Texas, Estados Unidos, 1972. Un joven de 19 años intenta ponerse a trabajar con su máquina cortadora de césped y sin querer le produce una perforación en el tanque de combustible -vaya uno a saber cómo-. En ese momento, Tom se encontró en uno de esos momentos en que, lo sepamos o no, tenemos una decisión importante que tomar. Las circunstancias, nuestras decisiones previas y el azar culminan en un punto a partir del cual se abren nuevos caminos y debemos elegir uno y continuar. Y esta elección puede cambiar nuestras vidas, y a veces las de muchos más.
En este caso, en lugar de parchar el agujero, Tom decidió usar una bomba de vacío que conectaba el tanque y la válvula del carburador a través de una manguera. Una decisión innovadora, a primera vista, que finalmente permitió que la podadora siguiera funcionando por 96 horas ininterrumpidas, consumiendo solo medio tanque.
Durante los siguientes 4 años, siguió experimentando con su auto, un Ford Galaxie modelo 70, quitándole el carburador y la bomba de combustible para reemplazarlos por una caja negra que él llamaba filtro (básicamente un carburador modificado).
Este filtro le permitía a su motor v8, que normalmente rendía 20 millas por galón, llegar a 100 mpg (o 42,5 km por litro); y Tom estaba convencido de que en autos más pequeños y livianos, por aquella época solo populares en Europa, se podía llegar a un rendimiento incluso 9 veces mejor. Según ese estimado, se calcula que en los automóviles livianos de la actualidad se podría estar rindiendo entre 400 y 900 millas por galón (entre 170 y 380 km por litro).
Pero, ¿cómo funcionaba este supuesto “filtro”? Básicamente reducía la presión del tanque y calentaba el combustible para que emitiera vapor, y estos gases eran los que se inyectaban a la cámara de combustión del motor. En definitiva, se trataba de un motor que funcionaba en base a vapor de combustible. Esto no solo determinaba un rendimiento mucho mayor, sino que a la vez suprimía casi completamente las emisiones del escape.
A la edad de 24 años notificó a la prensa de su invención, anunciando una exhibición al público como demostración de su funcionamiento. Planeaba conducir desde El Paso, Texas, hasta Deming, Nuevo México (un trayecto de 200 mi o 320 km) con solo 2 gal de combustible (o 7,57 l).
Reporteros y expertos se congregaron a presenciar la hazaña, no sin antes revisar el auto para descartar tanques de combustible escondidos o algún otro tipo de artilugio.
No se encontró nada fuera de lo normal, más allá de su caja negra, por lo que al completarse el viaje, los titulares rezaron: “El joven Tom Ogle inventa un dispositivo capaz de ahorrar energía y reducir las emisiones de dióxido de carbono”.
Se dio paso a la vorágine de emoción y exaltación por lo novedoso y positivo del aparato, y las inversiones no tardaron en llegar. Pero poco después comenzaron a correr rumores de que ya existían patentes similares, entre ellas una bajo propiedad de General Motors. Y así, muchos de los entusiastas que lo apoyaban comenzaron a alejarse. Los ingresos mensuales que le eran otorgados para investigación y desarrollo fueron cesados, y el joven que había recibido una oferta de Shell por 25 millones de dólares, estaba ahora en quiebra.
La historia llega ahora a un punto de inflexión y no mejora. Se separó de su esposa y buscó consuelo en las drogas y el alcohol.
En 1981 muere a la joven edad de 28 años, luego de recibir una herida de bala fuera de un bar en El Paso. La autopsia indicó una sobredosis de alcohol y drogas, y su muerte fue catalogada como suicidio.
Sin embargo, muchos de sus amigos declararon que Tom nunca se habría suicidado, más allá de su situación. Algunos cuentan que ocasionalmente decía que alguien le estaba poniendo drogas a su bebida. De todas formas, nunca se encontró al supuesto agresor.
Más allá del misterio de su muerte y de la incógnita que dejan las declaraciones de sus amigos y conocidos, una cosa es cierta: Tom había hecho un descubrimiento que era muy positivo, tanto para la economía de un ciudadano promedio como para el medio ambiente.
Y más allá del hecho de que hubiera habido otras patentes similares bajo la titularidad de grandes corporaciones, y de que en los motores de la actualidad se haya añadido un principio de este mecanismo para utilizar vapores de combustible e incrementar su rendimiento; nunca se llegó al rendimiento que Ogle logró en su Ford Galaxie, y mucho menos al que proyectaba para automóviles más livianos. Esto es visible comparando las 60 mpg (o 25,5 km/l) a las que con suerte puede llegarse hoy, con las 100 mpg (42,5 km/l) que Tom había logrado en su auto, y las 900 mpg (380 km/l) que procuraba y auguraba.
Pero hay una conclusión que sí es positiva, y es que todos somos genios en potencia. Solo necesitamos la oportunidad, creer en nosotros, y siempre experimentar y aprender. A veces podrá salir bien y otras mal, pero si no tomamos la oportunidad, nunca sabremos si podríamos haber realizado algo grandioso.