Circe, la hechicera que puso contra las cuerdas a Ulises

El valiente Ulises y su tripulación habían sorteado mil peligros y adversidades en su camino hacia la ansiada Ítaca. Pero todavía les quedaba por superar otros desafíos antes de poder llegar a su destino. Uno de ellos fue la hechicera Circe, cuyas malvadas artes convirtieron a los hombres de Ulises en cerdos inmundos. En este artículo te contamos la historia de este trágico acontecimiento presente en la Odisea.

Circe ofreciendo la copa a Odiseo, pintura de John William Waterhouse (1891)

Llegada a la isla de Eea y encuentro con Circe

Tras escapar de los terribles lestrigones, Ulises y su tripulación arribaron a la isla de Eea, morada de la hechicera Circe. Después de haber sufrido numerosos contratiempos a lo largo de su recorrido, aparentemente no parecía que hubiese nada que representase una amenaza. Pero solo aparentemente. Un grupo de hombres, guiados por Euríloco, se adentró en los terrenos de la misteriosa isla con el fin de desentrañar sus misterios. Llegaron hasta un valle y allí se toparon con un magnífico palacio rodeado de fuentes y jardines. En esta hermosa construcción vivía la enigmática maga Circe, hija del dios del Sol Helio y de la oceánide Perse. Curiosamente, los marineros fueron recibidos por lobos y leones mansos, que no eran sino hombres transformados por los hechizos de la bruja. Aunque evidentemente esto no lo llegaron a sospechar. Los recién llegados serían agasajados en el palacio de Circe, donde descansaron y comieron a placer. Todo parecía marchar de maravilla. De alguna manera, este gesto tan generoso era de agradecer tras haber sobrevivido a tantos infortunios. Pero sobre ellos pesaba una larga sombra, aunque por desgracia todavía no podían adivinarlo.

Odiseo en el palacio de Circe, pintura de Wilhelm Schubert van Ehrenberg (1667)

La hechicera les ofreció un delicioso brebaje sin saber que este significaba su perdición. Tan ensimismados como estaban con tantos placeres, la tripulación de Ulises pensaba que se trataba de un suculento elixir. Pero en realidad era un potente veneno que embrujó a todos los hombres y los convirtió en cerdos. Exacto, en cerdos sucios y malolientes. Los hombres de Ulises no podían haber sufrido un destino tan humillante como aquel. Acto seguido, Circe decidió encerrarlos en las porquerías de palacio y aguardó a que llegara el plato fuerte de la expedición: Ulises. Pero ante un descuido del porquero, el atribulado Euríloco consiguió escapar y dar la voz de alarma. Cuál sería la sorpresa del héroe griego cuando vio aparecer a un cerdo con la voz de su más leal compañero. Entre gruñidos y palabras, el cerdo Euríloco logró narrarle lo ocurrido y de cómo habían acabado todos en un estado tan penoso como el que ahora presentaba el avergonzado marinero. En otras narraciones, Euríloco es el único que no se convierte en cerdo al no fiarse de las intenciones de Circe y quedarse fuera de sus aposentos. En todo caso, este marinero ya fuera cerdo o humano, fue el responsable del trascendental encuentro entre maga y héroe.

Ulises se presenta ante Circe

Ulises no se lo pensó dos veces y fue en busca de la maléfica bruja para deshacer el entuerto. En su camino hacia el palacio de Circe, iba pensando la manera de cómo vencerla sin caer en la misma trampa que sus hombres. No iba a resultar una tarea sencilla dada la extraordinaria habilidad de la hechicera. Pero antes de que pudiese precipitarse hacia el abismo, se le apareció el dios Hermes quién le informó de un antídoto para contrarrestar el hechizo. Ulises debía mezclar la pócima con el polen de una planta llamada moly que le fue proporcionada por el propio dios mensajero. Ahora las artes de Circe no surtirían su perverso efecto. Era el momento de ajustar cuentas con la poderosa bruja de una vez por todas.

Tal y como se esperaba, la hechicera recibió a Ulises en su palacio y le dio a beber de su brebaje. Ulises tomó la precaución de mezclarlo antes con el polen antes de ingerirlo con total tranquilidad. La desconcertada Circe se dio cuenta de que su hechizo no ocasionaba ningún cambio en el héroe griego. ¡El plan había funcionado! Entonces Ulises sacó su espada y amenazó a la bruja para que liberara a sus hombres del encantamiento. La maga no tuvo más remedio que obedecerle pero todavía le quedaba un as en la manga. Gracias a su poder de seducción, mantuvo a Ulises retenido durante un tiempo considerable en la isla de Eea, prisionero de su corazón. Finalmente, Euríloco le convenció de marcharse de allí y regresar a Ítaca.

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Ulises y Circe, pintura de Jan Van Bijlert

Reflexión del mito

Ante la estratagema urdida por Circe, los hombres de Ulises representan a la humanidad desvalida, irreflexiva que aún vive en la «minoría de edad». Como si de una metáfora se tratase, harían el papel de niños que se han metido en problemas y que necesitan a su padre protector para que les salve de su perdición. En este sentido, Ulises aparece como el salvador, ya no sólo de sus hombres, sino también de la humanidad. Por esta razón, a pesar de sus hábiles artes, Circe es incapaz de embrujar a Ulises. En cambio, su tripulación se deja llevar por los placeres terrenales renunciando a la razón y por eso son transformados en cerdos. ¿Qué otro animal sería mejor para representar este hecho tan desafortunado? Posiblemente no haya otro ser vivo más indigno para los griegos, a pesar de todos los beneficios que haya traído esta especie a la raza humana.

En este caso, Circe tan solo se encarga de dar su merecido a los hombres de Ulises mediante la representación animal de sus propios vicios. Todo lo contrario a Ulises, quien simboliza la prudencia y la inteligencia. Ante el aviso de Euríloco y con la ayuda inestimable del dios Hermes, nuestro héroe griego urde un plan antes de enfrentarse cara a cara con la temible hechicera Circe. Esto nos deja la enseñanza de que aunque tengamos grandes dosis de valor y coraje, sin duda alguna necesitamos el apoyo de los dioses para salir airosos de las situaciones difíciles. Probablemente, sin el antídoto proporcionado por Hermes, Ulises hubiera corrido la misma suerte que sus hombres. Sin embargo, aunque no se convirtiese en cerdo, finalmente también acabó cayendo bajo la seducción de la enigmática bruja. Se dice que Ulises incluso llegó a concebir tres hijos con Circe en su largo cautiverio: Telégono, Latino y Agrio.

Es entonces cuando se intercambian los roles: paradójicamente ahora son sus hombres los que tratan de convencer a Ulises de abandonar la isla y volver a Ítaca. En cierto modo, Ulises se había convertido en prisionero de los encantos de Circe, por lo que su embrujo era incluso más dañino que el de la transformación animal. ¿Pero entonces no es peor acabar como un cerdo revolcándote en el barro? Al convertirse en estos animales, automáticamente quedaban expuestos los vicios más mundanos de los hombres pero nuestro héroe es víctima de las leyes del deseo. ¿Qué resultaba más indigno, sucumbir a los placeres de la carne o a los de la gula? Sea como fuere, el caso es que Ulises abandonó a Circe para reencontrarse pronto con su amada Penélope, cuya espera ya se estaba prolongando demasiado tiempo. Pero todavía quedaban muchas más pruebas para nuestro atribulado héroe, como el de viajar al siniestro Hades, el mundo de los muertos.

Retrato de Emma Hamilton, representada como Circe, pintura de George Rommey’s (1782)

Bibliografía

Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.

Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.

Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.

Schwab, G. Leyendas griegas. Editorial Taschen

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