Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1916, tuvo lugar el mayor enfrentamiento naval de la Primera Guerra Mundial. En esta singular batalla, se enfrentaron la Marina Imperial Alemana contra la Marina Real Británica (Royal Navy) en un duelo que decidiría el dominio de los mares. Aunque los dos bandos se adjudicaron respectivamente la victoria, los alemanes no consiguieron sus objetivos, centrándose a partir de entonces en una guerra submarina sin cuartel.
Antecedentes: la Gran Guerra
En la segunda mitad del siglo XIX, las grandes potencias europeas (Francia, Reino Unido, Alemania,…) vivían una de sus mejores épocas a raíz de la Segunda Revolución Industrial. Aunque parecía que esta vez Europa se iba a conceder un respiro después de innumerables conflictos, la potente industria bélica desarrolló en secreto nuevas y mejoras armas con el objetivo de prepararse para una eventual guerra (‘paz armada’). Por otro lado, el ansiado reparto de África durante la Conferencia de Berlín de 1884-1885 produjo ciertas fricciones entre las potencias colonialistas. Francia y Reino Unido (a la sazón las grandes beneficiadas del reparto) no cedieron ante el recién estrenado Imperio alemán, el cual no recibió los territorios que esperaba. A su vez, un complejo sistema de alianzas militares se materializó con el objetivo de defenderse mutuamente frente a agresiones externas. Por un lado, la Triple Alianza integrada por el Imperio alemán, el Imperio austrohúngaro e Italia (ésta última se cambiaría de bando años más tarde) y por otro lado, la Triple Entente conformada por Reino Unido, Francia y el Imperio ruso. Antes estas circunstancias tan adversas, el estallido de un cruel conflicto era solo cuestión de tiempo.
El fatídico momento llegó con el asesinato del pretendiente al trono austrohúngaro, Francisco Fernando, junto a su esposa Sofía Chotek el 28 de junio de 1914 a manos de un ultra nacionalista de origen bosnio llamado Gavrilo Princip. El Imperio austrohúngaro había considerado oportuno anexionarse la región de Bosnia en 1908. Sin embargo, esto no había hecho sino aumentar los sentimientos nacionalistas de la población sometida para liberarse de la ocupación imperialista. Un mes después de la tragedia, el Imperio austrohúngaro le declaraba la guerra a Serbia ante la negativa de este país a iniciar una investigación de la policía austríaca en su territorio como consecuencia del doble asesinato. Fue entonces cuando se produjo una dramática reacción en cadena que ocasionó el enfrentamiento entre los dos grandes bloques. El Imperio ruso acudió en ayuda de sus aliados serbios. Los alemanes en virtud de su alianza con Austria-Hungría, respondió iniciando sus hostilidades contra el Imperio ruso el 1 de agosto. Dos días después, el Imperio alemán declaraba la guerra a Francia, aliada de Rusia. Para poder alcanzar el territorio francés, los alemanes habían planeado la invasión de Bélgica. Por esta razón, el 4 de agosto el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda rompió la paz con el Imperio alemán. Había comenzado la ‘Gran Guerra‘.
Guerra naval
Las marinas de las grandes potencias del momento habían evolucionado mucho desde la guerra hispano-estadounidense de 1898. En 1906, los británicos botaron el primer dreadnought (‘sin miedo’) o acorazado monocalibre, considerado el más potente de la época. El dreadnought poseía de cañones de hasta 305 mm de calibre que podían disparar con bastante precisión sobre objetivos situados a más de veinte kilómetros de distancia. Además sus potentes turbinas movían 4 hélices que permitían alcanzar una velocidad de 21 nudos. Para el año 1914, la Marina Real Británica (Royal Navy) era la mayor del mundo, muy por delante de la alemana. En el mes de noviembre, los británicos asestaron un duro golpe a la marina alemana en las islas Malvinas.
Por otro lado, debido a su incontestable supremacía naval Reino Unido llevó a cabo un férreo bloqueo marítimo sobre el Imperio alemán. Esto supondrá un gran contratiempo para los orgullosos alemanes a lo largo de toda la contienda. Además de combatir al mismo tiempo en dos frentes principales (occidental y oriental), sufrirán un serio desabastecimiento y la incomunicación con sus colonias a diferencia de sus enemigos, dotados de mayores recursos demográficos y logísticos. Como respuesta a este bloqueo, los alemanes emplearán la guerra de corsarios y muy especialmente la guerra submarina, intensificada a partir de febrero de 1915. El 7 de mayo tuvo lugar el hundimiento del Lusitania por el submarino alemán U-20, lo que propiciará una agria reacción de Estados Unidos por la muerte de 128 de sus ciudadanos.
El poderoso Imperio alemán no soportaba la idea de ser segundo en cuanto a los asuntos marítimos frente a los aventajados hijos de la Gran Bretaña, los cuales estaban tomando la delantera. De una forma bastante humillante, la portentosa flota del Káiser alemán Guillermo II se hallaba recluida en sus bases de Kiel y Wilhelmshaven, sin llevar a cabo ninguna acción bélica de importancia. Los 18 dreadnoughts alemanes poco podían hacer frente a los 33 del Reino Unido. Cualquier enfrentamiento en mar abierto contra los experimentados británicos podía suponer un auténtico suicidio. No obstante, los almirantes alemanes trazaron un astuto plan por medio de una trampa en el mar del Norte con el objetivo de dividir a la flota británica en dos. De esta manera, esperaban poder enfrentarlas más eficazmente por separado. En principio, parecía un buen plan.
A pesar de las prometedoras expectativas, los británicos habían descubierto la estratagema germana gracias a la confiscación de las claves de su armada procedentes del crucero Magdeburg, naufragado por accidente en aguas del golfo de Finlandia el 26 de agosto de 1914. En Londres se prometieron conseguir una gran victoria que rememorara como mínimo a la de Trafalgar acontecida hacía ya más de un siglo. Pero no todo iba a resultar tan sencillo. De hecho, las naves alemanas estaban dotadas de una ingeniería más sofisticada, mayor blindaje, mejor telemetría y proyectiles más potentes. Por otro lado, los buques británicos padecían de un grave defecto de diseño: no disponían de cortafuegos entre las torres de artillería y los pañoles de municiones. Este fallo inesperado ocasionará la destrucción de una tercera parte de las naves británicas. A pesar de estos avatares, alemanes y británicos se enfrentarían definitivamente por el dominio de los mares. Estaba a punto de comenzar la mayor batalla entre acorazados del siglo XX.
Correlación de fuerzas
La flota británica estaba formada por las escuadras de Jellicoe y Beatty. El primero contaba con 27 buques, entre acorazados y cruceros de batalla, 8 cruceros acorazados, 12 cruceros ligeros y 51 destructores mientras que el segundo tenían en su haber 4 acorazados, 6 cruceros de batalla, 14 cruceros ligeros, 27 destructores y 1 portahidroaviones.
Por otro lado, la Marina Imperial Alemana la integraban respectivamente las escuadras de Sheer y Hipper. Sheer poseía 22 buques de guerra, 1 crucero ligero junto con 31 destructores mientras que la de Hipper contaba con 5 cruceros de batalla, 10 cruceros ligeros, 27 destructores y 1 portahidroaviones.
Desarrollo del combate naval
En el atardecer del 31 de mayo de 1916, el almirante británico Jellicoe citó en el mar del Norte a las escuadras de Jerram y de Beatty con el propósito de aniquilar a la división alemana de Hipper, la cual había sido detectada por los servicios secretos de la marina británica. No obstante, Jellicoe desconocía que el grueso de la imponente flota del almirante Sheer también se encontraba allí. A las 15:48, los cruceros de Hipper y de Beatty dieron comienzo el combate naval. A pesar de su inferioridad numérica, los alemanes dispusieron de una mayor precisión de tiro gracias a las mejoras ópticas de sus naves. En los primeros 12 minutos, los buques alemanes consiguieron encuadrar el blanco 12 veces frente a 4 escasas de sus oponentes. A las 16:06, el Von der Tann encañonó al Indefatigable, el cual estalló dramáticamente por los aires. Ante este fulminante ataque, cuatro acorazados británicos acudieron en ayuda de Beatty, pero 20 minutos más tarde el Queen Mary sufrió el mismo destino al haber sido alcanzado por el Derfflinger. El asunto parecía ponerse feo para la aguerrida Royal Navy. Posteriormente Hipper se alejó para unirse a la flota de Scheer.
«Parece que hoy no hay manera de que los malditos barcos funcionen bien»
Almirante David Beatty, tras la pérdida del HMS Queen Mary
Una vez reunida, la potente Marina Imperial Alemana volvió a la carga. Entre los bancos de niebla que dificultaban la visión, la escuadra de Jellicoe intentó cortarle el paso a Scheer. Sin embargo, éste se salvó gracias a la orden de ejecución de una de las acciones de mayor dificultad de la historia de la navegación: un giro de 180º de la totalidad de la flota sin romper la formación. Esta arriesgada maniobra constituyó todo un éxito, para desgracia de los británicos. Fue entonces cuando los cruceros de Hipper dieron otro golpe maestro a la Royal Navy, provocando el hundimiento del Invincible del comodoro Hood. A las 19:00 horas, Scheer volvió a encontrarse en dificultades al encontrarse con la flota británica que de nuevo le intentó cortar el paso, por lo que el almirante alemán debió repetir la maniobra protegido por un lanzamiento de torpedos. A la hora del crepúsculo, las dos flotas enemigas dieron por finalizado el enfrentamiento. Los alemanes también sufrieron bastante pérdidas: el Lützow y los cruceros ligeros Wiesbaden, Rostock y Elbing se fueron al fondo del mar. Además por la noche, Scheer añadió entre sus bajas al crucero Fraunlob y al acorazado Pommern. A su vez, los británicos se despidieron de su acorazado Black Prince.
Consecuencias y trascendencia de la batalla
La batalla de Jutlandia supuso la única confrontación directa de gran envergadura entre dos flotas enemigas de toda la contienda. El vencedor de este singular enfrentamiento naval sigue siendo todavía motivo de discusión entre los más refutados historiadores militares. Desde el punto de vista táctico, la batalla de Jutlandia constituyó una victoria alemana pues los británicos tuvieron un mayor número de bajas y de barcos hundidos. En total, los británicos perdieron 14 barcos y 6.094 hombres frente a solamente 11 navíos y 2.551 hombres de los alemanes. Esto se debió sobre todo a la aplastante superioridad técnica alemana en cuanto a blindaje, dirección de tiro y penetración de sus proyectiles. No obstante, si atendemos al punto de vista estratégico, la Royal Navy sería la justa vencedora de dicha batalla pues la otrora temible Hochseefltte no volvería a atreverse a entablar un enfrentamiento naval de similares características en mar abierto contra los británicos. A largo plazo, una victoria estratégica siempre presenta mayores ventajas que una táctica. Además, las pérdidas totales sufridas por la Royal Navy no pusieron en discusión la relación de fuerzas entre ambos contendientes.
Tras este duro combate, las naves alemanas regresaron rápidamente a sus bases, de las que ya no saldrán hasta finalizar la guerra. El soberbio káiser Guillermo II, como ya era algo habitual en él en esta fase de la contienda, llegaría a proclamar con bastante desacierto: ‘el hechizo de Trafalgar se ha roto‘. Estas épicas palabras no reflejaban ni de lejos la triste realidad de su imperio. A partir de entonces, la marina alemana se centrará sobre todo en la guerra submarina, que daría unos cuantos quebraderos de cabeza a los aliados. A partir del 1 de febrero de 1917, se intensificaron los ataques sin restricciones contra todos los buques que se dirigían a puertos ingleses. No obstante, a pesar de los inagotables esfuerzos realizados por sus submarinos, los alemanes no pudieron romper el bloqueo británico que tantos problemas les estaba causando ni tampoco obtener la superioridad naval que con tanto esmero se habían dedicado durante décadas. En ese momento, ningún imperio terrestre o marítimo podía haber frente al poder de la Royal Navy. Debido a una serie de contratiempos, el Imperio alemán se precipitaría irremediablemente hacia su total derrota en 1918 junto a sus aliados. Por otro lado, Reino Unido seguiría conservando su supremacía naval hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial para posteriormente dejar el testigo a los Estados Unidos.
Bibliografía
Galán. E., J. (2014). La Primera Guerra Mundial contada para escépticos. Editorial Planeta, Barcelona.
Grant, G. R. (2012). 1001 Battles That Changed The Course Of History. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U. Barcelona.
Militaria. Primera Guerra Mundial. Susaeta Ediciones, S.A., Madrid.
Valzania, S. (2009). Jutlandia: la batalla naval más grande de la historia. Editorial Ariel, Barcelona.