La tumba perdida de Alejandro Magno

Alejandro Magno tenía 20 años cuando se convirtió en rey de Macedonia tras el asesinato de su padre, Filipo II, en el año 356 a.C. Durante los 12 años siguientes, Alejandro derrotó a todos los imperios rivales de la época, incluidos Persia y Egipto, donde se declaró faraón. Fue el líder más poderoso de su tiempo y uno de los mayores militares de la historia. Falleció en Babilonia el 323 a.C. con 32 años, de causas aún desconocidas. Sus restos no descansaron en paz.

Alejandro Magno, el gran conquistador

El vasto imperio que forjó Alejandro Magno no fue duradero, pero sus hazañas fueron legendarias. Nadie antes que él había realizado semejantes gestas; nadie había llegado con un ejército a tan lejana distancia de su país (desde Macedonia hasta la India); nadie había concebido nunca un plan político de tales proporciones, y, finalmente, nadie había sido nunca consciente como él de las consecuencias que ese plan tendría en el futuro de la humanidad.

Su muerte temprana y en la cima de su popularidad, desencadenó el imaginario colectivo y provocó una serie de interrogantes sobre como sería el mundo si él hubiese podido consolidar su construcción y reunir la mayor parte del género humano bajo su dominio. La incansable búsqueda de su última reliquia (su tumba) es la prueba de la inmortalidad de su fascinación y de su carisma.

Busto en mármol de Alejandro Magno, siglo II a. C. Obra helenística de Alejandría (Egipto)

El mito que se forjó en torno a Alejandro se desarrolló a través de los siglos más allá incluso del final del mundo antiguo. Su tumba fue la más venerada y visitada durante siete siglos y oscurecida en parte solo por otra, la considerada como de Jesús de Nazaret, vacía desde siempre por ser el símbolo del misterio de la Resurrección, identificada por la nueva religión cristiana en Jerusalén en el siglo IV d.C.

Alejandro llegó a Babilonia (cerca de la actual ciudad de Hilla, en Irak) a principios del verano de 324 a.C. Dio así por concluida su larga expedición. Había sometido a todos los reinos del mundo conocido y solo se había detenido cuando su ejército, a orillas del Hífasis en la India, se negó a proseguir. Los soldados, agotados por el clima tropical, por las lluvias monzónicas, por los parásitos, por los combates continuos, por las marchas extenuantes, por heridas y enfermedades, ya no eran capaces de seguir la ambición de su carismático líder.

Muerte de Alejandro

El 10 o 13 de junio (la fecha precisa es discutida aún por los historiadores) del año 323 a.C., Alejandro murió de forma inesperada cuando se encontraba en el palacio de Nabucodonosor II en Babilonia. Estaba a un mes de cumplir 33 años. La causa de su muerte no se conoce, aunque hay hipótesis al respecto.

La primera de las hipótesis planteada por algunos historiadores indica que Alejandro habría contraído un tipo de malaria perniciosa mientras navegaba por las zonas pantanosas del sur. La segunda hipótesis establece que lo que causó a muerte del rey macedonio habría sido la fiebre tifoidea. La tercera hipótesis indica que Alejandro murió de encefalitis, provocada por una infección aviar del «virus del Nilo«, transmitido por los mosquitos a los pájaros y de estos, quizá, a los humanos. La última hipótesis plantea que fue envenenado. Lo cierto es que hasta que no se recupere el cuerpo de Alejandro y se hagan los estudios correspondientes, estas hipótesis no se podrán corroborar.

Cuerpo de Alejandro

Muerto Alejandro, su cadáver fue momificado para poder transportarlo de regreso a la capital de Macedonia, Pella, en el norte de Grecia. Pero cuando pasaba por Damasco, Siria, uno de sus generales, el futuro rey Ptolomeo I Sóter, interrumpió la procesión y secuestró el cadáver. Lo llevó a lo que entonces era su capital, Menfis.

Una vez en Menfis, al cadáver se le dio un entierro fantástico en una gran ceremonia. Su cuerpo fue puesto en un marco elegante: se colocó vidrio sobre la tumba, para que realmente se pudiera ver el cadáver momificado. No se sabe dónde exactamente y por cuánto tiempo estuvo el cuerpo de Alejandro en Menfis pero según el historiador Quinto Curcio Rufo, pocos años después el cuerpo fue trasladado a Alejandría.

Entre los ilustres visitantes de la tumba se incluye a Julio César, los emperadores Augusto, Calígula (aunque en este caso no es seguro que haya visitado Egipto, pero sí se sabe que llevó con frecuencia las insignias triunfales y a veces también la coraza de Alejandro que hizo sustraer de su tumba) y Septimio Severo. En el año 200 d. C., Severo ordenó sellar el acceso a la tumba al ver lo poco protegida que estaba. Sin embargo, es muy probable que otros emperadores romanos visitaran el lugar durante sus estancias en Egipto.

Desaparición de la tumba

El sepulcro de Alejandro que Ptolomeo I mandó erigir en la ciudad que lleva su nombre, Alejandría, desapareció misteriosamente casi de improviso hacia el mismo período, como si se quisiera indicar con ello el final de una época y el inicio de otra.

En pocos años se perdió por completo el rastro de un monumento tan famoso y frecuentado: inundaciones, terremotos, acontecimientos bélicos, turbulencias, luchas de religión borraron primero sus vestigios y luego su memoria.

La tumba de Alejandro fue buscada por todas partes, pero siempre en los barrios de Alejandría. Algunos creen que se encuentra en lugares cubiertos por las aguas del mar en tiempos de los Ptolomeos, otros en los subterráneos de la mezquita de Nabi Daniel, otros en la mezquita Atarina. Según un erudito griego, los restos del general, después de ser enterrados en Alejandría durante algún tiempo, fueron transportados al oasis Siwa, su lugar favorito.

Hipótesis sobre el paradero de la tumba

Una de las hipótesis más polémicas es del estudioso inglés A. M. Chugg, quien sostiene que el cuerpo de Alejandro se encuentra en la basílica de San Marcos en Venecia, exactamente dentro de la urna que desde hace más de mil años se considera que contiene las reliquias del evangelista. La sugerencia de Chugg de someter a un examen científico los restos atribuidos a San Marcos sería una teoría a seguir, y depende de la Iglesia Católica darle lugar a su petición o no.

En el año 2018 un misterioso sarcófago negro de 2.000 años de antigüedad fue descubierto en la ciudad de Alejandría y se especuló con que podía ser el de Alejandro, pero finalmente no fue así.

Calliope Limneos-Papakosta, arqueóloga griega, excavó durante 14 años los jardines de Shallalat, un parque público en el corazón de Alejandría en busca de restos de Alejandro Magno. En el año 2019 su equipo descubrió una estatua de la época romana que portaba todas las marcas distintivas de Alejandro. La arqueóloga decidió seguir excavando más de diez metros bajo la Alejandría moderna, descubrió el barrio real de la antigua ciudad y con eso la posibilidad de que el yacimiento albergue la tumba.

Como conclusión podemos afirmar que desde hace siglos el descubrimiento de la tumba de Alejandro Magno sigue siendo el Santo Grial para los arqueólogos de todo el mundo.

Bibliografía

  • Cartledge, P. (2009). Alejandro Magno. La búsqueda de un pasado desconocido. Barcelona. Grupo Planeta.
  • Manfredi, V, M. (2011). La tumba de Alejandro: el enigma. España: Penguin Random House.
  • Plutarco. (2014). Vidas paralelas. VI.  Madrid: Editorial Gredos.
  • Suetonio. (1964). Vida de los doce césares. Buenos Aires: Ediciones Selectas.
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