Francia atraviesa en estos momentos una grave crisis de orden público. Desde hace cinco días proliferan los disturbios por todo el país, disturbios que han devenido muy violentos y que han puesto a Emmanuel Macron contra las cuerdas. El Gobierno ha sacado a la calle a casi 50.000 agentes de policía para tratar de sofocar las protestas que empezaron la semana pasada tras la muerte a manos de la policía de un joven en la localidad parisina de Nanterre. El joven se saltó un control policial y la policía disparó. Poco después se convocó una manifestación de repulsa y la indignación se apoderó de los barrios periféricos de la capital. A los dos días las calles de las principales ciudades francesas ardían como teas. Hasta la fecha se han efectuado más de 2.000 detenciones, hay unos 300 agentes de policía heridos, 3.000 vehículos incendiados y aproximadamente mil edificios que han sufrido daños de distinta consideración. Junto esto se han registrado saqueos en todo tipo de establecimientos comerciales, en algunas ciudades se han decretado toques de queda y se ha interrumpido el transporte público ya que los vándalos la han tomado también con los autobuses y los tranvías. A Macron este estallido de rabia le ha pillado bajo de forma. Hace sólo tres meses hubo de enfrentar una movilización masiva a causa de la reforma de las pensiones que elevaba la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. En aquel momento también hubo mucha violencia en la calle, pero no se llegó a los niveles que se están viendo ahora. El Gobierno se encuentra emparedado entre un bloque de extrema izquierda y otro de derecha nacionalista. Los primeros aseguran que la causa de estos disturbios está en la pobreza en la que viven los habitantes de los banlieu, barrios periféricos de las ciudades poblados por inmigrantes de bajos ingresos. No es casual que el líder de la coalición izquierdista Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, tardase tanto en condenar la violencia callejera, no lo hizo hasta que la calle estaba totalmente fuera de control. Los segundos, liderados por Marine Le Pen de la Agrupación Nacional, aseguran que el problema es la inmigración y la laxitud de las leyes. Por el momento, y a diferencia de lo que sucedió en 2005 cuando Jacques Chirac se encontró con un problema parecido a este en las banlieu, Macron no ha declarado el estado de emergencia. Ha tenido, eso sí, que suspender un viaje oficial a Alemania que tenía programado. Es la segunda vez en apenas tres meses que sucede algo así. A finales de marzo Carlos III de Inglaterra tuvo que cancelar su visita a Francia a causa de las manifestaciones contra la reforma de las pensiones. Esta vez el problema es aún mayor porque no hay un reclamo político detrás de quienes están sembrando el pánico en las calles. No hay un líder, ni un programa, ni nadie con quien negociar. Esto complica las cosas y obliga al Gobierno a buscar una solución policial, algo que muchos franceses apoyan porque la violencia se ha descontrolado por completo. Para tratar este tema que tanta polémica está generando (pero no sólo Francia, en España Vox lo lee en clave nacional), nos acompaña Alberto Garín, que, si bien no es medio francés, se acerca mucho a eso. Alberto conoce bien aquel país, domina su idioma, aprecia su cultura y llegó incluso a residir hace unos años en una banlieu de París. Una persona con una opinión muy autorizada que nos ayudará a separar el grano de la paja y a entender las causas de este arrebato de cólera que ha incendiado Francia y se ha metido de lleno en la campaña electoral en España.
La Contracrónica por Fernando Díaz Villanueva
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