Tiempo antes de que el monje alemán Martín Lutero colgase sus famosas 95 tesis, hubo otros teólogos a lo largo de la Edad Media que propusieron reformas de la Iglesia romana. La Reforma solemos entenderla como un proceso que nació en el siglo XVI, y que tuvo por principales figuras a Lutero, Calvino y, en menor medida, a Zwinglio. Sin embargo, los cambios se iniciaron siglos atrás, con figuras cuyas ideas fueron claros precedentes a los reformadores del siglo XVI.
Introducción: entre reformadores y herejes
La cúpula eclesiástica, motivada por los vicios de su jerarquía y por los abusos cometidos, intentó buscar cambios que pusiesen un punto y final a tales excesos. Es la conocida Reformar Gregoriana, una serie de cambios que necesitaban modificar al completo la vida, costumbres y educación del clero. Tuvo lugar a lo largo del siglo XI, coincidiendo con el surgir de los movimientos reformadores que la Iglesia percibió como heréticos. Sin embargo, debido a la falta de centralización, la lucha contra estos provocó respuestas diferentes. Algunos se solucionaron con el fuego de la hoguera, otros con el arrepentimiento y la sumisión.
De esta forma, apareció una línea muy fina que separaba a un reformador de un hereje. Una línea que se rompió definitivamente en el siglo XII. Fue entonces cuando las posturas de reformadores y herejes se radicalizaron, imposibilitando la reconciliación.
Pierre Valdo
El primer reformador-hereje del que vamos a hablar de Pierre Valdo. Este personaje fue un comerciante lionés que convivió con la aparición de una las mayores herejías medievales: el catarismo. Valdo comenzó a tomar relevancia en 1170, cuando decidió seguir fielmente los Evangelios y dedicarse a la predicación. Su doctrina pasó a la historia como valdismo y, como decíamos, nació en el mismo contexto, así como espacio geográfico, que los cátaros.
El valdismo apareció en el Languedoc, para extenderse hacia el norte de Italia. Con su determinación de predicar nació una comunidad laica que leía la Biblia, practicaba la confesión mutua y predicaba libremente. Buscaban la purificación de la Iglesia mediante la predicación, la penintecia y las buenas obras.
Valdo encargó la traducción de las Sagradas Escrituras a la lengua común; pero no sólo las tradujo, sino que les añadió algunos fragmentos de los Padres de la Iglesia. Traducir la Biblia era algo prohibido por la Iglesia, por lo que comenzaron ahora sus enfrentamientos con las autoridades eclesiásticas. Una situación que se agravó cuando calificó de indigno al estamento eclesiástico.
En el año 1179, Valdo viajó hasta Roma para asistir al III Concilio de Letrán, donde los valdesnes entregaron al pontífice traducciones de diversos textos eclesiásticos, pidiendo a la vez licencia para predicar. El Papa estaba haciendo frente a los movimientos del sur de Francia e intentaba reconducirlos. Para algunos el destino fue la Cruzada, pero se aceptó el modo de vida laica que proponían los valdeneses. Sólo se puso una condición: autorización diocesana para predicar. Apenas dos años después, el arzobispo de Lyon prohibió toda predicación valdense en su territorio. Se daba así el pistoletazo de salida a la persecución sistemática de los seguidores de Valdo.
Volviendo al viaje a Roma, Valdo lo aprovechó para predicar por el norte de Italia, de donde nacieron los «pobres lombardos», frente a los «pobres de Lyon» (primeros valdenses). Con el paso del tiempo se fueron distanciando, aunque manteniendo la base establecida por Valdo en los siete artículos de la fe: existe un Dios en la Trinidad de la persona y unidad de la esencia; Dios es creador de todo; Dios dio a Moisés su ley en el monte Sinaí; Dios envió a su hijo y se encarnó en la Virgen María; Cristo se representa en la Iglesia Inmaculada; resurrección de la carne en el final de los tiempos; y, por último, Cristo vendrá a juzgar a vivos y muertos. La Iglesia no pudo hallar ninguna contradicción para considerarlos herejes.
Por otro lado, los valdenses practicaron esencialmente tres sacramentos: ordenación, eucaristía y penitencia. El principal problema que encontró la Iglesia fue la interpretación valdense de tres ideas evangélicas que se convirtieron en sus pilares: vida apostólica, predicación y pobreza. Además, el modelo de predicación valdense, se acercaba a la tradición eremita, y establecieron por límite la obediencia a Dios antes que al hombre.
La ruptura total con la Iglesia romana fue en 1184, cuando fueron excomulgados durante el Sínodo de Verona. Al final, el valdismo terminaría mezclándose con las ideas husitas en el siglo XV.
John Wyclif
El siguiente reformador es el teólogo John Wyclif (1324-1384), importante predicador y estadista inglés que llegó a generar un movimiento de seguidores conocidos como lolardos. Sus tesis sobre la relación Iglesia-Estado se ganó enemigos, pero también grandes aliados. Wyclif estableció que Dios es el único dueño de las cosas, puesto que emanan de su esencia. El dominio de las cosas era atribuible al monarca, pero no al pontífice. Ahora bien, el dominio sólo podía ser legítimo si no se estaba en pecado mortal, pudiendo así abolir la obligación de obediencia.
En su obra De Veritate Sacrae Scripturae estableció que una Iglesia jerarquizada podía cometer errores en la interpretación de la Biblia, la cual era la máxima autoridad al contener toda la verdad cristiana. Además, añadió que la Iglesia estaba formada por los predestinados, los elegidos por Dios, situados frente a los réprobos. Aunque criticaba la jerarquía, la consideraba necesaria para la administración de los sacramentos, pero no les otrogaba ningún derecho a poseer, pues sus miembros no eran predestinados. De esta forma, Wyclif ponía en duda el poder pontificio, abriendo el camino a intervenciones laicas en los asuntos eclesiásticos. Además, el teólogo británico también promovió la traducción al inglés de las Sagradas Escrituras que, como ya dijimos, era una práctica prohibida.
Por otro lado, contrapuso una Iglesia primitiva, pobre y perseguida, con la de su época, rica y poderosa bajo su percepción. La comparación le permitió concluir que las posesiones de la Iglesia eran ilegítimas; con el paso del tiempo terminó negando la jerarquía episcopal. Al final, Wyclif afirmó que el papado era una institución maldita.
Respecto a los sacramentos, Wyclif pensaba que tenían un valor puramente simbólico. Concretamente, de la Eucaristía pensaba que la presencia de Cristo en las especies consagradas era solamente simbólica, negando la doctrina de la transubstanciación. Sus afirmaciones se iban volviendo más radicales, imposibilitando la reconciliación.
Las ideas de Wyclif preocuparon a la Iglesia, por lo que en 1377 fue interrogado por algunas de sus proposiciones, las cuales fueron condenadas desde Roma. Pero, por estas fechas aún contaba con la protección de la nobleza. Los problema reales comenzaron en 1381, fecha en la que estalló una revuelta en Inglaterra. Algunos de los instigadores dijeron estar inspirados en las ideas wyclefitas; a pesar de que el teólogo no participó y la desautorizó, fue para sus apoyos un aviso de los peligros que albergaban las ideas de Wyclif.
En 1382, se reunión un concilio que reexaminó su obra y hallaron nuevas proposiones erróneas o heréticas que fueron condenadas. Ahora, habiendo perdido el favor de la nobleza, tuvo que retirarse a Lutterwoth, donde falleció en 1384.
Jan Hus
El último reformador del que hablaremos es Jan Hus, un bohemio de finales del siglo XIV. A través de él y de Jerónimo de Praga pudieron entrar las ideas de Wyclif en Bohemia, donde pudieron triunfar gracias al nacionalismo checo.
En esencia, las ideas de Jan Hus se vieron influenciadas en gran medida por Wyclif. Sin embargo, el checo consiguió fusionar el pensamiento religioso con la identidad nacional. Así, Hus no era sólo un reformador, sino también una especie de héroe nacional. El contexto bohemio favoreció que la predicación contra los abusos y vicios del clero fuesen el equivalente a denunciar a los germanos que les oprimían.
Por otro lado, entre Hus y Jerónimo se tradujeron las obras de Wyclif al checo, pudiendo difundirlas a través de escritos, debates y sermones. Estas ideas fueron prohibidas, pero las rivalidades políticas que azotaban el reino provocaron que Hus fuese nombrado rector de la Universidad de Praga. Esto supuso el inicio de una época en la que el wyclefismo se volvió dominante en Bohemia, pero bajo el nombre de husismo.
Pronto paso de ser una doctrina universitaria a convertirse en un movimiento de masas, llegando al punto que el arzobispo de Praga mostró al pontífice sus preocupaciones. La condena papal, una vez más, de las tesis de Wyclif sólo consiguieron radicalizar a los husitas. En 1411, los herejes bohemios fueron excomulgados, pero no iban a claudicar. El teólogo checo se retiró a la zona meridional de Bohemia, donde se hallaba el mayor grupo de husitas.
En 1413 se inició el Concilio de Constanza y Hus consideró que era el momento ideal para exponer sus ideas. Así, solicitó en diversas ocasiones permiso para ello y cuando le fue concedido pidió garantías para asegurar su protección y seguridad. Era plenamente consciente del riesgo que asumía, pero en cuanto tuvo las garantías partió. Jan Hus llegó a Constanza en noviembre de 1414 y apenas tres semanas después las promesas se rompieron: Hus fue capturado y encerrado.
Durante el encierro cayó enfermo, lo que no le impidió defender hábilmente sus ideas durante el interrogatorio. Mantuvo sus convicciones hasta el último momento: la totalidad de la Iglesia era formada por los predestinados, un clérigo en pecado mortal ya no lo era, la Iglesia debía regresar al modo de vida asceta del Nuevo Testamento, abandonado el lujo y la riqueza.
La negativa de abjurar y someterse al Concilio provocaron su condena como hereje el 6 de julio de 1414. Al teólogo se le colocó un sambenito de casi cincuenta centímetros de alto (representado en él a tres demonios descuartizando un alma). Hus fue quemado en la hoguera, pero aquello no supuso el fin de los husitas.
Sus seguidores se dividieron entre utraquistas y taboritas. Los primeros fijaron sus objetivos en los Cuatro Artículos de Praga: libre predicación en checo, comunión de las dos especies, regreso a la pobreza de la Iglesia y el castigo de los pecados públicos por el poder civil. Comenzaron los altercados por toda Bohemia y consiguieron hacerse con Praga. Finalmente, el papa Martín V proclamó la Cruzada contra los husitas en 1420, dando inicio a un largo período de conflictividad en Bohemia.
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