La Antigua Confederación Suiza (S. XIII-XV)

El actual Estado suizo tiene su origen en 1815. Con Napoleón derrotado y exiliado en la isla de Santa Helena, las potencias europeas reunidas en el Congreso de Viena dictaminaron la independencia y neutralidad de Suiza a perpetuidad: había nacido la Confederación Suiza. Sin embargo, en las bases de este Estado encontramos la Antigua Confederación Suiza, que sin ser un Estado propiamente dicho influyó de forma determinante en la constitución de la Suiza de hoy en día.

Dieta Federal de Baden (1531)

Antecedentes

El colapso del Imperio romano provocó que distintos reinos germánicos comenzasen a reclamar para sí las tierras de la actual Confederación Suiza. En el año 800 el territorio alpino cayó bajo el poder de la dinastía carolingia, pero tras la muerte de Luis el Piadoso sus herederos firmaron el Tratado de Verdún (843) y los tres sucesores comenzaron a demandar para sí los territorios suizos. La traslación del poder imperial de los carolingios al rey germano Otón I (936-975) supuso el nacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico. La región helvética se situaría bajo el paraguas imperial desde ese momento.  

Para el siglo XIII ya se habían extinguido las principales dinastías que habían regido los Alpes desde el siglo XI. Estando fuera de escena los duques de Borgoña, los Zähringen y los Hohenstaufen, se permitió la entrada de casas menores, donde destacaron los Habsburgo, cuya historia esta íntimamente ligada a Suiza; mientras esta pequeña nobleza iba consiguiendo un hueco en la política, se debilitaba el orden público en todo el imperio. La muerte del emperador Federico II de Hohenstaufen en 1250 abrió un interregno imperial (1250-1273) que exacerbó aún más todos los problemas.

Federico II de Hohenstaufen

Cuando ni la nobleza ni las instituciones imperiales fueron capaces de mantener la paz y proteger los caminos, entraron en escena nuevos actores: ciudades, abadías y comunidades rurales, las cuales firmaban alianzas de paz jurando obedecer las leyes, resistir la violencia y someter sus disputas a arbitraje. Estos pactos eran clarísimos reflejos de los intereses económicos de unas élites locales que se enriquecían con el comercio y el pago de tasas aduaneras. Suiza se encontraba en una posición clave para el comercio de Italia con el Norte de Europa, igual de importante que para el tránsito de soldados. El interregno imperial, como decíamos, vino a agravar una situación de inestabilidad que había comenzado algunas décadas antes, así, al tiempo que los peligros aumentaban lo hacían también proporcionalmente el número de alianzas. En la región alpina vemos dos grandes redes de alianzas, una se concentraba alrededor de Berna, mientras que la otra en torno a Zúrich.

La situación se volvió más complicada cuando los Habsburgo (originales del cantón de Argovia) se postularon a candidatos imperiales. En el momento en que Rodolfo I de Habsburgo consiguió hacerse con la corona de Carlomagno en 1273, su dinastía se encontraba en una buena situación para consolidar los territorios familiares.

La Carta Federal de 1291

Los Habsburgo cada vez suponían un mayor peligro para la conservación de los privilegios imperiales con los que contaban las diferentes ciudades, abadías y comunidades rurales de los Alpes, unos privilegios que les permitían mantenerse independientes de los poderes feudales. Ante esta situación, aprovechando la muerte del emperador Rodolfo I, los notables de los Cantones Forestales (Waldstätten) de Uri, Schwyz y Unterwalden (actualmente Nidwalden y Obwalden) sellaron una alianza defensiva conocida como Carta Federal (Bundersbrief). Este tratado se consideró desde el siglo XIX como el documento fundacional de Suiza, si bien no es así porque no se crea un Estado, pues se mantienen bajo la jurisdicción del Sacro Imperio. Aunque esta acción constituye el punto de partida de una serie de alianzas entre diferentes comunidades rurales y ciudades en los Alpes que, poco a poco, irá cogiendo forma y será el precursor de la Suiza actual.

Bundersbrief. Conserva los sellos de Uri y Unterwalden

La Carta Federal realmente era una renovación de antiguos pactos, en palabras del documento “antigua confederación”, los signatarios buscaban la defensa de su autonomía, especialmente ante las injerencias de los Habsburgo. En parte, la firma del tratado vino motivada por las grandes ventajas económicas (cobro de aduanas y peajes) que tendrían de mantener bajo su control los caminos que controlan el eje comercial que atravesaba sus tierras desde Italia hacia el norte europeo.

A partir de 1291 se comenzaron a establecer nuevas alianzas entre diferentes comunidades suizas, esta expansión es explicada por el propio contexto europeo. A la muerte de Rodolfo la dinastía rival, representada por Adolfo de Nassau, fue elegida para gobernar el imperio, regresando los temores de una guerra civil. Así, ante la desconfianza generalizada, los Cantones Forestales se dedicaron a buscar su fortalecimiento, para lo cual firmaron pactos con la ciudad de Zúrich.

La expansión de las ligas

En 1298 falleció Adolfo de Nassau, siendo sucedido por Alberto de Habsburgo. Se abrió entonces una etapa de rebeliones e inestabilidad que se vería agravada tras su asesinato en 1308. En esta situación vemos alianzas entre comunidades rurales y ciudades, mientras que los nobles hacían lo mismo. Los miembros de ambos tipos de coaliciones negociaban constantemente con otras para crear nuevas ligas y así intentar gestionar las crisis; las disputas eran constantes, dividiendo a linajes y ciudades en diferentes facciones. Las habituales negociaciones y luchas en este entorno exigían el surgimiento de un liderazgo comunal que fuese capaz de presentar resistencia al control externo.

En este contexto de inseguridad, en el año 1315 tuvo lugar la Batalla de Morgarten, en la que las tropas del duque Leopoldo de Habsburgo marcharon contra Schwyz para terminar la disputa que mantenía el cantón con una abadía por unos derechos de pastoreo. Los tres Cantones Forestales unidos, cumpliendo con lo acordado en 1291, combatieron juntos a las tropas del duque. La confrontación se saldó con una clarísima victoria de los helvéticos, tras la cual renovaron la alianza de 1291 a través del Pacto de Brunnen, a lo que sumaron la confirmación que hizo el emperador Luis el Bávaro de la libertad imperial (Reichsfreiheit) de la que gozaban los tres valles.

Batalla de Morgarten

Una nobleza que se debilitaba a consecuencia de las crisis económicas, la inestabilidad política que azotaba el imperio y la llegada de la Peste Negra, otorgó a las alianzas locales una oportunidad de oro para expandirse. Zúrich, Berna, Lucerna, los tres Cantones Forestales y otras entidades comenzaron a establecer un sinfín de ligas superpuestas, algunas de las cuales se signaban a perpetuidad. Concretamente Lucerna, legalmente sujeta a la autoridad de los Habsburgo, rubricó una alianza formal en 1332 con los Cantones Forestales, aunque nominalmente reconocía el derecho de los Habsburgo, el pacto buscaba socavar su poder. Por su parte, en Zúrich se instaló un régimen gremial en 1336 tras una revolución provocada por el exceso de poder nobiliario.

En 1351 el gobierno gremial de Zúrich estableció una alianza permanente con Lucerna, Uri y Schwyz, un tratado que sirvió de modelo para la posterior constitución de otras ligas suizas. Dos años después ya podemos observar la existencia de una auténtica red de alianzas alrededor de Berna, que se extendía hacia las que tenía Zúrich. En definitiva, a lo largo de la década de 1350 surgieron dos alternativas para la organización política: la administración señorial o las redes de comunidades autónomas unidas por alianzas. El linaje de los Habsburgo seguía mostrando un gran empeño por consolidar sus territorios de la región alpina mediante la adquisición de señoríos, claustros y territorios imperiales; las comunidades suizas buscaban el mismo objetivo. Los helvéticos comenzaron a ampliar su jurisdicción al ofrecer la ciudadanía urbana a individuos y comunidades enteras que se hallaban fuera de sus murallas. Sin duda alguna, Berna fue la que se mostró más agresiva y exitosa en la aplicación de esta estrategia, llegando a ser la ciudad-estado más grande del norte alpino.

Ahora bien, la intensificación de esta política expansiva por ambos contendientes provocó un auge en los enfrentamientos entre los años 1352 y 1386. Las tensiones aumentaron a lo largo de los años y, por ejemplo, en 1356, Schwyz aprovechó la debilidad de los Habsburgo para hacerse con Zug, obligando a la población a aliarse con ellos. Los Habsburgo, por su parte, se concentraron en intentar controlar la ciudad de Basilea, algo que consiguieron con éxito a finales de la década de 1370.

El Tratado sobre Clérigos

Un momento clave tuvo lugar en 1370, cuando seis de las comunidades aliadas aprobaron un primer estatuto común: el Tratado sobre Clérigos (Pfaffenbrief). Sus signatarios agregaron dos innovaciones en este pacto que demuestran el creciente control que iban ejerciendo sobre sus territorios. ¿Qué acordaron? En primer lugar, que todos los habitantes jurasen lealtad al gobierno territorial; en segundo, que los clérigos no pudiesen apelar a los tribunales eclesiásticos, salvo para asuntos internos y espirituales. También se incluyeron cláusulas que limitaron el poder temporal del alto clero, regulaciones sobre la seguridad de las carreteras o la prohibición de hacer guerras privadas. Una de las disposiciones más importantes fijaba la necesidad de poseer una autorización del gobierno para aquellos que quisiesen alistarse como mercenarios. En definitiva, se unificaron una multitud de reglas que hasta el momento había sido dispares y, al mismo tiempo, se imponía el derecho territorial sobre el derecho personal de carácter feudal.

Sin embargo, la parte más importante del documento no se encuentra en sus cláusulas, sino que es algo más sutil. El documento atestigua el surgimiento de una conciencia política común de las ligas suizas frente a las autoridades extranjeras. ¿De qué forma queda atestiguado? Los seis signatarios (Zúrich, Lucerna, Zug, Uri, Schwyz y Unterwalden) se describen aquí por primera vez como una Confederación (Eidegnossenchaft) con una ley común. De esta forma, lo que había sido una red de alianzas entre ciudades y comunidades independientes comenzaba a dar los primeros pasos para constituirse en un poder territorial unitario.  

La Batalla de Sempach

En 1386 tuvo lugar una crisis que fue fundamental para el desarrollo de la futura Suiza. La situación era la siguiente: los Habsburgos, debilitados por sus enfrentamientos con el emperador Wenceslao; Zúrich, temiendo el resurgimiento de Rapperswil, bastión Habsburgo; Lucerna, resistiendo las intromisiones de los Habsburgo. Los cantones supieron aprovechar la debilidad por la que pasaba el linaje de Argovia para golpearles. Lo hicieron en el invierno de 1385 a 1386 contra Rapperswil y Lucerna. Una vez habían expulsado a los Habsburgo de ambas plazas, otorgaron a sus habitantes la ciudadanía urbana. Como respuesta, en el verano de 1386 un contingente Habsburgo se enfrentó en el campo de batalla a una pequeña fuerza de hombres procedentes de Lucerna, Uri, Schwyz y Unterwalden. Una vez más, los Confederados consiguieron hacerse con la victoria.

Batalla de Sempach, por Jauslin Sempach (1889)

Esta es la conocida como Batalla de Sempach. El triunfo hizo que la pertenencia a la Confederación se hiciese más atractiva, al mismo tiempo que Basilea recuperaba su libertad. Sin embargo, lo más importante no fue la victoria frente a los Habsburgo, sino lo que vino después. Nueve cantones rubricaron el Tratado de Sempach (Sempacherbrief), que regulaba las actuaciones conjuntas de la confederación en la guerra. Vemos como poco a poco, la Confederación iba tomando forma, cada vez con más regulaciones comunes.

El Siglo XV

A finales del siglo XIV, la Confederación no era en ningún sentido un Estado. Todos los cantones seguían formando parte del Sacro Imperio y continuaron aceptando el marco legal del señorío y el privilegio. Además, cada miembro conservaba el derecho a mantener sus propios intereses y llegar a nuevos pactos, siempre y cuando no contradijesen a los ya existentes. Los miembros de la Confederación tenían intereses políticos, estructuras sociales y perspectivas muy diferentes. De hecho, la búsqueda de oportunidades territoriales llegó a enfrentar en algunas ocasiones a los cantones entre sí.

En los albores de la decimoquinta centuria, la Confederación, poco organizada, se había convertido en un actor político de gran relevancia en la región que abarcaba desde el lago de Ginebra hasta el de Constanza. Un siglo después, los helvéticos se sentarían en la mesa de negociaciones con emperadores Habsburgo, reyes franceses y demás potencias europeas. Las guerras, los cambios en la política europea y las relaciones entre suizos provocaron esta transformación tan inesperada. Veamos como ocurrió.

El aumento de la polarización entre confederados y nobles añadió una nueva dimensión ideológica. Para los suizos, los esfuerzos de la nobleza para suprimir sus privilegios comunales demostraban que se habían convertido en auténticos tiranos dignos de ser destituidos. Una serie casi ininterrumpida de éxitos militares y políticos de los suizos durante más de un siglo provocarían un aumento en las tensiones entre ambos poderes. Este es el momento en el que los defensores de la Confederación comenzaron a confeccionar canciones, mitos e historias que servían para legitimar la entidad política que se estaba formando, todo este material es conocido como “Saga de la Liberación” (Befreiungssage).

Las Guerras de Appenzell (1403-1409), la Toma de Argovia (1415), la Antigua Guerra de Zúrich (1436-1450), la Guerra de Borgoña (1474-1477), la Guerra de Suabia (1490) y las Guerras Italianas, todas ellas contiendas en las que se puso a prueba la resistencia de la Confederación a lo largo de un siglo y que, desde luego, resistieron hasta tal punto que salieron reforzados. La Toma de Argovia es de especial relevancia, recordemos que es la tierra en la que nacieron los Habsburgo y su conquista, además de un duro golpe moral, sirvió para demostrar la fuerza bélica de la Confederación. Asimismo, supuso una nueva experiencia para los helvéticos; buena parte de las tierras de Argovia pasaron a formar parte de Berna, pero lo restante se utilizó para crear un condominio, el primero de muchos. Los siete cantones que participaron en la ocupación comenzaron a nombrar de forma conjunta magistrados en los territorios compartidos. Este oficial era el Landvogt, cuya misión era recaudar impuestos, administrar la alta justicia y hacer los llamamientos a armas. También sirvió para cerrar la brecha que separaba Berna de los cantones orientales.

Mapa de la Confederación en la guerra de Borgoña.1474

Todos estos episodios vienen a mostrar que la Confederación se había convertido en un factor a tener en cuenta en la política europea. En cada uno de los conflictos, la propia naturaleza de la Confederación se hizo evidente con enfrentamientos internos. Los acuerdos y las instituciones compartidos ayudaron a gestionarlos. Es en estos momentos cuando aparece la Dieta Suiza (Tagsatzung), en 1420, que junto a una serie de documentos constituyen las primeras pinceladas de lo que será la política suiza desde principios del siglo XVI hasta finales del XVIII. Esta institución no descansaba sobre los tres estados, sino sobre unos estados corporativos que enviaban delegados. Las reuniones servían para discutir las preocupaciones compartidas y en los debates sobre temas no relativos a los condominios se requería unanimidad. La Dieta aseguraba que los principales políticos de los cantones se conocían entre sí y se familiarizaban con la situación de cada uno de sus aliados, proporcionaba un foro para la mediación de conflictos y la planificación militar. Tampoco pensemos que todos los ciudadanos tenían derechos políticos, eran unos pocos quienes monopolizaban y controlaban las decisiones importantes; ahora bien, estos líderes comunales consiguieron ganar legitimidad gracias a sus actuaciones apoyadas por el conjunto de la ciudadanía.

El desarrollo de las políticas unitarias en la Confederación también generó conflictos. Se dieron importantes disputas en Valais y en Zug durante la década de 1420 que llegaron a amenazar a la Confederación cuando los cantones se posicionaron de uno u otro bando. La cada vez mayor integridad planteaba la cuestión de hasta que punto la Confederación en su conjunto podría vincular las acciones de sus miembros individuales. Aún así, esta inestabilidad no fue exclusiva de los helvéticos, sino que fue generalizada por buena parte de Europa; de hecho, las alianzas de la Confederación ayudaron a limitar la violencia pública en sus territorios.

Una vez más los peores temores de la Confederación reaparecieron cuando los Habsburgos regresaron al trono imperial en 1438 con Alberto II. La posibilidad de que recuperasen la hegemonía sobre sus señoríos se convirtió en un asunto de preocupación no sólo para los helvéticos, sino para todas las potencias europeas. Los príncipes electores (Kurfürsten) decidieron apoyar a la Confederación como una forma de limitar el poder de los Habsburgos, lo que desembocaría en la Antigua Guerra de Zúrich. Esta conflagración representó un punto de inflexión en el destino del país; podemos observar que ninguna fuerza militar fue capaz de derrotar a los suizos, la Confederación se convirtió en la potencia territorial clave en la región alpina y, por último, la ciudad de Berna se convirtió de facto en el árbitro de la Confederación. La principal consecuencia de la guerra fue una alianza más hermanada.

Plano de la ciudad medieval de Berna, siglo XIV

La constante expansión suiza alteró el equilibrio del poder interno del que gozaba junto al equilibrio social y político de la élite de cada cantón y la ciudadanía. El desequilibrio desembocó en una crisis en 1481, resuelto en el Stanser Verkommis, que representaba un nuevo paso hacia la cohesión tanto política como territorial, alejándose cada vez más de la flexibilidad que otorgaban las antiguas alianzas. Ahora bien, el acuerdo no llegó a resolver las tensiones sociales entre campesinos, burgueses y magnates, algo que se hizo patente poco años después. Los disturbios comenzaron en Zúrich ante los ataques del alcalde a la población rural y, rápidamente, se expandió por toda la Confederación, influyendo de forma decisiva el hecho de que la mayoría de ciudadanos contaban con una amplia experiencia militar.

A finales de siglo, Suiza se iba consolidando, mientras la anarquía, las disputas y el débil gobierno central en el Sacro Imperio seguían siendo una realidad. La subida al trono de Maximiliano de Habsburgo (1453) y el interés general de una paz pública imperial, junto a nuevas instituciones, desembocaron en importantes reformas en 1495; en las que la Confederación no participó, insistiendo en sus antiguos privilegios imperiales. Además, por aquellos mismos años daban el pistoletazo de salida las Guerras Italianas, que concedieron una mayor influencia política a la Confederación gracias a la importancia de sus caminos y de sus mercenarios.

La Paz de Basilea

Las ya tradicionales tensiones entre confederados y Habsburgo llegaron a su punto álgido en 1499, cuando una nueva guerra los enfrentó. La mayor parte de la acción consistió en pequeñas incursiones y saqueos, aunque se dieron algunas grandes batallas, en las que siempre prevaleció el ejército suizo. La situación militar de los Habsburgo se deterioraba a pasos agigantados, así, Maximiliano se vio obligado a declarar la guerra imperial. No tardo en hacerse generalizado el agotamiento en ambos bandos, sumándole los avances franceses en las guerras italianas, el emperador no tuvo más remedio que claudicar ante los suizos.

Tratado de Basilea (1499)

Ante la insistencia helvética el 22 de septiembre de 1499 se firmó la Paz de Basilea, en la que se reconoció la guerra como una disputa privada y no una guerra formal. Gracias al tratado los suizos consiguieron un estatus similar al que ostentaban los príncipes imperiales más importantes, concediéndoles una exención de facto de las nuevas instituciones. Los suizos querían restaurar su buena imagen dentro del imperio, no deseaban independizarse, pero sí que se les reconociese una gran autonomía respecto a los dominios del emperador.

En Basilea consiguieron autonomía, pero aún tardarían más de un siglo en conseguir una exención total de la autoridad imperial. Sería en 1648, con la Guerra de los Treinta Años finalizada y el continente europeo agotado, cuando las grandes potencias reunidas en Westfalia reconocerían su “independencia” y autonomía, aunque hasta la desaparición del imperio siguieron formando parte de él, al menos nominalmente. El tiempo que transcurrió entre ambos tratados sirvió a la Confederación para beneficiarse económicamente de sus habilidades militares vendiendo sus servicios como mercenarios; igualmente, también usaron ese tiempo para ir buscando la neutralidad en los conflictos europeos, y que le sería reconocida internacionalmente en el Congreso de Viena (1815).

Congreso de Viena, por Jean-Baptiste Isabey (1819)

Bibliografía

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