Las revueltas urbanas en la Baja Edad Media en Gante y las Provincias del Norte

En este artículo se pretende abordar las revueltas urbanas de la Edad Media, siendo una de las más conocidas y significativas la de Gante y las Provincias del Norte.

Contexto y situación histórica. Antecedentes

Estamos ante una época de crecimiento y mejoras con respecto a siglos anteriores pero también aparecen síntomas de crisis demográfica, política, económica y social, decrecimiento o estancamiento productivo, y poblacional en muchos casos. Aparecen monarquías con un poder ya configurado y asentado en las que el rey ya no es el “primus interpares” sino más bien es el que manda al pueblo y a la nobleza. En Europa, encontramos también la confrontación de monarquías que intentaran abrirse camino frente a las demás y la lucha constante entre Imperio y Pontificado, ambos por ser cabeza universal del poder y de la cristiandad, disputándose a su vez los territorios de las actuales Italia y Alemania.

La monarquía francesa e inglesa van a desarrollar un conflicto debido a su expansión y configuración que se mantendrá hasta el siglo XV: la Guerra de los Cien Años. En la península ibérica encontramos también un periodo de Reconquista muy avanzado y los reinos cristianos cada vez con más capacidad de poder y madurez, hecho que se ve en sus monarquías y su avance hacia el sur, pues en el siglo XV solo quedará el reino de Granada por conquistar.

Batalla de Crécy de 1346, durante la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia

Entre los siglos XII y XIV, se inició en Europa un desarrollo económico que favoreció el renacer de las ciudades. Las ciudades se convirtieron en un centro de producción artesanal y de intercambio de productos. En ellas se desarrolló una próspera burguesía que gobernaba la ciudad. Los monarcas aprovecharon el crecimiento de esta burguesía para aumentar y afianzar su poder sobre la nobleza feudal. Un nuevo estilo artístico, el gótico, permitió construir edificios más altos y esbeltos. No obstante, a partir de mediados del siglo XIV y durante parte del XV, Europa sufrió una crisis económica y social generalizada.

La crisis de la Baja Edad Media data de los siglos XIV-XV y se caracteriza por un aumento del hambre, la guerra, la peste…. así, desde principios del siglo XIV se produjo en Europa una crisis agraria debida a una sucesión de malas cosechas. La consecuencia fue que la producción de trigo disminuyó mucho y el hambre se expandió por todo el continente. A este primer problema se unió el de los daños provocados por las frecuentes guerras entre señores feudales. El período más duro se inició en el año 1347, cuando la denominada Peste Negra asoló Europa, afectando a una población sub-alimentada y provocando una gran mortalidad. El descenso de la población se advirtió rápidamente en el campo, donde empezó a escasear la mano de obra y muchas tierras de cultivo quedaron abandonadas. Los señores vieron cómo sus rentas disminuían, y para compensar este desequilibrio aumentaron los impuestos a sus siervos. La falta de alimentos, la subida de los precios y el empeoramiento de las condiciones de vida de los siervos hicieron aumentar las tensiones sociales en el campo.

El triunfo de la Muerte, por Pieter Brueghel hacia 1562

Pero la crisis llegó también a las ciudades, donde la mortalidad fue aún más elevada que en el campo. Ante el aumento de la miseria, los grupos más desfavorecidos exigieron mejoras y también un mayor acceso a los cargos municipales, monopolizados por el patriciado urbano. Las revueltas se extendieron por numerosas ciudades europeas y con ello, también, asaltos a los barrios judíos.

Las principales revueltas urbanas se produjeron donde el artesanado era más fuerte, especialmente en el gremio del textil, y su componente principal fue de tipo reivindicativo, tanto en el ámbito salarial como en el de participación en los órganos de gobierno de las ciudades, que estaban acaparados por la clase nobiliaria primero y después por los grandes representantes de los gremios. La lucha por el control de las instituciones municipales fue la tónica general del panorama conflictivo de las ciudades durante la Baja Edad Media. El enfrentamiento entre las diversas facciones del patriciado urbano encontró, en el descontento del pueblo, un terreno abonado para sus planes. Motines tales como el de los Ciompi en Florencia; el de Cola di Rienzo, en Roma; el de Esteban Marcel, en París o el de Felipe de Artavalde, en Flandes, responden a este esquema (esta revuelta será la que se desarrolle más adelante).

Las luchas sociales tuvieron un amplio alcance desde el punto de vista territorial, pues se propagaron por todo el continente europeo. Ciertamente esa conflictividad adoptó formas muy diversas, tanto por sus protagonistas como por los cauces específicos que adoptó. Pero hay un aspecto esencial que recorre prácticamente todos los conflictos que se sucedieron en Europa en los últimos siglos de la Edad Media, como fue la participación de los sectores populares ya fueran éstos del ámbito rural o del urbano.

La conflictividad, como ya he mencionado, respondía a la existencia de grupos sociales con intereses claramente contrapuestos. En el medio rural el conflicto potencial es el que enfrentaba a los campesinos con los señores territoriales, bajo cuya jurisdicción se encontraban. En los núcleos urbanos la dicotomía entre la aristocracia y el “común” ofrecía, así mismo, las condiciones apropiadas para el choque. Pero esa estructura social, plasmada en la existencia de clases antagónicas, no era una creación del siglo XIV, sino que había sido heredada del pasado y se acentuaría en la crisis bajomedieval, que fue la que generó las circunstancias idóneas para los enfrentamientos. No cabe duda de que la desesperación de los desheredados favorecía, la explosión social, así como la presión fiscal, ciertamente notoria.

Los líderes de las protestas fueron muy variados desde el punto de vista de su adscripción social. Encontramos a dirigentes de extracción popular. Tal fue el caso, entre otros, del tejedor de Brujas, Pierre de Coninc, que destacó en las luchas sociales de su ciudad de comienzos del siglo XIV, o, años más tarde, de Michele di Lando, cardador de Florencia, que desempeñó un papel muy relevante en los sucesos de 1378 en la ciudad del Arno. Pero en otras muchas ocasiones los líderes de las revueltas populares tenían su origen nada más y nada menos que en las clases privilegiadas.

Florencia nos proporciona, mencionándola de nuevo, un ejemplo singular. Me refiero a Salvestro di Médici, líder indiscutible de la revuelta de los Ciompi de 1378, que pertenecía a la familia más poderosa de la ciudad. También destacaba por su origen social Etienne Marcel, dirigente de la revuelta que estalló en París en 1358. Marcel era el preboste de los mercaderes de la ciudad del Sena.

Pero también papel desempeñado por los eclesiásticos en las revueltas populares de los siglos XIV y XV fue fundamental. Grandes sectores del clero, sobre todo del bajo, que tenía un contacto permanente con la gente de carácter humilde y popular, simpatizaron con las revueltas populares, a las que consideraban un castigo divino contra los abusos de los poderosos, incluyendo en este grupo, a los altos dignatarios de la Iglesia. Los textos esenciales del cristianismo, sobre todo los Evangelios, sirvieron de fuente de inspiración. Así, por ejemplo, el popolo minuto florentino de la época de la revuelta de los Ciompi se presentó como el popolo di Dio.

Quizá el caso más significativo de todos los conocidos sea el del clérigo inglés John Ball, que se sumó al levantamiento campesino de 1381. A John Ball se le atribuye una frase célebre “cuando Adán araba y Eva hilaba, ¿dónde estaba el Señor?”. El modelo ideal de los protagonistas de las revueltas populares no se proyectaba sobre el futuro, sino que se retrotraía al pasado, en concreto a los tiempos “idílicos” del paraíso terrenal. De todas formas, la Iglesia oficial nunca se sumó a los movimientos populares, limitando su actuación a proponer reformas morales, que evitaran los abusos y, en definitiva, hicieran innecesarias las revueltas.

El clérigo John Ball a caballo animando al levantamiento, 1381

También, la dimensión del enfrentamiento tenía “solidaridades verticales” con miembros de toda extracción social que se alternaban o sustituían en el gobierno para poder excluir a otros. Como, por ejemplo, los intentos de los maestros artesanos (reunidos en gremios) para dominar o participar en el gobierno de sus ciudades, desde finales del siglo XIII. En los Países Bajos destacan las revueltas en Douai, Brujas, Bruselas y Lieja, que abrieron los gobiernos municipales a los maestros tejedores en la primera década del XIV, y las resistencias a que otros artesanos consiguieran lo propio, provocando fuertes enfrentamientos entre tejedores y bataneros en Gante, Brujas e Ypres entre 1319 y 1350, de los que hablaré más adelante.

Gante y las provincias del norte

Flandes fue escenario de conflictividad social pues tras la primera gran crisis de subsistencia de 1314-1316 y de la subsiguiente desorganización de los precios de los cereales, ya que el intento de aumentar los impuestos por parte del conde de Flandes, a instancias del rey de Francia, desencadenó la rebeldía en medios urbanos (tejedores, bataneros) y en los rurales, donde tomaron la dirección de los sublevados o karls (campesinos de nivel económico acomodado). Son estos últimos los principales protagonistas, influyendo a algunas ciudades como Ypres y Brujas. Pero también influyeron los malos años de 1321 y 1322, en los que a consecuencia de la adversa climatología se perdieron las cosechas, aunque Brujas seria ocupada a partir de 1301 por artesanos con respaldo campesino.

La causa principal de las revueltas es una protesta anti-fiscal con el rechazo de los campesinos a pagar el tributo del conde de Flandes, negándose también a pagar el diezmo de la iglesia. La revuelta se prolongó durante casi cinco años, ocasionando más de 3.000 víctimas. La insurgencia, que se desarrolló con grandes excesos y violencias, fue reprimida con igual dureza después de la victoria del rey de Francia venido en auxilio del conde en Cassel (agosto de 1328). Esta revuelta dejó una profunda huella en Flandes, en competencia con la lana castellana. Tras ello, en Gante y otras provincias del Norte (Holanda) se desatarán revueltas de carácter similar. Aunque también tenemos junto a todo ello otra causa de origen eclesiástico, que mostraremos a continuación.

Revuelta antiseñorial

En Brujas predicaban las beguinas y los begardos, ambos grupos de mujeres y hombres solteros respectivamente que predicaban contra la corrupción de la Alta jerarquía eclesiástica, por influencia del sacerdote de Lieja, Bégue, pionero de ello. Tanto beguinas como begardos constituían grupos influyentes en la sociedad y se constituyeron en un grupo laico viviendo en la pobreza evangélica. Las predicaciones de estos grupos religiosos influyeron en Flandes. Tal es así que en 1323 se produce una rebelión en Brujas que se prolongará hasta 1328. Acto seguido y siguiendo el ejemplo de Brujas, Cassel e Ypres tendrán rebeliones anti-señoriales y anti-corrupción. Todas estas revueltas se propagarán por todo el territorio. Ante las grandes dimensiones que estaban tomando las ya mencionadas rebeliones, Felipe de Valois marchará con su ejército hacia Flandes aplastando la insurrección de Cassel el 28 de Agosto de 1328, ya mencionado con anterioridad, así nos lo muestra Pirenneen donde “la historia de Gante igual que la de Ypres y Brujas está llena de sangrientas luchas en las que los proletarios de la industria textil peleaban junto a los que tenían algo que perder… y se vio a las masas obreras arrebatar el poder”. Tras todo esto, en Gante la lucha continuará hasta 1338 donde bataneros y tejedores llegarán a ocupar la ciudad, como mencionaremos ahora.

En 1338 estalló en Gante una insurrección popular, de la que formaban parte básicamente tejedores y bataneros. Al frente de dicha insurrección se hallaba un gran mercader, Jacobo van Artevelde, miembro de una de las más ricas familias de la región. La revuelta tuvo conexión con la prohibición de exportar lanas inglesas a Flandes, medida decretada en 1338 con la consecuencia de los amotinados, que divididos, provocaron que la victoria fuese finalmente para los tejedores. En el contexto de la revuelta, se produjo en 1345 el asesinato de Jacobo van Artevelde. Según J. Froissart dicho suceso seria así: «Thomas Denis, decano de los tejedores, le asesto el primer golpe de hacha en la cabeza, y lo abatió». Es posible que Artevelde, que al fin y al cabo era un rico burgués, pretendiera gobernar de forma personal, lo que motivó la ira de los tejedores siendo la consecuencia de aquellos sucesos el establecimiento en Gante, hasta 1349, de la hegemonía indiscutible de los tejedores.

Panorámica de Gante, con la iglesia de San Nicolás al fondo

Sin embargo, en 1349, los bataneros se tomaron la revancha, pero sirvió de poco pues un año más tarde los tejedores volvieran a dominar la situación. Algunos historiadores hablan de «la revolución de los oficios«. La revolución sólo condujo a acentuar las luchas fratricidas entre los propios miembros de los oficios, lo que sin duda satisfacía a los aristócratas, enemigos de los artesanos. Según Pirene, “los artesanos urbanos consideraban sus franquicias como una panacea contra los progresos del capitalismo naciente…encerrados en sus prejuicios seculares, no buscaron en absoluto adaptarse a las nuevas fuerzas, es decir, el capitalismo y su corolario, la libertad comercial”. Por último, cabe mencionar la revuelta de 1432 en la región de Lieja en donde los mineros con el respaldo de los campesinos exigen unas elecciones populares.

La gran confrontación entre el poder real francés y el poder señorial del conde de Flandes cambió la composición política de las élites en grandes ciudades como Brujas, Gante e Ypres y los nuevos grupos se repartieron el poder. Es decir, los oficios aprovecharon la oportunidad para responder a aquellas aspiraciones políticas, apoderarse de los cargos de concejales junto a los representantes de la élite burguesa, ese patriciado urbano clásico que había establecido por largo tiempo un monopolio de política al interior de las ciudades.

Desde ese momento se desarrolla un proceso en el que se puede percibir a los representantes de las corporaciones mezclándose directamente en política, en primer lugar en sus ciudades y luego en el principado, en la medida en que, como decanos y jurados de los oficios, formaban parte de las delegaciones que las grandes. El proceso fue complicado y tuvo influencias, especialmente cuando se le quiso imitar en otros principados fuertemente urbanizados, como en Brabante y en el Principado de Lieja. El aumento del poder que surge tras las revueltas de las Provincias del Norte se mantendrá a través del pago de impuestos, así como el poner una milicia a disposición de toda la comunidad urbana, al salvaguardar una parte de la producción industrial y artesanal que será fuente de riqueza para toda la región.

La importancia de las aglomeraciones urbanas ha surgido junto al desarrollo del comercio, por artesanos de Ypres y Brujas adscritos a éste. Cuando hablamos de ascenso de la burguesía en Europa hablamos del grupo dirigente de las ciudades, es decir el patriciado, la aristocracia y la naciente burguesía que se hará fuerte tras las revueltas. Su representación quizá se encuentre en las principales ciudades de Flandes como Brujas, Gante o Ypres, por mencionar algunos centros urbanos.

Panorámica de Brujas

En definitiva, será durante los siglos XIII y XIV cuando se consigan las competencias urbanas al afirmarse fuertemente los grupos medios en la vida política y pública de las ciudades. Se estableció así una economía con “promoción social y política” en un territorio urbano muy poblado y sometido a fuertes tensiones económicas y políticas, con la defensa de los valores burgueses y el interés privado, que concluirá muchas veces en rebeliones o revueltas. Destacamos que las rebeliones de las Provincias del Norte (Flandes, Holanda) se caracterizaron por una activa participación del artesanado y el apoyo del campesino, ya que desde el siglo XIII se habían fortalecido las corporaciones gremiales en Flandes y Brabante, por ejemplo.

Conclusiones

Las luchas sociales no fueron exclusivas del ámbito rural. También las hubo en las ciudades. Lo que predominó en la mayoría de las ciudades, a finales de la Edad Media, fue la acentuación de la conflictividad social. Los sectores populares de las ciudades estaban explotados desde el punto de vista económico por las minorías ricas y al mismo tiempo estaban excluidos del acceso al poder político local, claramente oligarquizado. La relación entre la expansión del comercio y la del movimiento urbano se observa en los Países Bajos, donde la expansión comercial se manifestó a la vez que nacía un movimiento urbano originándose y expandiéndose con rapidez y vigor. Las ciudades se multiplicarán junto al comercio.

Los siglos XIV y XV fueron testigos de una profunda crisis, cuyas manifestaciones más significativas fueron una notable fractura demográfica, un retroceso de la producción agraria, una brusca ruptura del equilibrio hasta entonces existente entre precios y salarios y como colofón, una agudización de las luchas sociales. En época de gran depresión, como se ha bautizado a la crisis, se dieron cita guerras interminables, pestes terribles y hambrunas espectaculares. Es cierto que mejoró, en líneas generales, la situación del campesinado pero continuaban en vigor las relaciones de producción.

Por lo tanto, se puede ver que las revueltas no pretendían alterar el status quo sino que, simplemente, nacían como protesta por abusos fiscales, desarraigos, abandono de tierras, aferramiento de la alta nobleza a los tradicionales privilegios. Se trató, más bien, de revueltas puntuales en protesta por acontecimientos concretos que de movimientos
organizados “anti-sistema”.

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