«Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el Derecho Natural, el Derecho fundamental que se basa en el respeto de todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo…«
Infancia y Adolescencia
Clara Eulalia Campoamor Rodríguez nació en Madrid el día 12 de febrero de 1888. Su familia paterna procedía de Asturias y de Cantabria y la materna de Madrid y de Toledo. Era, en general, una familia bastante respetada en su barrio, de carácter humilde y con una ideología liberal-progresista.
Clara tuvo suerte ya que creció sana y pudo disfrutar de una infancia feliz. En su casa el dinero era justo, pero aun así en ningún momento le faltó de nada, además, tuvo acceso a la educación en una época en la que muchos niños y niñas no podían ir a la escuela. A los tres años comenzó a leer gracias a un regalo que le trajo su padre, lo cual era bastante virtuoso en una época en la que la mayoría de la población (especialmente femenina) era analfabeta.
A los diez años de edad, Clara tuvo que enfrentarse a la muerte de su padre la cual la obligó a dejar sus estudios y a comenzar a colaborar en la economía familiar. A partir de ahí, llevó a cabo una gran variedad de trabajos: el primero de ellos fue el de dependienta de comercio. Posteriormente, le siguieron otros como el de modista o telefonista.
Vida Política
En la España del año 1908 en la que Clara contaba con veinte años ya se hablaba de la idea de hacer real el sufragio femenino. El día 9 de marzo, Emilio Alcalá Galiano pide el sufragio femenino en el Congreso de los Diputados argumentando la idea de que las mujeres podían reinar, pero no votar, lo cual no tenía sentido. Sin embargo, su propuesta es rechazada.
En el mes de junio de 1909, Clara Campoamor realizó las oposiciones y logró una plaza de auxiliar femenina dentro del cuerpo de Telégrafos del Ministerio de Gobernación y, debido a ello, tuvo que trasladarse a dos destinos. El primero de ellos fue Zaragoza en el que estuvo unos cuantos meses y el segundo fue San Sebastián donde vivió durante cuatro años.
En cuanto a los libros que ayudaron en su formación, destaca el de “La mujer del porvenir” y otro denominado “La inferioridad mental de la mujer” escrito por un doctor alemán llamado Paul Julios Moebius. Este defendía que las mujeres eran menos inteligentes que los hombres porque su cerebro era más pequeño y porque las áreas cerebrales que configuran la inteligencia estaban más desarrolladas en los hombres. Esto despertó una gran indignación en Clara y también cierta curiosidad, lo cual llegó a provocar que se pusiera a buscar más libros que defendían ideas semejantes y, desgraciadamente, comprobó que había bastantes. Algunos de ellos hablaban de que la única capacidad de la mujer era tener hijos y que si no cumplían con ella tendrían que acarrear con todo tipo de males.
En el año 1914 ganó, también por oposición, una plaza en el Ministerio de Instrucción Pública y fue debido a esto que volvió a Madrid. Así, estuvo alternando esto con otros trabajos como fueron los de profesora de francés o auxiliar mecanográfica en el servicio de construcciones civiles del ministerio. Fue este último el que daría un giro a su vida ya que le permitió acercarse a la realidad de muchas mujeres que asistían a sus clases, conociendo así sus sufrimientos, su dura vida y su esperanza de conseguir una existencia mejor. Sin embargo, el sueldo que ganaba aquí no le daba para poder vivir y, ante el hecho de que su madre estaba perdiendo facultades, no tuvo más remedio que compatibilizarlo con otro trabajo de secretaria. Fue a partir de este momento cuando empezó su interés por la política.
Comenzó a visitar “El Ateneo”, que era un espacio de debate en el que habían comenzado a tener un sitio las mujeres desde hacía poco tiempo. Era una especie de parlamento paralelo en el que se hablaba de temas no tratados en el Congreso de los Diputados como la educación, las relaciones entre la Iglesia y el Estado y, sobre todo, la independencia que estaban adquiriendo las mujeres.
Fue aquí donde conoció a Benita Asas, la cual defendía el acceso en masa de las mujeres a la educación, al trabajo, a la cultura y a la independencia económica ya que solo así se podría conseguir una completa igualdad. Por tanto, individualmente, las mujeres debían darse cuenta de que había que cambiar las cosas y ponerse manos a la obra. Fue escuchándola, que Clara comprendió que el problema de la situación de las mujeres era el conformismo en el que éstas estaban sumidas. Así, había que luchar contra hombres sí, pero también contra muchas mujeres.
En el mes de mayo de 1922 colabora con la fundación de la Asociación Española Abolicionista cuyo fin se basaba en acabar con la prostitución. Un año más tarde, ya comienza a exponer sus ideas sobre el feminismo a través de un ciclo que había sido organizado por la Juventud Universitaria Femenina dentro de la Universidad de Madrid.
En esa época, España se encontraba en un período de dictadura dirigida por Miguel Primo de Rivera, el cual había dado un golpe de Estado contando con el apoyo del rey Alfonso XIII y de diversos sectores de la sociedad española como eran el Ejército o la Iglesia Católica. Esto llevó a la supresión de la Constitución de 1876, a la disolución del gobierno y el parlamento, al final de la libertad de prensa y a la implantación de una dirección que se llevaba a cabo a través de un Directorio Militar a cuya cabeza estaba el mismo Primo de Rivera.
En el año 1924 el régimen concede el voto a la mujer, pero solo a aquellas que estuvieran solteras o viudas, ya que pensaban que al no estar casadas tenían una menor influencia de la Iglesia a la hora de votar. Esta medida fue considerada como una especie de logro por muchos sectores feministas, pero a Clara le parecía insuficiente por lo que no la apoyó. En 1926 fundó una Asociación Femenina Universitaria donde tuvo una gran actividad como conferenciante. En todo momento defendió la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y la libertad política con la que la mujer debía contar.
En enero de 1930, Primo de Rivera presentó su dimisión debido a los múltiples problemas que ya existían entre él y el propio Alfonso XIII. Un año más tarde son celebradas las primeras elecciones libres tras la dictadura. Estas dan el poder a los partidos republicanos y de izquierda debido a que estos habían triunfado en las grandes ciudades. Como consecuencia de esto, el día 14 de abril de ese mismo año se declara la Segunda República española.
El día 9 de mayo de 1931 se publicó un decreto a través del cual se rebajaba a veintitrés la edad para poder votar, pero este voto continuaba restringido a los hombres, aun así, sí se declaraba como elegibles a las mujeres. Una extraña paradoja que, sin embargo, era un adelanto para la época y debía ser aprovechada. Así, Clara se propuso ocupar un escaño dentro del Parlamento. Finalmente, y a sus 43 años, Clara consiguió ese escaño dentro del Partido Radical, de corte republicano, centrista, laico y liberal.
Pensó en todos los hombres que, a pesar de haber nacido en una sociedad que relegaba a las mujeres a un papel de amas de casas y sirvientas, aquel día de 28 de junio de 1931 dieron su voto para que dos mujeres pudieran ocupar un escaño en las Cortes Constituyentes.
Estuvo dentro de la comisión que realizó la Constitución republicana. En todo momento se mantuvo firme en su idea de la necesidad de conceder el voto a la mujer y, por tanto, la aprobación del sufragio universal.
El camino hacia el voto femenino
El día 1 de octubre de 1931, Clara debatió contra Victoria Kent, las dos únicas mujeres que contaban con un escaño en el congreso en ese momento. La socialista Margarita Nelken que también sería diputada no pudo estar en la sesión del 1 de Octubre ya que fue elegida diputada el día 4. Tuvo problemas para nacionalizarse ya que no era española, por lo tanto hasta el 19 de noviembre no pudo recoger el acta que le daba permiso pertenecer a la Cámara.
Volvamos al 1 de octubre. Comenzó hablando Victoria la cual, como argumento para negarse a conceder el voto a la mitad de la ciudadanía española, afirmó que realizar esto era no dejar triunfar a la República ya que no creía que las mujeres fueran a apoyarla debido a la influencia del clero y a la alta tasa de analfabetismo que existía en la sociedad de esa época. Es decir, en ningún momento habló de “incapacidad” de las mujeres (como Clara pensó que haría) sino de una razón de “oportunidad” para la República. La posición de Kent en lo sustancial parecida a la de la socialista Margarita Nelken.
Clara, por su parte, que sentía una enorme admiración profesional y un profundo respeto personal por Victoria, veía una contradicción apoyar la república y, a la misma vez, negar la posibilidad de voto a las mujeres.
Ambas mantuvieron un intenso debate dialéctico que fue considerado como el acontecimiento político de ese año. Como ganadora de ese debate, se señaló a Clara. Por la prensa de la época, ambas fueron apodadas con el sobrenombre de ”La Clara y la Yema».
Finalmente, ese mismo día, se aprobó el derecho al voto de la mujer con 161 votos a favor y 121 en contra. Una gran cantidad de diputados se ausentaron ese día. El socialista Indalecio Prieto no votó, su postura era conocida. La prensa de la época recogió su opinión sobre el derecho al voto de la mujer al que calificó como «una puñalada para la República». Aunque los miembros del PSOE que acudieron (como Largo Caballero) votaron por por el sí. También lo hicieron conocidas figuras de la derecha como Gil Robles, Maura o Alcalá-Zamora; e intelectuales como Madariaga, Ortega y Gasset o Pérez de Ayala. Clara Campoamor votó a favor saltándose el criterio de su propio partido.
Victoria Kent, derrotada, pergeñó una maniobra para desactivar parcialmente el artículo que permitía votar al sexo femenino. Sugirió que las mujeres solo pudieran votar en unas elecciones generales tras haberlo hecho en dos comicios municipales consecutivos. ¿Y qué se hizo? Volver a votar, pero ahora la enmienda. Y suerte que se desechó. Solo por 4 votos. Si esta enmienda hubiera prosperado, las mujeres aún habrían tenido que aguardar algún tiempo para votar en unas generales.
Clara Campoamor creó la Unión Republicana Femenina que fue una organización cuyo fin se basaba en promover campañas en apoyo del Sufragio Femenino, combinándolo con actividades de carácter político y cultural.
El día 19 de noviembre de 1933 la mujer pudo votar por primera vez en España. Clara fue a votar con enorme entusiasmo y, aunque no fueron todas las que hicieron uso de ese derecho, sí fueron muchísimas.
Al hablar de este día, Clara lo recuerda como una mezcla de alegría y tristeza. Alegría por la razón obvia ya mencionada antes, pero tristeza al descubrir que no consiguió (ni ella ni Victoria) revalidar su escaño por Madrid.
El día 18 de julio de 1936 es recordado por Clara como un día de enorme tensión. Tras el Golpe de Estado que sería el desencadenante de una sangrienta Guerra civil que duraría tres años, Clara decidió exiliarse de España viviendo en diferentes países como Argentina o Suiza, aunque siempre con el deseo de regresar a España, algo que, sin embargo, no pudo cumplir.
Falleció en el año 1972 en Lausana (Suiza). Sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de Polloe en la ciudad de San Sebastián.
Memoria Histórica
Son muchos los colegios, institutos o parques que han llevado su nombre. Además, en 1998 se crearon los Premios Clara Campoamor con el fin de ser dados a todas aquellas personas o colectivos que hayan sido importantes en la lucha por la defensa de la igualdad de la mujer en cualquier ámbito.
En 2011 la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, debido al cumplimiento de los cien años del Día Internacional de la Mujer, acuñó una moneda en la que se muestra la cara de Clara. En este mismo año se puso en la Plaza Clara Campoamor, situada en San Sebastián, una estatua que representa su imagen a altura real de pie y con un libro en la mano. Seis años después, esta escultura fue trasladada a la plaza de Vinuesa (plaza céntrica de San Sebastián).
Sin embargo, a pesar de todo esto, a Clara se le sigue caracterizando con el apodo de “la mujer olvidada”. Sus restos mortales no llegaron a acabar en una fosa común gracias a la sensibilidad de una familia catalana acomodada ya que, ante semejante posibilidad, prefirieron acogerla dentro de su propio panteón familiar.
Bibliografía
Isaías La fuente. (2006). “La mujer olvidada: Clara Campoamor y su lucha por el voto femenino” 1ª ed. Madrid: Temas de Hoy.
Paloma Durán y Lalaguna. (2007). El voto femenino en España. Madrid: Asamblea de Madrid
Entrega de los premios Clara Campoamor, de Diario de Sevilla Sitio web: https://www.diariodesevilla.es/sevilla/Entrega-Premios-Clara-Campoamor_3_677662230.html
José Luis Rodríguez Jiménez, Sara Núñez de Prado Clavell. (2013). Historia de la España actual. Madrid: Universitas, S.A.