Armenia, la nación irreductible

La República de Armenia es un estado soberano situado en el Cáucaso sur entre Europa y Asia. Fue la primera nación del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial. A pesar de su pequeño tamaño, este país ha tenido una larga trayectoria marcada por los intereses de poderosos imperios y grandes potencias limítrofes. En otras ocasiones, ha sido víctima de eventos tan trágicos a la vez que bastante desconocidos tales como el genocidio armenio.

Fronteras actuales de Armenia

Antigüedad

Según cuenta la Biblia, la humanidad partió de cero en las laderas del monte Ararat tras sobrevivir al gran diluvio que había inundado la tierra. Si bien esto resulta del todo legendario, bien podría referirse a la nación armenia cuya supervivencia a lo largo de milenios frente a innumerables imperios y potencias extranjeras ha sido una constante a lo largo de su extensa y trágica historia. Los orígenes del pueblo armenio son inciertos, aunque la tradición nos lleva hasta un héroe popular llamado Hayk Nahapet. Este legendario personaje es considerado el fundador de Armenia en torno al 2492 a. C, aunque de esto no hay datos fiables. En el 1446 a.C., Armenia era conocida con el nombre de Hayastán o el reino de los Hayasa-Azzi, respetado por los faraones egipcios. Hacia el 1200 a.C. este enigmático reino se desvaneció y las diferentes tribus que lo componían se diseminaron por el territorio.

La vecina Asiria nombró a esta tierra como ‘Nairi‘ (Tierra entre los ríos). A pesar de sus esfuerzos, los belicosos asirios no fueron capaces de conquistar a esta confederación de pueblos. Urartu fue también el nombre que le dieron los asirios al reino que surgió de la confederación Nairi. El primer rey de Urartu, Arame, resistió el ataque del rey asirio Salmanasar III. Hacia el 810 a. C. el reino pasó a llamarse ‘Bianili‘, nombre de la región que rodeaba al lago Van. Durante esta período, Urartu vivió una época próspera basada en la elaboración de vino y en el pastoreo, especialmente de caballos. Se cree que sus habitantes fueron los primeros en montar caballos sobre su grupa. No obstante, en el 714 a. C. la guerra entre Asiria bajo el reinado de Sargón II contra Rusa I de Urartu, resurgió en toda su crudeza. Como consecuencia de este enfrentamiento, la ciudad santa de Musasir quedó destruida.

Más tarde, hacia el 612 a. C. los medos conquistaron Asiria y el reino de Urartu despareció. Posteriormente, fueron sucediéndose numerosos pueblos conquistadores en esta región. En el 550 a. C. Ciro el Grande se coronó como rey de Persia. Su imperio, el aqueménida, fue el más grande jamás conocido, extendido por Media, Persia, Babilonia y Urartu ya conocida entonces como Armenia. Ciro procuró respetar la religión, las costumbres y la cultura de todos sus súbditos. No obstante, sus sucesores en el trono no serían tan magnánimos. Los armenios fueron obligados a pagar fuertes tributos y su cultura prácticamente se extinguió. También adoptaron la religión oficial del imperio, el zoroastrismo. Armenia acabó convertida en una satrapía (provincia persa). Uno de aquellos sátrapas de nombre Orontes I, defendió al pueblo armenio frente a los abusos del rey persa, aunque más tarde cambiaría de opinión.

El poderoso imperio aqueménida sucumbió ante el genio militar del joven macedonio Alejandro Magno. Las tropas del rey persa Darío III fueron derrotadas sucesivamente en la batallas de Issos y Gaugamela. Sin embargo, Armenia no era de gran importancia para el macedonio, ya que permitió que sus sátrapas siguieran administrándola. Después de extender su pequeña patria (Macedonia) por regiones tan dispares como Egipto, Persia, Babilonia y la India, el joven emperador falleció en el 323 a. C. a causa de un ataque de malaria (otras fuentes no descartan un envenenamiento). Poco después, su dilatado imperio fue dividido entre sus generales. Uno de los territorios que surgió de aquella división fue el imperio seléucida, extendido desde Anatolia hasta el río Indo. El sátrapa Orontes II aprovechó las luchas internas entre los sucesores de Alejandro para erigir Armenia como país independiente. No obstante, en el 200 a. C. Orontes IV fue derrotado por el imperio seléucida bajo el mando de Antíoco III.

Tras la ocupación seléucida, Armenia se dividió en dos satrapías: Armenia superior y Armenia inferior, gobernadas por Zariadres y su hijo Artaxias. Éste último se autoproclamó rey de la Gran Armenia bajo el nombre de Artaxias I, dando lugar a la dinastía artáxida. En el 176 a. C. fundó la nueva capital: Artaxata. Más tarde, en su infatigable lucha contra los partos, Armenia alcanzó su máximo esplendor durante el reinado de Tigranes II el Grande (95 a.C.-55 a.C.). Este rey se casó con Cleopatra (no confundir con Cleopatra de la época de Julio César), hija de Mitrídates VI de Ponto. Tigranes II consiguió expandir sus dominios desde el mar Caspio hasta el Mediterráneo. A pesar de ello, esta gloria iba a durar más bien poco pues Armenia se las vería con otra gran potencia: Roma. En el año 75 a. C. estalló la Tercera Guerra mitridática entre el Ponto y Roma. Debido a las relaciones existentes entre Tigranes II y Mitrídates VI, este conflicto acabó arrastrando también a Armenia. Después de una serie de incursiones de los romanos en territorio armenio, Tigranes II rindió Artaxata al general Pompeyo. Desde entonces, Armenia pasó a ser un protectorado de Roma.

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La Gran Armenia bajo Tigranes II el Grande

Bajo la protección de Roma, se reanudó la guerra de Armenia contra Partia. Después de la desastrosa campaña de Marco Licinio Craso en el 53 a. C., otro general romano más experimentado, Marco Antonio, se unió al rey armenio Artavades II en su interminable lucha contra los partos. No obstante, Artavades traicionó a Marco Antonio por lo que éste fue apresado y llevado como prisionero a Alejandría, donde reinaba la famosa Cleopatra. A la muerte de Artavades, Armenia se convirtió en una pieza más del tablero entre las belicosas Roma y Partia. En el año 63 d.C. se firmó paz entre las dos potencias y más tarde quedó inaugurada la dinastía arsácida de Armenia con Tiridates I como su primer rey.

La posterior llegada del imperio persa sasánida en el siglo III d. C. reactivó las hostilidades en este territorio. Los gobernantes de este nuevo imperio decidieron acabar con la familia real armenia, emparentada con los partos. Sólo sobrevivió un niño, el cual acabó acabó reinando como Tirídates III después de la expulsión de los sasánidas de Armenia por Marco Aurelio. En el año 301 d.C., el rey Tirídates III se convirtió al cristianismo, siendo Armenia la primera nación del mundo en adoptar oficialmente esta religión. San Gregorio el Iluminador fue el primer arzobispo de la iglesia armenia. Un siglo más tarde, un monje llamado Mesrob Mashtóts desarrolló el primer alfabeto armenio. En un momento en el que el imperio romano se había dividido en dos, Armenia ya despuntaba con una identidad y cultura propias. En el año 428 d. C. el último rey de la dinastía arsácida Artaxias VI, fue depuesto por los sasánidas.

Edad Media y Moderna

Cuando el mundo entró en la Edad Media, Armenia se encontraba otra vez a caballo entre dos grandes potencias: Bizancio y Persia. A finales del siglo VI, Armenia pasó a ser enteramente bizantina. El emperador Heraclio, de orígenes armenios, logró expulsar definitivamente a los persas de Armenia en el año 622. Sin embargo, por esta época una nueva religión llamada islam surgida en las inhóspitas tierras de Arabia de la mano del profeta Mahoma iba a cambiar el curso de la historia. En el año 642, agotada por sus luchas contra Bizancio, Persia cayó bajo el poder musulmán. Armenia corrió la misma suerte durante los siglos VII y VIII. Los árabes trataron de imponer inútilmente su religión entre la población armenia. A finales del siglo IX, la familia Bagratuni se alzó con el poder frente al caos que reinaba. Armenia se convirtió en un país independiente en el 885 con la llegada de Ashot I. Durante 160 años, reinó la paz en el reino de Armenia. Pero de nuevo esta paz se volvió a romper no mucho tiempo después.

La dinastía bagrátida gobernó Armenia hasta la conquista de Ani por el Imperio bizantino en 1045. No obstante, los bizantinos se las tuvieron que ver con los belicosos turcos selyúcidas, que les derrotaron de forma fulminante en la batalla de Manzikert en el año 1071. Como consecuencia de este revés, tuvieron que ceder la península de Anatolia a los turcos. Después de la invasión selyúcida, muchos armenios abandonaron su tierra natal para buscar refugio en la región de Cilicia situada en el extremo sur, bajo la protección de los bizantinos. En esa zona, se constituyó en torno al 1080 el principado armenio de Cilicia bajo la dinastía rubénida con capital en la ciudad de Sis. Dicho principado constituyó un poderoso aliado de los estados cristianos surgidos tras finalizar la Primera Cruzada en 1099 (Reino de Jerusalén, Condado de Edesa, Principado de Antioquía y Condado de Trípoli). En 1198, este principado se convirtió en el reino armenio de Cilicia. Pero un nuevo poder procedente de las estepas de Asia iba a trastocar el panorama mundial. El líder mongol Genghis Khan llevó a cabo una campaña de crueles conquistas como nunca antes se habían visto. A mediados del siglo XIII, las hordas mongolas irrumpieron salvajemente en el imperio selyúcida provocando su desintegración. El territorio originario de Armenia fue conquistado por los mongoles mientras que el reino armenio de Cilicia bajo Haitón I, acabó convertido en un estado vasallo.

Oriente Próximo tras la Primera Cruzada (1096-1099)

A pesar de su imparable avance, los mamelucos de Egipto consiguieron frenar al ejército mongol. Posteriormente, turcos y mamelucos terminaron por romper del todo el territorio armenio. Aunque logró mantenerse más allá de la caía de Acre (1291), último bastión cristiano de importancia en Tierra Santa, el reino armenio de Cilicia desapareció finalmente en 1375. Su población emigró a Chipre, Francia y a otras naciones. Pero no aquí no habían acabado los problemas. Otro gran conquistador procedente de Asia Central estaba a punto de hacer su aparición, Timur el Cojo, también conocido como Tamerlán. Éste fue el primero que llevó a cabo un exterminio sistemático de la población armenia. No obstante, a su muerte en 1405 su extenso imperio con capital en Samarcanda se disolvió como un azucarillo. Ya por aquel entonces empezaba a despuntar otro imperio en Anatolia procedente de los restos selyúcidas, el otomano, que emprendió la conquista de Constantinopla en 1453 aprovechando la debilidad de los bizantinos. En tiempos de Solimán el Magnífico, los otomanos consiguieron expandirse tanto por Oriente como Occidente. A su vez, en este mismo período la dinastía safávida se hizo con el poder en Persia. Las guerras de religión entre otomanos (sunníes) y safávidas (chiitas) volvieron a golpear el territorio armenio de manera irremediable. La entonces capital Ereván llegó a cambiar 17 veces de bando. Más tarde, los safávidas que habían protagonizado terribles matanzas contra los armenios, desaparecieron en 1736. A finales del siglo XVIII, la mayoría de los armenios vivía en los límites del imperio otomano. Si Armenia ya había vivido bajo siglos de opresión y crueldad, lo que vendría después no tenía parangón en la historia universal.

Genocidio armenio

Un episodio bastante desconocido debido en parte a la labor ‘negacionista’ del gobierno turco, es el llamado genocidio armenio, sin duda una de las mayores atrocidades de la Primera Guerra Mundial y de toda la historia del siglo XX. El conflicto entre turcos y armenios tiene orígenes étnicos y religiosos, como consecuencia de los deseos de expansión otomana hacia Oriente con el objetivo de englobar a toda la población de origen turco. Entre 1894-1896, el sultán Abdul Hamid II inició una primera oleada de violencia contra el pueblo armenio. En 1909, el Gobierno de los Jóvenes Turcos que promovía la renovación constitucional del país, llevó a cabo otro plan de choque. En las regiones de Cilicia y Armenia, se produjeron matanzas y detenciones en masa. En total, se contaron más de 300.000 víctimas de una población de 2 millones de armenios, sin contar las decenas de miles de conversiones forzadas al islam y numerosas oleadas de emigrantes que intentaron huir de las fauces del Imperio otomano.

En 1914, el Imperio otomano apoyó a los Imperios centrales (Alemania, Austria-Hungría) en su lucha contra la inmensa Rusia zarista. La población armenia, situada en los límites del frente oriental, no dudó en alistarse en el ejército otomano, aunque esta acción no les libró de su cruel destino. En diciembre de 1914, Enver Bajá al mando del III Ejército, lanzó una ofensiva suicida contra el ejército ruso en el Cáucaso en pleno invierno. El resultado fue una total derrota sin paliativos en la batalla de Sarikamis. Como resultado de este tropiezo, los rusos ocuparon las ciudades turcas de Van, Erzurum y Bitlis. Ante este descomunal descalabro, se decidió convertir a los armenios en el chivo expiatorio perfecto, acusándoles injustamente de una actitud derrotista además de colaborar con el enemigo. Fue entonces cuando el 24 de abril de 1915 se inició lo que más tarde se conoció como genocidio armenio, el cual se prolongó hasta principios de los años 20.

Víctimas del genocidio armenio

En primer lugar, la élite armenia fue arrestada y asesinada. Después, se internó a la población masculina en edad de portar armas a campos de concentración alegando motivos de ‘defensa nacional’. Por último, al resto de la población (mujeres, niños y ancianos) se la deportó a los desiertos de Siria y Mesopotamia, con el firme propósito de que mientras tenía lugar el traslado a pie, murieran de hambre, agotamiento y enfermedades. Además durante dichas deportaciones de la población civil, se produjeron múltiples barbaridades (matanzas, violaciones, etc) lejos de las miradas de observadores internacionales. La población armenia de la región de Cilicia también fue trasladada a Siria y Mesopotamia. Otros grupos que sufrieron persecución fueron los cristianos asirio-caldeos. A finales de 1916, los armenios supervivientes quedaron en Estambul y Esmirna, además de 300.000 que siguieron al ejército ruso en retirada. Las cifras totales de víctimas como consecuencia del genocidio armenio son todavía motivo de intenso debate. Antes de 1915, la población armenia estaba en torno al millón y medio de personas, pero después del genocidio en 1922 sólo quedaron 388.000. Otra consecuencia fue la diáspora armenia hacia diversos países de Europa, América y Asia, de tal manera que actualmente sólo una minoría del pueblo armenio vive en la actual Armenia.

Historia posterior al genocidio

Durante el espantoso episodio del genocidio, sólo existía una parte de Armenia que había quedado a salvo: la Armenia Oriental bajo el control del imperio ruso. Esta región incluía al legendario monte Ararat y a la antigua capital Ereván. Muchos armenios habían llegado a Armenia Oriental huyendo de los otomanos. No obstante, los rusos se marcharon de esta región al estallar la Revolución bolchevique de 1917, dejando a los armenios indefensos. Pero su épica victoria en la batalla de Sardarapat en mayo de 1918 contra el ejército otomano, aseguró a los armenios la supervivencia de lo que había quedado de su pequeña nación. El 28 de mayo de 1918, Armenia se convirtió de nuevo en un país libre e independiente después de innumerables años sólo con la ayuda de su valiente población. Había nacido la Primera República de Armenia. El 30 de octubre, Armenia Occidental se unió a esta recién creada república. Ahora por fin volvía a ser una nación unificada. En 1923, el Imperio otomano dejó de existir para convertirse en la República de Turquía. Sólo entonces el genocidio armenio terminó. Pero ni mucho menos esto no significó el fin del sufrimiento para el pueblo armenio.

Los bolcheviques que habían abandonado Armenia años atrás, volvían a tener interés en este pujante territorio. En diciembre de 1920, se constituyó la República Socialista de Armenia que se enfrentó a la efímera República de Armenia. Tristemente el pueblo armenio volvía a estar en el punto de mira de dos grandes potencias, esta vez eran Turquía y la Unión Soviética. Lejos quedaban los planes de la llamada ‘Armenia Wilsoniana‘, un proyecto nacido del tratado de Sèvres (nunca ratificado) que incluía a los territorios históricos de la antigua Armenia, a costa de la derrota del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial. Los rusos tomaron la parte de Armenia Oriental en 1923 y los turcos hicieron lo propio con la Armenia Occidental. Esta última sigue formando parte de Turquía en la actualidad y dónde apenas vive ya población de ascendencia armenia. Por otro lado, la Armenia que quedó bajo el yugo de la Unión Soviética vivió una oleada de represión. En su proyecto utópico, la religión cristiana no tenía cabida para Yosef Stalin. La fe era de lo poco que les había quedado a los armenios después de su exterminio, por lo que mantuvieron sus creencias en secreto. Pero los gloriosos días de la Unión Soviética llegaron a su fin en 1991, año en el que Armenia recuperó su independencia. A lo largo de toda su historia, pueblos tan diversos como asirios, persas, griegos, romanos, partos, sasánidas, árabes, bizantinos, selyúcidas, mongoles, timúridas, safávidas, otomanos y soviéticos han tratado de doblegar a la nación armenia. Pero esta aparente insignificante nación ha logrado sobrevivir a todas y cada una de estas potencias para renacer de sus cenizas y alcanzar su ansiada libertad. Sin embargo, nuevos desafíos estaban todavía por llegar.

Poco después de alcanzar su independencia, la República de Armenia sufrió severos episodios de corrupción. Pero un nuevo conflicto se asomaba en el horizonte: la guerra de Nagorno-Karabaj, entre Armenia y Azerbaiyán (surgido también tras el colapso de la Unión Soviética). Los orígenes de este conflicto se remontan a la época estalinista cuando ciertos territorios de la Armenia histórica pasaron a formar parte de Azerbaiyán en contra de los deseos de su población. Los habitantes de Azerbaiyán eran mayoritariamente túrquicos, muy similares a los otomanos que tantos problemas habían causado a los armenios. En la década de 1980 con el poder de la Unión Soviética en pleno declive, las tensiones por Nagorno-Karabaj se reactivaron, estallando el conflicto en 1988. En 1994, se firmó un alto el fuego con la intermediación de Rusia. Más recientemente, en el año 2020 con Nikol Pashinyan al frente del gobierno armenio, se volvería a iniciar otro enfrentamiento en esta conflictiva región. La apasionante historia del pueblo armenio, testigo de numerosos conflictos y rivalidades interminables de naciones extranjeras a lo largo de toda su trayectoria, está todavía por escribir.

Región de Nagorno-Karabaj

Bibliografía:

Captivating History. (2020). Historia de Armenia.

Galán, E. J. (2014). La Primera Guerra Mundial contada para escépticos. Editorial Planeta, Barcelona.

Militaria. Primera Guerra Mundial. Susaeta Ediciones, S.A. Tikal, Madrid.

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