¿Emperador héroe? ¿Uno de los responsables de la decadencia final del Occidente Romano? La época romano tardía es una vorágine convulsa. Luchas, intrigas y asesinatos rodean a los gobernantes romanos de esta época. Y entre tanto nombre que aparece en las listas de los últimos emperadores, no es tarea fácil dilucidar lo que cada uno aportó para frenar la caída imperial o acelerarla. No obstante, echemos luces acerca de uno de los últimos grandes portadores de la púrpura, Iulius Valerius Maiorianus.
Primeros años
La fecha de su nacimiento no se conoce con certeza aunque sabemos que se da a mediados de la década del 420. Es decir, por los años del Magister Militum Constancio III. También —de acuerdo con Sidonio Apolinar— sabemos que varios parientes suyos ya habían servido bajo otros líderes romanos en la provincia de Panonia, hacia el centro de la actual Europa. Su ingreso a las filas del ejército se da en la década del 440. Es justo cuando el gran Aecio comanda buena parte de los ejércitos imperiales.
De hecho, entre sus primeras misiones está ayudar a sofocar las rebeliones bagaudas (una mezcla de campesinos, rebeldes e insurgentes) en la Galia. En 447 está entre las tropas que plantan batalla contra los francos cerca de Helena. Ahí conoce a una persona que tendrá un papel vital durante el resto de su vida. Se trata de Ricimero (Flavius Ricimerus). Además, su destacada participación no sólo llama la atención de su comandante Aecio, sino que lo pone en la mira del emperador Valentiniano. Ya nada sería igual a partir de entonces.
Primeras experiencias con la corte
Valentiniano había pasado de Rávena a Roma durante estos tiempos (sólo ese hecho habla de la relativa seguridad que el emperador sentía en sus fuerzas). Mayoriano se dirige a la ciudad del Tíber y conoce al emperador en su palacio. Será su primera experiencia con las intrigas de la corte. De hecho, de no ser por Aecio, es probable que Mayoriano hubiera terminado ejecutado.
Al final, lo único que ganó fue una destitución del servicio militar. Mayoriano podía darse por bien servido. Tras su destitución, abandona la capital y se traslada a su domus en Panonia. No perdió el tiempo. Se dedicó a estudiar literatura y derecho. El tiempo demostrará que fueron años bien empleados. Mientras tanto, el imperio pasaba por tiempos convulsos.
Batallas, intrigas y asesinatos
En 451 tiene lugar la Batalla de los Campos Cataláunicos. El ejército reunido por Aecio logra una espectacular victoria contra los hunos de Atila. Lamentablemente, Roma no sabría capitalizar el triunfo de forma adecuada. Todo lo contrario. Los principales protagonistas de esta historia intrigarían unos contra otros, dejando al Imperio a merced de otros rivales. Aecio sería asesinado en 454 por el emperador Valentiniano y el propio emperador caería al año siguiente.
Por si fuera poco, el Magister Militum de Dalmatia declaró su independencia. Se hacía primordial llamar a hombres capaces de vuelta a Italia para defender al imperio. Es en este contexto que Mayoriano retorna a Roma. Su llegada a la capital se da en 454 y se le ordena recuperar el control de las tropas dispersas por toda Italia y que seguían leales al recientemente asesinado Aecio. Mientras tanto, ocurre el asesinato de Valentiniano en 455. ¿Qué sería del imperio a partir de ahora?
Tercer saqueo de Roma
De acuerdo con Prisco, detrás del asesinato del emperador estaba el senador Petronio Máximo. De hecho, éste asumirá la púrpura poco después. Mientras, el imperio sufría invasiones en todo el occidente. Visigodos en Hispania, francos, alamanes y burgundios en las Galias, vándalos en África. Lo que es peor, estos últimos comandados por el más grande de sus reyes, Genserico.
Roma y los bárbaros
Para entender lo que acontecía durante estos años hay que hablar de la relación que existía entre los pueblos bárbaros y los romanos. Durante esta etapa, en efecto, hombres fuertes de origen germano van a controlar una o más partes del imperio. Baste para ello recordar al vándalo Genserico, al que ya hicimos referencia, o al visigodo Alarico, quienes controlaron territorios en el norte de África y en Hispania.
Había, no obstante, otro método para ganar poder en Roma. La otra forma de prosperar de estos hombres era entrar en las propias filas del ejército e ir ascendiendo en los diferentes rangos. Como expresa el historiador José Soto Chica, estos bárbaros se habían romanizado. A diferencia de la crisis del siglo III, estos grupos germanos venían de un extenso contacto con los romanos y habían tomado buena parte de su cultura y costumbres. Este intercambio incluía las tácticas de sus ejércitos y el hecho de que muchos de ellos se formaban en el mismísimo ejército imperial.
Germanos romanizados
Es a este último grupo de germanos romanizados que pertenecía un personaje tan importante como Estilicón. Vándalo en origen, había ascendido en el escalafón militar romano hasta llegar a ser de facto el hombre más fuerte en occidente. Un caso similar es el de Ricimero. Suevo en origen, se había convertido en uno de los hombres de confianza del gran Aecio. Y, tras la muerte de Valentiniano, se disputaba la supremacía con otro de los que otrora fuera general de Aecio, Avito.
Ricimero buscó la ayuda de Mayoriano y se pusieron manos a la obra. En 456 expulsaron de Córcega a una flota vándala. En aquel mismo año derrotaron al otro general cerca de Placencia. Avito debió abandonar la púrpura. Esto significó que durante los siguientes 16 años Ricimero gobernó de facto en occidente. Sin embargo, para ello necesitaba de una marioneta en el trono. ¿Quién estaba disponible en primer lugar? Mayoriano. En 457, en las afueras de Rávena, Mayoriano fue proclamado emperador. ¿Se dejaría manipular por Ricimero? Retomemos la historia.
Los objetivos del Emperador Mayoriano
Desde un primer momento fue obvio que Mayoriano no había perdido el tiempo cuando estuvo preparándose y estudiando tras su exilio de la corte. De hecho, se pueden trazar a breves rasgos los objetivos que el emperador se impuso desde que asumió la púrpura. En primer lugar, es ésta una época en que las arcas estatales se encontraban menguadas. Principal causa para tal situación era la corrupción campante entre varios miembros de la nobleza. Mayoriano impulsó una serie de leyes para recuperar los ingresos y tener así dinero con el que asumir la defensa del Imperio. También promulgó leyes para tratar el problema de la disminución de nacimientos. Muchas mujeres se veían obligadas a tomar votos religiosos al no tener sus familias suficientes recursos para aportar las dotes que requerían sus matrimonios. Mayoriano limitó la edad de estos votos.
En otro orden de cosas, la defensa del territorio se mostraba compleja de tratar. En primer lugar, el emperador alentó a los mismos civiles a armarse y prepararse para repeler los ataques. Esto demuestra lo desesperante que debió ser la situación. Los saqueos de Roma, los constantes ataques vándalos y de otros grupos bárbaros seguramente sumieron a los habitantes romanos en la desesperación y el miedo constante. Ahora, al menos, un emperador les daba la posibilidad de pelear. Y sin embargo, la principal amenaza seguía ahí. El reino del gran Genserico acechaba desde el otro lado del Mediterráneo.
El emperador va al frente
Las incursiones vándalas en lugares como Campania no hacían sino incrementarse. Mayoriano se vio obligado a cabalgar desde Rávena y enfrentarlos. Logró una victoria importante. No obstante, cayó en cuenta de algo que suponía un gran peligro para Roma. Genserico tenía una flota. Mayoriano no. Por eso, en 458, el emperador ordena la construcción de una flota para resguardar Italia. Además, se ve en la necesidad de reclutar soldados. ¿Dónde conseguir hombres dispuestos a luchar? Sí, debe entrar en tratos con grupos del Danubio, burgundios, hunos, gépidos e incluso visigodos. Con estas medidas, el emperador tiene ahora una flota de alrededor de 300 barcos y un ejército que se ha incrementado en varios miles de soldados.
Las luchas no tardan en volver a llamarlo. Esta vez parte en dirección a las Galias. Logra aquí victorias significativas contra burgundios y visigodos. Ambos grupos deben firmar tratados que reconocen la supremacía del emperador y los reduce al estado de foederati. En 459, Mayoriano entra en Lugdunum (actual Lyon). Vivía aquí el sacerdote, político, poeta y escritor Sidonio Apolinar. Ambos hombres habían tenido sus diferencias en el pasado pero en esta ocasión el escritor le dedica un panegírico al emperador por su victoria.
Diplomacia y alianzas
Mayoriano no tardará en acuñar moneda. Además, envía emisarios a León I en Constantinopla y a Marcelino de Dalmacia. Era hora de buscar alianzas que permitieran recuperar el imperio. León había subido hacía poco al trono del Imperio en el Este. Las relaciones diplomáticas fueron mejor que con sus predecesores y pronto se llegó a un acuerdo para conquistar Sicilia, impidiendo un mayor avance de la flota vándala en el Mediterráneo. Además, por medio de sus emisarios, Mayoriano convenció a Marcelino de regresar al Imperio. Roma volvía a recuperar territorios que parecían perdidos poco tiempo atrás.
Por otra parte, Mayoriano envió a su general Nepociano a luchar contra visigodos y suevos. Para el 460 estos grupos deben volver a someterse al Imperio. Nepociano es nombrado gobernador de Hispania y el occidente parece restaurado. Con una excepción, África. El territorio era hogar del reino vándalo de Genserico. Y hacia esa dirección miró Mayoriano. Era la gran deuda que tenía. Recuperar esas tierras para el Imperio Romano.
Contra los vándalos
Al ver la fuerza con que el emperador asentaba las bases de su gobierno, Genserico se preocupó. No hay mejor muestra que el hecho que el rey vándalo enviara emisarios a Mayoriano. Éste, seguro de su fuerza, rechazó los términos que le proponía el vándalo. Genserico comenzó a maniobrar. Para empezar, devastó los territorios de la Mauritania al sospechar que podría ser un sitio de desembarco para las fuerzas imperiales. De poco le hubiera servido. El plan de Mayoriano era dirigirse primero a Sicilia, reunirse ahí con Marcelino y, con las fuerzas conjuntas de ambos, dirigirse a África.
A estas alturas, Mayoriano planeaba con cuidado su siguiente movimiento. Tenía mucho a favor. Gracias a su alianza con León, Sicilia era suya. Por eso era la primera pieza de su plan. Además, el regreso de Marcelino al imperio incrementaba sus fuerzas. De ahí la unión que planificaba antes de dirigirse a África. Y sin embargo, todo falló. La flota fue destruida o capturada. Y pronto terminarían los días de Mayoriano como emperador y su propia vida. ¿Qué había sucedido?
Flota destruida y planes frustrados
Hay varios sospechosos de la destrucción de la flota. En primer lugar, Ricimero. El antiguo colega de Mayoriano en las tropas de Aecio y actual socio en el gobierno se había quedado en Italia todo este tiempo. Y cada vez más se iba acercando a los aristócratas y nobles del Imperio Occidental. De acuerdo a Soto Chica, esta concentración de poder en pocas manos es una de las razones fundamentales para la caída de Occidente. Descuidar el bienestar del Estado por los intereses personales estaría en la génesis del desastre que vendría poco después. Así pues, lo que habría motivado a Ricimero a conspirar contra Mayoriano fue que sus intereses no coincidían, en especial con Ricimero representando más y más a las familias aristocráticas.
Y, sin embargo, no es el principal sospechoso de la destrucción de la flota imperial. El otro gran sospechoso, y aquí es mejor la versión de la captura, es el mismísimo Genserico. Estamos hablando del que seguramente es el hombre más astuto de su época. Su ascenso al poder había sido espectacular. De estar acorralado en Europa, se había abierto campo en África y se había convertido por derecho propio en un actor principal de la geopolítica del momento. Y ya hemos visto que el rey vándalo veía con preocupación el ascenso del poder romano que Mayoriano representaba.
Hay aquí dos posibilidades. Que mandara agentes encubiertos para destruir o hacerse con la flota, o que se valiera de traidores dentro de las propias tropas del emperador. Al fin y al cabo, hay que recordar que buena parte de los hombres de Mayoriano estaban reclutados entre los pueblos germanos. Tal vez, hubo un poco de ambas. Un ejército no totalmente leal incitado por el aliciente del oro bien podría haber ayudado en este fatal incidente.
De vuelta a Italia y final
Mayoriano es un personaje trágico. Su temprana experiencia en la corte le sirvió para mejorar tras su exilio y replantearse qué hacer si volvía a servir en la administración pública. Aprovechó esos momentos como pocos podían haberlo hecho por medio de un exhaustivo estudio. Luego, investido como emperador, cuando parecía que tenía todo al alcance de la mano, la caída fue estrepitosa. Todo empezó en la pérdida de la flota discutida en la sección anterior. No había nada que hacer. Debía volver a Italia.
La primera escala fue Arlés, en las Galias. Disfrutó de juegos y banquetes. Tal vez reflexionó sobre sus siguientes acciones. Había reformas que debían ser completadas. De cualquier forma, en el verano de 461, Mayoriano emprendió su viaje final. Tal vez un error en este momento. Desbandó a las tropas que lo acompañaban y se quedó con unos pocos leales. Las consecuencias serían fatales de vuelta en tierras itálicas. En efecto, siendo agosto del 461, camino a Roma, el emperador es interceptado por el propio Ricimero, antiguo amigo y colega. El emperador es entonces capturado, enviado a prisión por unos días y finalmente decapitado.
Terminaba así uno de los hombres que habían mostrado valentía suficiente para regresar al imperio a una senda de triunfo. Tal vez sus reformas llegaban tarde, con Roma en plena debacle. Quizás le faltó tiempo para acometer todos sus planes. De cualquier forma, con su ejecución, el poder se concentraba en Ricimero. Pocos años después el Occidente caería para siempre. Lo que vendría después ya sería algo diferente.
Bibliografía
Asimov, I. (1982). El Imperio Romano. Alianza Editorial.
Heather, P. (2010). Empires and barbarians: The fall of Rome and the birth of Europe. Oxford University Press.
Posadas, J; García, L. (2018). La Caída de Roma. Gredos.
Soto Chica, J. (2022). El Águila y los cuervos. La caída del Imperio Romano. Despertaferro ediciones.
Antes de que te vayas…