Imperialismo vs Imperio: misma raíz, diferente significado

Muchos utilizan Imperio e Imperialismo como palabras que expresan una misma realidad, sin embargo, atendiendo a la historia y la evolución de estos términos podemos concluir que hay importantes diferencias entre ambas:

En la definición de “imperio” que da la Real Academia Española podemos encontrar las siguientes entradas:

  1. Acción de imperar (mandar).
  2. Dignidad del emperador.
  3. Organización política del Estado regido por un emperador.
  4. Estado cuya forma de gobierno es un imperio.
  5. Tiempo de duración de un imperio.
  6. Conjunto de Estados o territorios sometidos a otro.

Sigue con unas cuantas entradas más que cuya definición no viene al caso. Podemos comprobar en esta serie de definiciones cómo se expresa de forma muy sucinta el valor legal de la palabra imperio cuando se refiere al poder del emperador y también al valor territorial. Sin embargo, no deja de ser una definición escasa para un tema tan complejo.

El diccionario de Oxford va un poco más allá y se aventura a realizar una definición algo más completa: “organización que engloba a pueblos diversos, con lenguas distintas y casi siempre religiones distintas”. En esta definición se puede apreciar la complejidad de la organización social y política que supone un imperio.

A principios del siglo XX apareció un término nuevo, que aumentó la complejidad de la palabra imperio y creó cierta confusión en torno al término que todavía perdura hoy en día. La palabra imperialismo fue introducida en 1902 por el economista John A. Hobson en su obra Imperialism, a study. Según el británico, el imperialismo era el resultado de las necesidades insaciables del capitalismo, por tanto, una realidad negativa. Este término lo rescató Lenin para hacer referencia a la expansión colonial y considerarlo como una fase superior del capitalismo. Las palabras imperialismo e imperio se mezclaron y se confundieron de tal forma que la condena moral impuesta al nuevo término se trasladó a todo tipo de imperio.

Caricatura de las principales potencias imperialistas del siglo XIX en el reparto de China

Junto a imperialismo se fueron rescatando otros términos que corresponden a la época imperial romana como es el caso de las colonias, de hecho, colonialismo es un sinónimo de imperialismo. Sin embargo, una colonia romana no era lo mismo que una colonia del siglo XIX. En época romana “colonia” solo eran las ciudades y no el territorio. Además, las ciudades con el estatus político de colonia eran más dependientes de Roma que las ciudades que tenían el carácter de municipium, sin embargo, las primeras tenían más prestigio e importancia, pues contaban con la maiestas (supremacía religiosa) y eran consideradas como “copias” de Roma. Por tanto, ser colonia era un honor en época romana, todo lo contrario que en el s. XIX, cuando una colonia se refería más al territorio, tenía un estatus comercial, no tanto político ni religioso y la población local no poseía derecho alguno.

No vamos a negar la definición de Hobson y de Lenin en cuanto a imperialismo porque seguramente tengan toda la razón, pero vamos a ampliar un poco el objetivo para distinguir ambos términos. Como afirmó el economista inglés, el imperialismo es resultado de las necesidades del capitalismo, por tanto, este término no puede remontarse más atrás que a finales del siglo XVII, puesto que antes este sistema económico no existía. Lenin sí que lo extendió hasta la prehistoria para justificar la eterna lucha de clases, sin embargo, en cuanto historia se refiere, comparar realidades contemporáneas con realidades del pasado es un ejercicio muy reduccionista que no asume la complejidad del ser humano y su realidad histórica.

Por tanto ¿qué tienen que ver los imperios anteriores al siglo XVII con el imperialismo? Simplemente su raíz etimológica, puesto que el tipo de organización, las formas de dominio y el objetivo de ese dominio son totalmente diferentes. El imperialismo es, como bien definía Hobson, el resultado de las necesidades del capitalismo, por tanto, el dominio puede ejercerlo un estado o una empresa o un conjunto de ambas. Esta realidad no se ciñe a ningún aspecto legal o cultural, sino que es una realidad económica, su objetivo es obtener beneficios y su arma principal es el capital. Para conseguir el poder sobre otros estados, grupos o empresas se puede utilizar la fuerza física (ejércitos), la fuerza legal (cambiar, crear o eliminar leyes), la influencia cultural… Lo que debe quedar claro es que cuando decimos imperialismo nos referimos a una realidad económica y normalmente negativa, puesto que muchas veces no existen límites morales.

A una potencia imperialista se le suele llamar “imperio”, un ejemplo lo tenemos en el Imperio británico, cuya expansión estuvo movida por el recién aparecido sistema que ayudaron a constituir las teorías del escocés Adam Smith. Un dominio económico no busca más que el beneficio material, por ello no se preocuparán por la cultura de la nación que ocupan, ni de su religión y seguramente tenga a la población indígena apartada de sus actividades o eliminen a ciertos grupos a causa de su resistencia a dejarse dominar y arrebatar tierras. Un imperio, sin embargo, no busca un asentamiento simplemente económico, su expansión busca extender su ley y su cultura tanto a regiones como a personas. Veremos un poco más detenidamente estos aspectos en los puntos siguientes.

Imperio británico en su máxima extensión (1921)

A parte del concepto de imperialismo, aparecen otros términos como el de imperio informal. Dandelet[1] en su obra La Roma española nos habla del dominio que poseía la Monarquía Hispánica sobre la Ciudad Eterna durante los reinados de los Reyes Católicos, Carlos V y, sobre todo, Felipe II. Este dominio, sin embargo, no se basaba en la fuerza militar, sino que se trataba de un poder abstracto, una influencia política y cultural con la que incluso se llegaba a influir en los cónclaves. Esta realidad de imperio informal ha sido más discreta a lo largo de la historia y todavía hoy podemos encontrar ejemplos similares como el de los EEUU sobre Europa.

Ya Aristóteles a la hora de aconsejar a su discípulo, Alejandro Magno, le explicaba al héroe macedonio la forma en la cual debía regir grandes espacios geográficos y, para ello, distinguía dos realidades: hegemon y basileus. Con el término hegemon, del cual proviene la palabra hegemonía, el sabio griego hacía referencia al control de las polis griegas, el cual debía ser “invisible”, es decir, sin un dominio directo. Esto es lo que hoy conocemos como imperio informal, una influencia política, socio-económica y cultural que no necesitaba de la fuerza militar. Por otro lado, el basileus, traducido literalmente como “rey” o “señor”, debía utilizarse para controlar a los bárbaros, los cuales precisaban de un dominio directo, militar, de manos de un gobernador.

Como vemos hay varias realidades que coinciden con el origen romano de imperium, sin embargo, esta concepción es propia del mundo greco-latino ¿se puede entonces utilizar la palabra “imperio” para otras realidades que no son culturalmente occidentales?


[1] Dandelet, T.J., La Roma Española, Crítica, 2002

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