Ver el color rojo se debe a una mutación. Sin embargo, cuando pensamos en mutaciones genéticas nos imaginamos seres deformes o superhéroes de Marvel, y olvidamos que muchas mutaciones son fundamentales para los seres vivos.
Somos esclavos de nuestros sentidos e ignoramos todo aquello que no percibimos. Cuando miramos a nuestro alrededor, siempre y cuando haya luz, percibimos una infinidad de colores y formas. Pero también es posible que ignoremos otras tantas simplemente porque no tenemos los receptores adecuados para detectarlas. Por ejemplo, muchos peces, reptiles y aves poseen cuatro pigmentos en sus retinas que son activados por la luz. Este hecho les permite percibir determinadas longitudes de onda del espectro electromagnético.
Por otra parte, los mamíferos suelen ser dicrómatas y solo cuentan con dos de estos pigmentos teniendo así una visión más limitada. La buena noticia para los amantes del color es que, por azares del destino, el ser humano es tricrómata.
El tricromatismo se debe a la activación por la luz de tres pigmentos en la retina ocular. Estos fotopigmentos se encuentran en unas células fotorreceptoras llamadas conos y son los responsables de que detectemos los colores. En concreto, son sensibles a determinadas longitudes de onda en función al pigmento que contienen: los conos S contienen cianopsina y son sensibles a longitudes de onda corta (entre 400 y 500 nm), los conos M contienen cloropsina y son sensibles a longitudes de onda mediana (entre 450 y 630 nm), y los conos L son estimulados por ondas largas (entre 500 y 700 nm) y contienen eritropsina. La visión de los colores varía en función del grado de estimulación de los conos.
Así, si los conos S están siendo más estimulados que los M y S, percibimos los colores azules y violetas. Por otro lado, cuando los conos con mayor estimulación son los M o los L, vemos el color verde o el rojo respectivamente. El color amarillo es percibido cuando los conos L son estimulados ligeramente más que los M. Y así sucesivamente, es como nuestro cerebro interpreta una amplia gama de colores. Sin embargo, la retina no siempre ha contado con tres tipos de cono, sino que evolucionó dentro del orden de los primates y pasó del dicromatismo al tricromatismo.
¿Cómo apareció en nuestro ADN la visión tricromática?
Los estudios genéticos detectaron que el gen que codifica S se encuentra en el cromosoma humano 7, recordemos que el ser humano tiene 23 pares de cromosomas, y que secuencias de ADN similares están presentes en la mayoría de los vertebrados. Esto significa que es un gen muy antiguo en la evolución.
Por otro lado, los genes que codifican M y L son bastante similares entre sí y se localizan en el cromosoma X. Esto nos dice dos cosas; lo primero es que se produjo una duplicación del gen M y más tarde una mutación de la segunda copia, generando L. Lo segundo es que cualquier mutación afecta principalmente a los varones porque solo cuentan con un cromosoma X y lo que ocurra en este cromosoma no puede ser “arreglado” por el segundo cromosoma X presente en las mujeres. En otras palabras, esto explica por qué hay más casos de daltonismo en hombres que en mujeres.
No todas las mutaciones tienen éxito en la evolución, pero esta pasó a las siguientes generaciones y supuso una ventaja notable. Este éxito evolutivo de nuestra visión tricromática se debe a la alimentación frugívora-folívora de los primates. Principalmente se barajan dos hipótesis: la primera se centra en los frutos y la segunda, en las hojas. La mayoría de los primates prefieren los frutos a las hojas en su dieta; según la hipótesis 1, la visión tricromática les permitió identificar mejor los frutos rojos dentro del follaje verde. Por otro lado, la hipótesis 2 sugiere que, durante las épocas de escasez de frutos, los primates detectaran mejor aquellas hojas más ricas en proteínas (relacionadas positivamente con la coloración rojiza) pudiendo de esta forma obtener una alimentación mejor.
El rojo en la actualidad
La visión tricromática supuso una ventaja muy importante para los antepasados del ser humano, y hoy en día, continúa siendo significativa en los primates. No obstante, la posibilidad de percibir el color rojo ha abierto la puerta a un mundo nuevo más allá de la alimentación. Muchos primates, como el mandril, utilizan el color rojo para mostrar dominancia o como alerta de peligro. Los humanos asociamos también el color rojo con agresividad y dominancia. Consecuentemente, llevar este color desencadena la producción de testosterona ayudando a la respuesta de lucha o huida. Además, el color rojo nos hacer ver más atractivos posiblemente porque lo relacionamos con una buena circulación sanguínea y, por lo tanto, una buena salud.
Una simple mutación genética pudo cambiar nuestra fisiología, pero también alteró nuestra respuesta social y psicológica ante el color rojo.
Bibliografía
Andrew J Elliot, D. N. (2008). Romantic red: red enhances men’s attraction to women. Journal of personality and social psychology, 95, 1150.
Gerald H Jacobs, J. N. (2009). The evolution of primate color vision. Scientific American, 300, 56-63.
Nathaniel J Dominy, P. W. (2001). Ecological importance of trichromatic vision to primates. Nature, 410, 363.
Wässle, H. (1999). A patchwork of cones. Nature, 397, 473.