La historia de amor entre Eros y Psique es una de las más recordadas de la mitología griega. Pese a las numerosas adversidades halladas en su camino, finalmente ambos pudieron compartir su vida para toda la eternidad.
El mito de Eros y Psique
Eros, hijo de Afrodita, era el dios del amor. Cuando hubo crecido, este personaje mitológico se convirtió en un apuesto joven que se dedicaba a lanzar flechas para inocular el enamoramiento tanto a los dioses como a los mortales. Cualquiera que rozara siquiera una de sus encantadoras flechas, quedaba prendado inmediatamente de la primera persona con la que se cruzara. Unas dotes desde luego nada insignificantes, como veremos más adelante.
Un día Eros fue llamado por su madre. Aunque ella era el símbolo mismo de la belleza, no estaba del todo satisfecha. Afrodita le preguntó a Eros si su porte había quedado alterado por el paso del tiempo. El dios del amor se quedó un tanto sorprendido por esta pregunta y quiso saber el motivo. Fue entonces cuando la diosa le reveló que una humana llamada Psique competía con ella en atractivo. Por esta razón, le pidió a Eros que utilizara sus poderes para hacer que Psique se enamorase de una horrenda criatura.
A Eros en cambió no le pareció tan buena idea semejante cometido. Aunque trató de convencer a su madre de lo erróneo de su decisión, finalmente se vio obligado a obedecer. ¿Pero quién era aquella humana que osaba competir en hermosura con la mismísima Afrodita? Psique era la hija de un rey dotada de una belleza que sobrecogía el alma. Sus dos hermanas también tenían un gran encanto pero no era nada comparable con el de Psique. Es por esta razón que al final acabaron siendo fruto de la envidia.
Cuando Eros fue en busca de Psique para hacer cumplir la voluntad de Afrodita, esta se encontraba durmiendo en un prado rodeada de flores. El mismo dios del amor quedó tan impresionado por su belleza que tropezó con una piedra y una punta de sus flechas le arañó la pierna. Fue este hecho el que desencadenó la pasión de Eros por Psique. Antes siquiera de que pudiera darse cuenta de lo que había pasado, Eros había quedado afectado por sus propios poderes.
Sabedor de las oscuras intenciones de Afrodita con respecto a Psique, Eros trató de que no descubriera sus sentimientos por ella. Por esta razón, decidió ocultar su verdadera identidad, incluso a Psique. Todas las noches iba a visitarla, pero para evitar eventos desafortunados, le encomió a no mirar nunca su rostro ni a preguntar por su nombre. Psique solo conocía de su amado sus caricias y su suave voz, pero estaba claro que no se trataba de ningún monstruo. Aunque sus envidiosas hermanas no eran de la misma opinión. Presas de sus celos, le empezaron a insinuar que en realidad se estaba viendo con alguien o «algo» lejos de ser lo que ella creía.
Finalmente, la convencieron para que portara consigo una lámpara y así al menos pudiera echarle un vistazo cuando no se diese cuenta. Cuando Psique volvió con su amado, este se encontraba durmiendo, por lo que levantó la lámpara para verlo más de cerca. Lo que contempló la llenó de dicha, pues el joven que había estado a su lado todo este tiempo era más bello de lo que había podido imaginar. Ahora ya sin ninguna duda, podría hablarles a sus envidiosas hermanas acerca de su descubrimiento y que reconocieran cuan equivocadas habían estado. Psique apagó la lámpara por miedo a ser descubierta, pero justo una gota de aceite fue a caer sobre el brazo de Eros, lo que provocó su despertar y posterior desaparición.
Retos de Afrodita y reencuentro entre Psique y Eros
Tras la repentina marcha de Eros, Psique había quedado totalmente desconsolada. Pasó el tiempo entre penas y desdichas, y finalmente decidió acudir a Afrodita, la misma que por poco había condenado a Psique a un triste destino. Pero los dioses no suelen perdonar, sobre todo si desde su particular punto de vista han sido víctimas de una afrenta. Psique imploró la ayuda de la diosa de la belleza para recuperar a su amado perdido. A pesar de estas peticiones Afrodita seguía contrariada, pero accedió a cambio de que Psique cumpliera con una serie de tareas. La joven respiró algo aliviada, aunque todavía no sabía cuáles eran los retos a los que tendría que enfrentarse.
Afrodita llevó a Psique a un granero donde se hallaba un montón de trigo, centeno y cebada. La primera prueba consistía en separar el trigo del centeno y de la cebada y hacer tres montones diferentes. Psique se puso manos a la obra, pero pronto se dio cuenta de que era imposible llevar a cabo la tarea. Después de un intenso trabajo sin grandes avances, se dio por vencida. Pero entonces observó que un pequeño grupo de hormigas se dirigía al montón de grano separando el trigo, el centeno y la cebada. Sus laboriosas patas habían logrado lo que un humano era incapaz. Ya entrada la noche, después de haber terminado, se marcharon tan rápido como habían aparecido. Afrodita no cabía en sí de su asombro.
Psique se preguntó si tal vez Eros le había enviado las hormigas para que tuviera éxito en su misión. Sea como fuere, el caso es que la diosa de la belleza estaba mosqueada y le impuso el siguiente cometido. Este consistía en traerle unos mechones de lana que brillaban como el oro procedentes de unas ovejas que pastaban cerca de un río. Aunque en principio parecía que esto no suponía un serio desafío, estas ovejas eran muy violentas a la luz del día si alguien se atrevía a acercarse. Ante esta situación, una caña verde del cauce del río le reveló a Psique cómo debía proceder para cumplir con su tarea. Al caer la noche, las ovejas descansaban y solo tendría que rebuscar entre las ramas para encontrar la lana de oro que había quedado diseminada. Así lo hizo. De nuevo, Psique había conseguido su objetivo.
Pero Afrodita todavía tenía un as bajo la manga. No iba a resultar tan sencillo el reencuentro con su añorado hijo Eros. La tercera prueba era, si cabe, más difícil que las dos anteriores. Psique tenía que traerle una jarrita de agua helada de una fuente tenebrosa, cuyas aguas desembocaban en la laguna Estigia. En esta ocasión, parecía que no la iba a acompañar tanto la suerte, pues la fuente estaba protegida por feroces dragones. Por si fuera poco, las aguas de la fuente poseían la capacidad de defenderse por sí mismas. Fue entonces cuando, por mediación de Eros, apareció un águila que cogió la jarra de agua entre sus garras y esquivando todos los peligros que le acechaban, se la entregó a Psique. Misión cumplida.
De las tres tareas que le había encomendado Afrodita, todas habían sido un éxito. Pero aun quedaba por superar la cuarta y última prueba. Psique debía descender al mundo de ultratumba y conseguir un cofre que estaba lleno de amor. Enviada por deseo de Afrodita, Caronte y Cerbero la dejaron pasar al inframundo, donde reinaba Perséfone. Después de escuchar el relato de Psique, la diosa le entregó un pequeño cofre con unas instrucciones muy claras: solo debía de ser abierto por su destinatario, en este caso Afrodita. Mientras emprendía el viaje de regreso, Psique iba meditando las palabras que le había dicho la diosa del inframundo. Tanto le pudo otra vez la curiosidad que abrió el cofre sin pensárselo dos veces. Craso error. Víctima de sus propios deseos, Psique cayó en un profundo sueño. Pero Zeus se apiadó de aquella hermosa joven, la convirtió en diosa y la llevó junto a Eros. Ahora ya nada ni nadie les podría separar.
Reflexión del mito
Dentro de este mito tan entrañable, encontramos ciertas similitudes con la naturaleza del alma humana. La hermosura de Psique es cuasi divina, muy superior a la de cualquier mortal. Es por ello por lo que acabó despertando los celos de la mismísima Afrodita, la diosa de la belleza, quien obrará para hacerle la vida imposible. Sin embargo, debido a diversas circunstancias, los planes no salen como ella tenía previsto. Tal es el encanto de Psique, que solo está destinada a Eros, hijo de Afrodita y dios del amor. Pero he aquí que los amantes no pueden verse, pues de lo contrario ya no podrán estar juntos. Sin embargo, los deseos del alma de querer contemplar a su enamorado pase lo que pase, le jugarán una mala pasada a la joven Psique.
Por esta razón, posteriormente deberá someterse a los exigentes dictados de Afrodita hasta llegar a su objetivo, reencontrarse con Eros. Con cierta ayuda, Psique pudo sobreponerse a los caprichos de la diosa de la belleza. Pero en la prueba final, Psique vuelve a ser tentada por la curiosidad y esta vez el castigo por haberse deshonrado a sí misma, es caer en un sueño eterno. Solo la intervención de los dioses podrá salvarla para reunirse finalmente con su amado Eros. Psique, al igual que el alma humana, supera todas las dificultades y se convierte en inmortal. Este mito presenta un final feliz, aunque por otro lado, también nos hace reflexionar sobre nuestros deseos más profundos, los cuales nos pueden precipitar a la perdición sino sabemos como controlarlos.
Bibliografía
Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.
Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.
Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.
Schwab, G. Leyendas griegas. Editorial Taschen