El 27 de diciembre de 1870, el general Juan Prim y Prats fue tiroteado por un grupo de desconocidos en la madrileña calle del Turco (hoy Marqués de Cubas). Tras sufrir varios días de agonía según la versión oficial, la muerte del que fuera el principal valedor del rey Amadeo I de Saboya, trastocó la trayectoria del efímero monarca constitucional. El cruel asesinato de Prim arroja todavía muchos interrogantes sin resolver en el que es conocido como el primer gran magnicidio de la historia de España.
Vida de Juan Prim y Prats
Juan Prim y Prats nació en la localidad de Reus el 6 de diciembre de 1814. Hijo de Teresa Prats y del militar Pablo Prim, se alistó en el ejército en 1834. Las cualidades demostradas en el campo de batalla lo convirtieron en un héroe de la primera guerra carlista (1833-1840). Durante la regencia de Baldomero Espartero (1840-1843), Prim se manifestó en contra de este general llevando a cabo la defensa de su ciudad natal de las tropas gubernamentales. Después de la caída de Espartero, el 1 de enero de 1844 se le concedieron los títulos de conde de Reus y vizconde del Bruch. La carrera militar de Prim siguió adelante en el transcurso de la Guerra de Crimea (1853-1856), donde estuvo presente en el cuartel del general turco Omar Bajá estudiando sus tácticas militares. El 22 de octubre de 1859, España declaró la guerra al sultanato de Marruecos como consecuencia de un conflicto diplomático. Uno de los jefes superiores del ejército español fue Juan Prim, quien tuvo una memorable actuación durante la batalla de Castillejos acontecida el 1 de enero de 1860.
Se dice que en esta batalla el bando español estaba perdiendo hasta que Prim se dirigió a sus soldados alzando la bandera de España en sus manos y pronunciando palabras que dieron tanto ánimo y fuerza a sus tropas, que al final consiguieron ganar a los marroquíes. En compensación por esta gran victoria, el día 19 de marzo de 1860 fue nombrado Grande de España de primera clase otorgándole el título de Marqués de los Castillejos. Posteriormente, Prim fue junto con Francisco Serrano, uno de los generales que participó en la Revolución Gloriosa de 1868 para derrocar a la reina Isabel II. Finalmente, tras la derrota de las fuerzas realistas el 30 de septiembre de 1868 Isabel II partió hacia el exilio en Francia. Tras la marcha de los Borbones, quedaba inaugurado el Sexenio Democrático (1868-1874). En junio de 1869, Prim fue nombrado presidente del Consejo de Ministros mientras que Serrano ocupó el cargo de regente. El interés de Prim se centraba en establecer una monarquía constitucional en España para lo cual barajó a Amadeo de Saboya para ocupar la vacante del trono, aunque este al principio no se mostró muy convincente (Fernando de Coburgo, padre del rey portugués Luis I, y el príncipe Leopoldo de Hozenzollern-Sigmaringen fueron descartados por sus implicaciones internacionales). Tras el rechazo por parte del anciano general Espartero, la candidatura de Amadeo acabó siendo la menos problemática.
A pesar de sus honorables intenciones, no todos recibieron con agrado la proclamación de Amadeo I de Saboya como futuro rey de España por mayoría absoluta en las Cortes españolas. Por aquel momento, el clima de crispación generado dentro y fuera de España como consecuencia de las decisiones del general Prim para dotar a España de un monarca constitucional era más que evidente. Dentro de España, Prim había cosechado numerosas enemistades en el panorama político ya fuera por parte de otros candidatos al trono como Antonio de Orleans (duque de Montpensier y esposo de María Luisa Fernanda de Borbón, hermana menor de Isabel II), bien por el republicanismo radical representado en la figura de José Paul y Angulo o bien por parte de quien se convertiría en el futuro presidente de la I República española, Emilio Castelar, quien no dudó en calificó a Prim de “juguete” de la “inteligencia maquiavélica y florentina” de Otto von Bismarck. Así mismo, fuera de España las críticas fueron similares. En Francia se acusó a Prim de participar en una intriga junto con Prusia en su perjuicio. El enfrentamiento entre Napoleón III y Otto von Bismarck por la candidatura fallida del príncipe Leopoldo desencadenaría la guerra franco-prusiana (1870-1871). Sea como fuere, los días de Prim estaba contados.
Reconstrucción del asesinato de Prim
El magnicidio de Prim ocurrió el día 27 de diciembre de 1870, cuando don Amadeo de Saboya, duque de Aosta, aún se encontraba de travesía rumbo a España para convertirse en rey. Las circunstancias que rodean a este asesinato son todavía objeto de debate entre investigadores e historiadores. Aquella fatídica tarde, en una sesión plenaria del Congreso Prim aseguró que se mantendría en el poder lo mínimo posible hasta que la situación con el futuro monarca Amadeo de Saboya se hubiera normalizado. El general catalán abandonó la Cámara Baja sin saber el trágico destino que le estaba esperando.
La versión oficial del magnicidio divulgada por la policía en la prensa es que el general Prim abandonó el Congreso en compañía de Sagasta y de Herreros de Tejada, dejando a ambos antes de subir al carruaje que habría de transportarle hasta el palacio de Buenavista, sede del ministerio de la Guerra. Al llegar el coche a la calle del Sordo, el comandante Moya, que acompañaba a Prim junto al ayudante del general, González Nandín, vio cómo un hombre encendía un cigarrillo y justo cuando entraban por la calle del Turco contempló un gesto similar en otro peatón. Con posterioridad al atentado estos gestos se relacionaron con una señal morse. Unos instantes después otro carruaje cortó el paso del coche de Prim.
Fue entonces cuando un grupo de desconocidos que se cubrían para proteger su identidad abrieron fuego contra la carlina. Ante este repentino acontecimiento, el comandante Moya trató de proteger al general con su cuerpo. Los asaltantes primero dispararon sobre el cristal derecho destrozando la mano derecha de Prim y posteriormente desde el lateral izquierdo del coche causando un impacto en el hombro izquierdo y en el pecho del general. El cochero trató de salir desesperadamente de la escena del crimen en dirección al palacio de Buenavista. Según la versión oficial, después de este mortífero ataque pasaron tres días hasta que a las ocho y cuarenta y cinco minutos del 30 de diciembre el general Prim falleció. Su funeral vino acompañado de una multitudinaria manifestación de dolor público.
Teorías sobre el asesinato e investigaciones forenses posteriores
Las circunstancias acerca del atentado de Prim y los días posteriores siguen envueltas en un halo de misterio. El día 30 de diciembre se comunicó oficialmente la muerte del general Prim, el mismo día en que Amadeo I de Saboya desembarcaba en Cartagena y era recibido por el vicealmirante Topete. En esa misma noche, se ofrecieron informaciones acerca de la misteriosa muerte de Prim. Se dice que falleció en torno a las ocho y cuarenta y cinco minutos a causa de la septicemia y la fiebre que le habían provocado las heridas por bala en codo, muñeca y hombro izquierdo, que derivaron en una intensa congestión cerebral. Tras la muerte de Prim, se procedió a embalsamar el cadáver y posteriormente se trasladó a un mausoleo en el Panteón de los Hombres Ilustres de la Basílica de Atocha. En 1971 fue traslado a Reus, su ciudad natal. Pero, ¿qué sucedió exactamente entre el 27 y el 30 de diciembre de 1870 durante los últimos días de vida de Prim?
María del Mar Robledo, directora del laboratorio de Antropología Forense e Investigación Criminal de la Universidad Complutense y autora de la primera autopsia realizada al cuerpo entre finales de 2012 y principios de 2013 por la Comisión Prim, junto con Ioannis Koutsourais, afirman en su libro Las muertes de Prim que la septicemia no fue la verdadera causa de la muerte del militar. Para apoyar esta teoría, hacen hincapié en el hecho de la extrema gravedad de las heridas provocadas y que en el cuerpo de Prim no existe evidencia alguna de que se le haya practicado ninguna intervención quirúrgica posterior. Según este estudio médico, existe la posibilidad de que Prim muriese por un estrangulamiento a lazo. Los defensores de esta hipótesis alegan la existencia de unas marcas muy bien definidas de 1 y 5 cm en su cuello, descubiertas al examinar detenidamente el cuerpo momificado. Se descartó la posibilidad de que esas marcas fuesen producidas por la ropa, ya que la camisa en la que fue inhumado era de cuello flexible y era imposible que hubiese dejado por sí sola una impronta de 5 cm. El misterio de quién o quienes estrangularon a Prim en el momento de los hechos sigue siendo un misterio.
Uno de los más firmes defensores de la muerte por estrangulamiento a lazo, fue el periodista y escritor Francisco Pérez Abellán, director de la Comisión Prim, que contando con el apoyo de la Universidad Camilo José Cela, relató en su versión de los hechos que el asesinato se produjo como consecuencia de una traición en el núcleo duro del poder y apuntó directamente al general Serrano como el autor intelectual del magnicidio y al duque de Montpensier como el financiador del mismo. Pérez Abellán afirma que Serrano mantenía una relación muy tirante con Prim y que este ya era caricaturizado en la época como el principal instigador. Así mismo, Abellán sostuvo que la desaparición de Prim tenía como objetivo un giro radical de la política española para que no prosperara la dinastía de los Saboya. Pérez Abellán defiende la teoría de que el general catalán murió estrangulado mientras se desangraba debido a las graves heridas causadas por los disparos. Así mismo, consideró falso que Prim estuviese agonizando durante tres días y que falleciese a causa de las infecciones causadas por las heridas. Según su opinión la versión oficial fue inventada de forma interesada por aquellos que tuvieron implicación en el crimen.
El estudio dirigido por Pérez Abellán contradice un segundo informe realizado en el mes de diciembre de 2013, avalado por la Universidad Complutense. Este informe rechazó la hipótesis del estrangulamiento y relaciona las marcas del cuello por la presión ejercida por el ropaje que llevaba de forma prolongada, como consecuencia del fenómeno post-mortem. Dicho informe dictaminó que la causa de la muerte se debió a la infección por las heridas sufridas tras el atentado, reforzando la versión oficial. Bernando Perea, director de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense y experto en antropología, destacó que no existe ningún elemento externo durante la exploración del cuerpo momificado que pudiese certificar que hubiese habido algún tipo de violencia externa posterior al atentado. Sin embargo, Pérez Abellán acusó a este informe de ser una falsedad, de no tener ninguna base científica y de estar plagado de errores. El historiador de la Universidad Complutense Emilio de Diego, también descartó la hipótesis del estrangulamiento para avalar el estudio forense de la Escuela de Medicina Legal.
Posibles culpables del magnicidio
La lista de sospechosos implicados en el magnicidio es inabarcable y sin indicios de poder aclararse. Prim tenía demasiados enemigos dentro de las filas de unionistas, republicanos, alfonsinos, borbónicos y seguidores de Antonio de Orleans (duque de Montpensier). El gobernador de Madrid Rojo Arias, informó al juez Francisco García Franco de la existencia de cuatro asesinos, aunque en el sumario aparecieron hasta doce nombres entre los que se incluyen José Martínez, Benito Rodríguez, Ramón Arnella, N. Camacho, Juan Monferrer, Adrián Ubillos, Francisco Huertas, Luis Villanueva, Francisco Villanueva, José Montesinos y José Maza. Hay que considerar que para realizar el magnicidio, se recurrió a los mejores sicarios de toda España. A los asesinos se les había ofrecido un sueldo diario de 10 pesetas, así como un premio extra de 20.000 (una auténtica fortuna en la época) si conseguían su objetivo final de eliminar a Prim.
Otros posibles sospechosos del asesinato son Roque Barcia (director de la Federación Española), Vicente Álvarez (trabajador del periódico republicano El Combate) y José Paul y Angulo (director de El Combate). También se ha barajado a personalidades tales como el general Francisco Serrano y el almirante Juan Bautista (ambos partícipes en la Revolución de 1868), a Antonio de Orleans, duque de Montpensier y a su secretario Felipe Solís y Campuzano. En el sumario Prim de unas 18.000 folios, la figura de Felipe Solís y Campuzano es señalada como parte de los conspiradores, ocupando el centro de la organización del atentado. José María Pastor, jefe de escoltas del general Serrano, aparece como contratista de sicarios, organizador de ensayos criminales y acogedor de personas de dudosa reputación procedentes de diferentes regiones de España. Se han señalado también como principales sospechosos, al cochero de la berlina y al lacayo de Prim. Moya fue el único de los presentes en salir ileso del atentado. Por otro lado, la voz de alarma tenía que haber partido del propio cochero y no de Moya, por lo que también se sospecha de él.
Se ha discutido también el supuesto papel de Prim en la masonería. Es de destacar que el propio Prim había rechazado la misma noche del asesinato asistir a un evento de los masones para celebrar el San Juan de Invierno. Pérez Abellán sostuvo que la muerte de Prim se debió a una guerra entre diferentes sociedades masónicas y que la parte republicana defensora de Montpensier fue la causante, ya que Prim encabezaba la sociedad masónica monárquica. No obstante, no existen pruebas fiables de la pertenencia de Prim a la masonería aunque no es del todo descartable. Por otro lado, el historiador y diplomático Javier Rubio en su trilogía España y la guerra de 1870 señaló directamente a Antonio de Orleans, a quién considera como el gran traicionado tras la Revolución de 1868. Sin embargo, este historiador descarta a Serrano como supuesto responsable. Romanones apuntó en su libro Amadeo de Saboya a la existencia de una relación de odio entre Prim y Serrano tras un aparente trato de cordialidad. Señaló además, la notable influencia que el duque de Montpensier ejercía sobre Serrano. De lo que no cabe duda alguna es que la trágica muerte de Prim trastocó el breve reinado de Amadeo I de Saboya al quedarse prácticamente sin apoyos. Debido a la enorme cantidad de sospechosos y al tiempo transcurrido, a día de hoy sigue sin resolverse el misterio de este magnicidio, el primero que inauguró una triste saga. Posteriormente hubo otros cuatro asesinatos de presidentes del gobierno de España bajo otras circunstancias: Antonio Cánovas del Castillo (1897), José Canalejas (1912), Eduardo Dato (1921) y Luis Carrero Blanco (1973).
Bibliografía
Abellán, P. F. (2018). El vicio español del magnicidio: de Prim a Carrero Blanco, la clave oculta de los crímenes que marcaron nuestro destino. Editorial Planeta.
Alarcón, M. J. (2014). ‘Las dos muertes del general Prim’. El Mundo. http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/07/31/53d8b32a22601daf7a8b457b.html.
EuropaPress (2013). ‘La segunda autopsia a la momia de Prim concluye que no murió estrangulado’. EuropaPress http://www.europapress.es/madrid/noticia-segunda-autopsia-momia-general-prim-concluye-no-murio-estrangulado-20131218140029.html.
Vidal, C. ¿Quién ordenó el asesinato del general Prim? s.l. : Enigmas de la Historia.
Foto de portada del National Geographic