Sísifo, la eternidad del trabajo inútil

En tiempos remotos, se decía que Sísifo era el más astuto de los mortales. Habiendo logrado eludir a la muerte hasta en dos ocasiones, fue condenado por los dioses a levantar una pesada roca hasta una elevada cima día tras día sin descanso…, para ver cómo caía de nuevo y volver a empezar una y otra vez.

Sísifo, copia de José de Ribera (siglo XVII).

Sísifo, la condena eterna

Hijo del dios Eolo, el señor de los vientos, Sísifo poseía una picardía por encima de lo normal. Tanto, que incluso lograría engañar a los mismísimos dioses para conseguir sus propósitos. Este curioso personaje erigió y gobernó la opulenta ciudad de Corinto. Pero además de los numerosos quehaceres terrenales, pronto se vería involucrado en los asuntos del Olimpo para su mayor o menor fortuna.

Bien son sabidas las múltiples andanzas de Zeus en cuanto a tropelías amorosas se refiere. Esta vez le tocó el turno a la ninfa Egina, hija del dios-río Asopo. Cuando el padre de los dioses quiso secuestrar a la bella Egina, Sísifo se lo reveló a su padre Asopo, siempre movido por sus propios intereses. El rey de Corinto desveló el secreto a cambio de que Asopo hiciera brotar en su castillo un manantial de una roca al que llamó Pirene

A Zeus no le pareció nada bien la jugada del astuto Sísifo. Por este motivo, decidió enviar a Tánatos, la personificación de la muerte, para que se llevase a aquel mortal tan inoportuno. Pero Sísifo guardaba un as bajo la manga. Utilizando su argucia, consiguió engañar a Tánatos y encadenarlo con fuertes cadenas en sus propios dominios. De esta forma, la muerte se encontraba atrapada, sin posibilidad de realizar su cometido.

Las consecuencias de este singular hecho pronto se hicieron sentir en el mundo de los mortales. Con Tánatos fuera de juego, nadie podía morir. Ancianos moribundos, heridos de guerra agonizantes,… todos se retorcían de dolor, esperando el momento final que, por otro lado, parecía que nunca llegaba. Esta situación desesperaba sobremanera a Ares, el dios de la guerra, el cual necesitaba un poco más de acción. Para que todo volviera a la normalidad, liberó a la muerte de su cautiverio y esta llevó a Sísifo de nuevo a los infiernos.

Sísifo, por Tiziano (1576).

Ahora el rey de Corinto no podría librarse de su destino. Pero entonces, se le ocurrió otra artimaña. La mente de Sísifo se destacaba por ser una fábrica de ideas, a cuál no más peculiar. Esta vez les contó a Hades y Perséfone, dioses del inframundo, que su esposa no le había ofrecido un funeral como se merecía. Convencidos como estaban de las palabras de Sísifo, decidieron concederle el favor de devolverle al mundo de los vivos para zanjar cuentas con su negligente esposa. Eso sí, después de arreglar el entuerto, debía regresar al reino de las sombras, como estaba estipulado. Mas, una vez lejos de aquel siniestro lugar, Sísifo faltó a su promesa y se dedicó a gozar de los placeres de la vida. Reír, beber, comer, divertirse… todo era poco para el rey de Corinto.

Gracias a su ingenio, había conseguido esquivar a la muerte, no una, sino dos veces. Ya no tendría nada de que preocuparse. En el culmen de su felicidad, se dio un gran festín en su honor. Aunque lo que no esperaba el astuto rey era recibir la visita de un viejo conocido: la muerte. Pero ya no servía una simple estancia en los infiernos. Debido a su insolencia, le esperaba un castigo humillante. A partir de entonces, Sísifo quedó condenado a arrastrar un gran bloque de mármol hasta una elevada cima. Pero antes de alcanzar el punto más alto, la pérfida roca volvía a deslizarse hasta la base, por lo que se veía obligado a repetir esta incesante tarea, una y otra vez, así hasta la eternidad. Hay que decir que ni siquiera a alguien de la talla de Sísifo se le hubiera ocurrido una pena mayor que aquella.

Reflexión del mito

Aquel que osaba contrariar a los dioses, quedaba expuesto a la perdición más absoluta. En el caso de Sísifo, es difícil encontrar un ejemplo más notorio. Al haber dado esquinazo a la muerte hasta en dos ocasiones y engañar impunemente a los dioses, su castigo debía de ser ejemplar. Y además de que manera: repetir el mismo cometido inútil, sin la esperanza de obtener ninguna recompensa, por siempre jamás. Sin duda, una condena digna de alguien como Sísifo, un auténtico mago del engaño.

Hay quienes quieren ver en este mito una metáfora de la vida moderna. Aunque muchas personas consideran su cometido diario, una tarea repetitiva, tediosa y sin fundamento, bien es cierto que el trabajo dignifica al ser humano. Incluso alguien como Sísifo, maldecido para toda la eternidad, no deja en su empeño de seguir levantando su pesada carga sin descanso, día tras día, hasta el fin de los tiempos. Quizás debamos sentirnos afortunados por lo que tenemos, ya que sino, algún día podríamos acabar como el desafortunado rey de Corinto.

Fotograma de la película Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin.

Bibliografía

-Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.

-Gibson, M. (1994). Monstruos, dioses y hombres de la mitología griega. Anaya

-Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.

-Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.

-Schwab, G. (2021). Leyendas griegas. Editorial Taschen.

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