Un cuento musical en clave de nostalgia

Título: La La Land
Director: Damien Chazelle
Nota: ★★★★½ (sobre 5)

¿Un musical? Sí, hay música. ¿Números musicales? Sí, pero metidos siempre con una excusa onírica.

¿Una comedia romántica? También. Pero sin caer en la ñoñería típica del género.

Mía (Emma Stone) se gana la vida como camarera sirviendo cafés a las estrellas de Hollywood que ella quisiera ser, siempre al acecho de un papel en alguna serie o película con la que despegar su difícil carrera de actriz. Sebastian (Ryan Gosling) es un pianista obligado a tocar música que no le llena y que sueña con montar su propio club de jazz.

La La Land es una historia con continuos guiños a la nostalgia, a la era de los grandes musicales, del jazz… una época gloriosa y más auténtica, o eso creen Mía y Sebastian. Tiempos pasados que ya nunca más volverán. Una historia que nos recuerda por qué amamos el cine.

Un cuento musical sobre aquello tan manido que llamamos vida y sobre cómo perseguir los sueños. Es bien sabido que para alcanzar los sueños siempre hay que pagar un peaje.

Los protagonistas ni cantan como Judy Garland o Dean Martin ni bailan como Fred Astaire y Ginger Rogers. Aún así, no pueden estar mejor elegidos. Unas actuaciones formidables que se comen la pantalla.

Lo mejor: los protagonistas, el sabor a naftalina, el buen sabor que deja y un final memorable.
Lo peor: los primeros 20 minutos. Tarda en arrancar.

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