Prometeo quiso ayudar a los humanos otorgándoles el poder del fuego. Pero por intermediación del desconfiado Zeus, esta adquisición fue contrarrestada por la liberación de los males contenidos en la temible caja de Pandora.
El castigo de Prometeo
Según nos cuenta la mitología griega, el titán Prometeo y el dios Zeus fueron los creadores del ser humano. Mientras que Prometeo los moldeó con barro, Zeus se encargó de darles el soplo de la vida. Pero estas criaturas recién creadas eran todavía seres primitivos que sobrevivían de lo poco que les podían proporcionar sus toscos utensilios. No sabían trabajar los metales, ni fabricar herramientas útiles. Tampoco conocían el fuego, por lo que se debían alimentar de carne cruda y abrigarse con gruesas pieles para protegerse del frío.
A Zeus, el todopoderoso padre de los dioses, le agradaba esta situación. Temía que, algún día, los hombres pudieran hacerse lo suficientemente fuertes como para rivalizar contra él. Pero Prometeo sentía compasión por ellos y quiso ayudarles a progresar. El titán argumentaba que había que dotar a los humanos de las ventajas del fuego, ya que solo así serían capaces de avanzar. En cambio, a Zeus no le parecía tan buena idea. -¿Si son felices con lo que ya tienen, por qué deberíamos preocuparnos tanto?
Como parecía que el padre de los dioses no daba su brazo a torcer, Prometeo se introdujo en el Olimpo a escondidas. Allí encendió una tea y con ella prendió un pedazo de carbón vegetal hasta convertirlo en un tizón, lo escondió entre los tallos de un hinojo y emprendió el camino de vuelta. Pero el titán estaba dispuesto a proporcionar a los hombres todavía más conocimiento. Les enseñó a seleccionar la mejor parte de la carne dedicada a los sacrificios para ellos y el resto (huesos mondos cubiertos de grasa), dejársela a los dioses.
Así fue como, ingenuamente, Zeus escogió el montón más voluminoso pensando que era el más apetecible cuando hubo de elegir. Sin embargo, gracias al engaño de Prometeo, se había tragado el anzuelo. Como era de esperar, este hecho no sentó nada bien al padre de los dioses. Además, los humanos habían empezado a construir casas con arcilla cocida y con tejados de ladrillo. También aprendieron a forjar metales para fabricar mejores armas. Y por si fuera poco, lograron controlar el fuego, antes reservado únicamente a los dioses. ¿Pero qué diantres estaba pasando? pensaba el enojado dios.
Cuando Zeus se enteró de lo que ocurría, hizo llamar a Prometeo visiblemente contrariado.- ¿Acaso no te dije que no le otorgaras al hombre el secreto del fuego?- A lo que el titán replicó que no había nada que temer, pues nunca se atreverían a desafiar a los dioses si les proporcionaban buenas enseñanzas. A pesar de la amable visión de Prometeo con respecto a sus acciones, Zeus ordenó que lo encadenaran a una horrible roca del Cáucaso. A continuación, un águila se encargaría de devorarle el hígado para alimentarse. Pero el castigo no tenía final, pues su hígado volvía a crecer por la noche para ser engullido de nuevo por el águila al día siguiente. Y así día tras día, durante treinta mil años, hasta que fue liberado finalmente por el valiente Heracles.
La caja de Pandora
Pero todavía no era suficiente para Zeus. Con el fin de hacerles la vida imposible a los mortales, encargó a Hefesto modelar una muchacha con una mezcla de arcilla y agua. A su vez, Atenea insufló a esta creación el soplo de la vida y le enseñó las tareas de la costura y la cocina. Completaron el encargo Hermes, quien la adiestró en las artes de la astucia y el engaño y Afrodita, como ser deseada por todos los hombres. Una vez concluido el trabajo, la vistieron de plata y la llevaron ante Zeus. Satisfecho con la labor realizada, el dios de dioses otorgó a la doncella un enigmático cofre que no debía abrir bajo ningún concepto. Pandora, como así se llamaba esta joven, pensaba que este regalo estaba lleno de valiosas joyas. Sin embargo, por precaución determinó no destaparlo. Por ahora.
A la bella Pandora le debían procurar un marido. En este caso, el elegido fue Epimeteo, hermano del desafortunado Prometeo. Sabedor de las argucias de Zeus, el titán le había advertido de no aceptar ningún regalo procedente del padre de los dioses. Pero quizás algo encandilado por la esplendorosa Pandora, Epimeteo terminó aceptando. Ojalá le hubiera hecho caso a su hermano. Hermes se encargó de acompañar a la joven hasta la casa de su esposo. -No olvides que no debes abrir el estuche que porta Pandora– le advirtió el dios mensajero. Siguiendo estas instrucciones, Epimeteo guardó el cofre en un lugar seguro por lo que pudiese ocurrir. Aún así, el futuro devenir de los acontecimientos le jugaría una mala pasada a la dichosa pareja.
Por un tiempo, ambos fueron muy felices hasta que un día a Pandora le reconcomió la curiosidad. ¿Qué habría dentro de aquel cofre tan misterioso? Mientras Epimeteo dormía, Pandora cometió la fatal imprudencia. Fue entonces cuando todos los males de la tierra salieron a la luz desperdigados por el mundo: el cansancio, la vejez, la pobreza, las enfermedades, los vicios… Desesperada, Pandora trató de cerrar el maldito cofre sin éxito. Se había consumado la venganza de Zeus. Ahora la humanidad sufriría sin remedio. No obstante, en un último intento por parte de Pandora, quedó una cosa encerrada en el fondo, la esperanza. Con ella, la raza humana se aferraría como recurso final para sobrevivir en un mundo lleno de desdicha.
Reflexión del mito
En este mito, Prometeo constituye el bienhechor de los hombres mientras que Zeus tiene el papel de antagonista. Al intentar rebelarse contra el orden establecido por los dioses y ser bondadoso con la humanidad, Prometeo fue castigado de forma totalmente cruel y sádica: un águila le devoraba el hígado una y otra vez, sin parar. Por si esto fuera poca desgracia, al abrir el cofre prohibido, Pandora se encargó de condenar a toda la humanidad. En la actualidad, cuando alguien desencadena un auténtico desastre del tipo que sea, solemos referirnos a que esa persona “ha abierto la caja de Pandora”. Esta historia nos hace reflexionar acerca de como nos sobrevienen todos los males cuando pretendemos ser dioses. Sin embargo, no en vano se dice que “la esperanza es lo último que se pierde”, tal y como le ocurrió a la desdichada Pandora. Ante todo, la esperanza nos ayuda a vivir, a sobrellevar las dificultades, en resumen, a esperar un futuro mejor. Quizás solo así podamos superar los múltiples desafíos que todavía nos aguardan como especie.
Bibliografía
Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.
Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.
Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.
Schwab, G. Leyendas griegas. Editorial Taschen