Alfonso X y el Fecho de Allende

En un artículo anterior hablamos sobre la intención del monarca castellano Alfonso X de hacerse con la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, acontecimiento que fue conocido como Fecho del Imperio y que abarcó dos décadas de su reinado, constituyendo una de sus empresas de mayor envergadura. Pero este fecho del Imperio fue acompañado de otra idea durante buena parte de su reinado. Fue el conocido como Fecho de Allende, una cruzada más allá del estrecho de Gibraltar.

Miniatura de Alfonso X en el Libro de los Juegos (siglo XIII).

La idea de Fernando III

Para entender el fecho de allende lo primero que tenemos que hacer es retrotraernos al reinado de su padre, Fernando III el Santo. La idea de hacerse con el litoral norteafricano comenzó a gestarse durante el reinado de este monarca; por tanto, se trató de una herencia que Alfonso recibió de su progenitor. En este sentido, la Estoria de España (o Primera Crónica General) cuenta que el rey santo tenía la intención de llevar a su ejército más allá del estrecho de Gibraltar. Según nos transmite esta crónica, Fernando III transmitió este sueño, frustrado por su enfermedad y muerte, a su hijo Alfonso, siendo las últimas palabras que le dirigió: «sy ganares por si más [tierras], eres mejor que yo».

De acuerdo con la Estoria de España, la intención era aprovechar la decadencia almohade para someter el norte de África, desde Orán hasta la costa atlántica, con el objetivo de que la cristiandad, encabezada por la Corona de Castilla, pudiese controlar ambas orillas del mar Mediterráneo. Tanto para Fernando como para Alfonso se trataba de la prolongación natural de la conquista de Andalucía.

Antes del fecho

Cuando Alfonso X accedió al trono de Castilla en 1252, su padre ya había conseguido hacerse con buena parte del territorio de la cuenca del Guadalquivir. Mientras, las zonas de la bahía de Cádiz y la cuenca del Guadalete, así como otros lugares, constituían territorios bajo dominios islámico, pero estaban sometidos y controlados directamente por la monarquía castellana a través del vasallaje y el pago de tributos. Fernando III había conseguido una gran estabilidad con la toma de Sevilla en 1248. Sin embargo, la anexión dejaba a su paso por Andalucía un panorama de escasa afirmación política. La presencia castellana en estos nuevos territorios no iba más allá de determinadas fortificaciones. Se trataba de algo más simbólico que real.

Rendición de Sevilla al rey San Fernando. Obra de Chales-Joseph Flipart (siglo XIII). Imagen proveniente de Museo del Prado.

En general, las capitulaciones entre castellanos y musulmanes dejaron un gran margen de soberanía a los conquistados. Era una situación que terminó por crearle quebraderos de cabeza a la monarquía. Tanto es así, que entre 1252 y 1253 Alfonso X lanzó diversos ataques con los que pretendía escarmentar a los musulmanes que, según las crónicas, se dedicaban a atacar a los nuevos repobladores. Fue una situación que se prolongó hasta que el rey sabio conquistó definitivamente aquellos territorios.

Contexto internacional

Con el área gaditana relativamente pacificada, Alfonso X se dispuso a empezar el proyecto de hacerse con el norte de África. Así, el 4 de agosto de 1254 logró que el papa Inocencio IV signase una bula de cruzada. De esta forma, el monarca castellano conseguía que un tercio de los diezmos recaudados por la iglesia castellana se desviasen a su causa. Esto se unió a una intensa labor de predicación por parte de fray López Fernández de Ayn, obispo de Marruecos.

Por otro lado, en abril de 1254, Alfonso X llegó a un acuerdo con el rey Enrique III de Inglaterra, cuyo hijo, el príncipe Eduardo, pronto iba a casarse con la infanta Leonor, hermana del rey Alfonso. A través de este acuerdo ambos reinos iban a participar en la cruzada ad partes africanas, nombre oficial que recibió la empresa.

Apenas dos años después, en 1257, una embajada de la República de Pisa propuso al rey castellano postularse para la corona del Sacro Imperio. Se trataba del inicio del fecho del imperio, comenzando una serie de actuaciones internacionales por parte del castellano que influyeron en el posterior desarrollo del fecho de allende.

La justificación

Como ya hemos dicho, tras la conquista de Andalucía, el litoral norteafricano se convirtió en objetivo potencial para las pretensiones expansionistas castellanas. El intento alfonsí de hacerse con estos territorios no estaba falto de motivaciones estratégicas. En primer lugar, controlar este territorio era vital para evitar nuevas invasiones musulmanas. Además, su control otorgaría grandes beneficios comerciales a Castilla mediante la apertura de rutas comerciales.

En segundo lugar, se daba la idea de reconquistar la Hispania romana y visigoda; argumento utilizado desde el siglo IX en el avance de los reinos cristianos peninsulares. Por último, el Papado alentaba la cruzada en la península como forma de favorecer posteriores éxitos en Tierra Santa. Para comprender todo esto debemos tener en cuenta que en la Castilla de aquellos años circulaba la idea de que el norte africano era el mejor camino para reconquistar Jerusalén.

En definitiva, los procesos conquistadores y repobladores del área gaditana, así como los ataques contra el litoral africano, sólo pueden ser entendidos si los observamos junto al fecho del imperio y al fecho de allende. Es decir, debemos tener en cuenta el espíritu de cruzada que envolvió a gran parte de la política alfonsina. Ambos fechos se encontrarían íntimamente ligados: hacerse con el litoral justificaba la pretensión imperial de Alfonso; con ella obtendría los apoyos que tanto necesitaba para erigirse en el principal adalid de la cristiandad.

Cádiz, base de operaciones

El territorio gaditano era esencial para poder lanzarse a la conquista norteafricana. Debemos tener en cuenta que el fecho de allende tuvo una enorme importancia para el afianzamiento definitivo de la presencia castellana en estas tierras, que hasta aquel momento era meramente coyuntural.

Para poder desarrollar la cruzada iba a ser necesario poblar todo el territorio cercano a la desembocadura del río Guadalete. En este punto entraría en juego el asentamiento de Alcanatif (también llamada Alcanate), que se encontraba bajo la jurisdicción de la ciudad de Jerez. La importancia de la plaza era tal que Alfonso X solicitó al alguacil de Jerez la entrega inmediata, probablemente en el verano de 1260. Recordemos que ésta aún no estaba totalmente integrada y su alguacil era musulmán. Sea como fuere, Alcanatif pasaría a manos cristianas y posteriormente recibió un nuevo nombre: Santa María del Puerto (actual Puerto de Santa María).

Don Alfonxo X el Sabio después de haber ganado a los moros la plaza de Cádiz, Obra de Matías Moreno González (1866). Imagen proveniente de Museo del Prado.

Para completar el control militar en 1261 se convocaron Cortes en la ciudad de Sevilla, en las que tratar el fecho de África que auiemos començado. Allí se acordaron determinadas medidas. Aunque no llegaron a realizarse en los término expresados, sirvieron para ocupar el alcázar de Jerez, así como asediar Niebla. Todo lo cual se vio acompañado de la reconstrucción de Cádiz, aprovechando viejas fortificaciones y edificios.

Al tiempo que se repoblaba todo el área, Alfonso X quiso reforzar su posición intentando restaurar la diócesis visigoda de Sidonia. El pontífice Urbano IV permitió la creación de dicha sede a través de una bula de 1263. Sin embargo, el fallecimiento del papa (1264) y la oposición del arzobispo de Sevilla, Raimundo de Losana, provocaron que el proceso se alargase demasiado en el tiempo.

Todas estas medidas buscaban conseguir un puerto que pudiese usarse en la empresa africana, junto a hombres capacitados para formar parte de la flota. Pero sería necesaria la simbiosis entre Cádiz y Alcanate, pues la primera carecía de tierras de cultivo, siendo la segunda capaz de abastecer las necesidades de soldados y repobladores de la isla de León.

El primer asalto

Hasta ahora hemos visto las intenciones y la preparación del área gaditana. Ahora nos adentraremos en las incursiones que el ejército de Alfonso X realizó en África.

Hacia finales de 1256 y principios de 1257 tuvo lugar el primer ataque: la toma del castillo de Tagunt. Lugar de difícil emplazamiento geográfico, fue un puerto cercano a la ciudad argelina de Orán. Este episodio fue recogido brevemente en una misiva de 1258 dirigida por el rey Enrique III al castellano. El monarca inglés felicitaba al castellano por su victoria en el norte africano, pero se disculpaba ante Alfonso por no apoyar sus pretensiones imperiales. Esto fue debido a la también pretensión de Ricardo de Cornualles, hermano del rey, al trono germánico, por lo que quería evitar un enfrentamiento. Parece que esta primera expedición no fue promovida directamente por Alfonso X, sino que un conjunto de intereses convergieron para impulsar al rey a lanzarse a la mar. De hecho, la importancia de esta misión no parece llegar más allá de lo casi anecdótico.

Camino a Salé

La siguiente expedición fue la más importante de cuantas se hicieron. En 1260, las tropas castellanas asaltaron Salé. La misión se comenzó a preparar en 1259, cuando la presión pontificia se incrementó. Habían pasado años desde la proclamación de la cruzada y los fondos entregados al castellano no habían conseguido ningún éxito relevante. A pesar de no haber pasado más tiempo del habitual en la preparación de una cruzada, era demasiado evidente que las pretensiones imperiales desviaron la atención de Alfonso X. Pues bien, la urgencia de atacar de inmediato se vio favorecida por el enfrentamiento entre la taifa de Ceuta y los benimerines.

Ante esta situación, la armada se concentró en la bahía de Cádiz en el verano de 1260 para su organización. Estaba formada por 37 navíos, la mayoría de ellos galeras. Aunque la flota partiría desde Cádiz, seguramente toda la misión fue organizada y coordinada desde Sevilla. Esto se debía a que la urbe hispalense poseía instituciones, como el almirantazgo, e infraestructuras, como las atarazanas, que eran vitales para organizar una misión así.

Con todo listo, la flota partió entre el 2 y el 4 de septiembre de 1260. Al mando se encontraban el almirante Juan García de Villamayor, encargado de los soldados, y Pedro Martínez de Fe, encargado de las embarcaciones y sus tripulaciones. En el transcurso del viaje las embarcaciones iban camufladas, fingiendo ser una expedición comercial.

El asalto

¿Por qué eligieron Salé?. Esta plaza constituía un puerto de salida y entrada de mercancías desde el interior del Sáhara y se había convertido en un nido de corsarios en el litoral atlántico. Pero lo más importante es que apenas se encontraba defendido en su flanco marítimo. Sus defensas se concentraban en el interior, con el fin de protegerse de ataques beréberes. Asimismo, el momento y la climatología explican que no se decantasen por Ceuta, a pesar de su mayor importancia.

En cualquier caso, la ofensiva se inició hacia el 9 de septiembre. Las tropas castellanas aprovecharon la débil guarnición de Salé para desembarcar rápidamente y pasar al asalto de la plaza. Una vez dentro, los atacantes resistieron hasta el 22 de septiembre. La presión ejercida por una hueste musulmana que los sitiaba los obligó a abandonar la plaza. La ausencia de refuerzos fue clave para la derrota castellana. Además, en su huida, hostigados por el enemigo y la climatología, tuvieron que deshacerse de parte del botín obtenido. Finalmente, la flota derrotada regresó a Sevilla el día 2 de noviembre, perdiendo por el camino una docena de embarcaciones.

Para algunos investigadores, la intención era convertir Salé en una base de operaciones desde la que hostigar el litoral norteafricano y hacerse con nuevas plazas como Ceuta. Sin embargo, para otros no fue más que un intento de conseguir información y botín. Sea como fuere, Alfonso X lo utilizó para justificarse ante el pontífice y no perder su favor en la búsqueda de la corona imperial.

El principio del fin

El fracaso en Salé fue un duro golpe para el fecho de allende. Las circunstancias políticas impidieron a Alfonso X realizar nuevas expediciones hasta pasada una década, a pesar del interés que aún mantenía. Seguramente estuviese organizando una nueva incursión para 1264, pero el estallido de la revuelta Mudéjar (1264-1267) desvió la atención del monarca. Alfonso tendría que esperar hasta 1269 para poder retomar su cruzada africana.

Para ese año de 1269 tenemos noticias de ataques contra Larache y Tisams, plazas situadas frente a la costa atlántica africana y más cercanas al estrecho de Gibraltar. En una crónica del siglo XIV cuentan como los cruzados degollaron a los habitantes de Tisams, se llevaron a las mujeres y sus riquezas, para después incendiar la urbe. Por su parte, el ataque a Larache parece que fue la última incursión que Alfonso X pudo organizar en su fecho de allende.

Conclusión

El fecho de allende constituye otro los grandes proyectos políticos que Alfonso X el Sabio nunca pudo completar exitosamente. Sin embargo, a pesar del fracaso, cuya única acción reseñable fue Salé, fue el principio de una nueva batalla. La cruzada ad partes africanas se trató del primer esfuerzo bélico de Castilla por hacerse con el estrecho de Gibraltar. Un esfuerzo que fue el origen de la conocida como batalla del Estrecho, una serie de enfrentamientos entre castellanos y nazaríes que culminó con la toma de Algeciras por el monarca Alfonso XI el Justiciero ya en la siguiente centuria.

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