venció a la peste en el siglo XVII?. https://www.ngenespanol.com/el-mundo/como-un-pueblo-de-inglaterra-vencio-a-la-peste-en-el-siglo-xvii/

Viana, I. (2020). ‘Los héroes de Eyam: el pueblo que se autoencerró un año en sus casas para frenar el peor rebrote de peste’. ABC Historia. https://www.abc.es/historia/abci-heroes-eyam-pueblo-autoencerro-casas-para-frenar-peor-rebrote-peste-202009030109_noticia.html

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