Posiblemente si repasamos la literatura correspondiente a la Segunda Guerra Mundial, encontremos episodios tan emblemáticos para los vencedores como la batalla de Inglaterra o la batalla de Stalingrado, entre otros. Estos heroicos enfrentamientos contra las Potencias del Eje quedaron enmarcados para la gloria del Reino Unido y la Unión Soviética respectivamente. No obstante, también existieron otros eventos quizá no tan memorables tales como la gran hambruna de Irán, a raíz de la ocupación anglo-soviética del país persa de 1941.
Antecedentes: ocupación anglo-soviética
Desde tiempos antiguos, Irán (antes conocido como Persia) había sido el origen de grandes civilizaciones como el gran Imperio aqueménida. A lo largo de su extensa historia, la nación persa ha sufrido incontables episodios de auge y de declive. El interés de Occidente por este territorio se inició ya entrado el siglo XIX durante el llamado ‘Gran Juego‘, en el cual los imperios británico y ruso rivalizaron por el control de Asia. A principios del siglo XX, se descubrieron importantes reservas de petróleo y gas natural que llevaron a la invasión aliada del país persa durante la Primera Guerra Mundial. La ocupación extranjera provocó una devastación y una alarmante escasez de alimentos que dejó un oscuro balance de víctimas. Tras finalizar la contienda mundial, Reino Unido trató de respetar la integridad del territorio persa, si bien ésta estaba sujeta a los intereses británicos incluyendo la explotación de petróleo a través de la Compañía Petrolífera Anglo-Persa (Anglo Persian Oil Company).
La creciente pérdida de soberanía a manos del Imperio británico generó un gran sentimiento de frustración entre la población persa. El descontento popular contra la dinastía Cagiari desembocó en un golpe de Estado en 1921. El líder rebelde Reza Pahlaví fue elegido nuevo sah de Persia. Este dirigente se atrevió a nacionalizar las reservas naturales nacionales y protagonizó un intenso programa de reformas que incluía la mejora de infraestructuras y el establecimiento de una educación universal y gratuita. Sin embargo, en la década de los 30 Reino Unido seguía mirando con recelo a la nación persa, especialmente por su acercamiento al III Reich alemán. Ello se debía a la contratación de personal alemán para el tendido ferroviario persa. Además en 1935, Reza Pahlaví cambió el antiguo nombre del país por el de Irán (país de los arios) en un gesto de amistad sin precedentes hacia Hitler. A pesar de estos actos tan simbólicos, al estallar la Segunda Guerra Mundial, Irán se declaró estrictamente neutral. No obstante, los Aliados ya tenían puestos sus ojos en este territorio con inmensos recursos por explotar.
A mediados de 1941, se produjo la adherencia de Irak a las Potencias del Eje. Este hecho provocó la caída del país árabe a manos de la Commonwealth. La invasión de Irak ya acercaba la guerra peligrosamente a Irán, con el que compartía frontera. Posteriormente, tuvo lugar la ofensiva del III Reich y sus aliados contra la Unión Soviética en la llamada Operación Barbarroja. El rápido avance de las Potencias del Eje en amplios territorios de Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos, propició que la única vía de abastecimiento para la URSS por parte de sus aliados fuera a través del corredor que iba desde los dominios británicos de Mesopotamia y el Cáucaso a través de Irán (Corredor Persa). La excusa para la guerra no se hizo esperar. El 17 de agosto de 1941, los embajadores ruso y británico exigieron la entrega inmediata de los 690 residentes alemanes y 310 italianos que vivían en la nación persa, a lo que el gobierno iraní se negó en rotundo ya que contravenía su propia constitución. La Operación Countenance ya estaba lista.
La invasión aliada a Irán dio comienzo en la madrugada del 25 de agosto de 1941, a través de cuatro frentes diferentes con un ejército compuesto por unos 200.000 hombres. Este acto constituyó el crimen contra la paz más grave cometido por los Aliados en toda la contienda, ya que Irán seguía siendo un país neutral. La rápida ofensiva conjunta de británicos y soviéticos unida al material bélico obsoleto en poder del ejercito iraní, provocó la rendición poco tiempo después. El 17 de septiembre de 1941, orgullosas tropas de la Commonwealth y el Ejército Rojo desfilaban triunfantes por las calles de Teherán. El antiguo sah Reza Pahlaví fue depuesto y obligado a abdicar en su hijo Mohammad Reza Pahlaví de 22 años, que ocuparía el trono hasta la Revolución iraní de 1979. El nuevo sah inició una depuración en el gobierno y en la administración apoyado por las tropas británicas. Por otro lado, el Ejército Rojo se encargó de azuzar a las minorías étnicas del país contra la población iraní.
Expolio masivo
Durante los primeros días de ocupación, los Aliados sometieron a Irán a un expolio nunca antes visto. Reino Unido, la Unión Soviética y posteriormente los Estados Unidos, se encargaron no solo de explotar las reservas petrolíferos de la región sino que también se apropiaron de los recursos alimenticios de la población iraní así como de sus talleres de producción, sus medios de transporte y otros muchos recursos que convirtieron a la pujante nación persa en un erial lleno de cadáveres en descomposición. Solo en el año 1941, los británicos requisaron 100.000 toneladas de trigo que transportaron a la India. Además, se hicieron con el control del comercio del té, del azúcar, de los productos textiles y de la industria del automóvil. En la zona de ocupación soviética, se expropió el tejido industrial y la producción de alimentos en favor de una fuerte intervención estatal al estilo de la URSS.
Con la llegada del ejército estadounidense a Irán en 1942, la situación para el castigado pueblo iraní no hizo sino empeorar. Los almacenes de carne, huevos y verdura quedaron esquilmados. Las 30.000 toneladas de azúcar que existían antes de la invasión también fueron confiscadas. Solo una mínima parte fue destinada para la famélica población iraní. Como consecuencia de este expolio sin precedentes, la inflación se disparó un 75%, llegando en algunas ocasiones hasta un máximo del 450%. Uno de los principales personajes en protagonizar este saqueo indiscriminado fue sir Joseph Sheridan, ministro de suministros de Oriente Medio. Este hombre sin escrúpulos empleó la manipulación de datos y prohibió cualquier tipo de información acerca de la dramática situación que imperaba en Irán. Además de alimentos, también escasearon el calzado y el vestido debido a la confiscación de la escasa industria textil en manos soviéticas.
Otro de los factores que agravó el desabastecimiento fue la llegada a la nación persa de 150.000 ciudadanos polacos procedentes de la URSS. Estos habían sido deportados de las provincias orientales de Polonia hacia los gulags y tras pactar con el gobierno polaco en el exilio, se procedió a su liberación y traslado a Irán. Si ya de por sí eran sumamente precarias las condiciones de supervivencia para el pueblo iraní, buena parte de sus suministros fueron destinados a la recién llegada población polaca. Aunque posteriormente los nuevos residentes fueron trasladados a la India, Siria, Egipto o a las colonias británicas de África central, el daño ocasionado a los iraníes era irreparable. A mediados de 1942, la mayor parte de los recursos alimenticios ya estaban agotados, pues los 140.000 militares de las fuerzas aliadas se encargaron de asegurar su aprovisionamiento antes que mantener a la población autóctona.
La gran hambruna
Ya avanzado el año 1942, la población iraní empezó a fallecer de inanición tras agotarse todas las reservas de alimentos. El primer producto en acabarse fue el trigo, necesario para la elaboración del pan, alimento que constituía la dieta básica del país. El resto de cereales, junto con la carne y derivados agrícolas también sufrieron la misma escasez. Comarcas enteras de agricultores y ganaderos desaparecieron. Posteriormente la hambruna se extendió a las poblaciones de mayor tamaño y a las grandes ciudades. Ciudades bajo ocupación anglo-estadounidense como Kerman, Yedz y Shiraz no hubo ni tan solo un mísero mendrugo de pan durante tres meses consecutivos. Incluso en la capital Teherán todas las panaderías se vieron obligadas a cerrar. El único trigo disponible era comprado a precios totalmente abusivos por unos pocos privilegiados.
En la zona soviética la situación era igual de alarmante, pues el Ejército Rojo había vaciado por completo la despensa de productos básicos como trigo, cereales, fruta, verdura y carne junto con todos los caballos disponibles pues ahora eran utilizados como animales de carga. La dieta se había reducido a 250 gramos de pan y de forma excepcional a 250 gramos de patatas, algo totalmente insuficiente. Por otro lado, la desaparición del transporte rodado para destinarlo al Corredor Persa, agravó los efectos de la hambruna al impedirse el suministro de los escasos recursos a las zonas más distantes. El agua también significó un problema para los iraníes pues en muchas zonas desérticas, los Aliados habían vaciado los pozos disponibles. Toda la población ya fuera perteneciente a la persa chiita o a otras minorías étnicas sufrieron por igual los devastadores efectos de la carestía de alimentos. Aunque también hubo personalidades que no dudaron en ayudar a la población como Grace Dreyfus, esposa del embajador norteamericano en Teherán.
Además de la mortífera hambruna, una epidemia de tifus se propagó por la zonas rurales. De nuevo los Aliados tuvieron un comportamiento vergonzoso, pues impidieron la llegada de vacunas a la desesperada población. El Ministerio de Salud de Teherán solicitó el envío urgente de más de un millón de dosis, que solo fue respondida con la entrega de 100.000 vacunas por parte de los estadounidenses que encima quedaron retenidas en Egipto. La razón esgrimida por Reino Unido fue que las vacunas eran más necesarias en Irak que en Irán. En realidad, este boicot se debía a que ni británicos ni estadounidenses les interesaba lo más mínimo ayudar a una población nativa que por otro lado consideraban inferiores racialmente además de acusarles de colaboracionistas con el enemigo. La peor parte de la epidemia se la llevó Teherán, con 15.000-20.000 fallecidos de una población de 700.000 habitantes. Como resultado, cerca de 400.000 personas perdieron la vida en todo el país por no poder recibir la adecuada atención sanitaria.
Consecuencias
Las actuaciones de los Aliados en territorio iraní fueron de tal calibre que se aplicó una férrea censura tanto dentro como fuera del país para que la verdad no saliese a la luz. Por otro lado, ya se había hecho pública la hambruna de Bengala en la India, por lo que se hacía más que necesario repeler cualquier signo que pudiera significar todavía más mala prensa. Las continuas llamadas de desesperación del gobierno iraní junto con algunas peticiones de ayuda por parte de mandos aliados estacionados en Irán, propiciaron la puesta en marcha de medidas para paliar la hambruna. Sir Joseph Sheridan fue relevado de su cargo de forma fulminante. Buques mercantes cargados de provisiones procedentes de regiones tan dispares como Canadá, Egipto, Argentina, Palestina o Sudáfrica se desviaron hacia el Golfo Pérsico para alimentar a la población iraní. En un acto de gran simbolismo, entre noviembre y diciembre de 1943 tuvo lugar la Conferencia de Teherán entre los ‘Tres Grandes’ (Stalin, Roosevelt y Churchill) en la que se discutió el reparto del mundo una vez terminada la guerra.
A finales de 1943 y principios de 1944, se dio por terminada la hambruna si bien sus terribles efectos seguirían notándose hasta el final de la guerra. Después de la derrota de las Potencias del Eje en 1945, las tropas aliadas de ocupación se retiraron de Irán dejando tras su marcha un país esquilmado, diezmado y humillado. El triste episodio de la hambruna dejó un balance de entre 3 y 4 millones de muertos. El censo iraní anterior a la invasión de 1941 se estimaba en unos 16 millones de personas. Tras la hambruna solo habían quedado 12 millones, lo que significa que entre un 20-25% de la población total perdió la vida. Estas cifras convierten a Irán en el séptimo país con más víctimas en la Segunda Guerra Mundial solo por detrás de la Unión Soviética, China, Alemania, el Holocausto judío, Polonia e Indonesia y empatado con la India. Resulta cuanto menos curioso que esta gran pérdida humana pase totalmente desapercibida para la inmensa mayoría de historiadores y público en general. Las razones de este silencio pueden ser debidas en parte al interés de Occidente en no presentar a Irán como víctima, sobre todo tras la Revolución Islámica de 1979 cuando dejó de ser un aliado.
Bibliografía:
Compton M. (1951). Eastern Epic. Londres: Chatto & Windus.
Egorov B. (2019). ‘Why did Britain and the Soviet Union invade Iran with the Nazis at the gates of Moscow?’ Russia Beyond. https://www.rbth.com/history/330840-britain-and-soviet-invaded-iran
Villamor R. (2021). Eso no estaba en mi libro de la Guerra del Pacífico. Editorial Almuzara, S.L.