Todos han oído hablar del valiente Pelayo, protagonista de innumerables crónicas, ensayos o novelas. Pero el que quizás no es tan conocido es su coetáneo Pedro, el que fuera duque de Cantabria. ¿Qué es lo que sabemos de este personaje? ¿Qué hay de cierto o de leyenda en él? ¿Y cuál fue su relación con Pelayo?

Entre la leyenda y la realidad
Según cuentan algunas antiguas crónicas cristianas, Pedro era descendiente de los reyes visigodos Leovigildo y Recaredo, y por tanto de estirpe real. No disponemos de demasiados datos fehacientes sobre su figura, quizás naciera en torno al 680 y muriese cincuenta años después, en el 730. Sabemos que era duque de Cantabria a principios del siglo VIII hasta la posterior caída del reino visigodo de Toledo a manos de los musulmanes tras la batalla de los montes Transductinos (también conocida como la batalla del río Guadalete) en el 711.
Tras este enfrentamiento y la batalla de Écija, la mayor parte de las élites visigodas decidió pactar con el enemigo para así conservar sus privilegios. Pero no todos. Pelayo, quien sería nombrado princeps de los astures, encajó una victoria nada desdeñable en la batalla de Covadonga (¿718-722?) cuya autenticidad y alcance han sido objeto de fuerte debate. A partir de entonces, se fraguó un lejano pero firme reducto de resistencia contra el islam. Este pequeño reino aprovecharía otros frentes abiertos del califato y la hostil geografía del entorno para mantenerse en pie. ¿Y qué fue de Pedro?
Pedro también se refugiaría en sus dominios del norte intentando sobrevivir y trabaría una complicada alianza con Pelayo. Aunque posiblemente recelaban el uno del otro, tanto Pelayo como Pedro eran conscientes de la situación de la debilidad en la que se encontraban frente al todopoderoso califato omeya de Damasco. Solo un acercamiento entre ambos, podría darles un respiro y una oportunidad. Por esta razón se acordó el matrimonio entre la hija de Pelayo, Ermesinda, con el primogénito de Pedro, el futuro Alfonso I. A la postre, esta prometedora unión permitió asociar los territorios de Asturias y Cantabria.

La capital del ducado de Cantabria se había situado en Peña Amaya, un enclave estratégico hoy deshabitado. Es de destacar que fue Alfonso el que marchó a los territorios de Pelayo, cuya capital era la actual Cangas de Onís, en contra de la tradición. ¿Y por qué? Esto pudo haber sido debido a la victoria contra los musulmanes cosechada por el princeps de los astures, que le daría una posición de ventaja sobre el linaje de Pedro. Algo parecido había ocurrido con el rey visigodo Leovigildo y Gosvinta, años atrás. Poco a poco, el naciente reino de Asturias se iría asentando y expandiéndose por el norte peninsular.
«Alfonso, yerno de Pelayo, reinó 18 años. Era hijo del duque Pedro de Cantabria».
Crónica Albeldense (XV.3)
Legado de Pedro
Las crónicas redactadas en el reinado de Alfonso III de Asturias (866-910) buscaban entroncar a los reyes asturianos con los gobernantes visigodos, en una corriente llamada neogoticismo. Dicha postura no está exenta de controversia, ya que algunos expertos consideran que esto formaría parte de la propaganda de la época y que no obedecería a datos reales, sino inventados a propósito. Otros, por el contrario, sí dan por ciertos dichos datos. Sea como fuere, de lo que no cabe duda, es de la existencia de un linaje real que partiría de Asturias en clara relación con el resto de territorios cristianos que irían surgiendo.
Como ya hemos visto, Pedro constituye el antepasado común de todos los reyes asturianos, a través de sus hijos varones Alfonso I y Fruela. Fallecido Favila, hijo de Pelayo, en el 739 en una cacería, sería Alfonso I (739-757) el que ostentara la corona asturiana, a su vez padre de Fruela I de Asturias (757-768) y de Mauregato (783-789), este último fuera del matrimonio oficial. El otro hijo de Pedro, llamado Fruela, sería a su vez padre de otros dos reyes asturianos más, Aurelio I (768-774) y Bermudo I (789-791). Bermudo I sería padre de Ramiro I (842-850), de nuevo siguiendo con la línea de los reyes asturianos.
«Tras la muerte de Fáfila le sucedió en el trono Alfonso, varón de gran valor, hijo del duque Pedro, descendiente del linaje de los reyes Leovigildo y Recaredo».
Crónica Ad Sebastianum (13)

Bibliografía
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