María de la Encarnación Ezcurra y Arguibel fue una política argentina y esposa de Juan Manuel de Rosas, el poderoso gobernador de la provincia de Buenos Aires (Confederación Argentina) que tuvo dos períodos como gobernador: entre 1829-1832 y entre 1835-1852. Como sostienen algunos autores, Encarnación fue «la mujer que creó a Rosas».
¿Por qué escribir sobre Encarnación Ezcurra? Hasta el día de hoy su vida permanece relegada a un segundo plano, a la sombra de su marido Juan Manuel de Rosas. Pero es necesario otorgarle a Encarnación Ezcurra el lugar que le corresponde, ya que fue una de las mujeres más poderosas de la historia argentina. Fallecida por una enfermedad en 1838 a los 43 años de edad, su funeral fue uno de los más concurridos en la historia argentina, junto a los del presidente radical Hipólito Yrigoyen en 1933, el de Carlos Gardel en 1935 y el de Evita Perón en 1952, lo que demuestra el poder y el carisma que tuvo esta mujer.
Encarnación Ezcurra venía de una familia de la alta sociedad porteña y cautivó a Rosas apenas se conocieron. Con escarnio, los unitarios se burlaron de aquella mujer porque aseguraban que tenía facciones «un tanto viriles». Sin embargo, Rosas jamás se fijó en eso. El temperamento fuerte, decidido e impetuoso de Encarnación lo sedujo fuertemente.
De los pocos libros o biografías publicadas sobre Encarnación Ezcurra hay que destacar Encarnación Ezcurra. La mujer que inventó a Rosas de Vera Pichel (2001), Mujeres de Rosas de María Sáenz Quesada (2012) y Encarnación Ezcurra, la caudilla de Cristian Vitale (2020). Luego podemos encontrar muchas publicaciones sobre Juan Manuel de Rosas o la época rosista, pero ninguno habla específicamente de Encarnación. Podríamos decir que es por esto por lo que Encarnación Ezcurra en la actualidad sigue siendo una figura enigmática, no sólo para el público en general sino también para los mismos historiadores.
Como dice Cristian Vitale (2020) la historia la escriben los que ganan. Por eso los pobres, los indios, las mujeres y los federales han sido los extranjeros en la historia argentina. Encarnación Ezcurra fue, quizás, la más olvidada por ser mujer, por federal, por defender a los pobres, a los negros y a los “salvajes”.
La historia liberal tuvo allí un motivo para no darle trascendencia a su figura. Aunque tampoco lo hicieron otras corrientes historiográficas, como el primer revisionismo ya que su objetivo era desacreditar a Juan Manuel de Rosas. Y para los historiadores, ella tenía un papel de subordinada al caudillo.
Encarnación Ezcurra no fue solamente la mujer de Rosas, sino que fue mucho más que eso: fue en contra del sistema establecido de lo que se esperaba de una mujer en aquella época, sobre todo de una mujer que pertenecía a la clase decente de la ciudad. Fue una mujer aguerrida que en el ámbito privado defendió la imagen femenina tradicional, pero que en sus acciones públicas las cuestionó. Fue el nexo entre el poder político y las clases populares. A lo largo de la historia universal podemos encontrar mujeres que, por no atenerse al papel que les correspondía, fueron vilipendiadas. Entre esas mujeres podemos encontrar, por ejemplo, a Fulvia y Agripina La Menor en la Antigüedad, Evita en el siglo XX y también a la misma Encarnación Ezcurra en el siglo XIX.
A pesar de que es difícil encontrar documentos certeros que permitan revelar hechos comprobados de los primeros años de vida de la futura esposa de Rosas porque nadie se ocupaba de registrar acontecimientos de la vida de las mujeres, algo que sí podemos dar por confirmado es que Encarnación desafió todos los mandatos: lo de su familia (que en un principio fue realista y pertenecía a la clase decente porteña) para poder casarse con el hombre que ella quiso, y los de la política, para actuar como una mujer de poder. Encarnación provocaba rechazo entre sus contemporáneos y también entre los historiadores que se ocuparon del tema debido a que ella pretendía salir del ámbito doméstico para hacerlo en la sociedad criolla. La alta sociedad porteña no le perdonaba a Encarnación Ezcurra el trato cercano que tenía con pardos, mulatos, negros, gauchos e indios, representantes de las capas más bajas. Y tampoco entendían cómo una mujer que pertenecía a una familia pudiente se rebajara a tal nivel.
Sus rasgos iniciales ya mostraban cierta rebeldía, cierta pasión, cierta tenacidad refractaria a sumisiones y ternuras. Como dice María Sáenz Quesada, más que mimar a sus hijos, Encarnación estaba interesada en incrementar el patrimonio de los suyos y en demostrar a su esposo que era capaz de ayudarlo a consolidar su fortuna y hasta suplantarlo en la parte administrativa de ser necesario (Sáenz Quesada, 2012). Vera Pichel dice que el general Juan Facundo Quiroga la designó su apoderada para todo tipo de negocios y acciones legales que hubiere menester. Sin consejos ni advertencias previas. Con absoluta libertad de acción basada en su propio sentido común.
Según Jorge Halperín, no es posible encontrar a otra mujer que haya tenido una influencia política comparable a la de Encarnación Ezcurra durante el nacimiento de la Argentina. No la encontramos durante el resto del siglo XIX. Y ni siquiera la figura de Eva Perón manejó los hilos de la política como lo hizo Encarnación.
Mientras Rosas se encontraba en el sur realizando la Campaña del Desierto en 1833, Encarnación Ezcurra permaneció en Buenos Aires realizando alianzas, conspirando contra el gobierno de Juan Ramón Balcarce y moviendo los hilos de la política para que su marido retornase al poder, hecho que finalmente ocurrió en 1835. Fue en esta época, a la edad de 38 años, cuando Encarnación Ezcurra llegó a la cúspide de su poder. Tenía con ella a la “plebe”. Negros, mulatos, gauchos, pobres en general, conformaban su fuerte. También la relación entablada con federales de mayor nivel, con quienes no perdió contacto jamás.
Encarnación luchó en los tres frentes en que se dividía el abanico político en la ciudad: los unitarios; los cismáticos, tibios federales que se oponían a que se le entregaran “facultades extraordinarias” a Rosas, y los apostólicos, que vacilaron aún siendo federales en apariencia. Uno de los hechos que más hay que rescatar por parte de Encarnación Ezcurra es la creación de la “Mazorca”, fuerza de choque federal. Junto a sus aliados, realizaban pasquines injuriosos contra los enemigos, contrataban gente para que les dieran una paliza, preparar atentados contra las viviendas los opositores. Encarnación se siente defensora de una causa sagrada que le exige llegar hasta el fin sin claudicaciones. El objetivo es claro: recuperar todo el poder para Rosas.
Hay que recalcar que Encarnación no actuaba sola, ni siquiera solo rodeada de hombres. Había también un grupo de mujeres que funcionaba como una especie de rama femenina del rosismo, entre las que podemos encontrar a su hermana, Josefa Ezcurra, su hija Manuelita o su cuñada Mercedes Rosas.
Con la vuelta al poder de su marido en 1835, el poder de Encarnación Ezcurra empieza a menguar y resulta difícil encontrar rastros de su vida pública, tal vez por razones políticas o más probablemente porque su salud empezada a flaquear. El fallecimiento de la “Heroína de la Federación” en 1838 dio pie a una verdadera apoteosis, un entierro nunca antes visto ni siquiera en tiempos de los virreyes. Mereció los funerales más solemnes hechos a una mujer alguna en su siglo.
Bibliografía
HALPERÍN, J (2009). Las muchachas peronistas ¿Por qué desatan odios las mujeres en el poder? Aguilar. Buenos Aires.
SAENZ QUESADA, M (2012). Mujeres de Rosas. Sudamericana. Buenos Aires.
PICHEL, V (2001). Encarnación Ezcurra. La mujer que inventó a Rosas. Sudamericana. Buenos Aires.
VITALE, C (2020). Encarnación Ezcurra. La caudilla. Marea. Buenos Aires.