La Alemania nazi y la España franquista: dos períodos históricos complejos, con ciertas similitudes y amplias diferencias, pero también con cauce común.
Ambas naciones, durante lo que quedaba de las entreguerras y los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial, tuvieron relaciones diplomáticas álgidas y complicadas con un largo proceso evolutivo de por medio.
La postura española fue bastante camaleónica y cautelosa durante la contienda entre los Aliados y el Eje. Aunque fueron notables las relaciones entre la Alemania Nazi y la España franquista, éstas sufrieron un duro revés a partir de 1943.
Aunque Alemania todavía no existía materialmente, pues estaba desperdigada en una amalgama de ducados, principados y entidades, el antecedente más inmediato a las relaciones diplomáticas entre ambas plataformas se da entre el Sacro Imperio Romano Germánico y la Monarquía Hispánica. La estructura fue una con el sabio y prudente gobierno de Carlos I de España y V del Sacro Imperio. Con la declaración del Imperio Alemán en Versalles en 1871, y la unificación de los Estados alemanes, es que se puede hablar de relaciones formales entre naciones políticas.
Sucesivamente habría pactos y protocolos referentes a la repartición de determinados territorios, como por ejemplo, el acuerdo internacional firmado en Madrid en el año 1885, donde el Imperio Alemán y el Imperio Británico reconocieron la soberanía española sobre el archipiélago de Sulu, mientras que España renunció a sus pretensiones sobre Borneo.
Pero en relación al contexto de las entreguerras, Alemania entraría en socorro de los sublevados una semana después, este fue el 25 de julio de 1936, de imponerse el alzamiento desde el bando nacional. La intervención de Alemania en la guerra civil, junto a la de Italia y Portugal, determinaría el futuro de estas relaciones. En el año 1937 se establecería el Decreto de Unificación por el que nacía la Falange de la FET y JONS como fuerza política unificada, lo que sería luego el aparato del posterior Estado franquista.
El 20 de marzo de 1937 se firmaría un acuerdo secreto de colaboración entre la Alemania nazi y la España fraquista. Este tratado de amistad entre ambas naciones volvería a ratificarse el 31 de marzo de 1939. El 27 de marzo de 1939, la España franquista firma el pacto Anti-Komintern.
Según Payne, Franco sería enérgico a la hora de establecer contactos con Alemania e Italia respectivamente, a diferencia de Emilio Mola Vidal. En la prensa extranjera se hacía referencia a Franco como líder de los rebeldes, esto sumado al eficiente aparato propagandístico dirigido por su hermano Nicolás Franco (huelga decir que Nicolás ejerció como «plenipotenciario» del bando nacional en Italia en 1937).
La buena comunicación y las constantes relaciones con Alemania e Italia, basadas en un obvio interés, no solo le permitieron a Franco contar con gran logística y con envíos rutinarios de armamento, sino también con una gran reserva de voluntarios de ambas naciones. El gobierno salazarista tampoco desaprovechó la situación para acabar con el gobierno republicano, un evidente foco de desestabilización para su régimen.
Finalizando 1937, alemanes y soviéticos irían desligándose progresivamente de la guerra española y reduciendo su presencia.
Sostiene Payne, cuya referencia es la revisión de unos documentos sobre la política exterior alemana desde 1918 hasta 1945, que Hitler hizo un comentario, fechado el 5 de noviembre de 1937: «una victoria de Franco al cien por cien» no era deseable «desde el punto de vista alemán». «El interés alemán residía más bien en la continuación de la guerra y en mantener la tensión en el Mediterráneo» para desviar el interés internacional de Europa central.
Es sabido que, ante la notoria bancarrota del bando nacional o sublevado, Alemania cedió a crédito el material bélico y los suministros de mayor importancia para ganar la guerra. Es por esto que el consorcio Hisma-Rowak, según Viñas, empleó un sistema de compensación por el que Alemania se beneficiaba obteniendo el mayor número de materias primas y teniendo, así, el monopolio en el comercio privado. Esto le generaba grandes ganancias, puesto que las materias primas se obtenían en grandes cantidades y a precios muy inferiores.
Ya en febrero de 1939, el bando nacional controlaba gran extensión geográfica y gobernaba, de facto, desde su sede en Burgos. Es decir, que había un gobierno alzado que tenía un monopolio del poder coercitivo y que, el 27 de febrero, sería reconocido por los gobiernos de Francia e Inglaterra.
No obstante, oficialmente se hablaría de relaciones diplomáticas a partir del establecimiento formal del franquismo en el poder. Esto es el 1 de abril de 1939, cuando Franco proclama que «la guerra ha terminado» en El último parte de la guerra civil española y habiéndose finalizado ya el sitio de Madrid.
Ni siquiera a comienzos de la guerra civil las relaciones entre Alemania y la España que se erigía sobre el bando nacional eran desinteresadas. Está más que zanjado en la historiografía que Alemania deseaba una órbita favorable en la península ibérica y un mercado que le fuera propicio, en tanto que pudiera tener la hegemonía del mismo. Según Viñas, por ejemplo, Alemania tenía la posición más importante dentro del comercio exterior entre los países de esa órbita. La España franquista, a ojos de la Alemania nazi, sería un aliado contra el bloque franco-británico, pero aún cuando comenzó la guerra, no fue así.
Con la Segunda Guerra Mundial en curso, la perspectiva alemana sobre España cambiaba, puesto que podía constituir un aliado en los frentes de guerra y, esencialmente, la España franquista podría ser una base de operaciones para la que Gibraltar, que estaba bajo posesión británica, era una pieza clave y un territorio que los españoles anhelaban.
Se organizó en Hendaya una entrevista entre Franco y Hitler el 23 de octubre de 1940, que no dio resultados reales en las pretensiones de unos y otros. Es en esta reunión donde surge la tan repetida frase de Hitler: preferiría «que le sacasen cuatro muelas». Aunque hay autores que defienden que la ambición de Franco fue lo que salvó a España de entrar a la guerra, hay una gran mayoría que se lo atribuye a su perspicacia política, porque no exige mucho análisis saber que Alemania no estaría dispuesta a desmembrar las posesiones coloniales francesas en su conjunto, por cedérselas a la España franquista. Hitler tomó la pretensión como un disparate, sobre todo ante la inestable situación política y económica de España. Pero claramente no desistiría en la opción de arrastrar a España a la guerra o de lograr cambios políticos en la España franquista cuanto más se recrudecía la guerra. Preston, a pesar de esto, cree que el precio formulado por Franco era bastante realista y que no estaba motivado a desentenderse de la guerra como, según nos dice el autor, comenzó a difundir el aparato de propaganda franquista a partir de 1945.
Sin embargo, Alemania mantendría la presencia de sus submarinos en los puertos españoles, específicamente en Galicia, con libertad de espionaje siempre y cuando no fuera en detrimentro del régimen franquista y, tras la Operación Barbarroja, envió una fuerza de voluntarios que lucharía con uniforme alemán, pero que no comprometería la neutralidad española. Esta unidad de 20.000 hombres fue la conocida como la «División Azul», respetada por hazañas como la de Krasni Bor, y que sería disuelta en 1943 tras el viraje diplomático español. España llegaría a suministrar material estratégico como wolframio a la Alemania Nazi, sufriendo incluso repercusiones por parte de los Aliados para mermar el suministro.
La complejidad de las relaciones entre la Alemania nazi y la España franquista tendría su punto más fuerte tras la histórica entrevista en Hendaya, en la cual la postura de Franco era la de mantener la neutralidad y no ingresar en la guerra. El objetivo de Hitler, a pesar de las disputas y del obvio desprecio que se ganaría Franco de su parte, era que los españoles pudieran entrar en la guerra a toda costa.
1941-1942 fue un breve período en el que los alemanes presionaron por todas las vías para hacer cumplir sus planes de retomar Gibraltar y utilizarlo como base militar y naval, más que nada para aislar a la flota británica. Esto se complementaría con una toma del Canal de Suez. Alemania también dispondría de bases en las Islas Canarias para su flota submarina. Desde la frontera con Francia cruzarían las fuerzas alemanas para acceder al territorio español, hecho que a Franco, como oficial experimentado, no le agradaba. Cuando tropas extranjeras pisan territorio nacional, sacarlas es luego el problema.
A toda esta planificación alemana se le llamó por el nombre de Operación Félix, armada a comienzos de 1941 y luego abortada ante la constante negativa española. Todavía prevalece la diatriba entre historiadores sobre los motivos reales de la actitud diplomática española. Hoy día hay autores como Ángel Viñas que sostienen que varios oficiales españoles fueron sobornados desde 1940 hasta 1943 por la inteligencia británica, aunque hasta 1944 no recibieron el dinero, para no posicionarse a favor de los planes alemanes de tomar Gibraltar.
La situación interna, aún con la habilidad política de Franco para lidiar con problemas de esta índole y como figura unificadora, se hacía más difícil por la injerencia alemana en los asuntos españoles. Según Romero Cuesta, en 1941 hubo un intento de asesinato a Franco por parte de sectores falangistas que no se llevó a a cabo ante la imposibilidad de reemplazar al Caudillo, pues no había una figura que pudiera causar tal grado de cohesión entre la cúpula militar.
Pero las tensiones internas no solo se daban entre la cúpula fraquista y los antiguos falangistas, sino que también se había dado entre falangistas y carlistas. El 16 de agosto de 1942 hubo un incidente en Bilbao tras el término de una misa conmemorativa en el santuario de la Virgen de Borgoña, donde se toparon carlistas y falangistas. Estos últimos detonaron dos granadas contra la multitud de personas, donde no solo había carlistas, e hirieron a una treintena. En ese mismo evento se encontraba el también carlista general José Enrique Varela. Acusó a los falangistas de intento de asesinato y, al poco tiempo, los responsables serían sentenciados a muerte y Varela destituido por obra de Franco.
Esto se complementa con los primeros antecedentes políticos dentro de los represaliados con el Decreto de Unificación en el año 1937. Los sectores de la Falange denominados «Camisas Viejas», a diferencia de los militares neofalangistas, habían organizado mucho antes un complot que terminó siendo un rotundo fracaso durante el año 1939.
Klaus-Jörg Ruhl hace referencia a dos tendencias o posturas, en la política exterior alemana (de forma análoga existían dos posturas en la política exterior franquista: germanófilos y proneutralistas), a saber, el Ministerio de Asuntos Exteriores que tenía una política de apoyo militar, económico y social con España y el NSDAP que estaba en contra del tradicionalismo español y del fraquismo, apostando siempre por los antiguos falangistas. Estos terminaron por alinearse también al nazismo sirviendo como su principal enlace. Era obvia la injerencia alemana.
España, ante la presencia de Alemania en Francia y ante los antecedentes de colaboración entre Portugal e Inglaterra (mientras que Portugal temía cierta cerceanía entre España y Alemania), firma el Pacto Ibérico con el Estado Novo de Salazar en el año 1942. Nicolás Franco, el hermano del Generalísimo, es quien representa a España en la firma.
La «División Azul», por orden de Franco, es desmovilizada en octubre de 1943. Un año antes, a comienzos de 1942, se había intentado su desmovilización, pero Hitler personalmente se quejó de aquello y se pospuso un año la presencia de la unidad española. Esto no impediría, sin embargo, que muchos voluntarios decidieran quedarse y se adhirieran a la posterior «Legión Azul».
Alemania trataría de usar al comandante de la «División Azul» como puente para lograr un cambio político en España que le fuera favorable y propicio para aumentar la implicación en la guerra y, de ser posible, hacer a España un Estado satélite. La táctica de Franco para apaciguar la situación fue ascenderlo tan pronto como pudo, y ponerlo al mando de la Casa Militar el 3 de marzo de 1943. No obstante, hay quienes sostienen que Hitler también abandonó el plan consecuencia del desembarco aliado en África del Norte.
A mediados de 1943, los Aliados darían un ultimátum a España en relación a su comercio con Alemania y al suministro de wolframio, recrudeciendo el embargo petrolero. Ese año determina una mejoría en el trato con los Aliados, de manera que el tono en la prensa cambiaría sutilmente aunque un sector grande seguiría siendo proalemán.
Es en el año 1944, cuando el curso de la guerra va lo suficientemente avanzado, y en contra de Alemania, la actitud española se torna más proaliada. En enero de ese mismo año, existía temor de que los Aliados abrieran un frente en España contra Alemania, pese a que era una opción que no contemplaban los Aliados. La España franquista se vería obligada a cerrar la embajada alemana en Tánger y a reservar todo el wolframio a los Aliados, quitándole el suministro a la Alemania nazi.
Aunque curiosamente este acuerdo secreto, según archivos desclasificados de la NSA, sería incumplido por España. En los archivos figura que España movió 365 toneladas de wolframio en concepto de contrabando, así como movió penicilina en secreto a Berlín.
La exitosa campaña aliada en Francia terminó de convencer al Caudillo, de modo que sus dos acciones más tempranas fueron el cederle espacio aéreo a los Aliados y permitir el paso de heridos o de fuerzas por evacuar, hacia Barcelona. No obstante, es cierto que estas acciones no salvarían a Franco del aislamiento de los próximos años al que fue sometido el país por iniciativa de la Unión Soviética y de Inglaterra.
La Alemania nazi y la España franquista tuvieron relaciones diplomáticas lo bastante interesantes como para ser todavía sujeto de estudio, ya sea a favor de la discresión y cautela de Franco o en contra de él, dejándoselo a otros factores más que al liderazgo del Caudillo. Al fin y al cabo, la labor de la historiografía es una constante, y siempre existirá el debate dentro de la historia para esclarecer, de la forma más contundente, lo que sucedió en una época y discernir con toda crítica y honestidad el conjunto de pruebas que permiten llegar a la conclusión más coherente.
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