Oyeron todos lo que el Emperador dijo con mucha atención y lágrimas… que quebraran corazones de piedra, y el mismo Emperador lloró con ellos, diciéndoles: «Quedaos a Dios, hijos; quedaos a Dios, que en el alma os llevo atravesados».
(“Discurso de abdicación de Carlos V en Bruselas”, Fray Prudencio de Sandoval, 1634)
Abatido por la gota, en otoño de 1555 Carlos V dijo adiós a la vida política y lo hizo con un magnífico discurso ante sus súbditos.
En el otoño de 1555, el emperador Carlos V decidió poner punto y final a su exhausta etapa política. A lo largo de 40 años de reinado, el infatigable monarca dedicó su vida a sofocar las llamas de su vasto imperio, viajando por todos y cada uno de sus territorios (exceptuando América), dejando patente su presencia y honda preocupación para con sus numerosos vasallos.
A lo largo de sus 40 años de gobierno, Carlos V recorrió infatigablemente todos sus territorios
Exceptuando fogonazos puntuales como la Revuelta de los Comuneros, las Germanías o la Guerra de los Campesinos en Alemania, el primero de los Austria españoles gozó de la simpatía del común sus súbditos. Y es que desde un primer momento Carlos se postuló como salvaguarda de la Europa Católica frente a la Reforma, baluarte cristiano contra el Turco y muro de contención de Francia.
UN REY «AGOTADO»
Para 1555 poco quedaba ya de aquel joven y proactivo monarca que no dudaba en enfangarse en pos de los servicios de Estado. A la fatiga acumulada y el paso del tiempo, el emperador hubo de sumar un mal mayor que condicionó su vida: la gota. Con tan sólo 28 años Carlos sufrió su primer ataque serio, y de ahí en adelante la cosa iría a más porque se negará a aceptar la dieta y los consejos de sus médicos.
Con sólo 28 años, Carlos V sufrió su primer ataque serio de gota, enfermedad que condicionaría toda su vida
La dolencia del emperador resultó insufrible. Así lo refleja él en una carta a su hija Juana de Austria: “Hija: ésta no va de mi mano porque se ha tornado a abrir los agujeros del dedillo, que casi estauan cerrados y duéleme harto”. Asimismo, en 1551 Guillaume van Male, su secretario y chambelán, escribirá preocupado al consejero Luis de Flandes: “Hoy es el quinto día desde que el César se encuentra en la cama… Se le junta también a menudo una pequeña fiebre como compañera de la artritis en este juego, y con más insistencia que una hermana gemela”. La enfermedad alcanzó a los corrillos de embajadores y diplomáticos, desatando todo tipo de especulaciones. Especulaciones como que el emperador había perdido tres dedos y pasaba el día arreglando relojes o que, directamente, había muerto.
EL REY DE ROMANOS CEDE SU ASIENTO
A pesar de frisar los 55 años, el estado físico de Carlos era deplorable. Él lo sabía. En una Europa como aquella, en continua efervescencia, la política y la religión eran algo demasiado serio como para ser atendidos por alguien que pasaba el día quejándose de sus achaques. Era hora de dejar paso a los nuevos gobernantes: su hijo Felipe en España y su hermano Fernando en el Sacro Imperio.
El 25 de octubre de 1555 se produjo la abdicación ante la mirada de personalidades como: el futuro Felipe II, Guillermo de Orange, Manuel Filiberto de Saboya…
La ceremonia de abdicación ocurrió el 25 de octubre de 1555 en el gran salón del Palacio de Coudenberg de Bruselas. Allí acudió el emperador tras una misa muy temprana, seguida de una pomposa y solemne procesión a lo largo de la capital flamenca. Hacia las cuatro de la tarde de ese mismo día comenzó el acto. Dos asientos flanqueaban a Carlos bajo las armas de Borgoña: en el derecho el Príncipe Felipe; en el izquierdo María de Austria, regente de los Países Bajos. El resto de bancos principales estaban ocupados por los caballeros de la Orden del Toisón -como Guillermo de Orange– y otras personalidades importantes.
Durante la apertura, Filiberto de Bruselas, Presidente del Consejo, tomó la palabra en primer lugar y puso en conocimiento de los asistentes con tono grave el motivo de su asistencia. Seguidamente dio paso al emperador Carlos V, que en su último gran acto público como señor de la Cristiandad expuso un razonamiento meditado y profundo en el que hace todo un examen de conciencia final con respecto a su tarea gobernante.
LA DESPEDIDA DE UN EMPERADOR
«Luego sucedió la muerte de mi abuelo, el Emperador Maximiliano, en el año de diez y nueve de mi edad, que… aunque era muy mozo, en su lugar me dieron la dignidad imperial. No la pretendí con ambición desordenada…, sino por mirar por el bien y común salud de Alemania, mi patria muy amada, y de los demás mis reinos, particularmente los de Flandes, y por la paz y concordia de la Cristiandad, que cuanto en mí fuese había de procurar, y para poner mis fuerzas y las de todos mis reinos en aumento de la religión cristiana contra el Turco.
«En el año diez y nueve de mi edad… me dieron la dignidad imperial… No la pretendí con ambición… sino… para poner mis fuerzas… en aumento de la religión cristiana«
Fray Prudencio de Sandoval,“Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V”
Mas si bien fue este mi celo, no pude ejecutarlo como quisiera, por el estorbo y embarazo que me han hecho parte de las herejías de Lutero y de los otros innovadores herejes de Alemania, parte de los príncipes vecinos y otros…, metiéndome en peligrosas guerras, de las cuales, con el favor divino, hasta este día he salido felizmente…
Nueve veces fui a Alemania la Alta, seis he pasado en España, siete en Italia, diez he venido aquí a Flandes, cuatro en tiempo de paz y de guerra he entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fui contra África, las cuales todas son cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta, que por visitar mis tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo y tres el Océano de España, y agora será la cuarta que volveré a pasarlo para sepultarme; por manera que doce veces he padecido las molestias, y trabajos de la mar. Y no cuento con éstas la jornada que hice por Francia a estas partes, no por alguna ocasión ligera, sino muy grave, como todos sabéis…
«Confieso haber errado muchas veces… y pido y ruego a todos… me perdonéis y me hagáis gracia de este yerro«
Fray Prudencio de Sandoval,“Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V”
En lo que toca al gobierno que he tenido, confieso haber errado muchas veces, engañado con el verdor y brío de mi juventud, y poca experiencia, o por otro defecto de la flaqueza humana. Y os certifico que no hice jamás cosa en que quisiese agraviar a alguno de mis vasallos, queriéndolo o entendiéndolo, ni permití que se les hiciese agravios; y si alguno se puede de esto quejar con razón, confieso y protesto aquí delante de todos que sería agraviado sin saberlo yo, y muy contra mi voluntad, y pido y ruego a todos los que aquí estáis me perdonéis y me hagáis gracia de este yerro o de otra queja que de mí se pueda tener».
(Fray Prudencio de Sandoval, “Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V”)
Bibliografía:
«Carlos V» Joseph Pérez
«Felipe II» Enrique Martínez
“Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V”, Fray Prudencio de Sandoval
«La gota imperial de Carlos V», Néstor Luján