En el medievo los europeos habían vivido demasiado preocupados por el «más allá», convencidos de que la vida terrenal era un mero trámite para acceder a la vida eterna. Vivían temerosos de Dios. De estas ataduras se fue liberando el hombre a lo largo de la Edad Moderna. Se empezaron a valorar los goces terrenales. El Decamerón de Bocaccio, escrito a finales de la Edad Media, se convirtió en un paradigma de la libertad sexual de la época. Se sustituye el teocentrismo medieval por el antropocentrismo. El hombre como centro del universo. Dante, Bocaccio y Petrarca fueron algunos profetas de lo que estaba por llegar, que sería el Renacimiento y la Edad Moderna, propiamente dicha.
«Un pecado que está oculto está medio perdonado»
Esta frase se encuentra en el Decamerón. Este libro es una obra maestra, y no sólo de la literatura. Además, muestra la vida social de la época. Es un libro constituido por cien cuentos o novelas cortas, a lo largo de diez jornadas, Deka (diez) hemera (día) escritos por Giovanni Boccaccio a mediados del siglo XIV. Boccaccio era un humanista italiano de finales de la Edad Media. Este genio italiano nació en el 17 de junio de 1313 en la República de Florencia y murió en el mismo lugar el 21 de diciembre de 1375. el joven Boccaccio se encaminó hacia el derecho canónico por designio paterno, pero fue una vía que no prosperó. Así pues, se dedicó a las letras, en las que se formó con notables eruditos de la corte napolitana.
En la novela cuarta de la primera jornada del Decamerón se narra la peripecia de un monje. Dicho monje comete pecado por tener una relación carnal con una mujer y además el abad lo descubre. El monje nota que el abad le ha pillado, por lo que piensa entonces cómo librarse del castigo. Así pues, idea una treta para que el abad caiga también en la tentación con la misma mujer, una mujer suponemos un tanto casquivana. El abad cae en la trampa y comete pecado. Y es en ese momento cuando piensa: Bah, qué más da. Un pecado que está oculto está medio perdonado.
Eso de «oculto» viniendo de un abad es un tanto hipócrita, pues no está oculto a ojos de Dios. Además, doble hipocresía pues el abad trata más tarde de castigar al monje por el mismo pecado que él ha cometido, pero la pena no se cumple cuando el monje le da a entender que lo ha visto. La estratagema del monje para librarse del castigo funcionó, por lo que ambos sacaron a la joven con discreción y, añade Boccaccio, «aún debe creerse que más veces la hicieron volver».