A mediados del 2020, el gobierno de Turquía presidido por Recep Tayyip Erdogan fue objeto de críticas por parte de numerosas figuras occidentales por reconvertir la Basílica de Santa Sofía en una mezquita. Esta basílica fue construida en el siglo VI por el emperador Justiniano I y funcionó como una iglesia cristiana hasta la conquista de Constantinopla por parte del Imperio otomano, en 1453, cuando el sultán Mehmet II ordenó su conversión a una mezquita.
Recep Tayyip Erdogan, un nuevo líder para Turquía
Cinco siglos después, tras la caída del Imperio otomano y la fundación de la República de Turquía, Kemal Atatürk trasformó la mezquita en un museo. La basílica de Santa Sofía continuó como museo hasta la controvertida decisión de Erdogan en 2020. Lo sucedido con este edificio ilustra una de las grandes tensiones que atraviesa la historia de Turquía durante el siglo XX. La nueva orientación política turca, más allá de los intentos de Erkaban, realmente comienza con la llegada al poder del partido AKP de Recep Erdogan en 2002.
El «Partido de la Justicia y del Desarrollo» (AKP), creado en 2001, siempre negó ser un partido islamista, pero muchos de sus miembros, incluyendo a Erdogan, fueron parte del «Partido del Desarrollo» o muy cercanos a Necmettin Erkaban. Mas allá de las desmentidas, el partido apoyó la influencia otomana en la política social, creando conflictos con los antecedentes seculares y republicanas de la Turquía moderna.
Hubo quienes sostuvieron, que si bien es cierto que el AKP fue un partido de origen islamista, también era consciente del destino buscado por sus predecesores. La primera parte de su gobierno entre 2002 y 2009, se caracterizó por una política exterior apegada a la tradición pro-occidental y un discurso relativamente moderado. En este periodo se redobló esfuerzos por integrarse a la Unión Europea y su compromiso con la OTAN.
Lo cierto es, que el esfuerzo de Turquía estaba centrado en la recuperación económica, mientras tanto el partido gobernante, de manera silenciosa y eficaz, llevó a cabo una campaña para reducir o directamente eliminar las influencias kemalistas en el Estado, y preparar el terreno para una política exterior islámica explícita.
Lo mismo hizo China, para salir de la miseria económica lograda por Mao Tse-Tung, utilizando la globalización económica y la ideología neoliberal, para que luego Xi Jinping mostrara los colmillos. Igualmente se puede decir de la Rusia de Putin. Mientras tanto, el AKP utilizaba eslóganes como «Osmanli Torunu» (descendiente de los otomanos) para llamar a sus correligionarios en las campañas electorales y lo mismo a Recep Tayyip Erdogan, tras ser elegido presidente en 2014.
El otomanismo ha sido claro en su oposición a los defensores del laicismo, además sirvió de base para cambiar el sistema parlamentario por un sistema presidencialista, favoreciendo el liderazgo fuerte y centralizado muy parecido al del Imperio otomano. Es por ello que la oposición política acusaba a Erdogan de actuar como un «sultán otomano».
Política exterior turca
Desde los años 2010 y 2011, para la política exterior turca, Medio Oriente ocupó un rol protagónico. Entre 2002 y 2018, el comercio entre Turquía y los países con mayoría musulmana, pasó de 8.5 mil millones de dólares a 69 mil millones de la misma moneda. Coincidente con esta política, su relación con la Unión Europea y Estados Unidos se volvió conflictiva.
El presidente Recep Tayyip Erdogan, se convirtió entre 2011 y 2013, en un gran defensor de la «Primavera Árabe», su política exterior centró sus esfuerzos en tales eventos. La «Primavera Árabe», favorecía claramente a grupos islámicos, como sucedió en Egipto con los «hermanos musulmanes». La fuerte influencia islámica entre la clase dirigente del gobernante AKP, explica el apoyo a la misma.
El fracaso de la Primavera Árabe, dejó a Turquía casi aislada en la región, salvo Qatar, que se encontraba en la misma situación. En el frente interno, la ideología radical «nacionalista islámica», acompañaba a un gobierno cada vez más autoritario, sobre todo después del fallido intento de golpe militar en 2016, logrando implantar el neo-otomanismo sobre el proyecto secular de Kemal Atatürk.
El neo-otomanismo
El neo-otomanismo, es una ideología política imperialista turca, que promueve no solo un compromiso político de Turquía, sino el liderazgo dentro de las regiones anteriormente bajo dominio del Imperio otomano. Este imperio abarcaba Turquía y un inmenso territorio, cuya capital era Constantinopla, posteriormente rebautizada como Estambul.
En tiempos recientes, el término está asociado a la actitud intervencionista y expansiva de la política exterior de Recep Tayyip Erdogan, en Chipre, Grecia, Irak, Siria, Libia, Nagorno-Karabaj, y otros lugares de Asia Central. En el siglo XXI, el término neo-otomano significa una tendencia en la política turca, donde resurgen las tradiciones y la cultura otomanas de la mano del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), partido en el poder desde 2002.
La primera vez que se usó el término fue en un artículo de Chatham House de David Barchard en 1985. En ella Barchard sugirió que una «opción neo-otomana» podría ser una posible vía para el desarrollo futuro de Turquía. También se sugiere que pudo haber sido utilizado por los griegos en algún momento después de la invasión turca a Chipre en 1974.
En Turquía se suele atribuir a Cengiz Çandar la autoría del término neo-otomanismo. Este personaje es además periodista y asesor de Turgut Özal. Cengiz Çandar fue uno de los primeros defensores de una política exterior basada en ese concepto. No es de extrañar que Çandar y Graham Fuller acabaran escribiendo juntos un artículo en 2001, titulado «Gran geopolítica para una nueva Turquía», lleno de referencias y alabanzas al Imperio otomano y subrayaban que Turquía debía aprovechar esta grandeza imperial.
Graham Fuller, de la Rand Corporation, dijo en 1992, que el neo-otomanismo, era «un interés renovado por los antiguos territorios y pueblos del imperio, que incluía a los musulmanes que formaban parte de ese imperio», que surgió debido a la desaparición de las condiciones de la Guerra Fría y que ayudó a los turcos «a verse de nuevo en el centro de un mundo que resurge a su alrededor por todos los lados, en lugar de en la cola de un mundo europeo».
El Imperio otomano era una potencia mundial influyente y en su apogeo, controlaba los Balcanes y la mayor parte del Oriente Medio actual. El término «neo-otomanismo» se puso de moda por primera vez a principios de la década de 1990 y luego en los inicios del siglo XXI. Tras el fin de la Guerra Fría, se adjudicó a las iniciativas del presidente Turgut Özal en los Balcanes y Asia Central.
El gobierno de Turgut Özal fue el primer paso hacia el neo-otomanismo. La política neo-otomana buscaba un mayor compromiso en estas regiones, dicha política mejoró las relaciones con sus vecinos, en especial con Irak, Irán y Siria. La relación con Israel, alguna vez aliado de Turquía, se agravó después de la Guerra de Gaza de 2008-2009, y el ataque de la flotilla de Gaza de 2010.
Seguidamente, tras la llegada al poder del AKP en 2002, la retórica del neo-otomanismo volvió a ponerse de moda. En particular, debido a Ahmet Davutoğlu, académico y ministro de Asuntos Exteriores, quien fue considerado como el arquitecto de la segunda ola neo-otomana. Ahmet Davutoğlu, fue ministro de Relaciones Exteriores de Turquía de 2009 a 2014 y el encargado de diseñar la nueva política exterior.
Desde el mundo occidental, se ha interpretado el neo-otomanismo como el regreso de Turquía a Oriente Medio. Davutoğlu, rechazó en muchas ocasiones la etiqueta «neo-otomanismo» para describir la nueva política exterior de su país. Davutoğlu estructuró su política exterior sobre el principio de «cero problemas con los vecinos» y en oposición al neo-otomanismo (al menos en la retórica), ya que temía que pudiera ser «percibido como expansionista».
Ahmet Davutoğlu, en su libro «Strategic Depht» (Profundidad estratégica), no menciona a los panislamistas y al neo-otomanismo, sin embargo, afirma sus fundamentos. Según Davutoğlu, el pasado histórico influye en la mentalidad estratégica de un país. En el momento de resolver los problemas regionales de la República de Turquía, se debe establecer la herencia histórica y la identidad del Imperio otomano.
Pero esa identidad histórica del Imperio otomano choca con la República de Turquía, en las tesis panislamistas y neo-otomanas de Davutoğlu subyace el expansionismo. Y ese expansionismo constituye una trampa, puesto que Turquía será interpretado como un objetivo de Occidente, es decir, un enemigo. Muchos vieron en Davutoğlu una reedición del panislamismo de Abdul Hamid II.
Davutoğlu, veía a Rusia como un rival, considera la idea de unificación con países como Azerbaiyán, Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán como un elemento de equilibrio contra Rusia. Creía que la relación de Rusia con Irán, su dominio en el Cáucaso, era peligroso y por tanto Turquía debería ser un obstáculo para el resurgimiento de los soviéticos. Turquía debía dominar su territorio interior -Oriente Medio, los Balcanes y el Cáucaso- y crear así un nuevo Lebensraum (utiliza las palabras turcas «hayat alani», que es traducción directa del alemán Lebensraum, o «espacio vital»).
Davutoğlu comenzó a hacer realidad su visión panislamista a partir de 2002, tras ser nombrado como asesor de política exterior del gobernante «Partido de la Justicia y el Desarrollo» (AKP), cargo que ocupó hasta que fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en 2009. Especialmente, los responsables políticos, Turgut Özal como Erdogan nunca utilizaron oficialmente el término neo-otomanismo.
Desencantados por no conseguir el ingreso a la comunidad europea, la falta de un liderazgo regional, y las mismas carencias entre los musulmanes sunníes, sumado a la decadencia de Egipto, estos líderes encuentran en Turquía la búsqueda de protagonismo. El acercamiento a Irán, el diálogo y apoyo al Hamas Palestino y la constante provocación a Israel, provoca desconfianza justificada en Occidente.
Davutoğlu sostenía que Turquía, en lugar de acomodarse en las «periferias» de Europa, Oriente Próximo y Asia, estaba obligada a adquirir una posición «central» como nexo de esos espacios geopolíticos y a ejercer una influencia determinante en los acontecimientos regionales. «Turquía es un país equidistante con todos los centros de civilización que han ejercido una influencia profunda y han modelado la historia humana», a saber, Egipto, Mesopotamia, Grecia, el Mediterráneo Oriental –inclusive la península de Anatolia- y Persia.
En 2002, tras la victoria del AKP, el nuevo primer ministro, Abdullah Gül, quien sustituía al líder del partido y ex alcalde de Estambul, Recep Erdogan, con problemas judiciales, designó a Davutoğlu, como su asesor principal. Davutoğlu hablaba a la perfección los idiomas inglés, alemán y árabe.
Recep Tayyip Erdogan, en 1997, recito una poesía de Ziya Gökalp, «La plegaria del soldado», por la que fue condenado a varios meses de inhabilitación. En el poema recitado por Erdogan, los dos primeros versos originales fueron modificados para promocionar el islam.
Los minaretes son bayonetas, las cupulas cascos
Las mezquitas nuestros cuarteles, los creyentes soldados
En el 2009, Davutoğlu, ejerciendo de ministro de exteriores, realizó una extensa gira internacional. Hasta antes que finalizara el año, estuvo en todas las capitales donde había intereses del gobierno turco, como la Unión Europea, los Balcanes (incluidas Croacia, Serbia y Bosnia-Herzegovina), el Mediterráneo Oriental, el Cáucaso, Oriente Medio y Asia.
Fue muy claro en sostener que la política exterior turca iba a promover la «máxima cooperación» con países de su interés. Su referencia fue constante a Chipre, Irak, los Balcanes, Siria, Palestina y el resto de Oriente Próximo, el norte de África, el Cáucaso Sur, Irán, Afganistán y Paquistán, territorios que en su mayoría formaron parte del Imperio otomano y siguen siendo de mayoría musulmana.
Mientras tanto el rótulo «neo-otomano» se venía usando por periodistas y analistas políticos, por los partidos de oposición, el Popular Republicano (CHP, socialdemócrata y secular) y formaciones menores de la izquierda. Para los críticos de Erdogan y su círculo de poder, existían fuertes indicios de que el AKP, que estaba luchando a favor del uso del pañuelo femenino en las universidades, mantenía una «agenda oculta» para islamizar el Estado y la sociedad, para liquidar las herencias republicanas surgidas en la Revolución kemalista de 1919-1923.
En noviembre de 2009 el diario «Yeni Safak», cercano al Gobierno, publicó que en una reunión del AKP el ministro asumió expresamente la denominación que le otorgaban: «Tenemos una herencia de los otomanos. Nos llaman neo-otomanos. Y sí, somos neo-otomanos». En esta reunión partidista, Davutoğlu se habría dedicado a ridiculizar al entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, opositor al ingreso pleno de Turquía en la Unión Europea.
En diciembre, entrevistado por el diario «Sabah», explicó que el Gobierno no hacía suyo el neo-otomanismo, concepto que era usado en su contra «por malentendidos o con mala fe». Le parecía inaceptable que se arguyera que Turquía ambicionara un nuevo orden imperial y pretendiera establecer su «hegemonía» en las áreas del pasado regidas por la «Sublime Puerta». Si algo buscaba Turquía para la región era un «orden», entendido como «paz permanente»; en tal caso, sí cabía tomar como referencia la «Pax Otomana».
¿Qué es la Sublime Puerta?
En 1453, Constantinopla, la capital del Imperio bizantino fue conquistada a manos de las tropas otomanas del sultán Mehmet II, el Conquistador. De esta manera, cayeron los últimos restos del Imperio romano de Oriente en la ciudad que Constantino el Grande quiso elevar en el siglo IV a la misma categoría que Roma. Constantinopla, ubicada entre el Cuerno de Oro y el mar de Mármara, era entonces el puente por el que Europa y Asia quedaban unidas, la que comunicaba la civilización cristiana occidental con la casa de Osmán, es decir, el territorio de la dinastía osmanlí, que ciento cincuenta años antes había fundado el Imperio otomano.
La antigua Bizancio sería llamada también, la Reina de las Ciudades y la Encrucijada del Mundo, ya que el comercio y la cultura de los continentes conocidos hasta entonces atravesaban sus calles. Constantinopla ya no existía para el cristianismo occidental y el nuevo nombre aún no era bien recibido en Europa, de modo que quedó acuñada la expresión «Sublime Puerta» para referirse a la administración osmanlí.
El nombre alude a la puerta que daba entrada al palacio de Topkapi, mandado construir en Estambul por Mehmet II para que se convirtiera en el centro administrativo del imperio, función que desarrolló entre 1465 y 1853.
Con el fallido intento de golpe de Estado militar del 15 de julio de 2016, Turquía se posicionó en contra de Estados Unidos y Occidente. Erdogan aprovechó para liquidar en el Ejército, el reducto kemalista y de los valores republicanos, toda resistencia a su política neo-otomana. Esto dio lugar a la política neo-otomana de purga, hombres que pudieran ser competencia como Ahmet Davutoğlu y Abdullah Gül, fueron alejados del poder. En Occidente, Recep Erdogan fue tildado, con total razón, como un líder autocrático, y en algunas revistas aparecía en portada junto a Putin, Xi Jinping, Orban y Duterte.
Bibliografía
Ahmet Davutoglu. Strategic Depht. Küre Yeyinlari. 2001
Burak Bekdil. Hürriyet Daily News.
Pelayo García Sierra. Diccionario Filosófico. Pentalfa Ediciones. 2000
Yücel Bozdağlıoğlu. Modernity, Identity and Turkey’s Foreign Policy. Journal article.
Yucel Bozdağlıoğlu. Turkish Foreign Policy and Turkish Identity, 2003
Ziya Gökalp. Turquificación, islamización, modernización. 1918
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