En España nunca hemos sido muy dados a reconocer a nuestros héroes, tenemos el mal vicio de pensar que ningún español pudo realizar ninguna acción digna de alabar. Pese a ello la historia española está llena de personajes fascinantes, Ángel Sanz Briz es uno de ellos. Nacido en Zaragoza, Sanz Briz estudió derecho e ingresó en la Escuela Diplomática poco antes del estallido de la Guerra Civil Española, en la que participaría enrolándose en el bando nacional.
Tras pasar una temporada en Egipto como personal diplomático del régimen franquista, sería trasladado a Hungría en 1942, que por aquel momento estaba gobernada por el regente Nicolás Horthy, quien mantenía relaciones cordiales con las potencias del Eje. Tras la invasión alemana del país húngaro, Hitler depuso a Horthy y colocó en el poder al colaboracionista Ferenc Szálasi, es en este contexto donde aparecerá nuestro protagonista.
El propio Adolf Eichmann supervisaría el exterminio de judíos en Hungría, según las cifras dadas por el Yad Vashem, se acabó con la vida de más de medio millón de judíos en el país. Sanz Briz comenzó a buscar soluciones legales para mejorar las condiciones a las que estaban sometidos los judíos, se utilizó un Real Decreto de 1924 de Miguel Primo de Rivera, que alegaba que cualquier judío de origen sefardí, es decir, descendiente de judíos expulsados de la península a partir de 1492, tenían legitimidad para pedir la nacionalidad española. El problema con el que se enfrentaban es que este Real Decreto había perdido su validez en 1930, aunque finalmente esto no supuso ningún inconveniente.
El gobierno húngaro, hastiado de las continuas quejas del embajador español por la situación que vivían los judíos, conseguiría expulsarlo del país de manera definitiva. Es en este momento cuando Ángel Sanz Briz queda al frente de la embajada. Pese a la utilidad que podía darles aquel Decreto de Primo de Rivera, en Hungría apenas había 100 judíos de origen sefardí. Sanz Briz optó entonces por cambiar su estrategia, viendo como había terminado su predecesor con esas actitudes beligerantes, comenzó a mantener buenas relaciones con el gobierno húngaro, de esta manera consiguió que el ministro del Interior le diera la oportunidad de repartir 200 pasaportes para judíos sefardíes.
Como hemos señalado anteriormente, los judíos de origen sefardí que había en Hungría rondaban los 100, aunque ni el gobierno alemán ni el húngaro estaba en condiciones para poder revisar todos los árboles genealógicos de la comunidad judía. Otro aspecto importante vino cuando Briz, demostrando una sagacidad excepcional, comenzó a expedir pasaportes para familias enteras en vez de para un solo individuo, con el objetivo de multiplicar el número de vidas que podía salvar.
Pese a ello, Briz quería intentar salvar a un mayor número de personas por lo que comenzó a añadir letras a los pasaportes que iban desde el 1 al 200, de esta manera multiplicó de manera exponencial la cantidad de judíos que podía salvar de una muerte prácticamente segura. Sanz Briz no solo se limitó a realizar trabajo de papeleo, sino que fue buscando activamente por toda la ciudad, en las calles y andenes de tren a todos los posibles judíos sefarditas que pudiera haber.
Tras esta proeza, ya entrado el último año de la guerra tuvo que salir del país por miedo a las represalias del ejército rojo que llegaría el 16 de enero. A la llegada a nuestro país no obtuvo ningún tipo de reconocimiento y continuó su trabajo de diplomático, convirtiéndose en el primer embajador español en la China de Mao Zedong. Su carrera y su vida terminaría en el Vaticano, donde finalmente fallecería el 11 de junio de 1980.
A título póstumo recibió muchas condecoraciones, en 1989 la Embajada de Israel en España realizó un homenaje presidido por Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Asuntos Exteriores por aquel entonces. En 1991 Israel le condecoró como Justo entre las Naciones, inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto. En su ciudad natal, Zaragoza, se nombró una plaza en su honor donde posteriormente se colocaría un busto para honrar su nombre y memoria.
Pese a todos estos honores, el nombre de Ángel Sanz Briz sigue sin tener la importancia que debería tener entre la memoria colectiva de la ciudadanía española. Todos conocemos a Schindler y su famosa película, pero lo cierto es que Sanz Briz salvó a un número de personas muchísimo mayor, como mencioné al principio, parece que España quisiera esconder a sus héroes.