Faetón y el Carro del Sol

Decidido a demostrar sus orígenes divinos, Faetón tomó de forma irresponsable el Carro del Sol de su padre Helio en un alocado viaje celeste que no pudo ser más desastroso. Las trágicas consecuencias de sus actos quedaron grabadas por siempre en la memoria.

Faetón en el carro de Apolo, por Nicolás Bertín (1720).

Hijo de los titanes Hiperión y Tea, Helio era el dios encargado de conducir el Carro del Sol de oriente a occidente para proporcionar luz y calor a los mortales. Si alguien se atrevía a mirarlo directamente, entonces quedaba deslumbrado a causa de todo el esplendor que irradiaba. No era para menos, pues su carro hecho de oro estaba tirado por cuatro raudos corceles con las crines doradas hallándose el mismo Helio portando un yelmo de radiantes joyas y dirigiendo en todo momento a los animales. Debido a la enorme responsabilidad de su labor, un solo error podía originar una auténtica catástrofe para la humanidad.

Tenía Helio un hijo llamado Faetón (o Faetonte), fruto de su relación con la oceánide Clímene. Educado en la fértil tierra de Egipto, todos los días veía a su padre surcar los cielos portando el magnífico Carro del Sol. Sin embargo, rara vez recibía una visita de su progenitor, tan ocupado como estaba en sus tareas. Debido a esta circunstancia, nadie se creía que Faetón fuera verdaderamente el hijo del dios del Sol. Cansado de las frecuentes burlas de sus compañeros, el joven estimó oportuno encontrarse con su padre para pedirle un gran favor: conducir él mismo el Carro del Sol. Así ya nadie tendría la menor duda de sus orígenes divinos.

Relieve troyano que representa a Helios, conservado en el Museo de Pérgamo (Berlín).

Tras un largo viaje, Faetón hizo su aparición en el palacio de Helio para hacerle partícipe de su deseo. Al dios del Sol no le pareció tan buena idea el peculiar proyecto de su hijo, ya que este podría acarrear resultados impredecibles. Hacía falta una extraordinaria destreza para manejar el carro sin contratiempos y Faetón era demasiado joven para semejante cometido. Helio trató de convencerlo inútilmente de que lo mejor que podía hacer, era olvidarse de aquella idea tan descabellada, pero su hijo era demasiado persistente. Finalmente, accedió a concederle el control del carro aunque solo por un día, por lo que pudiese ocurrir. Más tarde, se arrepentiría de aquella decisión. 

Faetón toma el Carro del Sol

Antes de empezar su arriesgada aventura, Faetón fue advertido por su padre de que debía mantener una altura apropiada y seguir el sendero indicado. Por añadidura, si no lograba controlar a los caballos, solo los dioses sabían lo que podía avecinarse. Dispuesto a todo por demostrar al mundo quién era, Faetón empuñó las riendas del carro y se embarcó en los cielos. Al poco de iniciar la marcha, los equinos pudieron notar como los guiaba una mano muy diferente a la de Helio, sintiéndose más liberados. Cuando se acercaron a la tierra de Faetón, el joven restalló su látigo con el fin de hacer descender el Carro del Sol y alejarse del sendero seguro. Así todos podrían contemplarlo en su apogeo. Pero este hecho desencadenó un cataclismo sin precedentes.

En su pretendido plan para adquirir fama y gloria, Faetón calculó mal las distancias y los caballos quedaron demasiado cerca de la superficie. El joven no hubiera podido imaginar los fatales efectos que trajo consigo su osadía. De haberlo sabido, quizás hubiera seguido los sabios consejos de su padre. Pero ahora era demasiado tarde. Los animales se encontraban fuera de sí, desbocados y desenfrenados, sin posibilidad de ser domados de nuevo. A su paso, los árboles y los cultivos ardían sin remedio. Toda la fértil tierra de Egipto quedó convertida en un abrasador desierto, excepto una estrecha franja a ambas orillas del río Nilo. Sólo un instante después, los caballos ascendieron muy por encima de las nubes, por lo que en el norte los mares se congelaron y la tierra se enfrió. ¿Qué estaba ocurriendo?

Totalmente desesperado, Faetón invocó a su padre para tratar de arreglar el desastre. Sin embargo, el dios del sol no pudo ayudarlo. Parecía que el mundo entero estaba condenado a causa de las acciones de Faetón. Esto hubiera sido así de no haber sido por Zeus, quien desde lo alto del Olimpo, fulminó al desconcertado jinete con un potente rayo. Fue entonces cuando el joven cayó del carro y se hundió en las aguas del río Erídano. Las hermanas de Faetón, las Helíadas, acudieron a llorar sobre su cuerpo inerte, con la esperanza de poder revivirlo. Se cuenta que Zeus, consternado por los acontecimientos, transformó aquellas lágrimas en gotas de ámbar y a ellas en álamos plateados. Finalmente, el dios Helio pudo recuperar su carro, que había quedado perdido en las montañas de Etiopía. Posteriormente, viajó hacia occidente en la ruta que él bien conocía, sin peligros. Pero ya nada podía remediar su eterno desconsuelo.

La caída de Faetón, por Jan Carel van Eyck (1636-1638).

Reflexión del mito

En esta historia tan trágica, observamos como Faetón está obsesionado con obtener el reconocimiento de los demás. Está harto de soportar las burlas que tanto perjuicio le provocan. Necesita ante todo probar sus orígenes divinos y por esta razón, le pide a su padre Helio conducir el legendario Carro del Sol. De esta manera, podrá encontrar el sentido a su vida y demostrar que es capaz de todo. No obstante, su inexperiencia provocó que regiones enteras sufrieran las dramáticas consecuencias, convirtiéndose en desiertos o glaciares. La responsabilidad de la tarea de transportar la luz y el calor era demasiado grande como para dejarla en manos de alguien como Faetón. Como conclusión final, podemos destacar que siempre resulta muy útil escuchar los consejos que otras personas más curtidas en la vida quieran darnos. Quizás así nos ahorremos posibles disgustos, tanto para nosotros mismos como para otros individuos, a lo largo de nuestra existencia.

Bibliografía

-Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.

-Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.

-Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.

-Schwab, G. (2021). Leyendas griegas. Editorial Taschen.

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